Los cuentos de Ernestina sobre cómo adoptó a sus hijos no son ni mínimamente verosímiles, son falsos de falsedad absoluta, coincidan o no las pruebas de ADN en el banco genético con alguna de las muestras a comparar.
Cuando los cuentos no son verosímiles es porque la situación es irregular, o es ilegal y se quiere ocultar. Es imposible justificar con un cuento verosímil una situación irregular como esta. Nada verosímil se podía haber inventado. La adopción es un asunto de una rigurosidad legal esmerada.
Que Ernestina no tenga un cuento verosímil para justificar la adopción, sólo puede explicarse si esos hijos son bebés robados por los genocidas. Sólo esa situación y ninguna otra, es la que se podría haber querido ocultar. No existe ninguna otra situación que ocultar. Imaginen alguna, no se puede.
Si fuera inocente, si hubiera adoptado a los bebés sin malas artes, se tendría la filiación real de los chicos, como la tiene cualquier adoptante que va a un juez a solicitar una adopción de común acuerdo con la madre biológica.
Al juez van las dos, la madre real y la adoptiva. La madre real demuestra ser la madre biológica y manifiesta su voluntad de dar a su hijo en adopción a esa otra mujer que acepta ser adoptante de ese chico. Así se hacen las cosas. No hay otro modo si el traspaso ocurre en forma privada entre dos madres. Sólo cuando interviene el Instituto de Adopción, la verdadera madre y la adoptante nunca se ven las caras porque todo obra por intermedio del juez, que es el que aporta al chico. Sin embargo, a requerimiento del hijo en cualquier momento de su vida, el juez está obligado a darle los datos de su madre biológica. Así que un juez NO PUEDE dar en adopción tan alegremente a un chico del cual no tiene certificada fehacientemente su identidad.
Si ella hubiera querido adoptar chicos, hubiera ido al Instituto de Adopción, a anotarse y esperar como cualquiera. Pero no lo hizo. ¿Por qué no lo hizo? Porque ella sabía que los genocidas tenían bebés "blanquitos" y se llevó un par de ellos, con la misma liviandad con la que cualquiera de nosotros se lleva un par de perritos que le regala un amigo porque su perra tuvo cría. A ver si se entiende crudamente la magnitud del horror de lo que hizo esta mujer incalificable.
Todos deberíamos entender igual que el Juez Marquevich, que está suficientemente probado que los hijos fueron bebés robados por la dictadura a sus madres. Por eso la mandó presa, asistiéndole la única razón posible.
Si los cuentos absurdos de Ernestina no se consideraran como probanza suficiente del delito de robo de bebés en complicidad con la Dictadura, entonces la probanza de filiación de los hijos como hijos de madres desaparecidas sólo aumenta la sospecha de culpablidad pero no demuestra la culpa si se aceptara el cuento como verosímil.
Aunque no se pruebe la filiación de los hijos, Ernestina es culpable de robo de bebés, y los hijos son hijos de desaparecidos. A ver si decimos la verdad con todas las letras de una vez por todas.
Y hay otra verdad para decir:
El caso se sigue no para demostrar que Ernestina es culpable, ni siquiera para proveerle a los hijos su identidad, ya que a ellos no les interesa. La Justicia busca impedir que se pueda ocultar cualquier crimen cometido por el terrorismo de Estado, porque de ser así, se consagra la impunidad de los represores, y la sociedad entera depende de que eso no siga sucediendo. La sociedad argentina entera depende de que todo crimen de la Dictadura, posible de ser develado, lo sea. Si un crimen posible de ser develado no lo es, entonces la sociedad sigue condenada a someterse al barbarismo y el regimen de derecho queda eclipsado.
No hay ningún derecho individual al que una persona pueda apelar para consagrar la impunidad de un crimen que afecta al destino de toda una Nación.
Cuando los cuentos no son verosímiles es porque la situación es irregular, o es ilegal y se quiere ocultar. Es imposible justificar con un cuento verosímil una situación irregular como esta. Nada verosímil se podía haber inventado. La adopción es un asunto de una rigurosidad legal esmerada.
Que Ernestina no tenga un cuento verosímil para justificar la adopción, sólo puede explicarse si esos hijos son bebés robados por los genocidas. Sólo esa situación y ninguna otra, es la que se podría haber querido ocultar. No existe ninguna otra situación que ocultar. Imaginen alguna, no se puede.
Si fuera inocente, si hubiera adoptado a los bebés sin malas artes, se tendría la filiación real de los chicos, como la tiene cualquier adoptante que va a un juez a solicitar una adopción de común acuerdo con la madre biológica.
Al juez van las dos, la madre real y la adoptiva. La madre real demuestra ser la madre biológica y manifiesta su voluntad de dar a su hijo en adopción a esa otra mujer que acepta ser adoptante de ese chico. Así se hacen las cosas. No hay otro modo si el traspaso ocurre en forma privada entre dos madres. Sólo cuando interviene el Instituto de Adopción, la verdadera madre y la adoptante nunca se ven las caras porque todo obra por intermedio del juez, que es el que aporta al chico. Sin embargo, a requerimiento del hijo en cualquier momento de su vida, el juez está obligado a darle los datos de su madre biológica. Así que un juez NO PUEDE dar en adopción tan alegremente a un chico del cual no tiene certificada fehacientemente su identidad.
Si ella hubiera querido adoptar chicos, hubiera ido al Instituto de Adopción, a anotarse y esperar como cualquiera. Pero no lo hizo. ¿Por qué no lo hizo? Porque ella sabía que los genocidas tenían bebés "blanquitos" y se llevó un par de ellos, con la misma liviandad con la que cualquiera de nosotros se lleva un par de perritos que le regala un amigo porque su perra tuvo cría. A ver si se entiende crudamente la magnitud del horror de lo que hizo esta mujer incalificable.
Todos deberíamos entender igual que el Juez Marquevich, que está suficientemente probado que los hijos fueron bebés robados por la dictadura a sus madres. Por eso la mandó presa, asistiéndole la única razón posible.
Si los cuentos absurdos de Ernestina no se consideraran como probanza suficiente del delito de robo de bebés en complicidad con la Dictadura, entonces la probanza de filiación de los hijos como hijos de madres desaparecidas sólo aumenta la sospecha de culpablidad pero no demuestra la culpa si se aceptara el cuento como verosímil.
Aunque no se pruebe la filiación de los hijos, Ernestina es culpable de robo de bebés, y los hijos son hijos de desaparecidos. A ver si decimos la verdad con todas las letras de una vez por todas.
Y hay otra verdad para decir:
El caso se sigue no para demostrar que Ernestina es culpable, ni siquiera para proveerle a los hijos su identidad, ya que a ellos no les interesa. La Justicia busca impedir que se pueda ocultar cualquier crimen cometido por el terrorismo de Estado, porque de ser así, se consagra la impunidad de los represores, y la sociedad entera depende de que eso no siga sucediendo. La sociedad argentina entera depende de que todo crimen de la Dictadura, posible de ser develado, lo sea. Si un crimen posible de ser develado no lo es, entonces la sociedad sigue condenada a someterse al barbarismo y el regimen de derecho queda eclipsado.
No hay ningún derecho individual al que una persona pueda apelar para consagrar la impunidad de un crimen que afecta al destino de toda una Nación.