EL CAMBISTA FALSARIO
Uno a veces conoce más fácil a la gente por detalles nimios o íntimos que por escudriñar en los grandes asuntos.
EL CAMBIO DEL CEREMONIAL QUE VUELVE A LA "TRADICIÓN"
El Presidente del "cambio" no aceptó el mínimo cambio de ceremonial que había cambiado la Presidenta y reivindicó la "tradición", o sea todo lo contrario al cambio. Se empacó en que le den "los atributos" en la Casa Rosada, como Antonia en abrir la sorpresa del huevo Kinder. Para los "cambistas falsarios" que vienen a borrar todos los cambios de Cristina y cambiarlos por lo más tradicional en la política social y económica -que es lo más dramático- la que se empacó fue ella, y se revolvían desde las tripas contra su obcecación "incomprensible", en lugar de apelar a la conciliación de la que alardea el "cambista" de los cambios.
Y además, el Presidente vino a desempolvar la gala en el Colón, otra tradición que la Presidenta había cambiado y el cambista repuso de puro oligarca que pretende ser, pero en apariencia. Porque hasta como oligarca, te aseguro que toca de oido. Macri pertenece a la clase que la oligarquía desprecia y usa como arite para alcanzar los resortes del estado, la clase del nuevo rico sin los oropeles de la tradicional aristocracia patricia de doble apellido español.
EL CAMBIO QUE VUELVE ATRÁS REPONIENDO LA "TRADICIONAL" VELADA DE GALA EN EL COLÓN
El Gran Abono en el Colón, ha sido siempre un símbolo de la oligarquía con olor a bosta que se mudaba de la estancia al palacete de la Avenida Alvear, con mucamo de librea, en los años en que la Argentina era el granero del mundo. En las funciones del Gran Abono había que ir vestido de gala. Parece que durante el gobierno de Ibarra la obligación de ir de gala al Gran Abono se había dejado. Pero cuando Macri subió volvió la exigencia. El costo de un Gran Abono es enorme. Hasta a un discapacitado le impidieron la entrada a platea por no traer corbata.
"Velada de gala" se llama a la función oficial que se hacía en las fiestas cívicas y se entraba con invitación solamente. Ahora veremos cuánto se recuperará de la tradición sobre esas veladas de gala oficiales. Como verán más adelante, es imposible que la tradición se recupere porque Macri no se banca la función de ópera completa. Apenas, parece, media hora de música clásica, justo antes de dormirse.
El Teatro Colón era ritual obligatorio para los garcas desde muy chiquitos. En ese ambiente se aseguraba que los chicos garcas se criaran con los signos que identifican una clase social. Allí, la sociedad porteña despreció a Regina Pacini de Alvear, porque era una "cantante". Igual que como posteriormente despreciaría a Eva Perón porque era actriz, o como se decía antes: "artista". Ahí el Presidente Alvear le dijo a su mujer en voz alta, para que lo escucharan las víboras sentadas en un palco contiguo: "no te preocupes Regina, a todas esas yo les levanté las polleras". Lo cuenta Félix Luna en "Alvear".
Pero en ese ambiente podrido convivía también otro ambiente oxigenado, el de abonos populares y entradas a bajo precio del gallinero, de tertulia y cazuela de parado, donde los inmigrantes pobres salvaban la excelsitud de la música clásica y de la ópera discriminándola del pretencioso oro de los dorados a la hoja en los adornos de mampostería y en el roble de la platea de terciopelo rojo.
Con el tiempo los hijos de los garcas y los hijos de los inmigrantes -que se beneficiaron de la movilidad de clase- formaron un público uniforme, culto en música y ópera, de tal manera que hasta los que van a la velada de gala, además de garcas que van a lucir su dinero en joyas, fracs y vestidos brillosos, también saben de música y de ópera. Los amantes de la ópera se cruzan sin discriminación de clase en el Colón, salvo en las veladas de gala donde solo van los garcas a pavonar sus pechugas. Pero saber de música, los garcas, saben.
El público del Colón llegó a ser tan popular como cualquier otro, y es considerado uno de los públicos más entendidos del mundo. Por eso Plácido Domingo vino a festejar sus mil representaciones a la Argentina, porque fue este público el que le dio el primer aplauso que se merecía.
Bien. Esta velada de gala del Colón que tuvo a Macri ensuciando la silla del palco oficial, mostró que el tipo no sabe un carajo ni de música ni de algo que tenga que ver con la tradición excelsa del Colón. Una función de 40 minutos es un verdadero insulto. Y yo te aseguro que los garcas del ambiente del Colón, esta noche se cagaron de la risa de Macri.
En la tradicional velada de gala, tanto de la asunción de un presidente como en la del 25 de mayo después del Te Deum, se fue siempre a ver una ópera. Una ópera, sí. Una ópera. Porque vos no vas a comer un choripán de parado si vas al mejor restaurante de carne asada de exportación. El Teatro Colón es un teatro de ópera, que es el producto más excelso del Colón, el que suma más artes: música, canto, drama y ballet.
Una ópera dura más de tres horas y hasta cuatro, por ejemplo Aida de Verdi, que es la ópera típica en demostración de escenografía descollante, donde a veces desfila un elefante de verdad.
Pero este pelotudo debe haber dicho que no soporta mucho tiempo, que le preparen algo que no dure más de media hora, con el himno nacional, a lo sumo 40 minutos. Un verdadero insulto al valor artístico del teatro que él "puso en valor" de mercado. Y te puedo asegurar que lo que yo pienso, piensan de él los garcas habitués que hoy lo conocieron más de lo que hubieran querido.
Porque además, se notó que el que le preparó el programa le metió un puntazo en el estómago con lo que eligió como programa. Empezó con Wagner, el preludio del primer acto de Parsifal, que no es para cualquiera. Es más o menos como tomarse un Valium. Se lo hizo a propósito, del odio que debe tenerle. Seguro que es K.
Pero hay más, le siguió una "Danza del Trigo" de Ginastera. Una porquería que el maestro Ginastera se habrá mandado una tarde para complacer al tío estanciero. Y el título que le puso, sugiere que el que lo eligió, le mandara una indirecta sobre las retenciones que prometió sacar.
Pero hay más. El locutor que anunciaba las obras en el canal de la ciudad, que debería ser un entendido, era un ignorante tan ignorante que solo eso muestra - a mí y a todo garca habitué que miraba la tele- que la política cultural de Macri y de Hernán Lombardi y de Lopérfido, es una patraña infame. El tipo anunció a Parsifal de Wagner pronunciando el apellido de uno de los músicos más famosos, como si lo leyera la primera vez en su vida: dijo Uágner. Y luego cuando se refirió a Ginastera, que se lee tal cual se escribe, lo pronunció Yinastera.
Pero hay más. Este ignorante locutor no tenía en el programa una tercera pieza corta que completaba los pocos 40 minutos que duró toda la función de gala. Se ve que lo decidieron a último momento, para llenar el espacio. Entonces la pieza se tocó sin anunciarla, y al final el locutor dijo que fue una sorpresa y le habrán alcanzado seguro de urgencia un papel escrito con el nombre de la pieza, pero sin el autor. El papelito tendria escrito "La danza del las flores" del Casacanueces. Pero creyó que "Cascanueces" era el autor de la obra. Dijo "La Danza de las flores " de Cascanueces. Y omitió nada menos que el nombre de otro genio de la música más conocido que nadie, de la pieza más conocida del mundo. Esa pieza es "La Danza de las flores" de la suite "El Cascanueces" de Piotr Illich Tchaikovsky.
Si esto que escribo lo leyera Víctor Hugo, se reiría conmigo entendiendo todo lo que quiere decir el despropósito de esta velada de gala, con Mirta Legrand, Susana Gimenez, y toda la farándula, incluido el Presidente de la Nación Argentina que baila en el balcón de la Rosada.
Hoy los garcas habitués del Colón ya le están pensando poner Mauri a algún toro campeón, como hicieron con el judas de Cleto.
Si recibís este post por mail y querés comentar, no respondas a este correo. Escribí un comentario en el blog o envía un mail evarow@gmail.com
Uno a veces conoce más fácil a la gente por detalles nimios o íntimos que por escudriñar en los grandes asuntos.
EL CAMBIO DEL CEREMONIAL QUE VUELVE A LA "TRADICIÓN"
El Presidente del "cambio" no aceptó el mínimo cambio de ceremonial que había cambiado la Presidenta y reivindicó la "tradición", o sea todo lo contrario al cambio. Se empacó en que le den "los atributos" en la Casa Rosada, como Antonia en abrir la sorpresa del huevo Kinder. Para los "cambistas falsarios" que vienen a borrar todos los cambios de Cristina y cambiarlos por lo más tradicional en la política social y económica -que es lo más dramático- la que se empacó fue ella, y se revolvían desde las tripas contra su obcecación "incomprensible", en lugar de apelar a la conciliación de la que alardea el "cambista" de los cambios.
Y además, el Presidente vino a desempolvar la gala en el Colón, otra tradición que la Presidenta había cambiado y el cambista repuso de puro oligarca que pretende ser, pero en apariencia. Porque hasta como oligarca, te aseguro que toca de oido. Macri pertenece a la clase que la oligarquía desprecia y usa como arite para alcanzar los resortes del estado, la clase del nuevo rico sin los oropeles de la tradicional aristocracia patricia de doble apellido español.
EL CAMBIO QUE VUELVE ATRÁS REPONIENDO LA "TRADICIONAL" VELADA DE GALA EN EL COLÓN
El Gran Abono en el Colón, ha sido siempre un símbolo de la oligarquía con olor a bosta que se mudaba de la estancia al palacete de la Avenida Alvear, con mucamo de librea, en los años en que la Argentina era el granero del mundo. En las funciones del Gran Abono había que ir vestido de gala. Parece que durante el gobierno de Ibarra la obligación de ir de gala al Gran Abono se había dejado. Pero cuando Macri subió volvió la exigencia. El costo de un Gran Abono es enorme. Hasta a un discapacitado le impidieron la entrada a platea por no traer corbata.
"Velada de gala" se llama a la función oficial que se hacía en las fiestas cívicas y se entraba con invitación solamente. Ahora veremos cuánto se recuperará de la tradición sobre esas veladas de gala oficiales. Como verán más adelante, es imposible que la tradición se recupere porque Macri no se banca la función de ópera completa. Apenas, parece, media hora de música clásica, justo antes de dormirse.
El Teatro Colón era ritual obligatorio para los garcas desde muy chiquitos. En ese ambiente se aseguraba que los chicos garcas se criaran con los signos que identifican una clase social. Allí, la sociedad porteña despreció a Regina Pacini de Alvear, porque era una "cantante". Igual que como posteriormente despreciaría a Eva Perón porque era actriz, o como se decía antes: "artista". Ahí el Presidente Alvear le dijo a su mujer en voz alta, para que lo escucharan las víboras sentadas en un palco contiguo: "no te preocupes Regina, a todas esas yo les levanté las polleras". Lo cuenta Félix Luna en "Alvear".
Pero en ese ambiente podrido convivía también otro ambiente oxigenado, el de abonos populares y entradas a bajo precio del gallinero, de tertulia y cazuela de parado, donde los inmigrantes pobres salvaban la excelsitud de la música clásica y de la ópera discriminándola del pretencioso oro de los dorados a la hoja en los adornos de mampostería y en el roble de la platea de terciopelo rojo.
Con el tiempo los hijos de los garcas y los hijos de los inmigrantes -que se beneficiaron de la movilidad de clase- formaron un público uniforme, culto en música y ópera, de tal manera que hasta los que van a la velada de gala, además de garcas que van a lucir su dinero en joyas, fracs y vestidos brillosos, también saben de música y de ópera. Los amantes de la ópera se cruzan sin discriminación de clase en el Colón, salvo en las veladas de gala donde solo van los garcas a pavonar sus pechugas. Pero saber de música, los garcas, saben.
El público del Colón llegó a ser tan popular como cualquier otro, y es considerado uno de los públicos más entendidos del mundo. Por eso Plácido Domingo vino a festejar sus mil representaciones a la Argentina, porque fue este público el que le dio el primer aplauso que se merecía.
Bien. Esta velada de gala del Colón que tuvo a Macri ensuciando la silla del palco oficial, mostró que el tipo no sabe un carajo ni de música ni de algo que tenga que ver con la tradición excelsa del Colón. Una función de 40 minutos es un verdadero insulto. Y yo te aseguro que los garcas del ambiente del Colón, esta noche se cagaron de la risa de Macri.
En la tradicional velada de gala, tanto de la asunción de un presidente como en la del 25 de mayo después del Te Deum, se fue siempre a ver una ópera. Una ópera, sí. Una ópera. Porque vos no vas a comer un choripán de parado si vas al mejor restaurante de carne asada de exportación. El Teatro Colón es un teatro de ópera, que es el producto más excelso del Colón, el que suma más artes: música, canto, drama y ballet.
Una ópera dura más de tres horas y hasta cuatro, por ejemplo Aida de Verdi, que es la ópera típica en demostración de escenografía descollante, donde a veces desfila un elefante de verdad.
Pero este pelotudo debe haber dicho que no soporta mucho tiempo, que le preparen algo que no dure más de media hora, con el himno nacional, a lo sumo 40 minutos. Un verdadero insulto al valor artístico del teatro que él "puso en valor" de mercado. Y te puedo asegurar que lo que yo pienso, piensan de él los garcas habitués que hoy lo conocieron más de lo que hubieran querido.
Porque además, se notó que el que le preparó el programa le metió un puntazo en el estómago con lo que eligió como programa. Empezó con Wagner, el preludio del primer acto de Parsifal, que no es para cualquiera. Es más o menos como tomarse un Valium. Se lo hizo a propósito, del odio que debe tenerle. Seguro que es K.
Pero hay más, le siguió una "Danza del Trigo" de Ginastera. Una porquería que el maestro Ginastera se habrá mandado una tarde para complacer al tío estanciero. Y el título que le puso, sugiere que el que lo eligió, le mandara una indirecta sobre las retenciones que prometió sacar.
Pero hay más. El locutor que anunciaba las obras en el canal de la ciudad, que debería ser un entendido, era un ignorante tan ignorante que solo eso muestra - a mí y a todo garca habitué que miraba la tele- que la política cultural de Macri y de Hernán Lombardi y de Lopérfido, es una patraña infame. El tipo anunció a Parsifal de Wagner pronunciando el apellido de uno de los músicos más famosos, como si lo leyera la primera vez en su vida: dijo Uágner. Y luego cuando se refirió a Ginastera, que se lee tal cual se escribe, lo pronunció Yinastera.
Pero hay más. Este ignorante locutor no tenía en el programa una tercera pieza corta que completaba los pocos 40 minutos que duró toda la función de gala. Se ve que lo decidieron a último momento, para llenar el espacio. Entonces la pieza se tocó sin anunciarla, y al final el locutor dijo que fue una sorpresa y le habrán alcanzado seguro de urgencia un papel escrito con el nombre de la pieza, pero sin el autor. El papelito tendria escrito "La danza del las flores" del Casacanueces. Pero creyó que "Cascanueces" era el autor de la obra. Dijo "La Danza de las flores " de Cascanueces. Y omitió nada menos que el nombre de otro genio de la música más conocido que nadie, de la pieza más conocida del mundo. Esa pieza es "La Danza de las flores" de la suite "El Cascanueces" de Piotr Illich Tchaikovsky.
Si esto que escribo lo leyera Víctor Hugo, se reiría conmigo entendiendo todo lo que quiere decir el despropósito de esta velada de gala, con Mirta Legrand, Susana Gimenez, y toda la farándula, incluido el Presidente de la Nación Argentina que baila en el balcón de la Rosada.
Hoy los garcas habitués del Colón ya le están pensando poner Mauri a algún toro campeón, como hicieron con el judas de Cleto.
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