La sentencia salomónica
En la corte de Salomón, dos mujeres se disputan la maternidad legítima de un niño. Salomón actúa de Juez y emite un fallo sorprendente: que se corte en dos al niño y se de una mitad a cada madre.
Sin perder tiempo la madre legítima se confiesa fraudulenta, para evitar que se cumpla la sentencia y su hijo resulte muerto. La reacción veloz de la mujer que se autoinculpa produce la resolución del enigma. Salomón la reconoce como madre verdadera, le entrega al niño y castiga a la apropiadora.
La sentencia catatónica (del Tribunal de Casación) comparada con la salomónica.
En el juicio de Salomón, como en el juicio de las Abuelas, que fue a Casación, la disputa es por la identidad de un niño. Una parte es la apropiadora, la otra, la legítima.
En la época de Salomón no existía la prueba del ADN. En esta época, sí. Pero para los jueces argentinos es como si la prueba del ADN no existiera.
Salomón no tenía ni la menor idea de cuál de las dos podía ser la madre legítima. No tenía idea si la madre legítima en posesión de su niño estaba siendo disputada por una impostora, o si una apropiadora en posesión de un niño ajeno era disputada por la madre verdadera. Salomón no tenía modo de resolver el enigma sino por medio de un ardid.
En el caso de las Abuelas está probado el modo irregular de la adopción de los hijos de Ernestina Herrera. La dueña de Clarín aparece muy altamente sospechada de haberse apropiado en modo ilegal y aberrante de dos hijos robados a madres en cautiverio, secuestradas, torturadas, asesinadas y desaparecidas. Sólo falta un examen del ADN comparado con en el de los desaparecidos para resolver el enigma. No se necesita ningún ardid.
Salomón falla que al niño se lo parta al medio y se entregue una mitad a cada una de las contendientes, pero no es su intención hacer cumplir la sentencia sino provocar una reacción en la madre legítima que revele el enigma. Salomón busca la Justicia.
Casación falla que la toma de muestras de sangre para determinar el ADN, se haga aún en forma compulsiva, pero tampoco intenta hacer cumplir la sentencia, porque la limita con fechas que hacen imposible la resolución del enigma. El Tribunal de Casación no busca la Justicia y la solución del enigma como Salomón, sino la forma de eludirla.
A primera vista, el fallo de Salomón aparenta ser macabro, absurdo y un despropósito. En cambio el de Casación tiene apariencia de feliz, racional y efectivo. En ambos fallos la primera vista es equívoca. El macabro fallo de Salomón termina en efectos felices. Pero el esperanzador fallo de Casación termina en efectos macabros.
Emulando el arte rabínico del que hace alpedística gala el "rabino Bergman", que es el arte de jugar con las palabras en espejo, vamos a hacer un ejercicio útil del mismo juego en el siguiente párrafo:
El fallo de Salomón parte en dos al niño, el fallo de Casación parte en dos al mismo fallo. Salomón manda dar muerte a un niño que ha nacido y está vivo. Casación hace nacer un fallo al que da muerte en el momento de haber nacido. Salomón hace nacer la Justicia resolviendo el enigma, Casación sepulta la Justicia al impedir que el enigma se resuelva. En ambos fallos hubo una segunda intención. En el de Salomón la intención era un ardid para saber la verdad. En el de Casación, un ardid para que la verdad no se sepa.
En la época de Salomón no existía la prueba del ADN. En esta sí.
Si Salomón hubiera tenido a mano la prueba de ADN, hubiera descubierto a la verdadera madre del litigio sin necesidad de ardides, pero no hubiera sido recordado por la historia como juez Sabio y Justo.
Los jueces argentinos tienen a mano la prueba de ADN, pero se niegan con ardides a descubrir la identidad en litigio. De haber cumplido su deber, seguramente sus nombres pasarían al olvido. Pero al haber sido tan impunes en sus fallos, al haber hecho tanto ardid para eludir la Justicia, con tanta insistencia en la impunidad a través de los años, sin duda pasarán a la memoria mayor con nombre y apellido, pero no en la galería de los justos ni de los sabios ni de los héroes ni de los mejores, sino entre los pillos, entre los tramposos, entre los peores, que también de ellos se ocupa la Historia.
Junto a los peores, a los poderosos perversos, a los poderosos impunes, y a los locos Egregios, estarán por la eternidad, estos jueces, los que usaron ardides no para dar, sino para impedir que se haga Justicia.
A Guillermo Yacobucci, Luis García y Raúl Ramón Madueño
Apéndice: de cómo el Rey Salomón condena a Ernestina Herrera.
Es importante entender la psicología de la madre apropiadora en su verdadera naturaleza atroz, para entender que cuando se reclama por el derecho a la identidad real de los hijos apropiados por la dictadura, no sólo reclaman sus nietos las abuelas, no sólo se está tratando de dar verdad a la identidad de ficción de los hijos apropiados, sino se trata de salvarlos de sus apropiadores, quienes seguramente les han dado una vida del orden de la atrocidad que fueron capaces de cometer.
Detengámonos para analizar más aún por qué Salomón entendió que la mujer que se autoincriminó era la madre verdadera y no la otra.
En apariencia la maternidad tiene dos motivos para ambicionarse: uno el personal y el otro el altruísta. El motivo personal es el de alcanzar el rol social de ser madre. En ese rol se alcanza un nivel de autoridad sobre los hijos, y de reconocimiento social. El motivo altruista es el de criar a un hijo, y que el hijo alcance a ser persona. Es un motivo de desprendimiento supremo hasta límites inimaginables.
Normalmente la mujer que desea ser madre, siente que tiene los dos motivos para ser madre: lo personal y lo altruísta, que parecen alimentarse uno a otro en forma recíproca, en círculo vicioso. Pero en realidad las cosas se dan en un orden de prioridad. Primero que nada está el deseo de criar a un hijo. De ese deseo nace el otro, el de tener un rol social materno integrado a la sociedad, y también del mismo deseo nace el reconocimiento de la maternidad como una etapa de desarrollo de la vida personal. El verdadero deseo de ser madre viene de un único primer motivo, el altruísta. El motivo personal es consecuencia del motivo altruísta, y no al revés, ni en forma conjunta.
Sabiendo eso, Salomón probó cuál de las dos era la verdadera madre, observando para cuál de las dos el motivo altruísta era superior al motivo personal.
Tan es así (el motivo altruísta es el verdadero y primordial ), que una mujer puede criar un niño ajeno que necesita una madre, con el amor de una madre verdadera, como si lo hubiera parido. Por eso funciona la adopción legal, con la verdad del origen adoptivo dicha al hijo adoptado, donde la voluntad de la madre biológica de entregar a su hijo queda probada, donde la necesidad de salvataje del hijo por una madre sustituta de la biológica queda probada, y es un hecho irrebatible que la madre adoptiva acude en salvataje del niño abandonado, y no al revés. Un niño que no ha sido entregado ni abandonado, sino que ha sido arrebatado, no necesita ningún salvataje, salvo de las garras de la que lo robó. Un niño no puede acudir en salvataje de una mujer necesitada de ser madre. Ese niño no elegiría abandonar a su madre para ir a solucionar los motivos mezquinos por los que una ladrona necesita la maternidad.
Es imposible, que una mujer que se apropia de un hijo ajeno pueda tener motivos altruístas para ser madre. Una mujer que se apropia de un hijo ajeno tiene solamente motivos personales para ser madre, motivos egoístas, mezquinos, que difícilmente reduden en bonanza para el hijo.
De ahí que la madre apropiadora en el juicio de Salomón no se desesperó como lo hizo la verdadera con la sentencia de partir en dos al niño, ya que no era el niño lo que le más le importaba, sino su egoísmo personal. Perder al niño reconociéndose apropiadora sólo para evitar que el niño muera y luego ser castigada por ello, no era parte de su plan de apropiación. Ella no se apropió del niño para que le trajera desgracias, sino sólo felicidad. En cambio la verdadera madre está dispuesta a morir para que su hijo viva.
Salomón nos describe la psiquis de la mujer apropiadora de niños Describe en ella la hipocresía, el abuso de un niño para satisfacer una ambición personal. No olvidarlo para juzgar lo que hizo Ernestina de Noble.
En la corte de Salomón, dos mujeres se disputan la maternidad legítima de un niño. Salomón actúa de Juez y emite un fallo sorprendente: que se corte en dos al niño y se de una mitad a cada madre.
Sin perder tiempo la madre legítima se confiesa fraudulenta, para evitar que se cumpla la sentencia y su hijo resulte muerto. La reacción veloz de la mujer que se autoinculpa produce la resolución del enigma. Salomón la reconoce como madre verdadera, le entrega al niño y castiga a la apropiadora.
La sentencia catatónica (del Tribunal de Casación) comparada con la salomónica.
En el juicio de Salomón, como en el juicio de las Abuelas, que fue a Casación, la disputa es por la identidad de un niño. Una parte es la apropiadora, la otra, la legítima.
En la época de Salomón no existía la prueba del ADN. En esta época, sí. Pero para los jueces argentinos es como si la prueba del ADN no existiera.
Salomón no tenía ni la menor idea de cuál de las dos podía ser la madre legítima. No tenía idea si la madre legítima en posesión de su niño estaba siendo disputada por una impostora, o si una apropiadora en posesión de un niño ajeno era disputada por la madre verdadera. Salomón no tenía modo de resolver el enigma sino por medio de un ardid.
En el caso de las Abuelas está probado el modo irregular de la adopción de los hijos de Ernestina Herrera. La dueña de Clarín aparece muy altamente sospechada de haberse apropiado en modo ilegal y aberrante de dos hijos robados a madres en cautiverio, secuestradas, torturadas, asesinadas y desaparecidas. Sólo falta un examen del ADN comparado con en el de los desaparecidos para resolver el enigma. No se necesita ningún ardid.
Salomón falla que al niño se lo parta al medio y se entregue una mitad a cada una de las contendientes, pero no es su intención hacer cumplir la sentencia sino provocar una reacción en la madre legítima que revele el enigma. Salomón busca la Justicia.
Casación falla que la toma de muestras de sangre para determinar el ADN, se haga aún en forma compulsiva, pero tampoco intenta hacer cumplir la sentencia, porque la limita con fechas que hacen imposible la resolución del enigma. El Tribunal de Casación no busca la Justicia y la solución del enigma como Salomón, sino la forma de eludirla.
A primera vista, el fallo de Salomón aparenta ser macabro, absurdo y un despropósito. En cambio el de Casación tiene apariencia de feliz, racional y efectivo. En ambos fallos la primera vista es equívoca. El macabro fallo de Salomón termina en efectos felices. Pero el esperanzador fallo de Casación termina en efectos macabros.
Emulando el arte rabínico del que hace alpedística gala el "rabino Bergman", que es el arte de jugar con las palabras en espejo, vamos a hacer un ejercicio útil del mismo juego en el siguiente párrafo:
El fallo de Salomón parte en dos al niño, el fallo de Casación parte en dos al mismo fallo. Salomón manda dar muerte a un niño que ha nacido y está vivo. Casación hace nacer un fallo al que da muerte en el momento de haber nacido. Salomón hace nacer la Justicia resolviendo el enigma, Casación sepulta la Justicia al impedir que el enigma se resuelva. En ambos fallos hubo una segunda intención. En el de Salomón la intención era un ardid para saber la verdad. En el de Casación, un ardid para que la verdad no se sepa.
En la época de Salomón no existía la prueba del ADN. En esta sí.
Si Salomón hubiera tenido a mano la prueba de ADN, hubiera descubierto a la verdadera madre del litigio sin necesidad de ardides, pero no hubiera sido recordado por la historia como juez Sabio y Justo.
Los jueces argentinos tienen a mano la prueba de ADN, pero se niegan con ardides a descubrir la identidad en litigio. De haber cumplido su deber, seguramente sus nombres pasarían al olvido. Pero al haber sido tan impunes en sus fallos, al haber hecho tanto ardid para eludir la Justicia, con tanta insistencia en la impunidad a través de los años, sin duda pasarán a la memoria mayor con nombre y apellido, pero no en la galería de los justos ni de los sabios ni de los héroes ni de los mejores, sino entre los pillos, entre los tramposos, entre los peores, que también de ellos se ocupa la Historia.
Junto a los peores, a los poderosos perversos, a los poderosos impunes, y a los locos Egregios, estarán por la eternidad, estos jueces, los que usaron ardides no para dar, sino para impedir que se haga Justicia.
A Guillermo Yacobucci, Luis García y Raúl Ramón Madueño
Apéndice: de cómo el Rey Salomón condena a Ernestina Herrera.
Es importante entender la psicología de la madre apropiadora en su verdadera naturaleza atroz, para entender que cuando se reclama por el derecho a la identidad real de los hijos apropiados por la dictadura, no sólo reclaman sus nietos las abuelas, no sólo se está tratando de dar verdad a la identidad de ficción de los hijos apropiados, sino se trata de salvarlos de sus apropiadores, quienes seguramente les han dado una vida del orden de la atrocidad que fueron capaces de cometer.
Detengámonos para analizar más aún por qué Salomón entendió que la mujer que se autoincriminó era la madre verdadera y no la otra.
En apariencia la maternidad tiene dos motivos para ambicionarse: uno el personal y el otro el altruísta. El motivo personal es el de alcanzar el rol social de ser madre. En ese rol se alcanza un nivel de autoridad sobre los hijos, y de reconocimiento social. El motivo altruista es el de criar a un hijo, y que el hijo alcance a ser persona. Es un motivo de desprendimiento supremo hasta límites inimaginables.
Normalmente la mujer que desea ser madre, siente que tiene los dos motivos para ser madre: lo personal y lo altruísta, que parecen alimentarse uno a otro en forma recíproca, en círculo vicioso. Pero en realidad las cosas se dan en un orden de prioridad. Primero que nada está el deseo de criar a un hijo. De ese deseo nace el otro, el de tener un rol social materno integrado a la sociedad, y también del mismo deseo nace el reconocimiento de la maternidad como una etapa de desarrollo de la vida personal. El verdadero deseo de ser madre viene de un único primer motivo, el altruísta. El motivo personal es consecuencia del motivo altruísta, y no al revés, ni en forma conjunta.
Sabiendo eso, Salomón probó cuál de las dos era la verdadera madre, observando para cuál de las dos el motivo altruísta era superior al motivo personal.
Tan es así (el motivo altruísta es el verdadero y primordial ), que una mujer puede criar un niño ajeno que necesita una madre, con el amor de una madre verdadera, como si lo hubiera parido. Por eso funciona la adopción legal, con la verdad del origen adoptivo dicha al hijo adoptado, donde la voluntad de la madre biológica de entregar a su hijo queda probada, donde la necesidad de salvataje del hijo por una madre sustituta de la biológica queda probada, y es un hecho irrebatible que la madre adoptiva acude en salvataje del niño abandonado, y no al revés. Un niño que no ha sido entregado ni abandonado, sino que ha sido arrebatado, no necesita ningún salvataje, salvo de las garras de la que lo robó. Un niño no puede acudir en salvataje de una mujer necesitada de ser madre. Ese niño no elegiría abandonar a su madre para ir a solucionar los motivos mezquinos por los que una ladrona necesita la maternidad.
Es imposible, que una mujer que se apropia de un hijo ajeno pueda tener motivos altruístas para ser madre. Una mujer que se apropia de un hijo ajeno tiene solamente motivos personales para ser madre, motivos egoístas, mezquinos, que difícilmente reduden en bonanza para el hijo.
De ahí que la madre apropiadora en el juicio de Salomón no se desesperó como lo hizo la verdadera con la sentencia de partir en dos al niño, ya que no era el niño lo que le más le importaba, sino su egoísmo personal. Perder al niño reconociéndose apropiadora sólo para evitar que el niño muera y luego ser castigada por ello, no era parte de su plan de apropiación. Ella no se apropió del niño para que le trajera desgracias, sino sólo felicidad. En cambio la verdadera madre está dispuesta a morir para que su hijo viva.
Salomón nos describe la psiquis de la mujer apropiadora de niños Describe en ella la hipocresía, el abuso de un niño para satisfacer una ambición personal. No olvidarlo para juzgar lo que hizo Ernestina de Noble.