En la conmovedora novela de Víctor Hugo "El hombre que ríe", cuya historia transcurre a fines del siglo XVII, los "comprachicos" compran chicos a padres pobres, para mutilar tempranamente sus rasgos, imitando deformaciones genéticas de nacimiento y así poder mostrarlos en las ferias circenses, donde el morbo paga para ver monstruosidades que cree naturales.
El desgraciado niño quedaba presa de estos seres impiadosos por el resto de su vida, ya que no podía integrarse al mundo común ni escapándose, porque su mueca causaba terror o risa al que lo miraba.
El nombre de la novela corresponde a un personaje de la familia real inglesa, que había sido vendido de niño a los comprachicos para que desapareciera de la fila de sucesión al trono, al que habían mutilado con una mueca de risa en la cara.
Lo mismo que hacían los comprachicos, han hecho los opositores al gobierno con el ícono viviente de Maradona.
Maradona es un ícono magnífico cuya estética es de abordaje complejo, de ecuación incomprensible para las mentes llanas o vacías. Un ícono cuyo perfil más saliente es la irreverencia, cuya epopeya es trágica. Un ícono que muere y renace una y otra vez de sus cenizas para volver a ser abrasado por las llamas de la pasión.
Ellos han deformado al ícono de Maradona a la medida de su vulgar deseo, como los comprachicos, para servirse del espectáculo grotesco que ellos mismos han inventado, como metáfora del kirchnerismo. Pero el muñeco de trapo al que le pusieron de nombre Maradona, se les volvió en contra de sí mismos como el Golem al rabino de Praga.
Hoy ese muñeco de trapo, ese Maradona mutilado, sirve de metáfora de la oposición, masa grumosa de serviles que compiten por ser el más bandido, el más genuflexo al poder de Magnetto.
El aquelarre logró votar el 82 porciento móvil para los jubilados. No podía haber encontrado el cónclave nada más sencillo, más holgado, más descansado que votar. Algo que tuviera tanto el aspecto de beneficio a la población como doble filo para el corte de las venas del gobierno.
Pero el triunfo de los pérfidos nunca es igual al de los que ganan en buena ley. Está manchado de algún pecado original. La oposición no puede lograr una mayoría pura y legítima, sin tener que apelar a la traición de Cobos. Los triunfos le son tan humillantes como las derrotas.
Y aquí es donde la metáfora del mutilado Maradona que aborrecen, encarna en ellos. No pueden meter un gol que no sea con "la mano de Dios" de Cobos.
EL GOLEM
por Jorge Luis Borges
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dió a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'
'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
Jorge Luis Borges - 1958
El desgraciado niño quedaba presa de estos seres impiadosos por el resto de su vida, ya que no podía integrarse al mundo común ni escapándose, porque su mueca causaba terror o risa al que lo miraba.
El nombre de la novela corresponde a un personaje de la familia real inglesa, que había sido vendido de niño a los comprachicos para que desapareciera de la fila de sucesión al trono, al que habían mutilado con una mueca de risa en la cara.
Lo mismo que hacían los comprachicos, han hecho los opositores al gobierno con el ícono viviente de Maradona.
Maradona es un ícono magnífico cuya estética es de abordaje complejo, de ecuación incomprensible para las mentes llanas o vacías. Un ícono cuyo perfil más saliente es la irreverencia, cuya epopeya es trágica. Un ícono que muere y renace una y otra vez de sus cenizas para volver a ser abrasado por las llamas de la pasión.
Ellos han deformado al ícono de Maradona a la medida de su vulgar deseo, como los comprachicos, para servirse del espectáculo grotesco que ellos mismos han inventado, como metáfora del kirchnerismo. Pero el muñeco de trapo al que le pusieron de nombre Maradona, se les volvió en contra de sí mismos como el Golem al rabino de Praga.
Hoy ese muñeco de trapo, ese Maradona mutilado, sirve de metáfora de la oposición, masa grumosa de serviles que compiten por ser el más bandido, el más genuflexo al poder de Magnetto.
El aquelarre logró votar el 82 porciento móvil para los jubilados. No podía haber encontrado el cónclave nada más sencillo, más holgado, más descansado que votar. Algo que tuviera tanto el aspecto de beneficio a la población como doble filo para el corte de las venas del gobierno.
Pero el triunfo de los pérfidos nunca es igual al de los que ganan en buena ley. Está manchado de algún pecado original. La oposición no puede lograr una mayoría pura y legítima, sin tener que apelar a la traición de Cobos. Los triunfos le son tan humillantes como las derrotas.
Y aquí es donde la metáfora del mutilado Maradona que aborrecen, encarna en ellos. No pueden meter un gol que no sea con "la mano de Dios" de Cobos.
EL GOLEM
por Jorge Luis Borges
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dió a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'
'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
Jorge Luis Borges - 1958