Recién vamos a conocernos. Es una asignatura pendiente que debía ser aprobada. Por fin se va a hacer.
Muchas cosas se opusieron al encuentro. Más que nada el no tener un idioma común y tener entre nosotras muchos asuntos intrincados para elucidar que a mí en particular me tenían paralizada de iniciativas. La enorme distancia, la falta de idioma, nuestro padre que ya está muerto y un misterio que sólo fui develando con el tiempo, se conjugaron para la incomunicación.
El pequeño primer acercamiento fue cuando mi hijo con 18 años pasó un año en Israel. Allí fue a conocerla primero él que nadie.
Al volver mi hijo, con la foto de mi hermana abrazándolo fuerte y las francas sonrisas de los dos hacia la cámara, saqué por fin el pasaporte a la alegría de pensar que tengo una hermana.
Los pequeños acercamientos hicieron que se llegara hasta este día. Fuimos construyendo un amor inmenso entre las dos casi sin darnos cuenta. Sobre todo porque somos muy parecidas en el modo de ser. Mi hijo me dijo asombradísmo que ella tiene mi mismo caracter. A ella también se lo dijo. Ambas somos "mandonas". Dice que mi hermana empezó a querer gobernarle la vida en Israel, pero que ya tiene entrenamiento conmigo, y que además él es igual a nosotras, que no nos maneja nadie, así que supo resistirse :)
La primera conversación telefónica fue hace cuatro o cinco años, cuando ella se decidió a hablarme aunque yo no comprendiera nada, "por lo menos para conocer mi voz" . Me habló en hebreo, que para mí es chino. No entendí una sola palabra, ella se despidió con un Shalom, yo contesté Shalom. Esa primera vez fue una terrible frustración, y una toma de consciencia de la infranqueable barrera del idioma. Pero también fue una gran alegría, que me haya llamado, escucharle yo a ella la voz.
La segunda vez que me llamó, habló en idish. Y yo le entendí algo. El idioma idish lo hablaban mis padres entre ellos pensando que los chicos no entendíamos, pero yo escuchaba y entendía. Mi padre me hablaba a veces en idish y yo le contestaba en castellano. Pero de eso hace tanto tiempo, que el idioma se me había borrado totalmente salvo algunas palabras inolvidables y básicas. Jamás lo había hablado, nunca hablé con nadie en idish. Yo creí que no podía hablar.
Cuando mi hermana vió que yo podía entender algo, siguió llamándome, y me decía "no te preocupes, yo hablo y vos decime si entendés", y yo decía "entiendo, entiendo!!!". Mi familia se reía cuando yo levantaba el teléfono y empezaba a gritar "entiendo, entiendo" porque eso quería decir que estaba "hablando" con mi hermana.
Me puse a estudiar idish para poder hablar con ella. Estudié aprendiendo las letras y leyendo con unos libros que me regalaron unas clientas de la óptica. Tengo unas joyas que para mí son como incunables: dos libros de primero y segundo grado de la escuela oficial de idish, escritos por el marido de una clienta, don Abraham Tkatch, que me contó que el marido se murió cuando se quitó el idish de la enseñanza primaria para ser reemplazado por el idioma hebreo. Fanny se llamaba la esposa de A Tkatch. Ella me contó que el idioma idish fue borrado de un plumazo cuando Ben Gurión visitó la Argentina. Y que su esposo, que había vivido para el idish, no pudo resistirlo y se murió. Me dijo que en el diario Di Presse, creo que se llama Botochansky el periodista estrella, tituló la noticia de su muerte así: Se ha derribado a un roble.
El otro libro me lo regaló doña Berta Posklinsky. Ella me trajo el diccionario de cuando el marido vino de inmigrante a la Argentina. Es una belleza, impreso en Buenos Aires en el año 1931, escrito por León Vinocur, y dirigido por Menasche Konstantinovsky, impreso por Kaplansky. De tapas gruesas color rojo, con letras doradas que ya están casi borradas, de hojas tipo Biblia.
Esos libros en las manos me irradian su calor inefable, el de los judíos que llegaban a la Argentina plenos de vitalidad y deseosos del baño de libertad que les ofreció América, Argentina, no olvidando de dónde vinieron, de qué persecuciones, de qué miserias. Idishparlantes, idishpensantes, idishamantes. Don Abraham, ese roble derribado, me enseñó a mi el idish, desde la lejana sombra del pasado.
Y fui aprendiendo a punto de que ya hablo bastante con mi hermana. Pero me falta mucho. Y quiero dedicarme estos días previos a viajar, de lleno a estudiar idish todo lo que pueda. Por eso voy a intentar abandonar el blog hasta la vuelta. Me voy dentro de 20 días. Vuelvo el 5 de diciembre. Voy a estar muy poco tiempo. Seguramente, sea ésta la única vez que nos veamos en la vida. Así que yo debo hablar lo mejor que sea posible.
Como hay muchos lectores que leyeron la historia de la vida de mi hermana y me escribieron para decirme que la habían leído y que los había conmovido, entonces pienso a la vuelta juntarlos para conocernos y compartir con todos mi suerte en Israel. Y de paso despedir el año juntos los lectores y blogueros amigos de La cosa y la causa, que con su presencia y comentarios hacen conmigo este blog.
Me gustaría que nos reunamos en la Costanera, en el mismo lugar que nos reunimos el año pasado unos treinta blogueros, comiendo el significativo choripán y bebiendo vino, cerveza o gaseosa hasta que las velas no ardan, hablando de muchas cosas, contándoles también cómo viví el encuentro con mi hermana ¿Qué les parece la idea?
El que quiera leer la historia de mi hermana, pinchar acá: GOLDE
Y también lo que sigue, que termina de pulir la historia: SIN HITLER YO NO HUBIERA NACIDO
Hasta la vuelta!!!
Muchas cosas se opusieron al encuentro. Más que nada el no tener un idioma común y tener entre nosotras muchos asuntos intrincados para elucidar que a mí en particular me tenían paralizada de iniciativas. La enorme distancia, la falta de idioma, nuestro padre que ya está muerto y un misterio que sólo fui develando con el tiempo, se conjugaron para la incomunicación.
El pequeño primer acercamiento fue cuando mi hijo con 18 años pasó un año en Israel. Allí fue a conocerla primero él que nadie.
Al volver mi hijo, con la foto de mi hermana abrazándolo fuerte y las francas sonrisas de los dos hacia la cámara, saqué por fin el pasaporte a la alegría de pensar que tengo una hermana.
Los pequeños acercamientos hicieron que se llegara hasta este día. Fuimos construyendo un amor inmenso entre las dos casi sin darnos cuenta. Sobre todo porque somos muy parecidas en el modo de ser. Mi hijo me dijo asombradísmo que ella tiene mi mismo caracter. A ella también se lo dijo. Ambas somos "mandonas". Dice que mi hermana empezó a querer gobernarle la vida en Israel, pero que ya tiene entrenamiento conmigo, y que además él es igual a nosotras, que no nos maneja nadie, así que supo resistirse :)
La primera conversación telefónica fue hace cuatro o cinco años, cuando ella se decidió a hablarme aunque yo no comprendiera nada, "por lo menos para conocer mi voz" . Me habló en hebreo, que para mí es chino. No entendí una sola palabra, ella se despidió con un Shalom, yo contesté Shalom. Esa primera vez fue una terrible frustración, y una toma de consciencia de la infranqueable barrera del idioma. Pero también fue una gran alegría, que me haya llamado, escucharle yo a ella la voz.
La segunda vez que me llamó, habló en idish. Y yo le entendí algo. El idioma idish lo hablaban mis padres entre ellos pensando que los chicos no entendíamos, pero yo escuchaba y entendía. Mi padre me hablaba a veces en idish y yo le contestaba en castellano. Pero de eso hace tanto tiempo, que el idioma se me había borrado totalmente salvo algunas palabras inolvidables y básicas. Jamás lo había hablado, nunca hablé con nadie en idish. Yo creí que no podía hablar.
Cuando mi hermana vió que yo podía entender algo, siguió llamándome, y me decía "no te preocupes, yo hablo y vos decime si entendés", y yo decía "entiendo, entiendo!!!". Mi familia se reía cuando yo levantaba el teléfono y empezaba a gritar "entiendo, entiendo" porque eso quería decir que estaba "hablando" con mi hermana.
Me puse a estudiar idish para poder hablar con ella. Estudié aprendiendo las letras y leyendo con unos libros que me regalaron unas clientas de la óptica. Tengo unas joyas que para mí son como incunables: dos libros de primero y segundo grado de la escuela oficial de idish, escritos por el marido de una clienta, don Abraham Tkatch, que me contó que el marido se murió cuando se quitó el idish de la enseñanza primaria para ser reemplazado por el idioma hebreo. Fanny se llamaba la esposa de A Tkatch. Ella me contó que el idioma idish fue borrado de un plumazo cuando Ben Gurión visitó la Argentina. Y que su esposo, que había vivido para el idish, no pudo resistirlo y se murió. Me dijo que en el diario Di Presse, creo que se llama Botochansky el periodista estrella, tituló la noticia de su muerte así: Se ha derribado a un roble.
El otro libro me lo regaló doña Berta Posklinsky. Ella me trajo el diccionario de cuando el marido vino de inmigrante a la Argentina. Es una belleza, impreso en Buenos Aires en el año 1931, escrito por León Vinocur, y dirigido por Menasche Konstantinovsky, impreso por Kaplansky. De tapas gruesas color rojo, con letras doradas que ya están casi borradas, de hojas tipo Biblia.
Esos libros en las manos me irradian su calor inefable, el de los judíos que llegaban a la Argentina plenos de vitalidad y deseosos del baño de libertad que les ofreció América, Argentina, no olvidando de dónde vinieron, de qué persecuciones, de qué miserias. Idishparlantes, idishpensantes, idishamantes. Don Abraham, ese roble derribado, me enseñó a mi el idish, desde la lejana sombra del pasado.
Y fui aprendiendo a punto de que ya hablo bastante con mi hermana. Pero me falta mucho. Y quiero dedicarme estos días previos a viajar, de lleno a estudiar idish todo lo que pueda. Por eso voy a intentar abandonar el blog hasta la vuelta. Me voy dentro de 20 días. Vuelvo el 5 de diciembre. Voy a estar muy poco tiempo. Seguramente, sea ésta la única vez que nos veamos en la vida. Así que yo debo hablar lo mejor que sea posible.
Como hay muchos lectores que leyeron la historia de la vida de mi hermana y me escribieron para decirme que la habían leído y que los había conmovido, entonces pienso a la vuelta juntarlos para conocernos y compartir con todos mi suerte en Israel. Y de paso despedir el año juntos los lectores y blogueros amigos de La cosa y la causa, que con su presencia y comentarios hacen conmigo este blog.
Me gustaría que nos reunamos en la Costanera, en el mismo lugar que nos reunimos el año pasado unos treinta blogueros, comiendo el significativo choripán y bebiendo vino, cerveza o gaseosa hasta que las velas no ardan, hablando de muchas cosas, contándoles también cómo viví el encuentro con mi hermana ¿Qué les parece la idea?
El que quiera leer la historia de mi hermana, pinchar acá: GOLDE
Y también lo que sigue, que termina de pulir la historia: SIN HITLER YO NO HUBIERA NACIDO
Hasta la vuelta!!!