Tira cómica Ramona
¿Cómo se forjó esa gloriosa clase media argentina tan extensa, que todos extrañamos? La extensión es en parte un espejismo, porque obreros y clase media consumían más o menos lo mismo durante mucho tiempo en nuestro suelo. Hubo una curiosa homogeneidad en la vida de la mayoría de los argentinos, fueran obreros o de clase media. Ambos dos llenaban bien la olla de puchero o se ponían un buen bife a asar a la plancha en la cocina, sin que hubiera diferencias. Se sabe de dónde salieron los obreros, pero ¿de dónde salió la clase media argentina? ¿fueron obreros que ascendieron de clase?
Durante el primer Gobierno de Perón, tanto la industria como toda actividad que reclutara asalariados, se vió forzada a repartir sus ganancias con la "clase proletaria" gracias a la sindicalización y las leyes de protección social. No fueron los obreros de fábrica los que ascendieron a la clase media. Ellos terminaron sus días en la casita del conurbano, comiendo verdura de una huertita plantada en “el fondo” , en el que no faltaba el gallinero que proveía de pollos y huevos. Algunos sobreviven, como don Ayala, que se vino del Chaco a los dieciséis años en el 48, abandonando el destino cruel del obraje maderero, y fue obrero toda la vida en la Capital. Fundó una familia de seis hijos, y hoy viudo sigue en la misma casita del conurbano, con una linda jubilación, y un kiosco abierto del comedor a la calle, como para no aburrirse ni llorar porque extraña el mate que le cebaba la vieja.
Los que hicieron la clase media fueron los que salieron de mucamos y porteros, a ponerse el almacén. Fueron los que pasaron de artesanos por cuenta propia o “dependientes”, a organizar sus talleres propios y establecer comercios de todos los ramos. Fueron los que salieron de las colonias de las comunidades, cansados del trabajo de campo, a establecer comercios en la ciudad con los pesos juntados en tantos años de trabajo. Esta clase media fue posible porque creció el salario del obrero durante el Peronismo y el mercado de consumo pasó de ser de una èlite de cuatro locos a ser masiva. Todos los comerciantes sabían que en la Argentina, el que gasta es el obrero.
Todos, obreros, asalariados e independientes, podían comprarse la casa. El obrero, compraba un terreno a plazos con hipoteca del Banco Hipotecario en el conurbano, y se levantaba las paredes el fin de semana. El comerciante y tallerista, en las ciudades, compraba la casa gracias a la Ley de Propiedad Horizontal sancionada despuès de una dolorosa prórroga de la Ley de Alquileres que hizo Perón mientras preparaba la novedosa y revolucionaria propiedad horizontal. Esa estrategia en beneficio popular, decidió “voluntariamente” a los propietarios de edificios de renta, a desprenderse de los departamentos por los cuales estaban cobrando “chauchas y palitos”. Así, con mucha ayuda del Estado Peronista, se conformó una clase obrera con beneficios y asistencia pública, y una clase media cuentapropista. Laburando unos y otros como burros, la verdad.
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Los hijos de la ciudad, se volvían profesionales, empleados de comercio, empleados de Banco, oficinistas de empresa pública o privada, y aspiraban a hacer propios los códigos sociales del salón elegante, modelo impuesto en las películas de Artistas Argentinos Asociados, Argentina Sono Film, etc., que los días "de damas" se proyectaban a mitad de precio en todos los cines de barrio, a los que concurrían las madres de familia los martes y miércoles.
Otros, seguían el camino familiar de obrero de fábrica o talleristas mecánicos, o ejerciendo de oficios libres como albañil, plomero, electricista, panadero o modista de barrio.
En esos años gloriosos, los asalariados entendieron lo que les diò el Peronismo, pero los otros no lo entendieron nunca. A unos los protegìan las leyes del Estado que cuidaban el salario, a los otros los criaba el mercado que les parecía generado por obra del “espìritu santo”, sin entender que el mercado había sido creado gracias a las leyes que protegìan al asalariado y por ende les había dado capacidad de consumo.
¿Qué podía entender del Peronismo esa clase media devenida ayer de los barcos, de la miseria europea, algunos de cuyos individuos eran semi·analfabetos y apenas aprendían a hablar castellano? Claro que eran buena gente y laburadora, pero el Peronismo les era ajeno, y encima solía echarles a ellos la culpa del “aggio y la especulación”.
En una época, cuando los tanos levantaban el precio de la verdura en el mercado Spinetto a pesar de que el Gobierno había fijado los precios, podía venía un inspector por una denuncia anónima, a clausurarle el puesto con las cámaras del Noticiario Argentino y lo escrachaba al pobre tano en la función de cine de barrio, todos los dìas durante un mes.
Un tano de mi barrio no quiso salir a la calle de la verguenza todo ese mes. El hijo tiene hoy una verdulerìa en un local que le compró el papá, un departamento de tres ambientes y una 4×4 en vez del camión, y dos hijas que estudiaron en la Universidad de Belgrano, y por supuesto, odia a Cristina, y está con "el campo" porque son gente que se levanta temprano.
Don Marcelino Pérez, que vino de España y fue directo a cargar bolsas al puerto, al poco tiempo entró de mozo en la Confitería Ideal de la calle Suipacha. Hizo la carrera de mozo y llegó a maitre, cuando los dueños le ofrecieron comprar la Confitería al personal. Don Marcelino y cuarenta y pico de socios la compraron y él pasó a estar detrás de la caja. El Gobierno de Perón le había puesto precio fijo al café en pocillo en las confiterías, pero como a las cinco de la tarde la Confiterìa empezaba a ofrecer música al piano tocada en vivo, se habìa logrado poder cobrar un precio más alto por el café, eso sì, después de las cinco de la tarde. Una vez entraron dos tipos bien vestidos a las cinco menos cuarto y pidieron dos cafés. A las cinco y cuarto pidieron la cuenta, y Don Marcelino les cobró el precio del café con espectáculo de piano. Se lo llevaron en cana. Uno de los hijos de Don Marcelino se hizo gorila a punto de celebrar todos los años la Revolución Libertadora.
Andá a decirle al hijo de Don Marcelino que entienda que el viejo hizo la guita gracias a Perón, y que si no fuera por eso se hubiera muerto siendo mozo, o levantando bolsas en el puerto.