Si hay algo que consiguió Obama, fue poner un broche de oro simbólico al periplo de los negros en los EEUU de Norteamérica: de esclavos traídos en cadenas en los barcos, a la Presidencia de la Nación.
Queremos hacer nuestro homenaje a todo el pueblo negro de los EEUU y congraciarnos con ellos de este triunfo simbólico que cambia las lágrimas amargas de siempre, por una lágrima dulce, la lágrima de felicidad que se vierte cuando hay una justa reparación.
Para ello, hemos traído el poema de Guillén titulado "El Apellido", un poema que recorre el dolor más profundo de los negros arrancados de su geografía africana, negados a tener un apellido que los vincule a algún pasado familiar identitario.
Con este poema, queremos recordar a todos los negros esclavos de los EEUU y rescatar su memoria, su presencia, sin la cual el triunfo de Obama se opaca en el verdadero sentido de reparación sobre la injusticia cometida con los esclavos traídos de África.
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El Apellido
de Nicolás Guillén
I
Desde la escuela y aún antes... Desde el alba,
cuando apenas era una brizna yo de sueño y llanto,
cuando apenas era una brizna yo de sueño y llanto,
desde entonces, me dijeron mi nombre.
Un santo y seña para poder hablar con las estrellas.
.
Tú te llamas, te llamarás. Y luego me entregaron
Tú te llamas, te llamarás. Y luego me entregaron
esto que veis escrito en mi tarjeta,
esto que pongo al pie de mis poemas:
catorce letras que llevo a cuestas por la calle,
que siempre van conmigo a todas partes.
¿Es mi nombre, estáis ciertos? ¿Tenéis todas mis señas?
¿Ya conocéis mi sangre navegable,
mí geografía llena de oscuros montes ,de hondos
y amargos valles que no están en los mapas?
¿Acaso visitásteis mis abismos,
mis galerías subterráneas
con grandes piedras húmedas,
islas sobresaliendo en negras charcas.
donde un puro chorro siento
de antiguas aguas caer desde mi alto
de antiguas aguas caer desde mi alto
corazón con fresco y hondo estrépito
en un lugar lleno de ardientes árboles,
monos equilibristas, loros legisladores y culebras?
¿Toda mi piel (debí decir) toda mi piel
viene de aquella estatua de mármol español?
¿También mi voz de espanto,
el duro grito de mi garganta?
¿Vienen de allá todos mis huesos?
¿Mis raíces y las raíces de mis raíces
y además estas ramas oscuras movidas por los sueños
y estas flores abiertas en mi frente
y esta savia que amarga mi corteza?
¿Estáis seguros? ¿No hay nada más que eso
que habéis escrito, que eso que habéis sellado
con un sello de cólera? (¡Oh, debí haber preguntado!)
Y bien, ahora os pregunto:
¿no veis estos tambores en mis ojos?
¿No veis estos tambores tensos
y golpeados con dos lágrimas secas?
¿No tengo acaso un abuelo nocturno
con una gran marca negra
(más negra todavía que la piel)
una gran marca hecha de un latigazo?
¿No tengo, pues, un abuelo mandinga,
congo, dahomeyano?¿Cómo se llama?
¡Oh, sí, decídmelo! ¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?
¿Cómo decís Andrés en congo?
¿Cómo habéis dicho siempre Francisco en dahomeyano?
En mandinga, ¿cómo se dice Amable?
.
¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres?
¡El apellido, entonces!
¡El apellido, entonces!
¿Sabéis mi otro apellido,
el que me viene de aquella tierra enorme,
el apellido sangriento y capturado,
que pasó sobre el mar entre cadenas,
que pasó entre cadenas sobre el mar?
¡Ah, no podéis recordarlo!
Lo habéis disuelto en tinta inmemorial.
Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.
Lo escondísteis, creyendo que iba a bajar los ojos
yo de la vergüenza.¡Gracias! ¡Os lo agradezco! Gentiles gentes,
thank you! Merci! Merci bien! Merci beaucoup!
Pero no. ¿Podéis creerlo? No. Yo estoy limpio.
Brilla mi voz como un metal recién pulido.
Mirad mi escudo: tiene un baobab,
tiene un rinoceronte y una lanza.
Yo soy también el nieto, bisnieto,
tataranieto de un esclavo.
(Que se avergüence el amo.)
¿Seré Yelofe? ¿Nicolás Yelofe, acaso?
¿O Nicolás Bakongo?
¿Tal vez Guillén Banguila? ¿O Kumbá?
¿Quizá Guillén Kumbá?¿O Kongué?
¿Pudiera ser Guillén Kongué?¡Oh, quién lo sabe!
¡Qué enigma entre las aguas!
II
Siento la noche inmensa gravitar
sobre profundas bestias,
sobre inocentes almas castigadas;
pero también sobre voces en punta,
que despojan al cielo de sus soles, los más duros,
para condecorar la sangre combatiente
de algún país ardiente,
perforado por la gran flecha ecuatorial.
Sé que vendrán lejanos primos,
remota angustia mía disparada en el viento;
sé que vendrán pedazos de mis venas,
sangre remota mía, con duro pie aplastando
las hierbas asustadas;
sé que vendrán hombres de vidas verdes,
remota selva mía, con su dolor abierto en cruz
y el pecho rojo en llamas.
Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre,
en la tuberculosis y en la sífilis,
en el sudor comprado en bolsa negra,
en los fragmentos de cadenas adheridos todavía a la piel;
Sin conocernos nos reconoceremos
en los ojos cargados de sueños
y hasta en los insultos como piedras
que nos escupen cada día
los cuadrumanos de la tinta y el papel.
¿Qué ha de importar entonces
(¡qué ha de importar ahora!)¡ay!
mi pequeño nombre con sus catorce letras blancas?
¿Ni el mandinga, bantú, yoruba, dahomeyano
nombre del triste abuelo ahogado en tinta de notario?
¿Qué importa, amigos puros?¡Oh, sí, puros amigos,
venid a ver mi nombre! Mi nombre interminable,
hecho de interminables nombres;
El nombre mío, ajeno,
libre y mío,
ajeno y vuestro,
ajeno y libre como el aire.
EVA ROW