El debate en el Congreso puede mirarse como se mira a un deporte, esperando saber quién va a ganar. Ésto que estamos viendo no parece un deporte como cualquiera, sano, competitivo, donde ganar es la lógica meta. Es como uno de esos partidos de fútbol donde los hooligans o barrabravas amenazaron con quemar la cancha si gana el equipo local y con no poder volver a su casa a los jugadores visitantes si pierden.
No, la política no es un deporte, es una guerra permanente, un ejercicio de la hipocresía y del cinismo. Un juego de fuerzas. Un ring de box donde los boxeadores dan golpes prohibidos, y cada uno se queja de que el otro rompe las reglas.
Sinceramente, lo que estamos viendo es lamentable. No lo digo porque quisiera que fuera mejor, sino porque sé que es imposible que sea diferente. Es así, es el único escenario de la política.
Se enfrentan intereses que acuden a dirimirse en una puesta en escena con forma de “debate” mientras las fuerzas operan por detrás en el verdadero escenario de la puja. No hay forma de conciliar con razones a los intereses opuestos. La razón del interés sectorial es imponerse al otro sector. Alguien dirá que hay un interés superior al sectorial que es el nacional. Claro, cada sector ve en su propio interés el nacional.
¿Por qué no somos francos? El Congreso es la escribanía donde se firman acuerdos logrados en los pasillos, después de haber confrontado las fuerzas de presión, extorsión y canje.
Claro que el Gobierno popular quiere una herramienta para distribuir la renta de los que más ganan a los que menos tienen. Pero los que más ganan creen que el Gobierno debe bajarles los impuestos y favorecer su ganancia, y creen que los impuestos altos son un robo para la “corrupción” y para el “clientelismo”.
Un escenario de lucha de clases. En la arena el gladiador debate con el león.
No, la política no es un deporte, es una guerra permanente, un ejercicio de la hipocresía y del cinismo. Un juego de fuerzas. Un ring de box donde los boxeadores dan golpes prohibidos, y cada uno se queja de que el otro rompe las reglas.
Sinceramente, lo que estamos viendo es lamentable. No lo digo porque quisiera que fuera mejor, sino porque sé que es imposible que sea diferente. Es así, es el único escenario de la política.
Se enfrentan intereses que acuden a dirimirse en una puesta en escena con forma de “debate” mientras las fuerzas operan por detrás en el verdadero escenario de la puja. No hay forma de conciliar con razones a los intereses opuestos. La razón del interés sectorial es imponerse al otro sector. Alguien dirá que hay un interés superior al sectorial que es el nacional. Claro, cada sector ve en su propio interés el nacional.
¿Por qué no somos francos? El Congreso es la escribanía donde se firman acuerdos logrados en los pasillos, después de haber confrontado las fuerzas de presión, extorsión y canje.
Claro que el Gobierno popular quiere una herramienta para distribuir la renta de los que más ganan a los que menos tienen. Pero los que más ganan creen que el Gobierno debe bajarles los impuestos y favorecer su ganancia, y creen que los impuestos altos son un robo para la “corrupción” y para el “clientelismo”.
Un escenario de lucha de clases. En la arena el gladiador debate con el león.