Bunge me salvó la vida con el mismo extraño mecanismo con el que mi hermanito descubrió la palmeta. Primero cuento la historia de mi hermanito. Después retomo con Bunge.
MARIO BUNGE
Capítulo 1. El extraño caso de mi hermanito y la palmeta
Un día apareció Raid.
Un aviso novedoso decía por televisión: ¡con la palmeta NO! ¡Llegó Raid! y aparecía en un dibujo animado, una palmeta estrellando insectos en la pared enchastrada de moscas aplastadas, y luego una señorita disparando el Raid por el ambiente. Mi hermanito y yo estábamos mirando televisión, y ambos nos asombramos.
Observo la cara de mi hermanito mirando el aviso y le veo la boca abierta y los ojos saltones. Zas, ¡cómo le impresionó el Raid! me dije. Ipso Facto el niño se dirige a papá y le pide plata porque tiene que comprar algo. Sale. Pienso que vuelve con un Raid. No, vuelve con una palmeta. Lo que le impresionó fue la palmeta. ¡Nunca los avisadores se habrán enterado de cómo les salió el tiro por la culata con mi hermanito! Eso mismo pasó con Bunge salvándome la vida.
Capítulo 2-Bunge me salva la vidaA los 27 años voy a parar al diván de un psicoanalista. Aclaro que lo pagaba la Obra Social de mi marido. El matrimonio andaba con problemas, pero yo estaba entera, con ganas de separarme y superarme. Como la Obra Social pagaba todo, el tipo me indicó que necesitaba venir cuatro veces por semana.Y yo iba.
Pero me empecé a sentir mal. No entendía qué era lo que ese tipo me estaba haciendo. Me hacía acostar y yo me ponía dura, y me decía que hablara y yo hablaba, pero no soportaba hablar sin ver la cara del interlocutor, y acostada sin estar cansada ni tener sueño. Pero como le tenía un gran respeto a la Ciencia, porque yo había sido estudiante de Física y amaba la ciencia, no dudaba de que el hombre con un título de Médico y pagado por la Obra Social, estaría implementando una técnica científica.
Al salir de la primera sesión me compré un libro de Freud. Esquema del Psicoanálisis se llamaba. Lo leía y no entendía nada, pero nada. Mi cultura no había andado por esos lares. Había andado por la literatura, la música clásica y la ópera, la pintura y la escultura, el teatro y el cine. Pero psicoanálisis nada de nada.
Y de pronto al no entender, empecé a angustiarme en serio. Cuando entré a terapia no estaba angustiada, sólo un poco confundida. Pero estaba angustiándome cada vez más. Me divorcié. Y me empecé a deprimir. Y cada vez más. Mi familia decía que temía que me suicidara. Me decían que largara a ese médico. Pero yo estaba mal, y entonces creía que necesitaba terapia. Vivía sola y ya me había hecho la costumbre de ir.
Así pasé dos años, en una encrucijada, sin poder largar la terapia porque esa era la Ciencia y yo no le iba a dar la espalda. Hasta que un día abro Clarín, y a doble página sale un reportaje a Bunge. Decía algo así como "El Psicoanálisis es una pseudociencia" y a lo largo de las dos páginas se despachaba con todo tipo de agravios y despercio a los charlatanes que hacen psicoanálisis. Yo sentí que se me abrían las puertas del infierno y podía escapar a esa condena. Salté de la alegría, besé el periódico. Y mandé a la mierda al psicoanalista con todo el odio de mi vida.
Sin embargo, yo necesitaba refutar al psicoanálisis, no me alcanzaba con dejarlo. Deseaba destruirlo. Para eso tenía que leerme y entender toda la obra de Freud. Leía y leía e iba entendiendo. Y no veía que fuera tan grave la teoría. Me parecía medio rebuscada en algunas cosas, medio delirante en otras. Pero algunas cosas eran atractivas. Y muy interesantes.
Lo único que sabía es que el tipo este me había dejado con una depresión que no se terminaba de ir. Y yo seguía tomando Valium para dormir que era de venta libre. En épocas de terapia el tipo me llegó a dar 3 Triptanol, 3Tranxiulum y 3 Valium por día, y no podía dormir. Al dejar la terapia largué todas las pastillas menos el Valium para dormir. Tenía pánico de no dormir. Me fui mejorando bastante. Encontré pareja nueva, me casé y me embaracé. Con el embarazo me sacaron el VAlium, así que dormí lo más bien sin pastillas.
La lectura de Freud cada día me gustaba más, y estaba empezando a rever lo que decía Bunge. La formulación del aparato psíquico, el inconsciente, la idea del malestar en la cultura, el moisés y el monoteísmo empezaron a formar parte de mi oxígeno cultural más que ninguna otra cosa en la vida. La obra de Freud es colosal y fundadora de tantas cosas importantes para la modernidad que ignorarlo es perderse de lo mejor.
Claro que la "terapéutica" para la "cura" de la neurosis, yo creo que Freud la inventó para sacarle la plata a las histéricas ricas de Europa, porque el hombre de algo tenía que vivir. Y que el psiconállisis aplicado como terapia a una ingenua como era yo, que no participa de la experiencia por su propia convicción, que es enviada a terapia por derivación de otro médico, resulta un negocio vil y bastardo.
Pero no había sido el psicoanálisis lo que me había hecho tan mal, sino la química devenida de la verdadera Ciencia, porque mi psicoanalista era psiquiatra, y me estaba matando con las drogas, no con Freud. Así que llegué a la conclusión de que Bunge me salvó de sus propios amigos, Bunge me salvó de la Ciencia Química manejada por la ilustre psiquiatría, no del Psicoanálisis que no mata a nadie.
Cuando me dí cuenta de eso, empecé a atar cabos de cuántos suicidios todos conocemos de gente que está en tratamiento psiquiátrico, de cuántas personas conocemos que entraron a tomar pastillas y no se recuperaron más. Por eso digo que Bunge me vendió la palmeta para aplastar la química medicamentosa del cerebro, no al Psicoanálisis como él intentó desde el diario.
Apéndice
La química del cerebro es un conocimiento tan oscuro como no existe otra cosa en el maravilloso mundo de la química medicinal. Se sabe muy poco del cerebro, y menos aún del efecto que hacen los medicamentos.
Hace poquísimo tiempo, después de toda mi convicción, volví a caer en la ingenuidad, por amor a la Ciencia. Me enteré de que por fin habían descubierto una droga contra el tabaquismo, que era "específica". Se llama Bupropión. El médico que la implementa es un cardiólogo de la Fundación Favaloro. El hombre es contratado por empresas para hacer que sus empleados dejen de fumar. La ley obliga a las empresas a proporcionar este servicio a sus empleados. Fui a verlo. Le conté mi historia con los medicamentos para el cerebro. Me aseguró que esto era cosa seria, que la serotonina, que los inhibidores, y me regaló el Bupropión.
Llegué a casa y busqué en Internet. Pero no es tan fácil saber la verdad. Es necesario conocer el nombre comercial del medicamento, e ir a la página del laboratorio que lo fabrica, y aún después, buscar en los links que informan al profesional, porque para el paciente, tienen una versión más optimista que para el profesional.
En fin, después de largas listas de posibles efectos secundarios graves, encontré que el laboratorio asevera no saber realmente el modo por el cual opera el Bupropión. Se sabe que el tabaquismo produce un estado de placer que se supone que imitaría el Bupropión, y que serviría como sustitutivo del tabaco.
Con las drogas aplicadas al cerebro, los científicos sólo pueden provocar estados anímicos. Los resultados y las conclusiones de hacer eso, las obtienen con pruebas estadisticas en humanos que se prestan a esas prácticas, seguramente por ser pobres. Toman un grupo de gente, a unos les aplican un placebo y a otros la droga. Y los siguen por un tiempo anotando cuáles son los efectos.
Esta es la dirección de Internet donde encontré las especificaciones del bubropión:
http://www.odranal.com.ar/profesionales/index.htmlAquí copié y pegué las palabras exactas que siguen:
Si bien el
exacto mecanismo de la acción del cese del hábito tabáquico
no está aclarado,
se piensa que es mediado por los efectos noradrenérgico y/o dopaminérgicos.
Eva Row
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