Nada ha cambiado y todo ha cambiado.
Néstor no era presidente; no se murió un presidente en ejercicio. La Presidenta está entera y ya dio muestras de que ella no va a cambiar su enérgica acción permanente . Si en las circunstancias personales más difíciles cumplió con toda su tarea, la de su cargo y la extra del compromiso exterior, entonces nada peligra como pudo haber soñado alguna mala entraña.
Ahora que sabemos que las cosas no van a cambiar, es bueno pensar en las cosas que realmente cambiaron.
Cambió la hipótesis del recambio Néstor-Cristina en la sucesión alternada de gobiernos, que nos aseguraba el sostén del proyecto extendido en el tiempo, como reaseguro de que no se iba a detener. Esa hipótesis se cayó fatalmente. Este es un cambio enorme. El reaseguro de la continuidad del proyecto, ese reaseguro, no está más.
Si Cristina va de candidata para un próximo período, tenemos seguro de continuidad del proyecto sólo por cuatro años más, pero tenemos el tiempo necesario para formar hipótesis de futuro con presidenciables que sigan en el mismo proyecto. Uno de ellos ya podría decirse que es Agustín Rossi, si gana como gobernador de Santa Fé, que lo deseamos sinceramente. No pensamos que exista ni la más mínima posibilidad de que Cristina no sea candidata. No haremos hipótesis en ese sentido. Eso sería del orden de lo impredecible.
Volvamos a lo que cambió con la caída de la posibilidad de alternancia de Néstor-Cristina en gobiernos sucesivos.
Cuando Cristina fue anunciada como candidata, la novedad sorprendió. Se esperaba que fuera Néstor a un período siguiente. No se conocían las virtudes de Cristina; Néstor lo sabía. El se sentía llamado por una tarea sanmartiniana colosal e indispensable: salira afuera a consolidar el proyecto interior, fomentando la estructura de sostén sudamericana.
La candidatura de Cristina sorprendió a todos, más que nada a los sectores de la derecha tradicional argentina, acostumbrados a gobernar por sí mismos desde afuera o desde adentro, con militares o civiles títeres serviles como Menem, o vulnerables honestos como Alfonsín. Cuando Néstor puso a Cristina como candidata les cayó una bomba. Tanto a ellos como a sus políticos lacayos que esperaban, desde los partidos tradicionales o nuevos, sentarse en el sillón de Rivadavia para llenarse los bolsillos lustrándoles los zapatos a los ricos de la patria. A los agrogarcas de la derecha y sus secuaces, se les murió la esperanza de un cambio de color político en el cargo presidencial, donde volver a tener de presidente a un socio directo como Narváez Junior o Macri Junior, o a un títere lacayo como Duhalde, o a un vulnerable honesto como Ricardín, el hijo de Alfonsín.
En este blog creemos que eso, la falta de ilusión en un cambio de color político del gobierno, fue la madre del conflicto que luego estallaría con la guerra del campo. Recordemos que la operación "valija" empezó enseguida que asumió Cristina. Fue la primera operación francamente destituyente. Fue la primera ferocidad opositora, no a Cristina que recien empezaba, sino al proyecto que se financiaba en el cobro de retenciones al campo. El sector agrario, recuperado y ensoberbecido, con la fantasía de aumentar sus ganancias en un mercado que elevaba el precio de la soja, no quería seguir pagando retenciones a un gobierno; creía llegada la hora de dejar de pagar retenciones. Pero esa posiblidad se le quitaba para siempre con la dupla alternada sucesoria sin fin de Néstor-Cristina.
La desaparición de Néstor Kirchner volvió a poner la ilusión del cambio de signo de gobierno en el tapete de la política opositora. Creemos que ese es un elemento de distensión, que hará menos desesperada la acción destituyente, sembrada en la ilusión de una capacidad para ganar las elecciones, con la ayuda de la potencia propagandística de los medios hegemónicos afines, que además sólo pueden salvarse si pierde el kirchnerismo y se anula la Ley de Medios.
Esa distensión puede ayudar a Cristina a seguir profundizando el modelo, porque le traerá algo de paz. Pero puede confundirla. Sería muy malo que Cristina creyera en su poder para seducir al sector opositor sirviéndole en créditos, subsidios y legislación. Sería muy malo que Cristina creyera en poder seducirlos, en lugar de favorecerlos condicionándolos al equilibrio del interés de los trabajadores, que fue siempre hasta ahora de parte del gobierno, un punto de mira de contrapeso permanente al interés de los empresarios.
Cristina tiene la base del modelo en sí misma, pero puede traicionarla la ilusión de reconocimiento de la clase empresaria antes de que realmente ocurra, si es que eso es posible. Esa ilusión puede llevarla a relegar a los trabajadores, cosa que sería muy equivocada.
El modelo keynessiano tiene fecha de vencimiento. Es un puente, un pasaje; dura una temporada más o menos corta o más o menos larga, pero tiende a cero, a terminar. Es una temporada en la que la burguesía colabora con los trabajadores, hasta que aumentan tanto sus ganancias, que necesita comenzar a expoliar a los trabajadores para seguir aumentando el rédito. En realidad es una temporada en la que los trabajadores colaboran con la burguesía, llevando sobre sus hombros el sacrificio para hacer salir de la bancarrota a los capitalistas. Pero cuando estos salieron a flote, debería ser la hora de los trabajadores, ingresando a compartir las ganancias de los empresarios, como tan justamente quiere Hugo Moyano.
El proyecto de Néstor Kirchner no es un modelo meramente keynessiano para salir de una crisis puntual. Es un proyecto evolutivo sin fecha de vencimiento, de profundización permanente, de aumento de la inclusión en el ámbito productivo, de protección del excluído sin trabajo, del excluído desvalido, de la distribución de la riqueza en favor de los más desprotegidos, del aumento de los derechos.
¿Por qué digo todo esto? Porque la he escuchado a Cristina en la presentación del emprendimiento de extracción del gas, donde Esquenazi habló antes que ella, y estaban invitados, sentados entre el público, Macri, Binner y Sanz, en una muestra de pacto social que entendemos que sirve para la foto, el cual no creemos ni mínimamente constituído.
Como en coloquio íntimo, en el micrófono y a pesar de las cámaras, la Presidenta le dijo a Esquenazi (o a otro que se sentaba, no puedo afirmarlo) "y vos no me pidas más plata que te vas a hacer muy rico con esto". No me gustó esa frase. No me gusta la impudicia de hacer aparecer con cierta simpatía la riqueza que fabricará un individuo montado sobre el estado. Cristina debe recordar que la riqueza de los ricos va en aumento del trabajo "si y sólo si" se los fuerza desde el estado, representando el interés de los trabajadores. La riqueza de los ricos es naturalmente avara y mezquina, puede tanto beneficiar a los trabajadores como hundirlos en la pobreza. Los trabajadores no tienen nada para regocijarse de la pura riqueza de los ricos. Nada.
Además, en el mismo acto, Cristina recordó a los trabajadores y sindicalistas que eran necesarios e indispensables en el compromiso con este proyecto de extracción del gas, y les advirtió secamente que este trabajo no puede ser detenido. No creo que Hugo Moyano tuviera mucho gusto en escuchar este consejo. Si el trabajo se detiene es por algún abuso inexpugnable de parte de la patronal, por alguna cuestión insufrible que llevara a los trabajadores a la huelga.
Hubiera esperado que Cristina, en lugar de haberle dicho eso a sindicalistas y trabajadores, les hubiera advertido a los empresarios de la necesidad de cumplir con los trabajadores para no ser ellos la causa de que los trabajadores tuvieran que detener el trabajo por una huelga por abuso de la patronal; me hubiera gustado que les advirtiera a ellos que cuidaran efusivamente las condiciones de trabajo tanto como del salario justo.
Me imagino a Néstor en ese mismo acto, diciéndole a Eskenazi: "y vos, portate bien con los trabajadores que vas a ganar mucha plata, no vaya a ser que tengan que parar el trabajo para hacerte huelga por algún abuso".
No estoy reculando contra Cristina. Todo lo contrario. Estoy tratando de ayudarla. Nunca como hoy estoy con ella. Pero no quiero que se confunda por tener un corazón bueno y sensible, y creer que los empresarios se enternecen con las nobles intenciones de ofrecerles ganancias importantes. Ella tiene que saber, como Néstor, que los empresarios deben ser engrilletados en su sumisión al estado, que a su vez debe estar siempre al servicio primero del Trabajo, que es la mercadería humana que peor cotiza en el mercado.
Si Cristina no sigue aferrada a la situación básica de conflicto entre capital y trabajo, yendo por ese lado se puede detener la profundización del proyecto, y si la profundización se detiene, el proyecto tiene decretado un final.
Es ahí cuando nosotros, el pueblo kirchnerista, tenemos que constituirnos en guardianes del proyecto de Néstor Kirchner, de sus puntos básicos y objetivos de profundización permanente, cerrando filas con Cristina para que no la traicionen.
Pacto social sí Cristina, pero con los trabajadores en primera línea, siempre.
Néstor no era presidente; no se murió un presidente en ejercicio. La Presidenta está entera y ya dio muestras de que ella no va a cambiar su enérgica acción permanente . Si en las circunstancias personales más difíciles cumplió con toda su tarea, la de su cargo y la extra del compromiso exterior, entonces nada peligra como pudo haber soñado alguna mala entraña.
Ahora que sabemos que las cosas no van a cambiar, es bueno pensar en las cosas que realmente cambiaron.
Cambió la hipótesis del recambio Néstor-Cristina en la sucesión alternada de gobiernos, que nos aseguraba el sostén del proyecto extendido en el tiempo, como reaseguro de que no se iba a detener. Esa hipótesis se cayó fatalmente. Este es un cambio enorme. El reaseguro de la continuidad del proyecto, ese reaseguro, no está más.
Si Cristina va de candidata para un próximo período, tenemos seguro de continuidad del proyecto sólo por cuatro años más, pero tenemos el tiempo necesario para formar hipótesis de futuro con presidenciables que sigan en el mismo proyecto. Uno de ellos ya podría decirse que es Agustín Rossi, si gana como gobernador de Santa Fé, que lo deseamos sinceramente. No pensamos que exista ni la más mínima posibilidad de que Cristina no sea candidata. No haremos hipótesis en ese sentido. Eso sería del orden de lo impredecible.
Volvamos a lo que cambió con la caída de la posibilidad de alternancia de Néstor-Cristina en gobiernos sucesivos.
Cuando Cristina fue anunciada como candidata, la novedad sorprendió. Se esperaba que fuera Néstor a un período siguiente. No se conocían las virtudes de Cristina; Néstor lo sabía. El se sentía llamado por una tarea sanmartiniana colosal e indispensable: salira afuera a consolidar el proyecto interior, fomentando la estructura de sostén sudamericana.
La candidatura de Cristina sorprendió a todos, más que nada a los sectores de la derecha tradicional argentina, acostumbrados a gobernar por sí mismos desde afuera o desde adentro, con militares o civiles títeres serviles como Menem, o vulnerables honestos como Alfonsín. Cuando Néstor puso a Cristina como candidata les cayó una bomba. Tanto a ellos como a sus políticos lacayos que esperaban, desde los partidos tradicionales o nuevos, sentarse en el sillón de Rivadavia para llenarse los bolsillos lustrándoles los zapatos a los ricos de la patria. A los agrogarcas de la derecha y sus secuaces, se les murió la esperanza de un cambio de color político en el cargo presidencial, donde volver a tener de presidente a un socio directo como Narváez Junior o Macri Junior, o a un títere lacayo como Duhalde, o a un vulnerable honesto como Ricardín, el hijo de Alfonsín.
En este blog creemos que eso, la falta de ilusión en un cambio de color político del gobierno, fue la madre del conflicto que luego estallaría con la guerra del campo. Recordemos que la operación "valija" empezó enseguida que asumió Cristina. Fue la primera operación francamente destituyente. Fue la primera ferocidad opositora, no a Cristina que recien empezaba, sino al proyecto que se financiaba en el cobro de retenciones al campo. El sector agrario, recuperado y ensoberbecido, con la fantasía de aumentar sus ganancias en un mercado que elevaba el precio de la soja, no quería seguir pagando retenciones a un gobierno; creía llegada la hora de dejar de pagar retenciones. Pero esa posiblidad se le quitaba para siempre con la dupla alternada sucesoria sin fin de Néstor-Cristina.
La desaparición de Néstor Kirchner volvió a poner la ilusión del cambio de signo de gobierno en el tapete de la política opositora. Creemos que ese es un elemento de distensión, que hará menos desesperada la acción destituyente, sembrada en la ilusión de una capacidad para ganar las elecciones, con la ayuda de la potencia propagandística de los medios hegemónicos afines, que además sólo pueden salvarse si pierde el kirchnerismo y se anula la Ley de Medios.
Esa distensión puede ayudar a Cristina a seguir profundizando el modelo, porque le traerá algo de paz. Pero puede confundirla. Sería muy malo que Cristina creyera en su poder para seducir al sector opositor sirviéndole en créditos, subsidios y legislación. Sería muy malo que Cristina creyera en poder seducirlos, en lugar de favorecerlos condicionándolos al equilibrio del interés de los trabajadores, que fue siempre hasta ahora de parte del gobierno, un punto de mira de contrapeso permanente al interés de los empresarios.
Cristina tiene la base del modelo en sí misma, pero puede traicionarla la ilusión de reconocimiento de la clase empresaria antes de que realmente ocurra, si es que eso es posible. Esa ilusión puede llevarla a relegar a los trabajadores, cosa que sería muy equivocada.
El modelo keynessiano tiene fecha de vencimiento. Es un puente, un pasaje; dura una temporada más o menos corta o más o menos larga, pero tiende a cero, a terminar. Es una temporada en la que la burguesía colabora con los trabajadores, hasta que aumentan tanto sus ganancias, que necesita comenzar a expoliar a los trabajadores para seguir aumentando el rédito. En realidad es una temporada en la que los trabajadores colaboran con la burguesía, llevando sobre sus hombros el sacrificio para hacer salir de la bancarrota a los capitalistas. Pero cuando estos salieron a flote, debería ser la hora de los trabajadores, ingresando a compartir las ganancias de los empresarios, como tan justamente quiere Hugo Moyano.
El proyecto de Néstor Kirchner no es un modelo meramente keynessiano para salir de una crisis puntual. Es un proyecto evolutivo sin fecha de vencimiento, de profundización permanente, de aumento de la inclusión en el ámbito productivo, de protección del excluído sin trabajo, del excluído desvalido, de la distribución de la riqueza en favor de los más desprotegidos, del aumento de los derechos.
¿Por qué digo todo esto? Porque la he escuchado a Cristina en la presentación del emprendimiento de extracción del gas, donde Esquenazi habló antes que ella, y estaban invitados, sentados entre el público, Macri, Binner y Sanz, en una muestra de pacto social que entendemos que sirve para la foto, el cual no creemos ni mínimamente constituído.
Como en coloquio íntimo, en el micrófono y a pesar de las cámaras, la Presidenta le dijo a Esquenazi (o a otro que se sentaba, no puedo afirmarlo) "y vos no me pidas más plata que te vas a hacer muy rico con esto". No me gustó esa frase. No me gusta la impudicia de hacer aparecer con cierta simpatía la riqueza que fabricará un individuo montado sobre el estado. Cristina debe recordar que la riqueza de los ricos va en aumento del trabajo "si y sólo si" se los fuerza desde el estado, representando el interés de los trabajadores. La riqueza de los ricos es naturalmente avara y mezquina, puede tanto beneficiar a los trabajadores como hundirlos en la pobreza. Los trabajadores no tienen nada para regocijarse de la pura riqueza de los ricos. Nada.
Además, en el mismo acto, Cristina recordó a los trabajadores y sindicalistas que eran necesarios e indispensables en el compromiso con este proyecto de extracción del gas, y les advirtió secamente que este trabajo no puede ser detenido. No creo que Hugo Moyano tuviera mucho gusto en escuchar este consejo. Si el trabajo se detiene es por algún abuso inexpugnable de parte de la patronal, por alguna cuestión insufrible que llevara a los trabajadores a la huelga.
Hubiera esperado que Cristina, en lugar de haberle dicho eso a sindicalistas y trabajadores, les hubiera advertido a los empresarios de la necesidad de cumplir con los trabajadores para no ser ellos la causa de que los trabajadores tuvieran que detener el trabajo por una huelga por abuso de la patronal; me hubiera gustado que les advirtiera a ellos que cuidaran efusivamente las condiciones de trabajo tanto como del salario justo.
Me imagino a Néstor en ese mismo acto, diciéndole a Eskenazi: "y vos, portate bien con los trabajadores que vas a ganar mucha plata, no vaya a ser que tengan que parar el trabajo para hacerte huelga por algún abuso".
No estoy reculando contra Cristina. Todo lo contrario. Estoy tratando de ayudarla. Nunca como hoy estoy con ella. Pero no quiero que se confunda por tener un corazón bueno y sensible, y creer que los empresarios se enternecen con las nobles intenciones de ofrecerles ganancias importantes. Ella tiene que saber, como Néstor, que los empresarios deben ser engrilletados en su sumisión al estado, que a su vez debe estar siempre al servicio primero del Trabajo, que es la mercadería humana que peor cotiza en el mercado.
Si Cristina no sigue aferrada a la situación básica de conflicto entre capital y trabajo, yendo por ese lado se puede detener la profundización del proyecto, y si la profundización se detiene, el proyecto tiene decretado un final.
Es ahí cuando nosotros, el pueblo kirchnerista, tenemos que constituirnos en guardianes del proyecto de Néstor Kirchner, de sus puntos básicos y objetivos de profundización permanente, cerrando filas con Cristina para que no la traicionen.
Pacto social sí Cristina, pero con los trabajadores en primera línea, siempre.