El incidente ocurrió pasadas las 9, en la Escuela Normal Nº 5 "Héroes de Malvinas", en Crámer 2136. "Estábamos en el recreo y se empezó a ver humo en el primer piso —contó Débora, de 1º año, en diálogo con Radio Del Plata—. Era insoportable el olor: nos dolía la nariz y empezamos a toser". Después se enteró de que alguien había tirado cinco bengalas de humo en el primer piso y otras dos en la planta baja.
De Cromañón son culpables la Sociedad Rural, los militares, Menem y sus amigos empresarios, involucrando también al curioso partido que se dice peronista, pero a pesar de ello llevó a la candidatura a presidente a un individuo que vendió los restos del patrimonio del Estado. De un Estado que fue poderoso en la era peronista del primer gobierno de Perón. De un Estado que la alta burguesía y los militares del úlitmo medio siglo se encargaron de destruir sin desmayo y que un peronista, nada menos, terminó de deshacer para siempre. Porque el Estado que hoy tenemos no es aquél, sino uno nuevo que nació milagrosamente de las cenizas.
Ellos son los culpables, y por supuesto el FMI, de que hubiera a fin de siglo XX, en nuestro querido suelo, una juventud rockera que había encontrado nada menos que en la bengala y en la pirotecnia su modo de gastar en estallidos desafiantes y luminosos, la energía sin consumir, acumulada por falta de trabajo, por falta de plata, por falta de ilusiones, por el país que estábamos viviendo, sin futuro a la vista.
Este símbolo juvenil que fue la bengala, además del llamado de atención escandaloso, está entreverado con una dosis cierta de riesgo, que denuncia el poco valor con el que se mide a la vida propia. A pocos meses de Cromañón, hubo que evacuar una Escuela en el barrio de Belgrano por estallido de bengalas dentro del edificio escolar. Hubo alumnos con principio de asfixia y hubo caos. Las bengalas se tiraron como manifestación de protesta contra la presencia de Bush en el país (¡!).
http://www.clarin.com/diario/2005/11/04/laciudad/h-05415.htm
Dicen que la bengala estallaba en cualquier lado donde hubiera juventud de nivel popular, así fuera en un recital de la correcta Soledad. Dicen que era un signo con el cual habían hecho simbiosis de sentido, del cual no hubieran podido prescindir hasta las últimas consecuencias. Recital de Callejeros era igual a juventud oyendo letras que sangran por las heridas de las ilusiones vanas, y era igual a bengala que estalla.
Haciendo un poco de historia reciente de cómo fuimos a parar con nuestros huesos a Cromañón, tenemos que mirar cómo fue y cómo llegó a nuestros días el Estado Argentino. Porque efectivamente las muertes de Cromañón son culpa del Estado, que abandonó a su suerte a todos sus habitantes. Lo importante es saber quiénes son los responsables de lo que pasó con el Estado Argentino; esos son los responsables de las muertes de los chicos de Cromañón. Esos son los verdaderos responsables. No es Ibarra, no es Chabán, no es Callejeros.
Ese Estado destruído por la alta burguesía argentina, que fue corrupto en todos los tiempos, con una corrupción endémica que no es secreto para nadie que haya vivido una cuántas décadas, fue recibido por Ibarra, en la Ciudad, primero, y por Kirchner, después, en la Nación, en estado de descomposición. Descuajeringado, arruinado, desnaturalizado, quebrado, abandonando a la deriva a todos sus ciudadanos, cuanto menos ricos, más desgraciados.
Me consta, porque tengo un local de comercio, que los Inspectores Municipales fueron siempre el rostro más descarnado e inmediato de la corrupción estatal, una mafia enquistada en el esqueleto del Estado que sobrevivió autárquicamente a todos los gobiernos del signo que fueran. Destinados al incumplimiento de sus funciones y al cobro de la coima para perdonar cualquier ilícito, juntaban plata cada uno por su cuenta, y la repartían con el Jefe de Inspectores en alguna esquina o bar. En alguna jornada, toda la recaudación iría para alguien un poco más arriba, o un poco más al costado, como el Comisario, cuando se trataba de inspeccionar prostíbulos, por ejemplo. (El Comisario de la séptima de hace unos cuantos años, se terminó casando con "la gallega", la dueña de un hotel-prostíbulo de cuarta, que funcionaba cruzando la esquina de la óptica.)
Una vez me contó un inspector que su Jefe era una alma de Dios, que un día les pidió toda la recaudación para ayudar a un verdulero que tenía a su hija en espera de un trasplante. Este mafioso Jefe de Inspectores de Once, decía que no sentía culpa de robarle a los comerciantes, que eran todos ladrones, que le robaban "al pueblo". Me ofreció una vez un servicio que yo jamás había imaginado que mis oídos iban a escuchar la oferta. Le conté de un amigo que me había estafado, y él me largó enseguida la pregunta siguiente: ¿Querés que te lo mande matar? No, gracias, le dije, mientras se me revolvían las tripas observando la calidad del elemento que estaba en funciones en nombre de la Santa Inspección Municipal.
Me consta que Ibarra quiso, intentó, desarticular esa mafia poniendo nuevos inspectores jóvenes, pero también me consta cómo éstos fueron perseguidos por la maraña mafiosa que estaba enquistada dentro de la Municipalidad diseminada en múltiples funciones y puestitos secundarios, poniéndoles piedras en el camino para que no pudieran llevar a cabo su cometido. Me lo contó personalmente un estudiante universitario que entró con una camada de contratados por Ibarra para renovar las inspecciones. Se encontraba con horrores en las cocinas de los restaurantes, estaba asqueado, porque era un muchacho decente, entendiendo por sus propios ojos que desde cualquier época se aceptó cualquier cosa sin habilitarse correctamente.
Todos los locales habilitados que encontraba este muchacho debían haber sido clausurados inmediatamente. Pero, me decía, yo tengo órdenes de intimar a la gente y darle tiempo de que hagan su reconversión, pero me estoy cansando, ésto es más de lo que me imaginaba. Los tipos me miran, decía, como diciéndome de dónde saliste bicho raro, las reglas del juego son otras. Se nota que no me van a dar pelota, decía. Y me contaba de los cables colgando sobre ollas con comida hirviendo, de las telarañas en los techos que no habían sido nunca limpiados con un plumero, de las humedades y hongos en las paredes, de los tachos de basura infectos, de un estado tan catastrófico que era imposible de imaginar sobre todo, después de tantas inspecciones que habían tenido a través de los años, que constaban pulcramente en los Libros de Actas de estos comerciantes, donde se manifiesta que estaba todo "en orden".
Me consta que Ibarra trató por muchos medios de romper la mafia pero no pudo, y que cuando vió que la maraña era demasiado compleja, empezó por deshacerla del todo, impidiéndole a todos los Inspectores el contacto con el inspeccionado, mandando a todos y cada uno de los miembros de esas redes nefastas a salir de sus puestos y hacer otra cosa. La desaparición de esos perversos que nos chuparon la sangre toda la vida, que fue de un día para el otro, fue un oxígeno para los comerciantes que no hacemos nada con lo que peligre la vida de nadie, pero también para los que siempre violaron las reglas y ponen en peligro la vida de todos, porque ahora podían violarlas igual que antes, pero sin tener que pagar coimas. Nada era demasiado diferente para el ciudadano de a pie en esta historia que hubiera o no hubiera inspectores, que es lo pasó toda la vida. Yo, que sabía lo que son los Inspectores, pensaba en cuánta gente duerme tranquila creyendo que hay un Estado que lo protege. Nadie que no tuviera la experiencia directa se imaginó nunca lo que se cocinó siempre detrás de las inspecciones, cómo siempre se arregló todo con unos pocos pesos.
Mientras Ibarra trataba, el país se caía por efectos del menemismo. Los tiempos de la crisis económica ameritaron el esmero por cuidar otras urgencias que la inspección. Era un problema enorme poder pagar los sueldos de los empleados públicos, de los maestros, mantener los hospitales, en medio de una cesación de pago de impuestos de Ingresos Brutos generalizada en la Ciudad. Ibarra consiguió no tener que emitir cuasimoneda, único territorio donde siguió circulando el peso, cuando ni siquiera el Estado Nacional pudo sostenerlo. En todo lo más importante Ibarra fue eficiente. Pero no logró formar un Ejército de Inspectores que no fuera corrupto. Eso tarda mucho tiempo, no se hace de un día para el otro. Y la verdad, no se si podría hacerse en La Argentina, no lo creo, me es imposible siquera imaginarlo en la más remota fantasía. Es mucho más fácil formar un Ejército de Inspectores corrupto.
Y llegó Cromañón. Pero Ibarra no fue destituído por Cromañón, sino porque no sirvió para armar políticamente un entramado de sostén. Estaba muy solo con su alma, creído de que tenía suficiente poder, parado sobre un endeble punto de sustentación en equilibrio inestable, desafiando la ley de gravedad, cuestión que el primer viento fuerte lo volteó.
Cromañón le vino como anillo al dedo a las fieras, y a Ibarra se lo comieron sin mucho esfuerzo. El circo de la mayor hipocresía de la Argentina fue la Destitución de Ibarra, que se condimentó con discursos para el bronce en la Legislatura. Chivo emisario Ibarra, víctima de su incapacidad de armado político para sostenerse en el poder y resistir el embate de Macri y sus cuantiosos amigos "honrados e incorruptibles". La cruzada por la Justicia y por la Venganza contra el progresismo de los derechos humanos que simbolizaba Ibarra, que se ensañó contra candidaturas honestistas como la de Pati, la del genocida Bussi, o la de la mujer de Fernando Siro, veía llegada su "hora señalada". La Destitución fue articulada por Macri, que se puso de alfombra a este Ibarra incapaz de tener la necesaria mafia para contrarrestar a este empresario heredero de su padre y ávido de revanchas históricas como la de destituir a un progresista defensor de los derechos humanos.
Claro que si Ibarra no hubiera echado a los Inspectores mafiosos, hubiera estado comprometido seriamente. Gracias a que no se hicieron esas inspecciones, es que Ibarra zafó de la responsabilidad principal y se la delegó a funcionarios de segundo orden encargados de armar las inspecciones. Si se hubieran hecho esas inspecciones, se hubieran cobrado coimas para dar el visto bueno a Cromañón como estaba. Pero no se hicieron. Entonces Ibarra no pudo ser involucrado.
Ahora, nadie se pregunta si hoy los locales de recitales tienen asegurada la habilitación correcta. Ningún TNembaum le pregunta nada a Macri de eso. ¿Se hacen inspecciones Macri? ¿Puedo mandar mis hijos a todos los lugares? ¿Cómo sé si están habilitados?
Eso sí, él cuida mucho de que no se estacione mal. En cualquier hora de la noche viene la grúa y se lleva un auto mal estacionado. Y ahí se cobra mucha plata, sin necesidad de las coimas. A Macri seguro que no le van a pasar por encima inspectorcitos con negocitos de segunda categoría. Se terminó la hora de las ratas. Llegó la hora del gato.
Después de tanta corrupción de toda la vida, después de que los militares se vinieron a llevar decenas de miles de hijos de otros padres a la muerte frente a la vista de todos nosotros, después de que se cayó la República Argentina, ahora los padres de Cromañón quieren encontrar en Chabán y en Callejeros a los culpables dolosos de sus muertos. Pobres inocentes, no entienden quiénes mataron a sus hijos.
Chabán y Callejeros no son más que chivos expiatorios, será un acto de injusticia suprema aplicar a Chabán y a Callejeros la intencionalidad de matar al considerar delito "doloso" su responsabilidad en Cromañon para darle gusto a los padres. Ellos debieron ser acusados de muerte culposa. Tanto Chabán como Callejeros. Que no haya sido así, es un hecho escandaloso, insostenible y repudiable. La Justicia argentina ha renunciado a impartir verdadera Justicia. Y eso sigue siendo la peor de las condenas para la sociedad argentina.
Que hayan sentenciado por muerte dolosa a Chabán y al manager de Callejeros no resiste la más mínima lógica ¿Cómo entender que Chabán o Callejeros puedan ser acusados por muerte dolosa? Ellos estaban adentro del lugar. Si tuvieron intención de matar, ¿también tuvieron intención de sucidarse?
Además de ver el horror de las muertes de Cromañón, ¿tenemos que ver el triste espectáculo de la Justicia? ¿Qué va a pasar en la segunda instancia? ¿Llegarán hasta la Corte Suprema? ¿Por qué no se hizo lo que correspondía de una buena vez? ¿Por qué se le dejó al Fiscal acusar por muerte "dolosa"? ¿Quién tuvo intención de matar a los chicos de Cromañón?
De Cromañón son culpables la Sociedad Rural, los militares, Menem y sus amigos empresarios, involucrando también al curioso partido que se dice peronista, pero a pesar de ello llevó a la candidatura a presidente a un individuo que vendió los restos del patrimonio del Estado. De un Estado que fue poderoso en la era peronista del primer gobierno de Perón. De un Estado que la alta burguesía y los militares del úlitmo medio siglo se encargaron de destruir sin desmayo y que un peronista, nada menos, terminó de deshacer para siempre. Porque el Estado que hoy tenemos no es aquél, sino uno nuevo que nació milagrosamente de las cenizas.
Ellos son los culpables, y por supuesto el FMI, de que hubiera a fin de siglo XX, en nuestro querido suelo, una juventud rockera que había encontrado nada menos que en la bengala y en la pirotecnia su modo de gastar en estallidos desafiantes y luminosos, la energía sin consumir, acumulada por falta de trabajo, por falta de plata, por falta de ilusiones, por el país que estábamos viviendo, sin futuro a la vista.
Este símbolo juvenil que fue la bengala, además del llamado de atención escandaloso, está entreverado con una dosis cierta de riesgo, que denuncia el poco valor con el que se mide a la vida propia. A pocos meses de Cromañón, hubo que evacuar una Escuela en el barrio de Belgrano por estallido de bengalas dentro del edificio escolar. Hubo alumnos con principio de asfixia y hubo caos. Las bengalas se tiraron como manifestación de protesta contra la presencia de Bush en el país (¡!).
http://www.clarin.com/diario/2005/11/04/laciudad/h-05415.htm
Dicen que la bengala estallaba en cualquier lado donde hubiera juventud de nivel popular, así fuera en un recital de la correcta Soledad. Dicen que era un signo con el cual habían hecho simbiosis de sentido, del cual no hubieran podido prescindir hasta las últimas consecuencias. Recital de Callejeros era igual a juventud oyendo letras que sangran por las heridas de las ilusiones vanas, y era igual a bengala que estalla.
Haciendo un poco de historia reciente de cómo fuimos a parar con nuestros huesos a Cromañón, tenemos que mirar cómo fue y cómo llegó a nuestros días el Estado Argentino. Porque efectivamente las muertes de Cromañón son culpa del Estado, que abandonó a su suerte a todos sus habitantes. Lo importante es saber quiénes son los responsables de lo que pasó con el Estado Argentino; esos son los responsables de las muertes de los chicos de Cromañón. Esos son los verdaderos responsables. No es Ibarra, no es Chabán, no es Callejeros.
Ese Estado destruído por la alta burguesía argentina, que fue corrupto en todos los tiempos, con una corrupción endémica que no es secreto para nadie que haya vivido una cuántas décadas, fue recibido por Ibarra, en la Ciudad, primero, y por Kirchner, después, en la Nación, en estado de descomposición. Descuajeringado, arruinado, desnaturalizado, quebrado, abandonando a la deriva a todos sus ciudadanos, cuanto menos ricos, más desgraciados.
Me consta, porque tengo un local de comercio, que los Inspectores Municipales fueron siempre el rostro más descarnado e inmediato de la corrupción estatal, una mafia enquistada en el esqueleto del Estado que sobrevivió autárquicamente a todos los gobiernos del signo que fueran. Destinados al incumplimiento de sus funciones y al cobro de la coima para perdonar cualquier ilícito, juntaban plata cada uno por su cuenta, y la repartían con el Jefe de Inspectores en alguna esquina o bar. En alguna jornada, toda la recaudación iría para alguien un poco más arriba, o un poco más al costado, como el Comisario, cuando se trataba de inspeccionar prostíbulos, por ejemplo. (El Comisario de la séptima de hace unos cuantos años, se terminó casando con "la gallega", la dueña de un hotel-prostíbulo de cuarta, que funcionaba cruzando la esquina de la óptica.)
Una vez me contó un inspector que su Jefe era una alma de Dios, que un día les pidió toda la recaudación para ayudar a un verdulero que tenía a su hija en espera de un trasplante. Este mafioso Jefe de Inspectores de Once, decía que no sentía culpa de robarle a los comerciantes, que eran todos ladrones, que le robaban "al pueblo". Me ofreció una vez un servicio que yo jamás había imaginado que mis oídos iban a escuchar la oferta. Le conté de un amigo que me había estafado, y él me largó enseguida la pregunta siguiente: ¿Querés que te lo mande matar? No, gracias, le dije, mientras se me revolvían las tripas observando la calidad del elemento que estaba en funciones en nombre de la Santa Inspección Municipal.
Me consta que Ibarra quiso, intentó, desarticular esa mafia poniendo nuevos inspectores jóvenes, pero también me consta cómo éstos fueron perseguidos por la maraña mafiosa que estaba enquistada dentro de la Municipalidad diseminada en múltiples funciones y puestitos secundarios, poniéndoles piedras en el camino para que no pudieran llevar a cabo su cometido. Me lo contó personalmente un estudiante universitario que entró con una camada de contratados por Ibarra para renovar las inspecciones. Se encontraba con horrores en las cocinas de los restaurantes, estaba asqueado, porque era un muchacho decente, entendiendo por sus propios ojos que desde cualquier época se aceptó cualquier cosa sin habilitarse correctamente.
Todos los locales habilitados que encontraba este muchacho debían haber sido clausurados inmediatamente. Pero, me decía, yo tengo órdenes de intimar a la gente y darle tiempo de que hagan su reconversión, pero me estoy cansando, ésto es más de lo que me imaginaba. Los tipos me miran, decía, como diciéndome de dónde saliste bicho raro, las reglas del juego son otras. Se nota que no me van a dar pelota, decía. Y me contaba de los cables colgando sobre ollas con comida hirviendo, de las telarañas en los techos que no habían sido nunca limpiados con un plumero, de las humedades y hongos en las paredes, de los tachos de basura infectos, de un estado tan catastrófico que era imposible de imaginar sobre todo, después de tantas inspecciones que habían tenido a través de los años, que constaban pulcramente en los Libros de Actas de estos comerciantes, donde se manifiesta que estaba todo "en orden".
Me consta que Ibarra trató por muchos medios de romper la mafia pero no pudo, y que cuando vió que la maraña era demasiado compleja, empezó por deshacerla del todo, impidiéndole a todos los Inspectores el contacto con el inspeccionado, mandando a todos y cada uno de los miembros de esas redes nefastas a salir de sus puestos y hacer otra cosa. La desaparición de esos perversos que nos chuparon la sangre toda la vida, que fue de un día para el otro, fue un oxígeno para los comerciantes que no hacemos nada con lo que peligre la vida de nadie, pero también para los que siempre violaron las reglas y ponen en peligro la vida de todos, porque ahora podían violarlas igual que antes, pero sin tener que pagar coimas. Nada era demasiado diferente para el ciudadano de a pie en esta historia que hubiera o no hubiera inspectores, que es lo pasó toda la vida. Yo, que sabía lo que son los Inspectores, pensaba en cuánta gente duerme tranquila creyendo que hay un Estado que lo protege. Nadie que no tuviera la experiencia directa se imaginó nunca lo que se cocinó siempre detrás de las inspecciones, cómo siempre se arregló todo con unos pocos pesos.
Mientras Ibarra trataba, el país se caía por efectos del menemismo. Los tiempos de la crisis económica ameritaron el esmero por cuidar otras urgencias que la inspección. Era un problema enorme poder pagar los sueldos de los empleados públicos, de los maestros, mantener los hospitales, en medio de una cesación de pago de impuestos de Ingresos Brutos generalizada en la Ciudad. Ibarra consiguió no tener que emitir cuasimoneda, único territorio donde siguió circulando el peso, cuando ni siquiera el Estado Nacional pudo sostenerlo. En todo lo más importante Ibarra fue eficiente. Pero no logró formar un Ejército de Inspectores que no fuera corrupto. Eso tarda mucho tiempo, no se hace de un día para el otro. Y la verdad, no se si podría hacerse en La Argentina, no lo creo, me es imposible siquera imaginarlo en la más remota fantasía. Es mucho más fácil formar un Ejército de Inspectores corrupto.
Y llegó Cromañón. Pero Ibarra no fue destituído por Cromañón, sino porque no sirvió para armar políticamente un entramado de sostén. Estaba muy solo con su alma, creído de que tenía suficiente poder, parado sobre un endeble punto de sustentación en equilibrio inestable, desafiando la ley de gravedad, cuestión que el primer viento fuerte lo volteó.
Cromañón le vino como anillo al dedo a las fieras, y a Ibarra se lo comieron sin mucho esfuerzo. El circo de la mayor hipocresía de la Argentina fue la Destitución de Ibarra, que se condimentó con discursos para el bronce en la Legislatura. Chivo emisario Ibarra, víctima de su incapacidad de armado político para sostenerse en el poder y resistir el embate de Macri y sus cuantiosos amigos "honrados e incorruptibles". La cruzada por la Justicia y por la Venganza contra el progresismo de los derechos humanos que simbolizaba Ibarra, que se ensañó contra candidaturas honestistas como la de Pati, la del genocida Bussi, o la de la mujer de Fernando Siro, veía llegada su "hora señalada". La Destitución fue articulada por Macri, que se puso de alfombra a este Ibarra incapaz de tener la necesaria mafia para contrarrestar a este empresario heredero de su padre y ávido de revanchas históricas como la de destituir a un progresista defensor de los derechos humanos.
Claro que si Ibarra no hubiera echado a los Inspectores mafiosos, hubiera estado comprometido seriamente. Gracias a que no se hicieron esas inspecciones, es que Ibarra zafó de la responsabilidad principal y se la delegó a funcionarios de segundo orden encargados de armar las inspecciones. Si se hubieran hecho esas inspecciones, se hubieran cobrado coimas para dar el visto bueno a Cromañón como estaba. Pero no se hicieron. Entonces Ibarra no pudo ser involucrado.
Ahora, nadie se pregunta si hoy los locales de recitales tienen asegurada la habilitación correcta. Ningún TNembaum le pregunta nada a Macri de eso. ¿Se hacen inspecciones Macri? ¿Puedo mandar mis hijos a todos los lugares? ¿Cómo sé si están habilitados?
Eso sí, él cuida mucho de que no se estacione mal. En cualquier hora de la noche viene la grúa y se lleva un auto mal estacionado. Y ahí se cobra mucha plata, sin necesidad de las coimas. A Macri seguro que no le van a pasar por encima inspectorcitos con negocitos de segunda categoría. Se terminó la hora de las ratas. Llegó la hora del gato.
Después de tanta corrupción de toda la vida, después de que los militares se vinieron a llevar decenas de miles de hijos de otros padres a la muerte frente a la vista de todos nosotros, después de que se cayó la República Argentina, ahora los padres de Cromañón quieren encontrar en Chabán y en Callejeros a los culpables dolosos de sus muertos. Pobres inocentes, no entienden quiénes mataron a sus hijos.
Chabán y Callejeros no son más que chivos expiatorios, será un acto de injusticia suprema aplicar a Chabán y a Callejeros la intencionalidad de matar al considerar delito "doloso" su responsabilidad en Cromañon para darle gusto a los padres. Ellos debieron ser acusados de muerte culposa. Tanto Chabán como Callejeros. Que no haya sido así, es un hecho escandaloso, insostenible y repudiable. La Justicia argentina ha renunciado a impartir verdadera Justicia. Y eso sigue siendo la peor de las condenas para la sociedad argentina.
Que hayan sentenciado por muerte dolosa a Chabán y al manager de Callejeros no resiste la más mínima lógica ¿Cómo entender que Chabán o Callejeros puedan ser acusados por muerte dolosa? Ellos estaban adentro del lugar. Si tuvieron intención de matar, ¿también tuvieron intención de sucidarse?
Además de ver el horror de las muertes de Cromañón, ¿tenemos que ver el triste espectáculo de la Justicia? ¿Qué va a pasar en la segunda instancia? ¿Llegarán hasta la Corte Suprema? ¿Por qué no se hizo lo que correspondía de una buena vez? ¿Por qué se le dejó al Fiscal acusar por muerte "dolosa"? ¿Quién tuvo intención de matar a los chicos de Cromañón?