Tomo la Biblia como un relato mítico, porque no soy creyente, por eso la valoro en la intención shakespeareana de poner en el tapete las cuestiones que afectan al gènero humano, a veces bien expuestas. Ese el caso de la Traición. Que trae a consideración su contrapartida, la Lealtad.
La Biblia comienza con una traición, y no entre dos cualquiera sino entre hermanos.
En el trato dado a este tema, hay una pregunta que le hace Caín a Dios cuando Dios le pregunta ¿dónde está tu hermano? Caìn le contesta: "no sé, ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?
La formulación de esta pregunta es una provocación a contestarla para fundar una sociedad sobre una única base ética que contesta : SI, YO SOY EL GUARDIÁN DE MI HERMANO. Saber que somos guardianes de nuestros hermanos es hacernos cargo del otro, del más próximo.
Yo le diría a Pino Solanas, a Alcira, Argumedo, a Lozano, a todos los que defeccionaron de "sus hermanos", que son Caìnes, que han traicionado, que creen haber encontrado alguna excusa retòrica para esconder su falta de lealtad al hermano.
Lo opuesto a la Traición es la Lealtad. Aunque la palabra Lealtad se ha bastardeado, intentando darle la acepción de alineamiento ciego. La Lealtad te pone del lado de tu hermano cuando se le afecten intereses vitales. No hay argumento que valga para alejarse del hermano sin traslucir mezquindad. Sin romper la ética fundante de la condición humana.
Lo interesante del efecto de abandonar a tu hermano en una posición que pretende enarbolar cualquier ética, te coloca irremisiblemente del otro lado, del lado que lo condena. Te coloca del lado de la Traición.
La Traición, vale pensarlo, nunca es inocente. No hay "equivocados". No hay "errores" de entendimiento. Sólo hay mentira, mentira en la pretendida hermandad. Una traición vuelve a poner en boca de Caìn la pregunta infame : ¿soy acaso yo el guardián de mi hermano?
Eva Row