Tenía 23 años en el año 1971. La mayoría de las cosas se ignoran a esa edad, aunque uno cree que ya sabe todo. Hacía lo que me mandaban hacer, sin preguntar por qué.
Tuve que ir a habilitar el negocio a la Municipalidad, y luego a retirar el “Libro de Actas”. Y abrí mi negocio de óptica, el 10 de junio de 1971.
No me habían dado un papel siquiera, donde dijera qué condiciones reglamentarias eran indispensables. Y llegó el primer Inspector.
Siempre vestidos de traje y corbata, entraban con el aspecto mafioso de Al Capone, pisando fuerte. Una carpeta entre las manos que apoyaban en el mostrador con rigor teatral, una credencial mostrada cinco segundos que uno no alcanzaba ni a olerla, y la frase con voz de milico: “Inspector de la Municipalidad, quiero ver el Libro de Actas”. Mientras, miraban al voleo a su alrededor para encontrar infracciones.
El primero dijo: “esos cables, está prohibido que estén sueltos, tiene que meterlos en la pared, o en guías que los cubran”. “¿Dónde puedo encontrar la reglamentación?”, pregunté. “Si puso un negocio tiene que conocerla”, me contestó. Y me intimó a arreglar los cables en un plazo. Se fue y yo salí corriendo a meter los cables en guías. El mismo no volvió, pero dejó asentada la infracción, así que el próximo, si veía que no había sido corregida, me podía clausurar.
Averigüé por mi familia que había que poner un matafuegos. Lo puse. Estaba ya todo en orden.
En una oportunidad pasó un inspector cuando estaba cerrado y me dejó una intimación por debajo de la puerta, con la obligación de presentarme ante el Juez del Tribunal de Infracciones, sin decir la causa.
Con mi Libro de Actas concurrí al tribunal. Cuatro horas adentro, medio día laboral perdido, negocio cerrado. Vi el juzgamiento de diversas infracciones.
El Juez llamaba por el nombre. Delante de la platea completa, sin mirar a los ojos al reo, el Juez aplicaba la misma fórmula, también con voz de milico: “¿Qué tiene para alegar en su descargo?” El pobre tipo se mandaba una serie de explicaciones, a las que el juez contestaba dos palabras explicativas de mala gana, al mismo tiempo que condenaba con un sello chas chas, pague una multa de tantos pesos y ya llamaba al que sigue. Me toca a mí.
_¿Qué tiene para alegar en su descargo?
_No sé de qué se trata, alegué sorprendida, asustada.
El juez se dignó a mirarme.
_¿Usted tiene una óptica?
_Sí.
_¿Hizo pintar en la pared del frente la leyenda ÓPTICA?
_Sí.
_Está prohibido pintar letras en las paredes exteriores en territorio de la Capital Federal, cometió una infracción, tiene que pagar una multa de XXX pesos, que pase el que sigue, chas chas sello y afuera.
_Pero, disculpe señor Juez, yo debía haber sido intimada, me parece, darme un tiempo para corregir la infracción, no me parece que por una infracción así, por la cual no corre peligro la vida de nadie, donde sólo se violan normas estéticas, se mande a una persona directamente al tribunal”, dije.
_“Condonada la multa por ser la primera vez, chas chas, queda intimada a sacar las letras de la pared, que pase el que sigue”, dijo el Juez.
Y me fui algo contenta, algo con odio contra el imbécil Inspector a quien nadie iba a sancionar.
La forma como se presentaba la Inspección, era un modo de domesticación, un mensaje de poder, que se daba a través de la humillación. Llegó el próximo Inspector.
_“Quiero ver el Libro de Actas”, dijo el Inspector, y empezó a mirar alrededor.
La forma como se presentaba la Inspección, era un modo de domesticación, un mensaje de poder, que se daba a través de la humillación. Llegó el próximo Inspector.
_“Quiero ver el Libro de Actas”, dijo el Inspector, y empezó a mirar alrededor.
_“No va a encontrar nada porque está todo en orden”, le dije, demasiado soberbia.
_“Ahá, ¿está todo en orden?”, dijo, “la felicito”. Firmó el Libro y se fue.
A la semana siguiente vuelvo a recibir una citación directa tirada debajo de la puerta para el Tribunal, sin causa.
Otra vez la misma escenografía. Me toca a mí.
A la semana siguiente vuelvo a recibir una citación directa tirada debajo de la puerta para el Tribunal, sin causa.
Otra vez la misma escenografía. Me toca a mí.
_“¿Qué tiene para alegar en su descargo?”
_“No conozco la causa señor Juez”. Abre mi Libro de Actas que tiene en su poder y saca un volante de la óptica. Me lo muestra.
_¿Es suyo este volante?
_Sí señor Juez.
_¿No sabe que está prohibido arrojar volantes en la vía pública?
_ Yo no tiré volantes en la vía pública.
_Este volante fue encontrado en la calle tal, a la altura tal, el día tal.
Y ahí se me prendió la lamparita. Fue un momento clave de mi vida donde comprendí que era indispensable entender la sicología del lobo, aunque todavía no me cerraba.
_“Disculpe señor Juez”,dije, “¿quiere fijarse si el Inspector que encontró ese volante no es el mismo que hizo la última inspección?”. “Y fíjese por favor, si coinciden las fechas”. El Juez confirma que las dos cosas las hizo el mismo Inspector en la misma fecha.
_“El Inspector tenía en su mano en mi mostrador una pila de esos volantes, que se llevan en mano los clientes, y ésto es una venganza Sr. Juez, porque el Inspector encontró todo en orden”, dije.
_“Sobreseída, chas chas, pero igualmente tiene que pagar una multa de XXX pesos, porque ésta es la segunda causa por publicidad, dijo el Juez”.
_¿Es suyo este volante?
_Sí señor Juez.
_¿No sabe que está prohibido arrojar volantes en la vía pública?
_ Yo no tiré volantes en la vía pública.
_Este volante fue encontrado en la calle tal, a la altura tal, el día tal.
Y ahí se me prendió la lamparita. Fue un momento clave de mi vida donde comprendí que era indispensable entender la sicología del lobo, aunque todavía no me cerraba.
_“Disculpe señor Juez”,dije, “¿quiere fijarse si el Inspector que encontró ese volante no es el mismo que hizo la última inspección?”. “Y fíjese por favor, si coinciden las fechas”. El Juez confirma que las dos cosas las hizo el mismo Inspector en la misma fecha.
_“El Inspector tenía en su mano en mi mostrador una pila de esos volantes, que se llevan en mano los clientes, y ésto es una venganza Sr. Juez, porque el Inspector encontró todo en orden”, dije.
_“Sobreseída, chas chas, pero igualmente tiene que pagar una multa de XXX pesos, porque ésta es la segunda causa por publicidad, dijo el Juez”.
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Claro, la otra había sido la de la palabra “ÓPTICA”. Nunca entendí por qué habiendo sido sobreseída tuve que pagar igual, habiendo quedado en claro que el Inspector era un perverso. De ahí en más me dí cuenta de que el Inspector quería plata, coima, y que mientras yo no tirara billetes, iba a tener problemas. Pero yo, era incorruptible.
Imaginate. El sistema capitalista burgués. La corrupción estatal. Yo no iba a transar. YO NO.
Imaginate. El sistema capitalista burgués. La corrupción estatal. Yo no iba a transar. YO NO.
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¿A qué no saben qué pasó? ¿Creen ustedes, que transé? Apuesten señores, apuesten. Abran juego señores, abran juego.
(Continuará).
(Continuará).