El post anterior fue en atención a una de esas disputas puntuales del campo de batalla entre el Gobierno y el grupo Clarín -la voz del poder económico-. Hoy no voy a hacer un post sobre el "Operativo Harvard".
Estoy -estamos- un poco cansados de la pequeña batalla, puntual, de la zancadilla y la mentira, de tener que disputar la opinión pública en cada operativo. A veces dan ganas de abandonar.
Todo caminante tiene que detenerse alguna vez a beber agua, a sentarse y descansar las piernas, a pensar en el rumbo que lleva, a recordar por qué camina y volver a pensar en el objetivo. En este post me detengo a pensar un poco en cómo llegamos hasta aquí, y si vamos bien así o no.
Mucho cambió de Marx a hoy. El observó la existencia de clases sociales según su participación en la producción, con capital o trabajo. Marx observó que la propuesta liberal de Adam Smith no se concretaba, que la riqueza no se derramaba automáticamente de ricos a proletarios. La propuesta de Marx era anular la sociedad de clases. Pero las cosas cambiaron.
Hoy la tecnología fue reemplazando la fuerza del trabajo. Hoy el obrero no es la pieza fundamental de la producción, aunque sea necesario. Y no tiene igual vínculo alienante con el producto. El protagonista de la revolución socialista antes era el "obrero". Si Marx observara el mundo de hoy, identificaría otro sujeto como explotado.
Lo extraordinario de Marx es que los fundamentos de su teoría siguen vivos. Siguen siendo Capital y Trabajo los dos elementos de la historia económica actual, pero el Trabajo incluye más sujetos que el obrero de la fábrica. El explotado hoy podría identificarse con una sola palabra: "asalariado". Sea obrero, o informático, o empleado de un Call Center, o empleado del Estado. Y habría que colectivizar la plus valía que le daba cada obrero al patrón de la fábrica en una enorme y única de todo el globo terráqueo entregándosela a entidades financieras.
Fijate que antes la "huelga" obrera era el instrumento de negociación de reivindicaciones, porque se paraba la producción. Hoy te para un país una huelga de transportistas. ¿Tiene sentido seguir apostando a la huelga obrera para transformar la sociedad de clases? ¿Sigue siendo el número de personas explotadas frente al número de capitalistas, tan poderoso como antes para las relaciones de fuerza en un mundo financiero globalizado? ¿Tiene sentido seguir pensando en que se puede destruir el Capitalismo enfrentando al patrón de la fábrica o al capataz del patrón?
Un muy pequeño número de personas cortando rutas de un país donde se transportan mercaderías detienen la vida de ese país. Ingresó a la escena el lock out patronal. Y el sistema financiero en manos de muy pocas personas tiene a los países en vilo, a todos. La última crisis capitalista, fruto de la especulación financiera -esta vez no del exceso de producción- atacó incluso a los EEUU. El mundo de las finanzas supera los estados nacionales. Hoy la territorialidad es un parámetro antiguo. Hay un nuevo país virtual, bancario. Tomando al palacio real y matando al Rey estaba la Revolución empezada. Era un mundo sencillo. Un mundo de bayonetas. Todo eso murió.
Hay un mundo que murió. Pero siguen vivos muchos de los que lo vieron vivo. Y siguen activos unos cuantos que fueron activos. Repitiendo fórmulas. A pesar de que el mundo cambió, los ideólogos siguen aferrados a las mismas fórmulas florecidas en el pasado. Adam Smith y Marx siguen igual. Todavía hoy los neoliberales siguen insistiendo en el derrame como la fórmula de felicidad humana a pesar de probarse su fracaso. Y todavía siguen apostando a la destrucción del capitalismo quienes no se dieron cuenta de que este no es un mundo de reyes y bayonetas.
Es terrible que todo haya cambiado pero en algún sentido nada cambió. Lo peor de esto es la hipocresía. De los ricos. De los necios. Los ricos siguen diciendo que este es un mundo de oportunidades para todos y que la riqueza acumulada por ellos algún día se derramará. Estamos viviendo en un mundo en el que los reyes no reinan en un territorio limitado por fronteras. Ni sus nombre sabemos. ¿Quiénes son? Lo más interesante es que no "son". No son "personas". Son capitales que se juntan y se separan en el ciberespacio, digitados por brokers. Si hubiera narradores de personajes simbólicos, como el Frankestein, se escribiría la novela de un Demonio que gobierna el mundo.
El capital financiero produjo un desastre en Europa y los EEUU. Dio una vuelta a todo lo que estaba en pie. Doblegó al vencedor de ayer. El vencedor de ayer fue el que ganó la Segunda Guerra.
Hoy Alemania tiene en un puño a sus exenemigos. Y es cruel. Si Hitler hubiera podido ver este futuro, se hubiera suicidado con alegría. Están en marcha sus planes. Los europeos fueron unificados detrás de la industria organizada por Alemania y centralizada allí, como quería Hitler. Los judíos desaparecieron de Europa. Los 500 mil que quedaron vivos fueron obligados a ir a fundar el Estado de Israel porque Europa no los reabsorbía. En Oriente Medio el capitalismo occidental obtuvo en Israel su enclave contra el dominio árabe musulmán del petróleo y un aliado poderosamente armado para asegurar que siga fluyendo petróleo a Occidente sin posibles extorsiones. Pero además de la hora del triunfo llegó la hora de la venganza de Alemania. Las humillaciones pasadas desde el Pacto de Versailles hasta el execrado nazismo que no dejaba de marcarle la frente, se tomaron su revancha. Ella doblegó a Europa, y castiga a España como si Franco viviera, por haberla traicionado como aliada.
Japón que perdió la guerra es una potencia. La China comunista es el líder de la producción capitalista.
Acá estamos nosotros, en un país del sur de América, con un modelo que intenta conciliar las clases sociales. No es la primera vez que se aplicó. Gobiernos que quieren gobernar para todos surgen después de crisis terminales que hundieron un país. Los primeros tiempos los ricos se avienen a un pacto social, a pagar impuestos, a mejorar las condiciones del trabajo. Hasta que mejoran. Cuando el pueblo hace el esfuerzo de trabajar para que los ricos salgan de la quiebra y ellos salen a flote, ahí cortan lazos con la clase B.
A un presidente que quiere gobernar para todos, los ricos recuperados en sus nuevas ínfulas le empiezan a poner palos en las ruedas. Esto es ni más ni menos que lo que vivimos desde 2007, en que gracias a Néstor Kirchner nos habíamos recuperado de la crisis terminal. Los ricos usan al Gobierno de la crisis terminal, lo apoyan, lo celebran, lo ayudan. Ni bien recuperan fuerzas lo quieren desechar. Es todo.
¿Qué nos queda? No confundirnos y resistir. Tenemos un trabajoso y milagroso equilibrio de fuerzas. Ellos son pocos con mucho poder. Nosotros mayoría. Sigamos juntos. En nuestro interior hay un deseo de paz y surge una pregunta de la ansiedad: ¿cuándo se va a terminar esto? Si se termina, perdimos nosotros.
Vivmos en un equilibrio en la relación de fuerzas, en la que ellos son pocos y tienen el poder, y nosotros la mayoría en el Gobierno. En un gobierno para todos, la soga está tirante. Los ricos atan la soga a sus monedas de oro. Los pobres tiran con sus músculos. Ellos descansan en el peso de su oro. Nosotros tenemos que tirar de la soga. Vos y yo.
Si recibís este post por mail y querés comentar, no respondas a este correo. Escribí a evarow@gmail.com
Estoy -estamos- un poco cansados de la pequeña batalla, puntual, de la zancadilla y la mentira, de tener que disputar la opinión pública en cada operativo. A veces dan ganas de abandonar.
Todo caminante tiene que detenerse alguna vez a beber agua, a sentarse y descansar las piernas, a pensar en el rumbo que lleva, a recordar por qué camina y volver a pensar en el objetivo. En este post me detengo a pensar un poco en cómo llegamos hasta aquí, y si vamos bien así o no.
Mucho cambió de Marx a hoy. El observó la existencia de clases sociales según su participación en la producción, con capital o trabajo. Marx observó que la propuesta liberal de Adam Smith no se concretaba, que la riqueza no se derramaba automáticamente de ricos a proletarios. La propuesta de Marx era anular la sociedad de clases. Pero las cosas cambiaron.
Hoy la tecnología fue reemplazando la fuerza del trabajo. Hoy el obrero no es la pieza fundamental de la producción, aunque sea necesario. Y no tiene igual vínculo alienante con el producto. El protagonista de la revolución socialista antes era el "obrero". Si Marx observara el mundo de hoy, identificaría otro sujeto como explotado.
Lo extraordinario de Marx es que los fundamentos de su teoría siguen vivos. Siguen siendo Capital y Trabajo los dos elementos de la historia económica actual, pero el Trabajo incluye más sujetos que el obrero de la fábrica. El explotado hoy podría identificarse con una sola palabra: "asalariado". Sea obrero, o informático, o empleado de un Call Center, o empleado del Estado. Y habría que colectivizar la plus valía que le daba cada obrero al patrón de la fábrica en una enorme y única de todo el globo terráqueo entregándosela a entidades financieras.
Fijate que antes la "huelga" obrera era el instrumento de negociación de reivindicaciones, porque se paraba la producción. Hoy te para un país una huelga de transportistas. ¿Tiene sentido seguir apostando a la huelga obrera para transformar la sociedad de clases? ¿Sigue siendo el número de personas explotadas frente al número de capitalistas, tan poderoso como antes para las relaciones de fuerza en un mundo financiero globalizado? ¿Tiene sentido seguir pensando en que se puede destruir el Capitalismo enfrentando al patrón de la fábrica o al capataz del patrón?
Un muy pequeño número de personas cortando rutas de un país donde se transportan mercaderías detienen la vida de ese país. Ingresó a la escena el lock out patronal. Y el sistema financiero en manos de muy pocas personas tiene a los países en vilo, a todos. La última crisis capitalista, fruto de la especulación financiera -esta vez no del exceso de producción- atacó incluso a los EEUU. El mundo de las finanzas supera los estados nacionales. Hoy la territorialidad es un parámetro antiguo. Hay un nuevo país virtual, bancario. Tomando al palacio real y matando al Rey estaba la Revolución empezada. Era un mundo sencillo. Un mundo de bayonetas. Todo eso murió.
Hay un mundo que murió. Pero siguen vivos muchos de los que lo vieron vivo. Y siguen activos unos cuantos que fueron activos. Repitiendo fórmulas. A pesar de que el mundo cambió, los ideólogos siguen aferrados a las mismas fórmulas florecidas en el pasado. Adam Smith y Marx siguen igual. Todavía hoy los neoliberales siguen insistiendo en el derrame como la fórmula de felicidad humana a pesar de probarse su fracaso. Y todavía siguen apostando a la destrucción del capitalismo quienes no se dieron cuenta de que este no es un mundo de reyes y bayonetas.
Es terrible que todo haya cambiado pero en algún sentido nada cambió. Lo peor de esto es la hipocresía. De los ricos. De los necios. Los ricos siguen diciendo que este es un mundo de oportunidades para todos y que la riqueza acumulada por ellos algún día se derramará. Estamos viviendo en un mundo en el que los reyes no reinan en un territorio limitado por fronteras. Ni sus nombre sabemos. ¿Quiénes son? Lo más interesante es que no "son". No son "personas". Son capitales que se juntan y se separan en el ciberespacio, digitados por brokers. Si hubiera narradores de personajes simbólicos, como el Frankestein, se escribiría la novela de un Demonio que gobierna el mundo.
El capital financiero produjo un desastre en Europa y los EEUU. Dio una vuelta a todo lo que estaba en pie. Doblegó al vencedor de ayer. El vencedor de ayer fue el que ganó la Segunda Guerra.
Hoy Alemania tiene en un puño a sus exenemigos. Y es cruel. Si Hitler hubiera podido ver este futuro, se hubiera suicidado con alegría. Están en marcha sus planes. Los europeos fueron unificados detrás de la industria organizada por Alemania y centralizada allí, como quería Hitler. Los judíos desaparecieron de Europa. Los 500 mil que quedaron vivos fueron obligados a ir a fundar el Estado de Israel porque Europa no los reabsorbía. En Oriente Medio el capitalismo occidental obtuvo en Israel su enclave contra el dominio árabe musulmán del petróleo y un aliado poderosamente armado para asegurar que siga fluyendo petróleo a Occidente sin posibles extorsiones. Pero además de la hora del triunfo llegó la hora de la venganza de Alemania. Las humillaciones pasadas desde el Pacto de Versailles hasta el execrado nazismo que no dejaba de marcarle la frente, se tomaron su revancha. Ella doblegó a Europa, y castiga a España como si Franco viviera, por haberla traicionado como aliada.
Japón que perdió la guerra es una potencia. La China comunista es el líder de la producción capitalista.
Acá estamos nosotros, en un país del sur de América, con un modelo que intenta conciliar las clases sociales. No es la primera vez que se aplicó. Gobiernos que quieren gobernar para todos surgen después de crisis terminales que hundieron un país. Los primeros tiempos los ricos se avienen a un pacto social, a pagar impuestos, a mejorar las condiciones del trabajo. Hasta que mejoran. Cuando el pueblo hace el esfuerzo de trabajar para que los ricos salgan de la quiebra y ellos salen a flote, ahí cortan lazos con la clase B.
A un presidente que quiere gobernar para todos, los ricos recuperados en sus nuevas ínfulas le empiezan a poner palos en las ruedas. Esto es ni más ni menos que lo que vivimos desde 2007, en que gracias a Néstor Kirchner nos habíamos recuperado de la crisis terminal. Los ricos usan al Gobierno de la crisis terminal, lo apoyan, lo celebran, lo ayudan. Ni bien recuperan fuerzas lo quieren desechar. Es todo.
¿Qué nos queda? No confundirnos y resistir. Tenemos un trabajoso y milagroso equilibrio de fuerzas. Ellos son pocos con mucho poder. Nosotros mayoría. Sigamos juntos. En nuestro interior hay un deseo de paz y surge una pregunta de la ansiedad: ¿cuándo se va a terminar esto? Si se termina, perdimos nosotros.
Vivmos en un equilibrio en la relación de fuerzas, en la que ellos son pocos y tienen el poder, y nosotros la mayoría en el Gobierno. En un gobierno para todos, la soga está tirante. Los ricos atan la soga a sus monedas de oro. Los pobres tiran con sus músculos. Ellos descansan en el peso de su oro. Nosotros tenemos que tirar de la soga. Vos y yo.
Si recibís este post por mail y querés comentar, no respondas a este correo. Escribí a evarow@gmail.com