Todo este título es para contestarle a Hugo Presman una cosa que dijo en su programa El Tren.
Como no tengo la cultura que me hace falta para contestar a un argumento que veo equivocado, siempre tengo que darle vuelta a la croqueta exprimiéndomela en la búsqueda de metáforas y figuras, en lugar de contestar conceptualmente, como sucedería si en vez de haber ido a la Facultad de Exactas hubiera ido a la de Sociales. Me disculpo y sigo.
Dijo Hugo Presman que si Cristina hubiera procedido con las FORMAS correspondientes, hubiera podido explicar sus argumentos a la oposición, hubiera podido convencerlos de hablitar el Fondo del Bicentenario, y nos hubiéramos ahorrado todo lo que está ocurriendo.
Es decir, que Hugo Presman supone que Cristina se equivocó en no cumplir con las formas. Supone que los argumentos positivos fatalmente se imponen por su propio peso en un debate en el Congreso. Pero no es así.
En el Congreso, los argumentos no se enfrentan con acuerdo a la lógica racional, donde vale una sola verdad. El acuerdo es de cada sector con sus propias lógicas de intereses opuestos por el vértice entre sí con los del otro sector, que sólo aparentan ser comunes, en la ficción de constituir una república de iguales donde "nos debemos poner de acuerdo". ¿Cómo podría acordar un pez con un pájaro sobre un lugar común donde poner sus huevos? No lo dijo Marx, pero bien podría haberlo dicho. Lo que Marx comparó fue una levita con una libra de carne. No, perdón, la libra de carne la usó Shakespeare en Shylock, Marx habló de la libra de lienzo. No, perdón, no era una libra sino una vara de lienzo. Pero sigamos por favor que no quiero distraerme.
Lo que acabo de decir en el párrafo anterior no me satisface, suena a retórica, a verso aprendido, a frases hechas. Quiero insistir con el concepto y para ir más profundo me voy con Doña Petrona C de Gandulfo. Verán por qué. Espero.
Doña Petrona C de Gandulfo, la cocinera mediática de los sesenta, tuvo una vez una ocurrencia de valor filosófico, antropológico, psicológico: engañar con las formas de una comida. Hizo una torta y la decoró de manera que pareciera un plato de fideos con tuco.
Con una manga de boquilla de medio centímetro, rellena de crema pastelera (que tiene el color de los fideos al huevo) fue tirando sobre la torta filamentos de esa crema imitando las volteretas de los fideos, encimando unos con otros desordenadamente, aparentando el conjunto ser fideos presentados en bandeja. Los fideos caían a los costados de la torta haciendo una especie de loma de gran altura. Sobre los falsos fideos de crema pastelera derramó dulce de frutilla imitando al tuco, y sobre todo ello distribuyó coco rallado imitando al queso de rallar.
La torta era un espanto. Porque parecía una fuente de fideos con tuco. Pero Doña Petrona la presentaba como torta, y sugería a las anfitrionas gozar con la sorpresa de los convidados a tomar el té. Pasado el primer momento de asombro, el convidado vería como el cuchillo de la anfitriona cortaba la torta y sacaba un trozo donde se veía el bizcochuelo interior. Una vez aceptada la naturaleza del ser de la torta, y sepultada la impresión de las apariencias, el convidado festejaría la ocurrencia y pasaría a degustar el sabroso manjar dulce, sin más trámite ni dudas existenciales.
Lo anterior me permite establecer conceptos sobre forma, fondo y naturaleza del ser. Las formas de las cosas nos sugieren el fondo. Cuando no vemos el interior de las cosas, siempre pensamos que las formas se corresponden con el fondo. Pero cuando tenemos a la vista ese fondo, entonces, lo que determinará la naturaleza de esa cosa es el fondo, nunca la forma, y menos si no se corresponden.
Ahora sigamos con el ejemplo de la torta de Doña Petrona, y tomemos por la vía del absurdo para demostrar que lo anterior es verdad.
Absurdo 1)
Supongamos que un comensal invitado a tomar el té con cosas dulces, al serle presentado el plato de fideos, advirtiéndole que es una torta, hubiera dicho que eso no es una torta, e insistido en lo mismo a pesar de que Doña Petrona asegurara que adentro había bizcochuelo, y aunque hubiera hundido el cuchillo sacando una tajada para que viera el bizcochuelo con sus ojos. El argumento del comensal es que la torta tiene que tener forma de torta. ¿Dónde tiene la lógica esa persona?
Absurdo 2)
Ahora supongamos que un comensal es invitado a almorzar fideos con tuco, y Doña Pertona le trae esa torta que parece una bandeja de fideos con tuco pero no es. ¿Estaría conforme el comensal en comer torta en lugar de fideos en el almuerzo, sólo porque el plato tiene la forma de lo que espera comer? ¿Desde cuándo tienen tanto valor las formas?
Y ahora hablando en serio:
Lo mismo pasa con las formas de Cristina para habilitar el pago de la deuda externa mediante el Fondo del Bicentenario. ¿Debería importar tanto la informalidad de un procedimiento, salvo por un pequeño disgusto, cuando es de dominio público toda la argumentación que sustenta con propiedad inexcusable el pago de la deuda con los fondos del Banco Central?
¿Por qué enloquece la oposición con la cuestión de las formas y lleva el asunto al nivel de arrastrar al país al desastre institucional? ¿Es creíble que para la oposición las formas son tan importantes como para convertir en diablo a quien no las cumple aunque detrás tenga al mismo dios en garantía de que sus objetivos son nobles? No. No es creible.
Ellos hubieran querido que se cumplieran las formas, es verdad, pero no para aceptar el fondo, sino solamente para haber tenido la oportunidad que no tuvieron, de impedir y rechazar la creación del Fondo del Bicentenario, de impedir y rechazar el pago de la deuda con fondos del Banco Central. Y Cristina lo sabía, por eso procedió como procedió.
¿Se entendió algo?
Como no tengo la cultura que me hace falta para contestar a un argumento que veo equivocado, siempre tengo que darle vuelta a la croqueta exprimiéndomela en la búsqueda de metáforas y figuras, en lugar de contestar conceptualmente, como sucedería si en vez de haber ido a la Facultad de Exactas hubiera ido a la de Sociales. Me disculpo y sigo.
Dijo Hugo Presman que si Cristina hubiera procedido con las FORMAS correspondientes, hubiera podido explicar sus argumentos a la oposición, hubiera podido convencerlos de hablitar el Fondo del Bicentenario, y nos hubiéramos ahorrado todo lo que está ocurriendo.
Es decir, que Hugo Presman supone que Cristina se equivocó en no cumplir con las formas. Supone que los argumentos positivos fatalmente se imponen por su propio peso en un debate en el Congreso. Pero no es así.
En el Congreso, los argumentos no se enfrentan con acuerdo a la lógica racional, donde vale una sola verdad. El acuerdo es de cada sector con sus propias lógicas de intereses opuestos por el vértice entre sí con los del otro sector, que sólo aparentan ser comunes, en la ficción de constituir una república de iguales donde "nos debemos poner de acuerdo". ¿Cómo podría acordar un pez con un pájaro sobre un lugar común donde poner sus huevos? No lo dijo Marx, pero bien podría haberlo dicho. Lo que Marx comparó fue una levita con una libra de carne. No, perdón, la libra de carne la usó Shakespeare en Shylock, Marx habló de la libra de lienzo. No, perdón, no era una libra sino una vara de lienzo. Pero sigamos por favor que no quiero distraerme.
Lo que acabo de decir en el párrafo anterior no me satisface, suena a retórica, a verso aprendido, a frases hechas. Quiero insistir con el concepto y para ir más profundo me voy con Doña Petrona C de Gandulfo. Verán por qué. Espero.
Doña Petrona C de Gandulfo, la cocinera mediática de los sesenta, tuvo una vez una ocurrencia de valor filosófico, antropológico, psicológico: engañar con las formas de una comida. Hizo una torta y la decoró de manera que pareciera un plato de fideos con tuco.
Con una manga de boquilla de medio centímetro, rellena de crema pastelera (que tiene el color de los fideos al huevo) fue tirando sobre la torta filamentos de esa crema imitando las volteretas de los fideos, encimando unos con otros desordenadamente, aparentando el conjunto ser fideos presentados en bandeja. Los fideos caían a los costados de la torta haciendo una especie de loma de gran altura. Sobre los falsos fideos de crema pastelera derramó dulce de frutilla imitando al tuco, y sobre todo ello distribuyó coco rallado imitando al queso de rallar.
La torta era un espanto. Porque parecía una fuente de fideos con tuco. Pero Doña Petrona la presentaba como torta, y sugería a las anfitrionas gozar con la sorpresa de los convidados a tomar el té. Pasado el primer momento de asombro, el convidado vería como el cuchillo de la anfitriona cortaba la torta y sacaba un trozo donde se veía el bizcochuelo interior. Una vez aceptada la naturaleza del ser de la torta, y sepultada la impresión de las apariencias, el convidado festejaría la ocurrencia y pasaría a degustar el sabroso manjar dulce, sin más trámite ni dudas existenciales.
Lo anterior me permite establecer conceptos sobre forma, fondo y naturaleza del ser. Las formas de las cosas nos sugieren el fondo. Cuando no vemos el interior de las cosas, siempre pensamos que las formas se corresponden con el fondo. Pero cuando tenemos a la vista ese fondo, entonces, lo que determinará la naturaleza de esa cosa es el fondo, nunca la forma, y menos si no se corresponden.
Ahora sigamos con el ejemplo de la torta de Doña Petrona, y tomemos por la vía del absurdo para demostrar que lo anterior es verdad.
Absurdo 1)
Supongamos que un comensal invitado a tomar el té con cosas dulces, al serle presentado el plato de fideos, advirtiéndole que es una torta, hubiera dicho que eso no es una torta, e insistido en lo mismo a pesar de que Doña Petrona asegurara que adentro había bizcochuelo, y aunque hubiera hundido el cuchillo sacando una tajada para que viera el bizcochuelo con sus ojos. El argumento del comensal es que la torta tiene que tener forma de torta. ¿Dónde tiene la lógica esa persona?
Absurdo 2)
Ahora supongamos que un comensal es invitado a almorzar fideos con tuco, y Doña Pertona le trae esa torta que parece una bandeja de fideos con tuco pero no es. ¿Estaría conforme el comensal en comer torta en lugar de fideos en el almuerzo, sólo porque el plato tiene la forma de lo que espera comer? ¿Desde cuándo tienen tanto valor las formas?
Y ahora hablando en serio:
Lo mismo pasa con las formas de Cristina para habilitar el pago de la deuda externa mediante el Fondo del Bicentenario. ¿Debería importar tanto la informalidad de un procedimiento, salvo por un pequeño disgusto, cuando es de dominio público toda la argumentación que sustenta con propiedad inexcusable el pago de la deuda con los fondos del Banco Central?
¿Por qué enloquece la oposición con la cuestión de las formas y lleva el asunto al nivel de arrastrar al país al desastre institucional? ¿Es creíble que para la oposición las formas son tan importantes como para convertir en diablo a quien no las cumple aunque detrás tenga al mismo dios en garantía de que sus objetivos son nobles? No. No es creible.
Ellos hubieran querido que se cumplieran las formas, es verdad, pero no para aceptar el fondo, sino solamente para haber tenido la oportunidad que no tuvieron, de impedir y rechazar la creación del Fondo del Bicentenario, de impedir y rechazar el pago de la deuda con fondos del Banco Central. Y Cristina lo sabía, por eso procedió como procedió.
¿Se entendió algo?