Mi hermana Golde y yo
Creo que a ella, estoy segura, le hizo muy bien que yo fuera a verla, pero nunca me imaginé lo bien que me haría a mí.
Debe ser espantoso quedarse solo en el mundo sin nadie de la propia familia, sin los hermanos, los padres, los abuelos, los primos, los tíos, cuando uno los tuvo y no murieron de muerte natural sino que desparecieron del mapa. Y que de pronto alguien de su sangre venga a estrechar lazos debe ser un pequeño bálsamo. Tengo una hermana que vive en Buenos Aires, puede decir ahora Golde a sus conocidos. Antes también podía decirlo, pero sentía que estaba ocultando que no había lazos reales, y creía que la hermana no tenía interés en establecerlos. Porque también cree que nuestro padre no tuve interés en verla, y no lo perdona.
En cierto momento de la última reunión, cuando estábamos hablando todos a corazones abiertos, Golde, llena de satisfacción y sonriendo como con picardía, dijo refiriéndose a mi padre: sigo pensando que él debía haber "vendido sus pantalones" para venir a verme. Insisto en que lo dijo graciosamente, como diría una criatura que no renuncia a un capricho. No mostró rencor ni dolor, mostró dignidad, lo dijo por dignidad, ya no por dolor del desprecio, porque me tenía a mí ahí para curarse de las sospechas del desprecio. Entonces yo le contesté en el mismo tono gracioso que usó ella, "bueno, yo vendí mis pantalones para venir a verte," como diciéndole que ya era hora de cerrar las heridas, y ella asintió con un gesto de la cabeza como diciendo "así es".
Creo que a ella, estoy segura, le hizo muy bien que yo fuera a verla, pero nunca me imaginé lo bien que me haría a mí.
Debe ser espantoso quedarse solo en el mundo sin nadie de la propia familia, sin los hermanos, los padres, los abuelos, los primos, los tíos, cuando uno los tuvo y no murieron de muerte natural sino que desparecieron del mapa. Y que de pronto alguien de su sangre venga a estrechar lazos debe ser un pequeño bálsamo. Tengo una hermana que vive en Buenos Aires, puede decir ahora Golde a sus conocidos. Antes también podía decirlo, pero sentía que estaba ocultando que no había lazos reales, y creía que la hermana no tenía interés en establecerlos. Porque también cree que nuestro padre no tuve interés en verla, y no lo perdona.
En cierto momento de la última reunión, cuando estábamos hablando todos a corazones abiertos, Golde, llena de satisfacción y sonriendo como con picardía, dijo refiriéndose a mi padre: sigo pensando que él debía haber "vendido sus pantalones" para venir a verme. Insisto en que lo dijo graciosamente, como diría una criatura que no renuncia a un capricho. No mostró rencor ni dolor, mostró dignidad, lo dijo por dignidad, ya no por dolor del desprecio, porque me tenía a mí ahí para curarse de las sospechas del desprecio. Entonces yo le contesté en el mismo tono gracioso que usó ella, "bueno, yo vendí mis pantalones para venir a verte," como diciéndole que ya era hora de cerrar las heridas, y ella asintió con un gesto de la cabeza como diciendo "así es".
Pero a mí me hizo tan bien como no sospechaba. Volví como habiendo saldado una cuenta que me condenaba. Me saqué un peso enorme del alma. Hice mi parte. Y me independicé de lo que hizo o no hizo mi padre. Yo cumplí con ir a conocerla, que es lo que ella quería, y la he homenajeado todo el tiempo hablando de lo orgullosa que estoy de su historia. Le mostré este blog, le mostré los comentarios, se los traduje, y se sintió muy halagada, se sintió muy importante para mí.
Hoy puedo mirar la vida con más tranquilidad, alcancé una completud que nunca había tenido.
Mis impresiones sobre Israel
Nadie puede pensar que yo pueda tener impresiones de valor sobre un país que visito en 10 días, y no yendo de turista. Lo único que puedo decir, es que desde mi particular punto de vista, (que irrita a los judíos que hoy se las dan de sionistas porque Israel es una potencia, pero cuando era un páramo el sionismo les era ajeno), siento que ha sido una desgracia que un pueblo europeo, de Occidente, haya tenido que ir a parar a un territorio metido en oriente medio, con sus características tan ajenas a la evolución cultural de Europa. Cuando miro a los judíos europeos metidos entre los árabes veo un despropósito muy grande de la historia. Ahí no puede haber sino problemas para alguna de las dos composiciones culturales. Y el problema lo tiene siempre el sector más sumergido económicamente.
Me pregunto qué hubiera pasado si el enfermo de Hitler no hubiera hecho lo que hizo con los judíos en Europa, que bien habría podido hacer la misma guerra sin tomárselas contra ellos, porque no tenía ninguna necesidad, como ocurrió en la Primera Guerra que los judíos lo pasaron tan mal como cualquiera, pero no se los llevaron en masa de sus casas.
Me pregunto si el idish hubiera desaparecido. Y me contesto que seguro que no, pero que el judaísmo europeo se hubiera mantenido menos segregado interiormente y que estaría integrado felizmente a estos tiempos de democracia donde los derechos de las minorías se hacen efectivos. Imagino a Europa con sus judíos inmersos en el desarrollo que tuvo posteriormente a la guerra con Alemania, y los veo modernizados e integrados mucho más a la sociedad de lo que les permitieron en los dos milenios anteriores. Los veo ciudadanos efectivos participando de toda la vida común, como sucede en América, con el antisemitismo en el recuerdo.
De no haber sido por Hitler y por el antisemitismo de toda Europa en esos tiempos, el Estado de Israel no hubiera existido y el problema palestino no hubiera existido. Pero francamente no les dejaron opción. El Estado de Israel se tuvo que crear porque no había otra. Los judíos sobrevivientes, terminada la guerra, no podían ni volver a sus casas ocupadas por sus vecinos cristianos, y los gobiernos de los distintos países lo único que querían es sacárselos de encima. NO quedaba otra. Y tampoco les fue fácil crear el Estado, tuvieron que luchar mucho para tener un territorio sobre el planeta donde no fueran objeto de masacre. Y los árabes les hicieron la guerra al otro día de declarado el Estado por las Naciones Unidas. Los árabes no aceptaron la partición del territorio, no quisieron declarar un Estado propio en ese momento. Y sí, los judíos los corrieron, los echaron, les ganaron la guerra.
Nosotros, los argentinos, también les hicimos la guerra a los ingleses por nuestro territorio en Las Malvinas. A nosotros también nos ganaron la guerra y nos echaron. Claro que no nos echaron de nuestras casas, eso sería otra cosa. Pero nosotros, los argentinos, sí echamos de sus casas a los pueblos originarios, les robamos sus tierras y matamos a los que pusieron en contra, y "limpiamos el territorio" más allá del Río Colorado en la Campaña al Desierto que no estaba desierto sino poblado por indígenas. Y mantuvimos y mantenemos a los pueblos originarios que viven todavía en el Norte relegados y hambreados, en la miseria, sin ningún plan de integración a la sociedad común. No hay diferencia con lo que hizo el Estado de Israel.
La constitución de un Estado Nacional burgués, siempre es sobre una guerra de independencia y contra todo el que se oponga en el camino. No estoy disculpando a nadie. Los hombres tienen un margen de acción en las posibilidades reales. Y son todos muy crueles y sanguinarios. Pero no había ninguna necesidad de echar a los judíos de Europa, y a los europeos les cabe más culpa de la creación del Estado de Israel y los sufrimientos de los palestinos, que a los propios judíos. Yo sigo insistiendo en que se hagan cargo todos del problema que se originó con los palestinos.
Hasta aquí llego con mi apoyo a Israel, apoyo la creación del Estado de Israel, haya sido como haya sido, en el lugar que fuera, aunque me hubiera gustado que hubiera sido en otro lado, en Prusia Oriental por ejemplo, en Koenigsberg, territorio con el que se quedó la URSS. Bien podría haberse creado ahí el Estado Judío, pero yo insisto en que la intención fue la de expulsar al pueblo judío del territorio de Europa. El Estado de Israel es el Estado que crearon para sí los judíos expulsados que no consiguieron entrar en otro lado del globo terráqueo.
Lo que sigue en la historia de Israel ya no lo reconozco como propio. No me interesa el idioma hebreo. No me interesa la propuesta cultural de central del judaísmo que ofrece el Estado de Israel. No tengo nada que ver con eso.
Mi identidad judía no tiene nada que ver con la historia "sagrada", por lo tanto no me significa nada emocional el territorio de Medio Oriente, todo lo contrario, nada más ajeno a mí que el Oriente, donde vivió hace miles de años el ancestral pueblo hebreo del que vengo que nada tiene que ver con la cultura europea de los judíos.
Soy atea, como tantos y tantos judíos que vivían en Europa. Sí me reconozco en la cultura del idish y en el modo de ser de un pueblo europeo que no transó con el cristianismo ni el cristianismo transó con él. El pueblo judío europeo que no era para nada homogéneo, tuvo también su expresión en la mayor contribución a la sociedad común, con los mayores valores universalistas de muchos de sus individuos que mejoraron la vida humana toda, no sólo la de los judíos. Quién puede no estar orgulloso de tener un Einstein, un Freud o un Marx, un Baruch Spinoza, de un Trotsky, de un Daniel Barenboim, en su pueblo, como frutos dulcísimos de la herencia cultural propia. Quien puede no estar orgullosa de los miles de obreros que formaron el Bund, y de los que lucharon por el socialismo como solución para el antisemitismo. En ellos me reconozco. Me reconozco en el esfuerzo universalista del judaísmo europeo. Me reconozco en un judaismo que contribuye con sus valores a la humanidad.
No participo de la actualidad judaica proisraelí, ni de la actualidad judaica de ninguna especie, porque no hay actividad judaica según yo la quisiera, no existe, simplemente se murió con los judíos en los ghettos y en los campos de concentración.
Defiendo la existencia del Estado de Israel, y lo haría aún no siendo judía, pero por ser judía no tengo por qué hacerme cargo de la política respecto de los palestinos. Ser judía no es lo mismo que ser sionista. Aunque pelotudos como el del Anónimo que me llamó renegada crean que es así, igual que los pelotudos antisemitas que quedan todavía. Como judía no tengo por qué opinar sobre lo que haga un Estado donde no vivo. Yo no voto allá. Aunque sí debo opinar como persona. Y lo que sucede con los palestinos no me parece bien, igual como a Shlomo Shlutzky, que tampoco le parece bien y vive allá.

Pero todos los chicos van tres años al Ejército, y cada tanto los padres tienen el "culo envaselinado" porque se van al frente. Eso tampoco es vida.