Mi papá que era un judío polaco tenía un modo de ver la vida medio antipático para los cristianos. En una oportunidad se me abrieron los dos mundos en un conflicto esencial: la plata.
Resulta que mi papá tenía un negocio cuya vidriera tenía un vidrio enorme. Jugando a la pelota un pibe le dio un pelotazo al vidrio y salió escapando junto a los demás. El vidrio se hizo mil pedazos.
Al término de una hora más o menos, aparece un pibe cabizbajo y entristecido al negocio y viene a hablar con mi papá. Le dice así: don Enrique, vengo a decirle que soy el culpable, yo rompí el vidrio.
Mi viejo le contesta: decile a tu papá que te mande la plata que me va a costar poner el vidrio de vuelta. El pibe se retira.
Al rato llama por teléfono el padre que convenció a su hijo de confesar su culpa, y le dice a mi papá: ruso de mierda, te mando a mi hijo a pedirte perdón y vos le hablás de plata!!!
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