MI RESPUESTA:Mi posición es la de que un judío puede pensar lo que quiera sin que su condición tenga relevancia, pero no es lo mismo con un rabino. La condición de rabino de Marshall Meyer tuvo mucha relevancia y la de Bergman la tiene.
Si alguien se hace llamar rabino, y se la pasa hablando con parábolas para efectivizar su condición ante la platea, más bien que su condición de judío va a tener relevancia. Pero más que su condición de judío su condición de rabino, que se analoga tan erradamente a la condición de sacerdote católico por desconocimiento. Y así el susodicho adquiere de regalo un valor extra. Y como el sacerdote católico representa al pensamiento de los católicos, el sacerdote judío representa al pensamiento de los judíos. No es involuntaria la ambición de representación del rabino Bergman, es bien intencional.
Su análisis, Anónimo 46, para entender mis motivaciones es erróneo. Yo no pertenezco a ningún bando donde necesite ser aceptada, ni tengo motivos de bando para preocuparme de que el mundo entero piense que todos los judíos piensan como Bergman. Estoy afiliada al Partido Solidario y allí no tengo problemas por mi condición judía. Y tampoco los tuvo Heller con Kirchner porque fue Kirchner quien lo eligió con toda su confianza y cariño.
No es una cuestión personal rentística en ningún sentido. A mí no me hace nada que los lectores piensen como quieran. Sólo le hace mella a mi condición humana y a mi condición judía en particular en este caso, que se desconozca una realidad oculta tras los avasallamientos de los que pretenden representar a todos los judíos, expresamente o por defecto.
Lo mismo me preocupa defender la ciencia de los pseudocientíficos, a los niños de los abusadores, a las mujeres de los que se apropian de su cuerpo y de los que las violentan y someten. Me interesan todas las causas humanas. Usted puede leer mi blog y verá temáticas de toda especie. En particular la temática de la mujer, en particular la temática de la Argentina, en particular la temática judía.
Y frente al antisemitismo yo tengo una postura que dista de la suya, que es una postura agresiva y paranoica cuando no es necesario, y ud puede leerla en varios posts ilustrativos desde "No me vengas con el sionismo" hasta "Antisemita portador sano" de la
Serie Medio Oriente. Mi particular modo de ver la cosa es que el antisemitismo tiene dos formas, el militante consciente, y el que está metido en la cultura en forma involuntaria y tiene mucho que ver con el desconocimiento.
De hecho personas entrañables de pronto dan muestra de esa mochila involuntaria que traen en la espalda, igual que todos los seres humanos que recibimos la cultura deglutida por nuestros padres cuando aún no tenemos uso de razón y no nos alcanza la vida para reelaborar todos los temas, de lo cual no estamos exentos los judíos, por supuesto.
Al antisemitismo militante hay que darle con un caño sin asco. Pero al otro hay que darle la oportunidad de disolverse por el lado de la instrucción, de las razones. Yo me he tomado muy a pecho esta tarea, porque no pierdo la esperanza en la condición humana y su capacidad de superación permanente. Y porque mi familia y yo misma hemos sufrido enormemente por el antisemitismo. Lea
GOLDE y
SIN HITLER YO NO HUBIERA NACIDO.
Muchas personas que no se creen antisemitas sin embargo tienen conceptos antisemitas. Y eso no se combate insultando, sino abriendo las mentes de quienes llevan una herencia milenaria en la cultura. Fenómeno del que no estamos exentos ni Ud ni yo, que llevamos otros tipos de herencias que nos condicionan para no ver la realidad gracias esa mochila que traemos de generaciones.
Una de ellas es haber asumido la condición judía según se les impuso a nuestros antepasados en Europa ( Reflexiones sobre la cuestión judía, de Sartre) y continuar pensando que es una obligación indispensable sostener la identidad con obsesión impuesta sobre cada individuo del colectivo, con carga moral para quien abandone esa condición por su deseo. Eso estaba bien para proteger a los individuos de un pueblo perseguido y para proteger la idea peregrina individual de abandonar la comunidad y arriesgarse a ser ejecutado por enamorarse de un cristiano cosa que estaba prohibida (El esclavo de Bashevis Singer)
Ya las cosas no son así pero se continúa como si lo fueran porque así actúan las mochilas culturales. Ya no tiene sentido pedagógico ver un traidor en quien quiere alejarse de su tronco comunitario, ya no tiene sentido pedagógico obsesionarse con la idea de preservar la identidad como un mandato. A nadie se le ocurre en el mundo preocuparse porque su identidad se disuelva en el futuro. La conservación debe ser a gusto del que la quiera conservar, pero no más bajo la amenaza de ser condenado como traidor.
En pocos años más las identidades van a disolverse en el gran crisol universal de la gobalización de las comunicaciones, y estas temáticas van a pasar a cuento del pasado.
Eso sí, cuando el Presidente del Banco Central durante el gobierno de los amigos de los amigos de Bergman, Pedro Pou, le hizo comprar a Beraja por la fuerza el Banco Patricios, cosa que resultó en una bancarrota programada por Pou, y la cárcel para Beraja, ni Beraja ni ningún soberbio agresivo paranoico se animó a tratar como alimaña a Pedro Pou y a Menem por la expresiones de Pou cuando dijo: NO ME GUSTAN LOS BANCOS ETNICOS. Bien calladita la comunidad judía organizada y todos sus expulsadores de alimañas que no muerden a nadie.
Pero hay gente que habló y habla, como Laura Guinzberg de Apemia, y Schlomo Shlutzky que se trajo de Israel una documental sobre los negocios personales del Embajador israelí con el menemismo. Ese Embajador no le dijo alimaña a Menem aunque durante su gobierno se haya hecho el peor atentado antisemita justo a punto de festejar los 100 años de convivencia e integración de los judíos en la Argentina.
Vamos Bambino Bergman, a seguir cagándose en los desparecidos judíos por la dictadura y formar filas al lado del que quería tirar al mar al Ministro de Salud Ginés, al lado de quien fue citado por Von Wernich en el Tribunal mientras era condenado. No tiene perdón Bergman, más que Bambino debería llamarlo Judenrat.
Y acá terminé con esto. Sigo festejando la Ley de Medios. Y no se le ocurra volver a escribirme.