En política, las conquistas construyen al líder, y no al revés. Un hombre construye y logra algo para la gente, luego la gente lo construye a él como líder. Lo instituye, lo carga de la responsabilidad de continuar lo que empezó. Simpáticamente, al líder se le pone un fardo sobre los hombros y se le dice: “nene, ahora hacéte cargo”.
La operación de construir un líder continúa con la gente asignándole un pasado acorde con el tamaño de las esperanzas, y sepultando de su historia lo que pueda enturbiar su presente. A quien está construyendo un líder no le importa en absoluto la verdad, que es siempre mezquina.
Pero a los enemigos de las conquistas conseguidas por un líder les asiste de pronto un amor desesperado por “la verdad”. Escudriñan en el pasado del líder y seguramente encuentran escoria para destruirlo. En realidad el líder no les importa, sí destruir lo que él ha construído.
Así se funciona. La política es un juego de máscaras donde nadie es quien es de verdad. Al político se le hace lo que a Tupac Amaru, se lo desmembra, unos rescatan un pasado bello, otros el turbio. Unos no quieren ver lo bueno, otros no quieren ver lo malo. Y nadie es inocente. Nadie. Porque en la política se juegan intereses de sectores en pugna, y los políticos representan esos intereses.
¿A qué peronista le importa saber si a Evita la fajaba Pedrito Quartucci? ¿A quién le importa saber quién era Evita de verdad? Evita es una construcción popular, ella “es” el mito que de ella se ha hecho.
¿Qué importa saber quién era Perón de verdad? Lo que importa es lo que quedó como símbolo, importa saber qué significa Perón para los peronistas.
Y también importa saber qué significan Evita y Perón para los antiperonistas. No tiene nada que ver con lo que ellos fueron de verdad en sus vidas.
Leyendo éste artículo de Rodolfo Walsh
( http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article2232)
destaco lo siguiente:
“…si nosotros pensamos que la crisis del capitalismo es definitiva, no nos queda otra propuesta política que no sea el socialismo más o menos inmediato, acolchado en un período de transición, y esa propuesta contribuye a relegar el peronismo al museo. Todos desearíamos que fuera así,…”
Los Montoneros eran marxistas dispuestos a copar el peronismo, es decir, a destruir lo que el peronismo era, a terminar con la exclusividad que tenía el peronismo en las mentes populares y obreras, cosa que impedía, a diferencia de otros paises, avanzar sobre las conciencias y despertarlas para construir el socialismo marxista.
Hay que ver al Pino Solanas de ayer, filmando a Perón, haciendo denodados esfuerzos para que el viejo pusiera en su boca la palabra Socialismo Nacional, y como en una pulseada colosal, el viejo se resistía dando vuelta las palabras hasta desnaturalizarlas, sin embargo, en texto aparecía escrito como afirmado lo que el viejo no había dicho.
Los Montoneros quisieron forzar la historia pero no pudieron. A mí que no me cuenten que no se dieron cuenta de lo que estaban haciendo. Ellos querían construir el socialismo. Entonces se convencieron de que la única vía era adoptar el peronismo, tan sinceramente como pudieran hacerlo. Pero terminaron forzando al peronismo a adoptar la vía al socialismo, cosa que no sucedió.
Sin embargo, terminaron cambiando al peronismo. Aunque fracasaron en su militarismo y perdieron la guerra en la que combatieron, dejaron sus huellas y nunca el peronismo volverá a ser lo que fue sin Montoneros. Cambiar al peronismo no es poco. Kirchner es una muestra de ese cambio.
Digo, la política se hace así, tomando para sí los mitos de otros cuando no se pueden construir los propios, o destruyendo los mitos ajenos buscando cualquier modo de hacerlo, hasta urgando en la basura y descubriendo “la verdad”. ¿Qué verdad?
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