Las vacaciones no formaron parte de mi vida los úlitmos 38 años. La última vez que me fui de vacaciones en serio fue en 1976. Justo es decir que viajé mucho y lo pasè muy bien hasta ese año. Por cosas de la vida, cosas y cosas y cosas, nunca pude hasta este verano pasado, decir bueno, me voy de vacaciones. Salí sí, pero por pocos dìas, invitada a casa de amigos, pero no al lugar que yo eligiera, ni cuando yo quisiera. Y además, la verdad era que no tenía ganas.
Ir de vacaciones para mí no es ir a un hotel. No soporto los hoteles. El año 2007 por fin, se consolidó la situación comercial de mi actividad tan especialmente diezmada por el gobierno de Menem, y enterrada en el 2001.
Una vez que por fin después de tantos años, pude decir "ahora estoy tranquila", en febrero de 2008 me alquilé una cabaña alpina en una pequeña quinta de una manzana cuadrada, en Pilar, con una hermosa pileta. Y pasé con mi marido diez días de pelìcula. Leyendo, cocinando, mirando el espectáculo del amanecer y el de los pajaritos piando, sentándome en la galería a tomar café por la noche, oyendo el canto de los grillos, el silencio, y mirando la majestad de los pinos centenarios y oliendo a bosque...
Volvimos a casa el primer domingo de marzo, en que Buenos Aires se inundó por una tormenta, pero llegamos diez minutos antes de que se largara lo peor de la lluvia. Volver fue maravilloso. Mi departamento me pareció hermoso. Me acomodé con todas las fuerzas para continuar el trabajo que prometía esta vez por fin, progreso y estabilidad. Kirchner Nèstor y Kirchner Cristina habìan hecho el milagro. Empezar la primera semana de marzo, otra vez en carrera por la vida, esa era mi alegría más grande.
Abrí la óptica al otro día, lunes. El Once bullía, como todo ese verano, de micros que venían del interior. No había cuadra sin esas moles de dos pisos, o las combies en las que vienen grupos.Los compatriotas provincianos parecen querer comprarse todo. Todo viento en popa, todo en orden...hasta que empezó el conflicto con el campo.
El negocio se fue de repente al tacho. El Once se fue quedando vacío. Los micros dejaron de venir. Mes a mes, esos cuatro meses, la cosa se agravaba. A los dos meses ya empezaban a cerrar negocios. En enero no habìa local vació en alquiler. En mayo aparecìan los carteles "se alquila". En enero habìa cartelitos buscando empleado con experiencia por todos lados. En mayo no habìa más carteles. Yo no lo podía soportar.
No podía ser que por fin hubiera habido un gobierno gracias el cual yo habìa mejorado, y me habìa dado la opción de prosperar, y que otra vez me encontrara con el pánico del futuro, con el quebradero de cabeza que es el sentir que se cae todo lo que creías en pie. Pero esta vez era injusto. La culpa no era del gobierno. Durante cinco años se habían hecho las cosas mejor que en los cuarenta años que tengo de actividad. No era justo.
Todo terminó la noche nefasta en que el Cleto votó no positivo. Era el fin del mundo para mí. Yo lo ví en directo, esa noche permanecí despierta, y lo ví al mendocino estirar el final dramático hasta hacerlo insoportable.
Es increíble, pero a pesar de todo lo que pasó, la situación del comercio fue remontando. Los precios se fueron a las nubes, pero ya tocando fin de año, ha vuelto la efervescencia. Hoy fue un dìa muy bueno. Y ya hace dos meses que la cosa aumenta sostenidamente día a día. No entiendo cómo sucedió. Hay plata en la calle. La gente compra, y compra. Es cierto que los micros no vienen en la cantidad que venían. Parece que el campo se jorobó màs que nadie con el paro.
Si sigue la cosa así, voy a volver a alquilar la cabaña alpina este verano, me quedò el recuerdo de esos dìas felices, como los de Cenicienta. Pero me despierto del sueño cuando pienso en eso. Recuerdo que estamos suspendidos en el tiempo, esperando que se vote en el Senado la estatización de las jubilaciones. Y tengo miedo que algo pase y que no salga, como ocurrió la otra vez con Cleto. Esta vez se atacó a los Bancos. ¿Será que vayan a perder alguna vez?
La vez pasada festejé cuando ganamos en Diputados. Esta vez me callé la boca y me puse a esperar. La experiencia se acumula. Esta vez el enemigo es demasiado grande y puede que se venga con un zarpazo inesperado al final. Tengo sesenta años, ninguna posibilidad de soportar otra caída. Esta sería la última. Si se vuelve a caer la actividad, bajo la cortina para siempre. De rabia no más, porque ya me cansé de vivir soportando el presente. Y no puedo ser tan necia de pensar en el futuro con los años que tengo.
Sin embargo, en algùn lugar de mi corazón está la seguridad de que esta vez ganamos, y de que el futuro se consolida. Si ganamos, me voy a la Plaza de Mayo con una bandera argentina, sea la hora que sea. Y al día siguiente no más, contrato un pintor para dejar como nuevas las paredes del negocio.
¿Qué pasará? ¿Iré de veraneo a la casita alpina? ¿O no volveré a verla nunca más?
Eva Row