Tengo un primo que lo quiero mucho. El estuvo a mi lado cuando me tocó la peor. Sola con un hijo en la primaria, viuda reciente, después de un accidente de auto, internada a punto de operarme de una pierna, se acercó para traerme plata. Yo no le pedí a nadie ni se me hubiera ocurrido. Lo cuento para mostrar qué clase de persona es. Alguien que no necesitó que le pidieran para saber que una mujer imposibilitada de trabajar quizá por mucho tiempo podía necesitar alguna ayuda. Y la verdad es que nunca me pasó algo así. Le rechacé la plata, él insistió.
Ayer me colmó la paciencia. Varias veces en estos años, con mucha paciencia, intenté explicarle razones que defienden al gobierno. No hay caso. El pobre no tiene ninguna cultura. Pero no lo sabe por supuesto. Cree que tiene suficiente cultura como para opinar, como cualquiera. Y es un ignorante. No tiene idea ni de historia ni de ideología ni de política. Todo lo entiende según la escuela de los Medios.
Uno lo escucha a él y observa "in vitro", el resultado de la manipulación impecable y sin obstáculos, se ve la herramienta, se ve la técnica, por el resultado. Se adivina la forma de las pinzas con las que le hicieron los agujeros en el cerebro.
Ayer me colmó la paciencia. Varias veces en estos años, con mucha paciencia, intenté explicarle razones que defienden al gobierno. No hay caso. El pobre no tiene ninguna cultura. Pero no lo sabe por supuesto. Cree que tiene suficiente cultura como para opinar, como cualquiera. Y es un ignorante. No tiene idea ni de historia ni de ideología ni de política. Todo lo entiende según la escuela de los Medios.
Uno lo escucha a él y observa "in vitro", el resultado de la manipulación impecable y sin obstáculos, se ve la herramienta, se ve la técnica, por el resultado. Se adivina la forma de las pinzas con las que le hicieron los agujeros en el cerebro.
No hay una consigna de los Medios que no repita como loro. Podría rendir un examen y sacaría 10 puntos. Que Kirchner va a terminar preso. Que la Argentina echa a los capitales, que los peronistas son unos mafiosos, que las mentiras del Indec, que los vagos piqueteros que cortan las calles porque no quieren trabajar, que los hombres del campo que fueron maltratados. Pero no lo dice desde la hipocresía, sino de una enorme convicción de hombre criterioso. No tiene campo, no tiene negocio, es un jubilado que vivió toda su vida fuera del país y cobra una jubliación de mil dólares, con lo que vive más o menos bien. Lo que dice lo repite como una verdad absoluta y se enfurece cuando habla contra el gobierno y me mira a mí igual que yo lo miro a él. Me mira como teniéndome lástima de no haber aprendido la lección que dan en la Telescuela Manipulatoria de Cerebros Reblandecidos.
Bueno, ¿y a quién le importa lo que piensa mi primo? A mí tampoco me importa. Pero ayer le grité, no pude seguir la conversación en paz, ni me hizo caso de cortarla como le pedí varias veces. Le grité fulero, le grité "IGNORANTE", "FASCISTA", "NO LEISTE UN LIBRO EN TU VIDA", "CUANDO UNO NO SABE TIENE QUE APRENDER DE LOS QUE SABEN MÁS" ETCÉTERA.
El pobre se sintió un poco maltratado y me contestó ¿Quién te creés vos que sos? A lo que le contesté (a los gritos por supuesto): me pasé la vida estudiando, leyendo, aprendiendo historia, economía, política, te doy argumentos, no escuchás, no aprendés, solamente repetís las estupideces que dice la televisión. Y como estaba mi marido presente, que también había intentado infructuosamente ponerle argumentos de esos primarios, mínimos, como para darle vuelta la cabeza a cualquier mula y él nada de nada, entonces le grité: acá tenés a Roberto, que tiene hecha la carrera de Historia, toda la carrera, en la Universidad, ¿entendés?
Por suerte vino un cliente y se hizo forzosamente la paz. El se quedó y después seguimos hablando de otra cosa, como si no hubiera pasado nada.
Lo que pasa es que esto ya se ha hecho insoportable, falta oxígeno.
Para colmo, leo en una lista de correo de periodistas de la que soy miembro, que un editor de un diario que apoya a la Ley de Medios (el editor, no el dueño del diario), llamó por teléfono a un periodista que escribe desde la casa, que también apoya la Ley de Medios, y le dijo así: mirá me pidieron los que son los dueños de este "espacio" que prepare dos páginas centrales con artículos contra la Ley de Medios, así que no me digas nada, ya sabés lo que tenés que hacer. Y el periodista anda rompiéndose los nudillos contra la pared, maldiciendo su vida, pensando en que tiene que pasarle a la ex-mujer la cuota aliementaria y forzosamente tiene que hacer esa nota. Entonces se pregunta en ese mail de la lista de correo: ¿cuánto tengo que pagar yo por la Ley de Medios? El necesita esos pesos como el oxígeno, habla consigo mismo y se dice que tiene que entender que no tiene la libertad de poder elegir, que tiene que hacer su trabajo como un mecánico, que en definitiva él mismo está padeciendo aquello por lo cual hay que promulgar la Ley de Medios. Explica entonces que su misma cruz lo justifica completamente, que él es la víctima y que es la prueba viviente de que las cosas así no pueden seguir. Si él pudiera escapar, entonces no habría tanta necesidad de esa Ley. Si hay necesidad de esa Ley, es porque hay quienes no pueden escapar. Dice que esta noche va a tratar de copiar cambiando las palabras. Y se despide secamente.
Me queda una gran conmoción después de leer ese mail. Hay que liberar también al periodismo preso de esta máquina siniestra. No sólo al lector.
Pucha que ésta es la Madre de todas las batallas. LIBERTAD. LIBERTAD. LIBERTAD.