LA CONVERSIÓN DE SANTORO
Hernán Brienza escribe hoy un artículo esencial, cuando recuerda que Pablo, el creador de la Iglesia, fue un converso. Y agrego yo: todos los demás de esa época, que se hicieron cristianos se convirtieron, unos desde el judaísmo, los otros desde el paganismo romano. El cristianismo es una religión de originales conversos que aspiran a la conversión sincera, que la alienta y la recibe con los brazos abiertos. Nuestra cultura judeo cristiana, se quedó con el rechazo a la conversión hebrea y curiosamente niega la apertura generosa del cristianismo. Pero peor. El hebraísmo somete al converso a una prueba de sinceridad sobre la cual no quedan dudas. Si se la otorga se la respeta, siempre que los pasos sean satisfactorios. Pero el cristianismo que no somete a pruebas sino al deseo sincero manifiesto del converso, no ha logrado penetrar con esto en la cultura occidental. Más bien ha hecho un culto del resentimiento y de la sospecha de traición.
La conversión de Santoro es la cosa más bella de las que ocurre políticamente. Alguien que salta de un error a una verdad y lo hace con el corazón y la cabeza. Sólo la duda de los que no tienen la suficiente percepción de lo que es sincero y lo que es auténtico, empaña una conversión como esta, que debería llenarnos de júbilo. Es una duda por encima de todas las pruebas que están a la vista. Es la duda de Otelo que termina matando a la mujer que lo ama, porque su peor enemigo quiere destruirlo y le dice que Desdémona lo engaña. Es la de los machos que nunca creen que la mujer los ama de verdad y la celan. Esa es la duda que nace en la mente del miserable que no puede recibir un amor sincero.
Yo no necesito creer en la conversión de Santoro, porque ha dado todas las pruebas. Lo sigo desde la primera vez que estuvo en 678, con muchos prejuicios que se le notaban, y fue entrando en nuestro mundo militante y encontrando sepultura a todos sus prejuicios. Que de eso se trata el antiperonismo, una suma de prejuicios. Si no aceptamos la conversión de alguien sincero, el peronismo entonces no aspira a borrar los prejuicios que se hicieron sobre su existencia y modos. Si Santoro es rechazado por los mismos peronistas, es por ese negocio inconfesable que saca jugo de la victimización perpetua, como hacen todos los miserables que sacan réditos de los muertos que no pueden indignarse.
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Hernán Brienza escribe hoy un artículo esencial, cuando recuerda que Pablo, el creador de la Iglesia, fue un converso. Y agrego yo: todos los demás de esa época, que se hicieron cristianos se convirtieron, unos desde el judaísmo, los otros desde el paganismo romano. El cristianismo es una religión de originales conversos que aspiran a la conversión sincera, que la alienta y la recibe con los brazos abiertos. Nuestra cultura judeo cristiana, se quedó con el rechazo a la conversión hebrea y curiosamente niega la apertura generosa del cristianismo. Pero peor. El hebraísmo somete al converso a una prueba de sinceridad sobre la cual no quedan dudas. Si se la otorga se la respeta, siempre que los pasos sean satisfactorios. Pero el cristianismo que no somete a pruebas sino al deseo sincero manifiesto del converso, no ha logrado penetrar con esto en la cultura occidental. Más bien ha hecho un culto del resentimiento y de la sospecha de traición.
La conversión de Santoro es la cosa más bella de las que ocurre políticamente. Alguien que salta de un error a una verdad y lo hace con el corazón y la cabeza. Sólo la duda de los que no tienen la suficiente percepción de lo que es sincero y lo que es auténtico, empaña una conversión como esta, que debería llenarnos de júbilo. Es una duda por encima de todas las pruebas que están a la vista. Es la duda de Otelo que termina matando a la mujer que lo ama, porque su peor enemigo quiere destruirlo y le dice que Desdémona lo engaña. Es la de los machos que nunca creen que la mujer los ama de verdad y la celan. Esa es la duda que nace en la mente del miserable que no puede recibir un amor sincero.
Yo no necesito creer en la conversión de Santoro, porque ha dado todas las pruebas. Lo sigo desde la primera vez que estuvo en 678, con muchos prejuicios que se le notaban, y fue entrando en nuestro mundo militante y encontrando sepultura a todos sus prejuicios. Que de eso se trata el antiperonismo, una suma de prejuicios. Si no aceptamos la conversión de alguien sincero, el peronismo entonces no aspira a borrar los prejuicios que se hicieron sobre su existencia y modos. Si Santoro es rechazado por los mismos peronistas, es por ese negocio inconfesable que saca jugo de la victimización perpetua, como hacen todos los miserables que sacan réditos de los muertos que no pueden indignarse.
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