( ¡CÓMO DISFRUTÉ ESTA NOCHE viendo 6-7-8, LUCAS! )
La última vez que nos vimos fue una tarde casi noche del Bicentenario.
Nos encontramos en un bar (no podría ser en otro lugar), en una mesa en la calle. Cuando llegué había dos botellas de cerveza vacías. Lucas a esa hora ya está monologando.
No me importa que no me escuche, yo no voy para hablar, yo sólo voy para escucharlo a él. Y sé que estoy en deuda, siempre. Lo que escucho es una especie de conferencia minuciosamente elaborada, plagada de enormes conclusiones categóricas y corrosivas, basadas en cataratas de argumentos densos y cultas citas de la Historia. No sé cómo explicarlo, es como si tuviera delante la finura racional de Sócrates, mezclada con la ferocidad efusiva de Bakunin.
Algunas personas, he visto, son adictas a Lucas. Otras, en cambio, a pesar de tener frente a sus ojos lo mismo que yo, no sienten nada especial, sino una simpatía medida. Sé que hay uno en especial, el Betta, que se banca todo por Lucas. Y lo bien que hace. Y lo bien que habla de él.
Estábamos en esa mesa, en la banquina de la ruta del Bicentanario, cuando lo llaman al celular.
Es el Betta, que le está teniendo la vela desde LT14, haciendo el programa de radio de Lucas. Se ve que el tema era un folleto histórico oficial de la Provincia de Santa Fé, que Lucas critica por el celular, saliendo directamente al aire. Me quedo muda escuchando. Qué hubiera dado por grabarlo y luego desgrabar esa clase magistral de Historia. Pero Lucas larga al viento lo que irremediablemente no puede ser aprisionado por la letra escrita y se pierde para siempre.
De repente Lucas, en el medio de su oratoria, se ve que tiene ganas de vaciar su vejiga después de tanta cerveza, y no se le ocurre otra cosa que decirle al Betta, que repito, está saliendo al aire en la radio, decirle lo siguiente: acá estoy con una gran amiga tuya que te quiere saludar, Eva Row. Y me enchufa el celular diciéndome: salís al aire, yo me voy al baño.
Y me deja con el Betta, ángel del cielo, que me saluda con su fair play, con mucha alegría, esperando retomar el diálogo con Lucas que ha desaparecido rumbo al mingitorio. Yo no tengo más remedio que decir la verdad cuando el Betta me tira la onda de volver a hablar con Lucas: se fue al baño. Se fue al baño, provoca una carcajada del Betta, que se despide sabiendo que Lucas no volverá.
Ese encuentro conmigo, como todos los encuentros conmigo, para Lucas habrá sido intranscendente. Pero a mí me dejó ese sabor de privilegio que sólo se siente con contadas personas en este mundo.
Escuchálo acá (después de la entrada de Aliverti, a los 3:30 minutos), cuando estuvo en 6-7-8, y nos ayudó a pensar la cosa mejor que nadie. Fijate las caras de Sandra, de Aliverti y Barone .
Post Data: No se le ocurra a nadie decir que exagero. Digo lo que siento.
La última vez que nos vimos fue una tarde casi noche del Bicentenario.
Nos encontramos en un bar (no podría ser en otro lugar), en una mesa en la calle. Cuando llegué había dos botellas de cerveza vacías. Lucas a esa hora ya está monologando.
No me importa que no me escuche, yo no voy para hablar, yo sólo voy para escucharlo a él. Y sé que estoy en deuda, siempre. Lo que escucho es una especie de conferencia minuciosamente elaborada, plagada de enormes conclusiones categóricas y corrosivas, basadas en cataratas de argumentos densos y cultas citas de la Historia. No sé cómo explicarlo, es como si tuviera delante la finura racional de Sócrates, mezclada con la ferocidad efusiva de Bakunin.
Algunas personas, he visto, son adictas a Lucas. Otras, en cambio, a pesar de tener frente a sus ojos lo mismo que yo, no sienten nada especial, sino una simpatía medida. Sé que hay uno en especial, el Betta, que se banca todo por Lucas. Y lo bien que hace. Y lo bien que habla de él.
Estábamos en esa mesa, en la banquina de la ruta del Bicentanario, cuando lo llaman al celular.
Es el Betta, que le está teniendo la vela desde LT14, haciendo el programa de radio de Lucas. Se ve que el tema era un folleto histórico oficial de la Provincia de Santa Fé, que Lucas critica por el celular, saliendo directamente al aire. Me quedo muda escuchando. Qué hubiera dado por grabarlo y luego desgrabar esa clase magistral de Historia. Pero Lucas larga al viento lo que irremediablemente no puede ser aprisionado por la letra escrita y se pierde para siempre.
De repente Lucas, en el medio de su oratoria, se ve que tiene ganas de vaciar su vejiga después de tanta cerveza, y no se le ocurre otra cosa que decirle al Betta, que repito, está saliendo al aire en la radio, decirle lo siguiente: acá estoy con una gran amiga tuya que te quiere saludar, Eva Row. Y me enchufa el celular diciéndome: salís al aire, yo me voy al baño.
Y me deja con el Betta, ángel del cielo, que me saluda con su fair play, con mucha alegría, esperando retomar el diálogo con Lucas que ha desaparecido rumbo al mingitorio. Yo no tengo más remedio que decir la verdad cuando el Betta me tira la onda de volver a hablar con Lucas: se fue al baño. Se fue al baño, provoca una carcajada del Betta, que se despide sabiendo que Lucas no volverá.
Ese encuentro conmigo, como todos los encuentros conmigo, para Lucas habrá sido intranscendente. Pero a mí me dejó ese sabor de privilegio que sólo se siente con contadas personas en este mundo.
Escuchálo acá (después de la entrada de Aliverti, a los 3:30 minutos), cuando estuvo en 6-7-8, y nos ayudó a pensar la cosa mejor que nadie. Fijate las caras de Sandra, de Aliverti y Barone .
Post Data: No se le ocurra a nadie decir que exagero. Digo lo que siento.