Hoy Macri declaró que apoya el cambio de boleta de fórmula única por la boleta colectiva de todas las fórmulas, que propuso para las próximas elecciones la oposición en conjunto. Y dijo que era “generoso” en apoyar el cambio, ya que ellos habían ganado con el sistema clásico, porque ya lo tenían “dominado”.
Lo escuché, y me asombré de lo que estaba diciendo en público, y le guiñé un ojo para mis adentros. Yo sé cuán generoso tiene que ser para apoyar éste cambio de sistema.
Pero sé que a muchos de ustedes no debería cerrarles lo que está diciendo, y quisiera hacerlos reflexionar, para que se den cuenta de que ignoran el fondo de lo que está diciendo Macri, con eso de su generosidad.
Por ejemplo, las mujeres “dominábamos” el lavado de ropa a mano en la pileta sobre la tabla y con jabón en pan. Cuando llegó el lavarropas, no dijimos que fuimos generosas en aceptar el cambio, porque el sistema anterior “ya lo teníamos dominado”. Mandamos al séptimo cielo a la tabla de lavar, y nos pasamos al lavarropas, a quien dominamos en un siantiamén porque es un sistema mucho más fácil de dominar. ¿Entienden?
¿Por qué querría alguien mantener un sistema complicado, sólo porque lo tiene dominado? ¿Se van dando cuenta? ¿Se dan cuenta de que Macri sacaba alguna ventaja extra del sistema anterior que tenía “dominado”, y que al aceptar el cambio pierde la ventaja y que por eso es “generoso”?
Para saber qué tipo de ventaja tenía Macri en el sistema clásico, necesito contarles una historia. Es un poco larga, pero creo que vale la pena llegar hasta el final. Contarla para mí, aquí, en mi blog, es una verdadera catarsis.
ÉSTA ES LA HISTORIA
Eran las siete de la mañana y yo ya me había hecho presente. No había nadie, no había llegado nadie. Solamente un hombre estaba apoyado en el tronco del árbol de la puerta de entrada. La calle vacía. Yo la única fanática.
Toqué el timbre y salió una mujer policía. Me dijo que no había llegado nadie, que volviera 7 y media. Salí y miré la cara del hombre apoyado sobre el árbol. Me fui y volví a la media hora, menos cinco minutos. El hombre seguía apoyado sobre el árbol.
En el hall de entrada había ya unas cinco personas. Se abrió la puerta de la Escuela y un policía nos invitó a entrar. Nos dijo que todavía no habían llegado los empleados del Correo que traen los útiles del comicio. Que nos sentáramos a esperar.
El hombre que estaba apoyado en el árbol, ahora estaba apoyado en una pared de la sala cubierta donde esperábamos que llegara el Correo.
Llegó más gente y ya el lugar estaba bastante concurrido cuando empecé a preguntar en voz alta si alguien era Autoridad de Mesa de la que me tocaba ser fiscal. No había llegado nadie de mi mesa, me contestó el policía. Una joven que me escuchó vocear el número de mi mesa me dijo: yo soy fiscal de tu mesa. Ah, fiscal de Macri, le dije, con todo el disgusto que da tener que compartir un día con esa gente. Ella se quedó al lado mío, tenía cara de chica normal, sencilla, no parecía la votante de Macri, me daba bronca que una chica con ese aspecto normal fuera de ese extracto político.
De pronto llegan los empleados del Correo, y en ese momento se produce un pequeño desbande general, todos se abalanzan sobre ellos para hacerse de los útiles y la urna y poder empezar a tiempo. El enigmático hombre que estaba recostado en la pared fue llamado por el policía con un gesto de la mano, y le fue entregada la urna que correspondía a mi mesa.
No entendí por qué el policía no me dijo antes que ese hombre era el Presidente de Mesa de mi mesa, si yo anduve preguntando. En fin. El hombre tomó la urna y nos dirigimos al primer piso, él, la fiscal de Macri y yo, la fiscal de Ibarra.
Nos sentamos a la mesa frente al aula “cuarto oscuro”, y el Presidente de Mesa nos invitó secamente a las dos fiscales a ver cómo ponía las boletas en el cuarto oscuro. Era una elección bastante anormal, había sólo dos contrincantes, y había sólo dos pilas de boletas. Nos sentamos enseguida. Yo me ví el panorama del día bastante aburrido, el Presidente de Mesa era un amargo, la fiscal de Macri no era bicho de interés para mí, pero llegó el Vice acompañado por el mismo policía. Acá llegó el Vicepresidente le dijo al Presidente.
El muchacho que llegó era un encanto. Sentí que era mi salvación. Se sentó entre el Presidente amargo y yo. Pasamos la velada en forma encantadora. Me fue contando su vida. Que había sido 10 de promedio absoluto en Matemáticas en el Secundario, que por eso se decidió a seguir ingeniería, y como yo también estudié matemáticas, tuvimos mucha conversación, muy agradable. Pero estaba un poco exaltado, como demasiado acelerado, y me daba también demasiada bolilla, me hablaba y me hablaba, como queriendo ser simpático. Yo me imaginé estos chicos exigidos por los padres, deseando sobresalir por vaya a saber qué mandato familiar.
A la media hora más o menos, la fiscal de Macri se para y dice que va a ver si hay boletas en el cuarto. Me pareció un poco exagerado, si recién empezábamos, pero yo no la dejé ir sola, me paré y la acompañé. Entramos juntas. Miramos las dos pilas, Me sentí medio estúpida, y salimos. Nos sentamos.
Al poco rato, dice de nuevo que va a mirar si hay boletas. Yo me vuelvo a parar y no la dejo entrar sola, por supuesto, como corresponde. Yo sabía que no iba a poder hacer gran cosa adentro, porque era ridículo que se quisiera robar las boletas de Ibarra, ya que eran sólo dos candidatos. Eso se hace cuando hay muchos y la pila faltante pasa desapercibida entre las demás. Así que no entendía bien a esta muchacha, pero la seguí y entré con ella.
Adentro veo que esta vez la pila de boletas de Macri bajó sensiblemente en relación a la pila de Ibarra, y no sin tristeza le digo: tenés que estar contenta, mirá cómo va ganando tu ídolo. No es mi ídolo, me dice. Y sigue: el tipo paga buena plata por ser fiscal. Me avisó una amiga que buscaba gente, y yo necesito la plata, porque tengo un bebé y soy madre soltera. Pero le tengo una bronca a Macri, yo quiero que gane Ibarra.
¿¡En serio!? dije, ¡compañera! Y ella en voz baja siguió, como compensando la bronca de haber tenido que venderse por plata: y eso que ves de la pila que bajó, es una orden de Macri, de mantener la pila de él siempre más baja que la de Ibarra, así el tipo que entra ve que está ganando Macri, y como el argentino vota a ganador, vota al que tiene la pila más baja. Yo tengo la orden de bajar la pila, pero vos no me dejás entrar sola, y yo me alegro.
La sorpresa de la tecnología para el fraude me dio un sacudón. Entonces, le dije, bajemos la pila de Ibarra, y ahí mismo le saqué la mitad de pura indignación, robándole al ladrón. Me la metí en el bolsillo, y salimos en francachela las dos riéndonos juntas.
Al salir, escuchen bien, el Presidente la mira a la Fiscal de Macri y a mí con mala entraña, se para y entra al cuarto oscuro, sale en seguida hecho una furia y la increpa a ella diciéndole lo siguiente (créase o no): ¿usted, para quién trabaja? y ella baja la cabeza, y acto seguido me dice a mí: usted ponga boletas en la pila de Ibarra que están faltando.
Ella me dice susurrante: se dio cuenta que hicimos algo juntas, a él también lo puso Macri. Yo no entendía nada, es decir, me estaba dando cuenta de que el tipo no era el Presidente designado oficialmente, sino un “ciudadano” afectado en el comicio a suplir a la autoridad de mesa faltante. Pero el tipo estaba esperando de temprano ocupar ese lugar como un solo hombre, recostado en el árbol. Vino a ocupar ese lugar faltante, vino mandado por Macri, a ocupar el lugar de alguno que falte. Y el policía lo sabía, por eso lo llamó con la mano.
Se me estaba abriendo un panorama de teoría conspirativo paranoica que no podía asimilar.
A usted, Fiscal, le mandé poner más boletas de Ibarra, me dijo el infame en tono militar. ¿Y usted qué es, milico para hablarme en ese tono? Le repliqué en voz grave y alta, para que me escuchara todo el salón ¡¡¡Usted hace lo que yo le digo, porque acá yo soy la máxima autoridad!!! Me grita el milico con una pinta de ser represor de la Dictadura.
¡¡¡Yo no le obedezco, usted es un ignorante, no puede haber sido designado Presidente de Mesa, no tiene la educación necesaria para saber que no me puede dar una orden caprichosa, hay suficientes boletas de Ibarra, y yo no pongo más boletas porque no se me canta, llame a la policía, llame al Comando Electoral ¡!! Le dije a los gritos con mi voz más impostada.
El tipo le dio una orden al jovencito primer promedio de matemáticas: ¡Andá a traer al policía! Se hicieron unos minutos de suspenso insoportable. Llegó el policía. El Presidente de Mesa le dijo que me había dado la orden de poner más boletas de Ibarra, porque la pila de Ibarra había descendido, “y eso era intencional de mi parte, para influir en el votante haciéndole creer que venía ganando Ibarra”, que él tenía que cuidar que hubiera dos pilas de la misma altura, que yo me negaba a hacerlo, y que él como policìa me diera la orden.
El policía me miró y me dijo: señora, ponga más boletas en la pila de Ibarra.
No pongo nada, le contesté, no tengo ganas, lléveme detenida si se anima, le dije en voz baja pero desafiante. El policía le dijo unas palabras al Presidente de Mesa, como resignándolo a que no había nada que hacer y se fue.
El Presidente de Mesa se sentó con cara de culo, no me volvió a mencionar el asunto, hubo una calma total por el resto de la tarde.
¿Ché no vas a tener un problema por ésto con Macri? le dije a mi nueva amiga la Fiscal de Macri. Me ne frega Macri, yo ya cobré, y no vuelve a verme el pelo, me contestó la joven mamá necesitada. ¿Y cómo es eso de que manda gente para tomar las presidencias de mesa de los nombrados faltantes? , le pregunté. Mirá lo que yo sé es que a los que consiguen la Presidencia les paga 100 pesos, y a los que van de Fiscales 50. Los 50 son seguros y te los pagan antes de venir, los 100 los paga si conseguís agarrar la Presidencia de Mesa.
Yo me quedé pensando en la fortuna que pagó Macri, uno por uno cada Fiscal, y tantos Presidentes de Mesa. Pero yo no me imaginaba para qué mandaba gente a ocupar la Presidencia. Me andaba en la cabeza que intentaría hacer fraude en el recuento, y me prometía estar alerta en cada paso que dé este milico desgraciado.
Seguimos conversando con el joven 10 de promedio, le hice varios comentarios. Le advertí que el Presidente podía intentar hacer fraude, que había que estar alerta cuidando cada detalle. El pibe me decía que iba a estar alerta. Le dije que confiaba en él.
Llegó el momento crucial. Cuatro personas solamente en el recuento de votos. La Fiscal de Macri estaba conmigo. Yo daba las órdenes en ese cuarto.
A la Fiscal de Macri le dije en voz alta, vos y yo no tocamos un voto, solamente los miramos y los vigilamos.
Saquen todas las sillas de alrededor de las mesas quiero una fila de cuatro mesas peladas y sin sillas. Pongan sus cosas lejos de sus manos, y arremánguense, quiero verles las manos a los dos. El jovencito matemático sacó todas las sillas y dejó las mesas en fila india, en el medio del aula. Pusieron sus efectos personales contra la pared.
Ella y yo nos sentamos contra la pared a mirar lo que ustedes hacen.
Les dije que digan el nombre del candidato en voz alta mostrando cada voto que sacan de la urna y poniéndolos en dos pilas.
El Presidente de Mesa, mudo como si hubiera nacido mudo, hacía el recuento de votos y escribía en la planilla cuántos votantes había habido en la mesa, mientras el pibe decía en voz alta la cantidad que anotaba.
Ahora había que ver si la cantidad de votos de la urna coincidía con los votos anotados. Sacaron los votos de la urna, separaron los nulos, etcétera, todo prolijo, todo a la vista de las dos fiscales, todo coincidió en cantidad.
Las dos pilas lucían igual de altas, solitarias sobre las mesas limpias de otro objeto. Ahora había que contar los votos de cada uno.
¿Cuántos votaron en la mesa? Preguntó de pronto el muchachito al milico. El milico le contestó el número. Digamos que dijo 286, por formular un número que no me acuerdo.
Entonces el muchachito empezó a contar a la vista la pila de Macri. Lo hacía a toda velocidad, claro era un experto matemático.
Ciento cuarenta tres, ciento cuarenta y cuatro, ciento cuarenta y cinco….ciento cincuenta y cinco. Me miró y dijo: GANÓ MACRI. Claro, ciento cincuenta y cinco eran más de la mitad. Casi me conformo. Pero….
Ganó Macri, repitió el milico y ya estaba anotando velozmente como quien se quiere escapar, y yo digo MOMENTITO, vamos a contar otra vez.
Se quedaron los dos callados mirando el piso. Ahora quiero que hagas pilas de diez votos con los votos de Macri, le dije al pibe, y CONTÁ EN VOZ ALTA!!!
El jovencito tomó la pila de Macri y empezó a hacer pilas de diez votos. Contaba diez, pero yo contaba en mi cabeza al mismo tiempo. Terminó la primera pila de diez y yo había contado nueve. Me dije para adentro, sonamos, me equivoqué. Ahora voy a mirar bien en la segunda.
Segunda pila, el joven cuenta diez, yo cuento nueve. Esto es demasiada casualidad me dije y me empecé a poner nerviosa. Otra vez, tercera fila, cuenta diez y yo en mi cabeza cuento nueve, y así en todas las filas, ponía nueve y contaba diez en voz alta. Lo dejé hacer sin decir nada para agarrarlo del cuello ni bien terminara.
Terminó las pilas de diez que eran de nueve y contó las pilas, quince pilas de diez más cinco votos, ciento cincuenta y cinco GANÓ MACRI, dijo el filio duna puttana, primer promedio en matemáticas de la secundaria, delincuente como su patrón, carajo, y yo no lo podía creer.
AHORA VAS A CONTAR DE VUELTA CADA PILA, PERO DESPACITO, DESPACITO, y el pibe se puso colorado como un tomate, las mejillas le reventaban. Contó la primera fila, contó nueve y se quedó callado un segundo. Seguí hablando yo imperturbable. Ahora agarrá una boleta de la segunda pila y ponésela a la primera, y contá la segunda en voz alta y despacio. El pibe contó ocho.
Ahora agarrá dos boletas de la tercera fila, ponéselas a la segunda y contá las boletas de la tercera, en voz alta y despacito. El pibe contó siete. Ahora seguí así poniendo las que faltan hasta llegar a diez que yo te voy vigilando y no se te ocurra volver a hacer trampa porque vas a ir en cana en cuestión de diez minutos.
El pibe obedeció, formó catorce pilas de diez boletas cada una de Macri. Miraba al piso en silencio. El aula era fría como una tumba. Me paré y conté las pilas. Catorce pilas de diez votos cada una son ciento cuarenta votos, si el total es 286, Macri sacó ciento cuarenta e Ibarra ciento cuarenta y seis. GANÓ IBARRA, dije con toda mi fuerza.
Los monstruos hicieron los papeles con las cifras correctas, y yo me fui con el resultado a entregarlo a quien correspondía. Me escapé, salí corriendo, porque había tenido un temple para salir airosa, una concentración, una decisión que me requirió demasiada angustia y tensión. Salí corriendo de ahì, como corre el gaucho en el campo cuando se cruza con la luz mala. Como se decía antes: no me dieron las patas.
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¿Ahora entendés por qué digo que lo banco a Macri cuando dice que es generoso en apoyar el cambio de sistema que tiene dominado?
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