Pido perdón por no ser de cuna peronista:
Eramos estudiantes universitarios en la década del 60. Vivíamos en los "cien barrios porteños" de la Capital Federal. Nuestros padres no eran profesionales ni fueron obreros ni empleados agremiados o sindicalizados. Muchos eran inmigrantes de primera o segunda generación. Eran comerciantes minoristas o de oficios varios, por cuenta propia, cosa que era muy sencilla de hacer en esa época. Casi todos los locales de comercio tenían vivienda, y cualquiera se ponía un comercio con facilidad. En todos los barrios había, en cada manzana un almacén de gallego, o más de uno. Lo mismo la verdulería del tano. Y en la Avenida principal estaban las tiendas de ropa, mercería, casa de fotografía, tintorería, librería y juguetería, zapatería, y estaban las panaderías con horno propio, una cada dos cuadras o tres, donde se horneaba todos los días gran cantidad de pan y facturas, y los domingos también horneaban una bandeja que las señoras llevaban con un pollo con papas o asado de carne para cocinar, y la llevaban caliente a su casa. Todo estaba cerca, porque había miles y miles de pequeños comercios distribuídos por los barrios de toda la ciudad. Ahí estaban nuestros padres, y en las viviendas que seguían al local, estábamos nosotros, medio apretados, la verdad.
Los profesionales del barrio eran de otra raigambre, se les tenía un gran respeto, porque eran doctores. Farmacias y consultorios médicos de todas las especialidades había en todos los barrios. Los consultorios particulares estaban llenos de pacientes que pagaban la consulta, y los médicos del barrio venían a las casas a visitar a los enfermos, en cualquier hora del día o de la noche. Los compañeros de la facultad con padres profesionales, que habían sido universitarios durante el peronismo, es muy probable que hayan sido gorilas, y socios de la "Libertadora" en el 55, pero los hijos no lo andaban contando.
Nuestra cuna no era ni peronista ni gorila. Si teníamos alguna influencia paterna en la ideología, seguro que era de izquierda, viniendo ellos de Europa y siendo gente humilde. Si hago una lista con todos los vecinos que vivían en mi cuadra cortita de Córdoba al 6500, en la desembocadura sobre Federico Lacroze, de una esquina a la otra, en los años posteriores al 55, puedo dar un muestreo del origen paterno de los estudiantes universitarios que había en mi cuadra.
Primero Don Rodolfo el bicicletero, que vino de Eslovenia con Doña María y tuvieron tres hijos que estudiaban en la Universidad. Le seguía el ferretero Don Tito que vino de Italia y tenía a la familia en otro barrio. Lo seguía Don Antonio el zapatero remendón, que vino de España con Doña Inés, y tuvieron un hijo "Toñito", que aprendió el oficio de zapatero. Luego venía el sillero que vivía solo, separado, mujeriego, y nadie le daba bolilla en el barrio, nacido en San Luis. Seguíamos nosotros con el negocio de Lonas, Toldos y Colchones. Mis padres vinieron de Polonia, y somos tres hijos que llegamos a la Universidad. Seguía Don Froilán Benito, hijo de italianos, cuyos padres pusieron ahí la fábrica de asientos para inodoros Benito Hermanos y Cía, fábrica que Froilán dirigía junto a su hermano, porque la habían heredado. El no tenía hijos pero su hermano sí, y estudiaban medicina y arquitectura. Los seguía la casa del tano "Gaetti" que hablaba en cocoliche, y que había tallado a mano las butacas del Congreso. Su hijo, el Dr. Gaetti, ya era un médico exitoso, y se había traído de Italia al primo pobre que se llamaba Remo, para hacerlo estudiar medicina en Buenos Aires. Remo se recibió de médico y se volvió a Italia. Al final estaba el conventillo, al que en el año 55 llegó de España"la Orfilia", una galleguita que con dieciséis años vino a trabajar de mucama a mi casa el día siguiente al que bajó del barco, porque la tía la mandó enseguida a trabajar. Mucho tiempo "la Orfilia" no estuvo en casa, porque odiaba a su tía, y se consiguió un novio que trabajaba de encargado en La Franco Inglesa y ganaba muy bien. Se casó y sus hijos fueron a la universidad. ¿Qué entendía toda esta gente de lo que era el peronismo?
Todas estas personas no habían vivido el peronismo desde el protagonismo. Lo vivieron desde las orillas, al margen, sin entenderlo, sin conocerlo, sin amarlo y sin odiarlo. En mi barrio nadie era gorila, nadie. Jamás oí hablar ni bien ni mal de Perón.
Mi recuerdo más próximo al peronismo en mi barrio fue cuando murió Evita. Dos desconocidas mujeres de la vuelta de la manzana, pusieron en medio de la plazoleta que hay todavía frente a la cuadra, un altar con la foto de Evita, un mantel blanco bordado precioso, unas flores sobre el retrato, una cruz y un par de velas encendidas. Nadie más que ellas dos se acercaron al altar, salvo los chicos, que éramos curiosos. Al día siguiente el altar amaneció incendiado completamente. Mi papá dijo que fue una tontería dejar las velas encendidas, que seguro que se cayeron con el viento e incendiaron el mantel. No escuché un comentario sobre quién era Evita. En el año 52 yo tenía cuatro años.
De haber sido hijos de obreros o empleados, seguramente hubiéramos tenido información directa sobre el peronismo. Pero al no tener esa información ni en casa ni en la escuela, ni en los diarios ni en la televisión ni en la radio, porque desde el 55 estaba prohibido hablar del peronismo, ignorábamos lo que ojalá hubiéramos sabido. De toda mi familia, sólo para mí Perón y Evita tuvieron algo de significado más adelante, porque hice primer grado en el año 54. Pero con seis años ¿cuánto podía entender?
La triste prueba de que yo no sabía nada del peronismo.
En mi primer año de trabajo de empleada de óptica, pasé el primer fin de año y no me pagaron el aguinaldo pero yo no lo reclamé porque no sabía que existía. En febrero le pregunté al patrón si cerrábamos de vacaciones. Me dijo que la empresa no cerraba, pero él no tenía inconveniente en que yo me fuera diez días. Le dí las gracias con mucha alegría por su generosidad. Cuando volví y me pagó, cobré el mes entero. Me pareció una buenísima persona por no haberme descontado los días que no trabajé. Antes del siguiente fin de año me enojé con el patrón y le dije que se buscara otra empleada óptica, porque yo me iba a fin de mes. Se ve que tuvo miedo de que yo accionara judicialmente, así que cuando fue el último día que trabajé, me dijo que me entregaba mis papeles y la plata. ¿Qué papeles? le pregunté. Son unos papeles que le corresponden, me los dio el contador, la puso "en blanco", me dijo. ¿Qué es en blanco? le pregunté. ¿Cómo no sabe qué es en blanco? me dijo. Entonces me dio la plata y empezó: este es su sueldo, este es el aguinaldo del año pasado y la parte que le corresponde por este año, y la parte de las vacaciones que le corresponden...y yo volví a preguntar ¿Qué es el aguinaldo? Entonces el tipo entró como en locura y empezó a hablarle al techo diciendo ¿Por qué se enojó conmigo?¿De dónde voy a sacar otra empleada que no sepa lo que es el aguinaldo?
Ida y vuelta en la relación con el peronismo, no habiéndolo recibido en la cuna
En los años 60 el peronismo no parecía importante en la discusión. La época peronista era señalada por la izquierda universitaria como filofascista y punto, y a quién se le iba a ocurrir preocuparse por saber si eso era verdad o no. Sabíamos que había sido el gobierno de nuestra primera infancia, que se terminó con una revolución militar, como el gobierno de Yrigoyen en el 30, como el de Castillo en el 43, como el de Frondizi en el 62, como el de Illia en el 66, año en el que estábamos en la facultad, tres años antes del cordobazo que terminó con Onganía. ¿Qué nos iba a extrañar una dictadura después de un gobierno democrático, si todo funcionaba siempre así?
Nacimos a la vida política antes de la vuelta de Perón, teníamos 20 años en el año del cordobazo, cuando el movimiento obrero se radicalizaba hacia la izquierda. Eramos de izquierda, éramos universitarios con padres que no eran peronistas. No sabíamos nada del peronismo. Nunca nos afiliamos al Partido Comunista, ni seguimos al castrismo, ni al maoísmo, ni a nada. No nos conformaba ninguna opción partidaria.
Eso sí, vimos al peronismo entrando en la Facultad casi cuando nos estábamos yendo. El primer peronista compañero universitario de Ciencias Exactas se llamaba Mario y era un bombón. Las chicas lo llamábamos "Mario el peronista, o Mario la bomba", porque era un rubio de ojos celestes bellísimo. Se rodeaba de gente que le preguntaba y le preguntaba cómo es eso del peronismo, ¿acaso peronismo no es fascismo? Y el tipo nos contestaba que no era cierto, que la izquierda no podía seguir un camino distinto de la clase obrera, que soplaban otros tiempos. Y nosotros lo escuchábamos con respeto y en silencio. Pero nos resultaba extraño, muy extraño.
Sin embargo, la militancia de izquierda continuó después de salir de la facultad, por amiguismo y seguidismo, sin afiliación a ninguna línea, pero acompañando actos, manifestaciones y charlas. Y aunque no nos hicimos peronistas, acompañamos a los peronistas en su gesta cuando se hizo masiva. Los acompañamos a los compañeros peronistas a recibir a Perón a Ezeiza, en ese día trágico, fuimos a verlo a Gaspar Campos, y votamos a Cámpora y fuimos a liberar a los presos caminando por Rivadavia, y luego votamos la fórmula Perón-Perón. Y después nos repugnó López Rega e Isabelita nos dio vergüenza y se acabó el gobierno peronista y vino una dictadura nunca imaginada.
De ahí nuestro alejamiento de toda participación porque era muy riesgosa. Nunca nos identificamos con la violencia. Pasamos la dictadura sin hacer nada políticamente, esperando que llegue el final, calladitos la boca en los lugares públicos cuando uno no sabe quién lo escucha, tratando de no estar en la liberta de teléfonos de nadie, y tirando los libros marxistas de la biblioteca de nuestras casas.
Por fin llegó la democracia y la derrota del peronismo frente a Alfonsín que acusaba un pacto militar-sindical y que recitaba el Preámbulo de la Constitución tomándose una mano con la otra a un costado de la cabeza, gesto que copiaban enamorados todos los chicos, hasta los hijos de los peronistas, mientras la imagen del peronismo era el cajón incendiado por un tipo que no sabía ni hablar.
Esa vez votamos a Alfonsín. Y festejamos en las calles repletas de multitudes, como en el triunfo de un mundial de fútbol. El peronismo parecía finiquitado. Pero no. Llegó Menem, y votamos a Menem. No se puede creer pero hay que decir la verdad, y no mentir. Otra vez creyendo en el peronismo, después de la desilusión del radicalismo impotente, que nos reventó con la inflación del primero y segundo año de democracia, que fue del 688% y el 385% respectivamente. Pero esta vez con el peronismo todo se fue al desastre total. Lo que no hizo la dictadura lo completó este peronista hijo de la gran puta, con perdón de los peronistas de buena madre.
Y apareció Duhalde, otra vez un peronista, que nadie votó, pero que sólo él pudo agarrar el gobierno y nadie entiende por qué tanto piojo político escondido cuando le gritaban que se vayan todos, no tomó el timón del barco hundido en lugar de Duhalde, pero hoy se pavonea por TN haciéndose el candidato. Y por fin Néstor Kirchner, un peronista que vino a colarse por una rendija de la historia colgado de Duhalde para llegar al poder.
Por supuesto que no lo votamos en primera vuelta. Pero estábamos dispuestos a votarlo en el ballotage, cuando el riojano peronista se retiró de la contienda para dejar a su contrincante peronista sin sustento de votos en el gobierno de un país desmoralizado, monetariamente devaluado, con los ahorros incautados, con los bancos quebrados, con los piquetes multitudinarios de distintos líderes encendidos en las calles y el crimen de Kostecki y Santillán enardeciendo al pueblo democrático, que no se bancaba más el crimen institucional contra la protesta social.
De a poco, de a poquito, despacito, un día de repente nos despertamos y vimos a Néstor tomar al peronismo como toma un herrero al hierro en una fragua; ponerlo al rojo vivo, acostarlo en el yunque, y empezar a darle con el martillo para enderezarlo, soldarle una transversal para que los progresistas crucen sobre el puente y se vengan de este lado, y sacarle la máscara a los falsos progresistas gorilas y a los falsos peronistas, que son los que se le pusieron en contra.
De un lado y del otro quedaron los falsos. Falsos progresistas que van a TN a buscar cámara y votan contra las medidas más democráticas y arrojadas. Falsos peronistas que se alejaron solitos de la resurrección del peronismo efectuada por Néstor Kirchner.
Y así estamos. Peronistas de cuna que no se apartaron y progresistas kirchneristas sin cuna peronista, ambos en esta misma patriada portentosa.
Los progresistas kirchneristas, que vemos 6,7,8, que concurrimos al evento histórico del kirchnerismo con invitación escrita de puño y letra por su dueño, no vamos a molestarnos, ni vamos a hacer ningún tipo de comentario, salvo una tímida sonrisa de soslayo, ante los constantes celos de algunos peronistas kirchneristas que se ponen contra los de origen progresista, sólo porque no está Néstor presente para hacerles chás chás en la cola.
Todavía falta lo mejor, y dado el tiempo que ha pasado en la ruta sin vueltas, ya no nos consideramos más invitados, sino protagonistas.
Eramos estudiantes universitarios en la década del 60. Vivíamos en los "cien barrios porteños" de la Capital Federal. Nuestros padres no eran profesionales ni fueron obreros ni empleados agremiados o sindicalizados. Muchos eran inmigrantes de primera o segunda generación. Eran comerciantes minoristas o de oficios varios, por cuenta propia, cosa que era muy sencilla de hacer en esa época. Casi todos los locales de comercio tenían vivienda, y cualquiera se ponía un comercio con facilidad. En todos los barrios había, en cada manzana un almacén de gallego, o más de uno. Lo mismo la verdulería del tano. Y en la Avenida principal estaban las tiendas de ropa, mercería, casa de fotografía, tintorería, librería y juguetería, zapatería, y estaban las panaderías con horno propio, una cada dos cuadras o tres, donde se horneaba todos los días gran cantidad de pan y facturas, y los domingos también horneaban una bandeja que las señoras llevaban con un pollo con papas o asado de carne para cocinar, y la llevaban caliente a su casa. Todo estaba cerca, porque había miles y miles de pequeños comercios distribuídos por los barrios de toda la ciudad. Ahí estaban nuestros padres, y en las viviendas que seguían al local, estábamos nosotros, medio apretados, la verdad.
Los profesionales del barrio eran de otra raigambre, se les tenía un gran respeto, porque eran doctores. Farmacias y consultorios médicos de todas las especialidades había en todos los barrios. Los consultorios particulares estaban llenos de pacientes que pagaban la consulta, y los médicos del barrio venían a las casas a visitar a los enfermos, en cualquier hora del día o de la noche. Los compañeros de la facultad con padres profesionales, que habían sido universitarios durante el peronismo, es muy probable que hayan sido gorilas, y socios de la "Libertadora" en el 55, pero los hijos no lo andaban contando.
Nuestra cuna no era ni peronista ni gorila. Si teníamos alguna influencia paterna en la ideología, seguro que era de izquierda, viniendo ellos de Europa y siendo gente humilde. Si hago una lista con todos los vecinos que vivían en mi cuadra cortita de Córdoba al 6500, en la desembocadura sobre Federico Lacroze, de una esquina a la otra, en los años posteriores al 55, puedo dar un muestreo del origen paterno de los estudiantes universitarios que había en mi cuadra.
Primero Don Rodolfo el bicicletero, que vino de Eslovenia con Doña María y tuvieron tres hijos que estudiaban en la Universidad. Le seguía el ferretero Don Tito que vino de Italia y tenía a la familia en otro barrio. Lo seguía Don Antonio el zapatero remendón, que vino de España con Doña Inés, y tuvieron un hijo "Toñito", que aprendió el oficio de zapatero. Luego venía el sillero que vivía solo, separado, mujeriego, y nadie le daba bolilla en el barrio, nacido en San Luis. Seguíamos nosotros con el negocio de Lonas, Toldos y Colchones. Mis padres vinieron de Polonia, y somos tres hijos que llegamos a la Universidad. Seguía Don Froilán Benito, hijo de italianos, cuyos padres pusieron ahí la fábrica de asientos para inodoros Benito Hermanos y Cía, fábrica que Froilán dirigía junto a su hermano, porque la habían heredado. El no tenía hijos pero su hermano sí, y estudiaban medicina y arquitectura. Los seguía la casa del tano "Gaetti" que hablaba en cocoliche, y que había tallado a mano las butacas del Congreso. Su hijo, el Dr. Gaetti, ya era un médico exitoso, y se había traído de Italia al primo pobre que se llamaba Remo, para hacerlo estudiar medicina en Buenos Aires. Remo se recibió de médico y se volvió a Italia. Al final estaba el conventillo, al que en el año 55 llegó de España"la Orfilia", una galleguita que con dieciséis años vino a trabajar de mucama a mi casa el día siguiente al que bajó del barco, porque la tía la mandó enseguida a trabajar. Mucho tiempo "la Orfilia" no estuvo en casa, porque odiaba a su tía, y se consiguió un novio que trabajaba de encargado en La Franco Inglesa y ganaba muy bien. Se casó y sus hijos fueron a la universidad. ¿Qué entendía toda esta gente de lo que era el peronismo?
Todas estas personas no habían vivido el peronismo desde el protagonismo. Lo vivieron desde las orillas, al margen, sin entenderlo, sin conocerlo, sin amarlo y sin odiarlo. En mi barrio nadie era gorila, nadie. Jamás oí hablar ni bien ni mal de Perón.
Mi recuerdo más próximo al peronismo en mi barrio fue cuando murió Evita. Dos desconocidas mujeres de la vuelta de la manzana, pusieron en medio de la plazoleta que hay todavía frente a la cuadra, un altar con la foto de Evita, un mantel blanco bordado precioso, unas flores sobre el retrato, una cruz y un par de velas encendidas. Nadie más que ellas dos se acercaron al altar, salvo los chicos, que éramos curiosos. Al día siguiente el altar amaneció incendiado completamente. Mi papá dijo que fue una tontería dejar las velas encendidas, que seguro que se cayeron con el viento e incendiaron el mantel. No escuché un comentario sobre quién era Evita. En el año 52 yo tenía cuatro años.
De haber sido hijos de obreros o empleados, seguramente hubiéramos tenido información directa sobre el peronismo. Pero al no tener esa información ni en casa ni en la escuela, ni en los diarios ni en la televisión ni en la radio, porque desde el 55 estaba prohibido hablar del peronismo, ignorábamos lo que ojalá hubiéramos sabido. De toda mi familia, sólo para mí Perón y Evita tuvieron algo de significado más adelante, porque hice primer grado en el año 54. Pero con seis años ¿cuánto podía entender?
La triste prueba de que yo no sabía nada del peronismo.
En mi primer año de trabajo de empleada de óptica, pasé el primer fin de año y no me pagaron el aguinaldo pero yo no lo reclamé porque no sabía que existía. En febrero le pregunté al patrón si cerrábamos de vacaciones. Me dijo que la empresa no cerraba, pero él no tenía inconveniente en que yo me fuera diez días. Le dí las gracias con mucha alegría por su generosidad. Cuando volví y me pagó, cobré el mes entero. Me pareció una buenísima persona por no haberme descontado los días que no trabajé. Antes del siguiente fin de año me enojé con el patrón y le dije que se buscara otra empleada óptica, porque yo me iba a fin de mes. Se ve que tuvo miedo de que yo accionara judicialmente, así que cuando fue el último día que trabajé, me dijo que me entregaba mis papeles y la plata. ¿Qué papeles? le pregunté. Son unos papeles que le corresponden, me los dio el contador, la puso "en blanco", me dijo. ¿Qué es en blanco? le pregunté. ¿Cómo no sabe qué es en blanco? me dijo. Entonces me dio la plata y empezó: este es su sueldo, este es el aguinaldo del año pasado y la parte que le corresponde por este año, y la parte de las vacaciones que le corresponden...y yo volví a preguntar ¿Qué es el aguinaldo? Entonces el tipo entró como en locura y empezó a hablarle al techo diciendo ¿Por qué se enojó conmigo?¿De dónde voy a sacar otra empleada que no sepa lo que es el aguinaldo?
Ida y vuelta en la relación con el peronismo, no habiéndolo recibido en la cuna
En los años 60 el peronismo no parecía importante en la discusión. La época peronista era señalada por la izquierda universitaria como filofascista y punto, y a quién se le iba a ocurrir preocuparse por saber si eso era verdad o no. Sabíamos que había sido el gobierno de nuestra primera infancia, que se terminó con una revolución militar, como el gobierno de Yrigoyen en el 30, como el de Castillo en el 43, como el de Frondizi en el 62, como el de Illia en el 66, año en el que estábamos en la facultad, tres años antes del cordobazo que terminó con Onganía. ¿Qué nos iba a extrañar una dictadura después de un gobierno democrático, si todo funcionaba siempre así?
Nacimos a la vida política antes de la vuelta de Perón, teníamos 20 años en el año del cordobazo, cuando el movimiento obrero se radicalizaba hacia la izquierda. Eramos de izquierda, éramos universitarios con padres que no eran peronistas. No sabíamos nada del peronismo. Nunca nos afiliamos al Partido Comunista, ni seguimos al castrismo, ni al maoísmo, ni a nada. No nos conformaba ninguna opción partidaria.
Eso sí, vimos al peronismo entrando en la Facultad casi cuando nos estábamos yendo. El primer peronista compañero universitario de Ciencias Exactas se llamaba Mario y era un bombón. Las chicas lo llamábamos "Mario el peronista, o Mario la bomba", porque era un rubio de ojos celestes bellísimo. Se rodeaba de gente que le preguntaba y le preguntaba cómo es eso del peronismo, ¿acaso peronismo no es fascismo? Y el tipo nos contestaba que no era cierto, que la izquierda no podía seguir un camino distinto de la clase obrera, que soplaban otros tiempos. Y nosotros lo escuchábamos con respeto y en silencio. Pero nos resultaba extraño, muy extraño.
Sin embargo, la militancia de izquierda continuó después de salir de la facultad, por amiguismo y seguidismo, sin afiliación a ninguna línea, pero acompañando actos, manifestaciones y charlas. Y aunque no nos hicimos peronistas, acompañamos a los peronistas en su gesta cuando se hizo masiva. Los acompañamos a los compañeros peronistas a recibir a Perón a Ezeiza, en ese día trágico, fuimos a verlo a Gaspar Campos, y votamos a Cámpora y fuimos a liberar a los presos caminando por Rivadavia, y luego votamos la fórmula Perón-Perón. Y después nos repugnó López Rega e Isabelita nos dio vergüenza y se acabó el gobierno peronista y vino una dictadura nunca imaginada.
De ahí nuestro alejamiento de toda participación porque era muy riesgosa. Nunca nos identificamos con la violencia. Pasamos la dictadura sin hacer nada políticamente, esperando que llegue el final, calladitos la boca en los lugares públicos cuando uno no sabe quién lo escucha, tratando de no estar en la liberta de teléfonos de nadie, y tirando los libros marxistas de la biblioteca de nuestras casas.
Por fin llegó la democracia y la derrota del peronismo frente a Alfonsín que acusaba un pacto militar-sindical y que recitaba el Preámbulo de la Constitución tomándose una mano con la otra a un costado de la cabeza, gesto que copiaban enamorados todos los chicos, hasta los hijos de los peronistas, mientras la imagen del peronismo era el cajón incendiado por un tipo que no sabía ni hablar.
Esa vez votamos a Alfonsín. Y festejamos en las calles repletas de multitudes, como en el triunfo de un mundial de fútbol. El peronismo parecía finiquitado. Pero no. Llegó Menem, y votamos a Menem. No se puede creer pero hay que decir la verdad, y no mentir. Otra vez creyendo en el peronismo, después de la desilusión del radicalismo impotente, que nos reventó con la inflación del primero y segundo año de democracia, que fue del 688% y el 385% respectivamente. Pero esta vez con el peronismo todo se fue al desastre total. Lo que no hizo la dictadura lo completó este peronista hijo de la gran puta, con perdón de los peronistas de buena madre.
Y apareció Duhalde, otra vez un peronista, que nadie votó, pero que sólo él pudo agarrar el gobierno y nadie entiende por qué tanto piojo político escondido cuando le gritaban que se vayan todos, no tomó el timón del barco hundido en lugar de Duhalde, pero hoy se pavonea por TN haciéndose el candidato. Y por fin Néstor Kirchner, un peronista que vino a colarse por una rendija de la historia colgado de Duhalde para llegar al poder.
Por supuesto que no lo votamos en primera vuelta. Pero estábamos dispuestos a votarlo en el ballotage, cuando el riojano peronista se retiró de la contienda para dejar a su contrincante peronista sin sustento de votos en el gobierno de un país desmoralizado, monetariamente devaluado, con los ahorros incautados, con los bancos quebrados, con los piquetes multitudinarios de distintos líderes encendidos en las calles y el crimen de Kostecki y Santillán enardeciendo al pueblo democrático, que no se bancaba más el crimen institucional contra la protesta social.
De a poco, de a poquito, despacito, un día de repente nos despertamos y vimos a Néstor tomar al peronismo como toma un herrero al hierro en una fragua; ponerlo al rojo vivo, acostarlo en el yunque, y empezar a darle con el martillo para enderezarlo, soldarle una transversal para que los progresistas crucen sobre el puente y se vengan de este lado, y sacarle la máscara a los falsos progresistas gorilas y a los falsos peronistas, que son los que se le pusieron en contra.
De un lado y del otro quedaron los falsos. Falsos progresistas que van a TN a buscar cámara y votan contra las medidas más democráticas y arrojadas. Falsos peronistas que se alejaron solitos de la resurrección del peronismo efectuada por Néstor Kirchner.
Y así estamos. Peronistas de cuna que no se apartaron y progresistas kirchneristas sin cuna peronista, ambos en esta misma patriada portentosa.
Los progresistas kirchneristas, que vemos 6,7,8, que concurrimos al evento histórico del kirchnerismo con invitación escrita de puño y letra por su dueño, no vamos a molestarnos, ni vamos a hacer ningún tipo de comentario, salvo una tímida sonrisa de soslayo, ante los constantes celos de algunos peronistas kirchneristas que se ponen contra los de origen progresista, sólo porque no está Néstor presente para hacerles chás chás en la cola.
Todavía falta lo mejor, y dado el tiempo que ha pasado en la ruta sin vueltas, ya no nos consideramos más invitados, sino protagonistas.