Tengo para compartir con vos una especie de "libro incunable", un tesoro que guardo con celo. Es un libro publicado por la Nación Argentina con motivo del Centenario. En unos días, él mismo será centenario. Algunas de sus hojas están ajadas y partes del texto parecen querer desaparecer. Mide casi medio metro de largo, abierto casi tres cuarto, y pesa más de cuatro kilos.
El inmenso libro encuadernado en terciopelo rojo ya desteñido, contiene innumerables colaboraciones de todo tipo, entre ellas la interesante "Contribución a la historia financiera de la República Argentina" escrita especialmente por José A. Terry, el Ministro de Economía del Centenario, que terminó de sacar a la Argentina de una crisis tan grave como la del 2001 y la llevó a ser "el granero del mundo". De este libro iré extrayendo los datos más significativos, antes de que se borren para siempre o sean ilegibles. Los textos son míos.
El inmenso libro encuadernado en terciopelo rojo ya desteñido, contiene innumerables colaboraciones de todo tipo, entre ellas la interesante "Contribución a la historia financiera de la República Argentina" escrita especialmente por José A. Terry, el Ministro de Economía del Centenario, que terminó de sacar a la Argentina de una crisis tan grave como la del 2001 y la llevó a ser "el granero del mundo". De este libro iré extrayendo los datos más significativos, antes de que se borren para siempre o sean ilegibles. Los textos son míos.
Eva Row
LA HISTORIA FINANCIERA DEL PRIMER CENTENARIO ARGENTINO.
Capítulo 1
A principios del siglo XIX, lo que es hoy el territorio de la República Argentina, tendría unos 120 mil a 150 mil habitantes, diseminados en su dilatado territorio. No había estancias, sino masas de ganados alzados. La población rural dividía su tiempo entre la permanente guerra contra el malón y el contrabando por las costas del Uruguay del Atlántico, dado que la Colonia impedía a Buenos Aires constituirse en puerto por donde pudieran entrar o salir mercaderías. El contrabando fue la única manera de burlar semejante despropósito en ahogo de la población.
Los historiadores de la época aseguran que el contrabando inciado en el siglo XVII fue la escuela del caudillismo de lanza y cuchillo que llegado el momento se alzaría contra las pretensiones centralistas de las ciudades, en particular de Buenos Aires, que había sido asiento del gobierno colonial y se iba a convertir en sede del gobierno de la República.
Buenos Aires en 1810 tenía de 60 a 70mil habitantes. Una minoría de ellos eran españoles que monopolizaban el comercio y los empleos públicos, gracias a legislación colonial. El resto, sin posibilidades de desarrollo personal, estaba formado por criollos, negros y mulatos. La antipatía entre españoles y criollos, dicen las crónicas de la época y hay documentos que lo prueban, comenzó con el primer hijo de español nacido en América, "haciéndose sentir esta antipatía, aún entre padres e hijos".
Durante las invasiones inglesas, los criollos se sintieron los verdaderos héroes de la reconquista y se probaron a sí mismos como capaces de enfrentarse también a los opresores locales de toda la vida. Los españoles comerciantes enriquecidos, y los privilegiados del régimen colonial, entraron en pánico y se encerraron en sus casas. El odio de siglos, la humillación, pusieron a los criollos al servicio de los pocos hombres pensantes que iniciaron el movimiento de la revolución de mayo.
Así las cosas, comenzaron a sucederse los gobiernos de la revolución.
Desde 1810 a 1830 hubo más de treinta gobiernos, entre nacionales y locales con abribuciones nacionales. De éstos, sólo el de Martín Rodriguez cumplió su término. El resto cayó por revoluciones, motines, golpes de estado, asonadas, o renuncia ante la impotencia. Dos duraron más de tres años. Siete, duraron días e inclusive horas. Y los demás, unos pocos meses.
La crisis monetaria se inició en 1811 a causa de la salida de oro y plata en moneda, en pago del exceso de consumo, exceso de importación que se produjo a causa de la libertad de comercio decretada por la revolución.
Hubo escasez de circulante hasta el extremo que los comerciantes minoristas emitían vales y discos con sus sellos y firmas. Escasez de moneda importa encarecimiento de las cosas, y en definitiva, miseria de las clases pobres y privaciones en las clases acomodadas.
La moneda circulante en esa época era española, con los bustos de Carlos III, Carlos IV y Fernanado VII; la plata se dividía en "sencilla" y "fuerte". La crisis fue intensa, y el gobierno creyó que podía solucionarla decretando el primer "curso forzoso de moneda" del nuevo país. Lo hizo igualando la plata sencilla a la fuerte, y obligando al público a recibir una u otra por igual valor.
Las casas de comercio hacían las veces de bancos. Recibían pequeños depósitos de sus clientes, y prestaban exiguas cantidades con garantía prendaria, y con el interés "módico" del 5% mensual. Se atribuye a Rivadavia la idea y fracaso de fundar el primer banco, por carencia de oferta de capital de los habitantes acaudalados, por desconfianza al gobierno revolucionario. Los particulares soportaban la crisis económica, y el gobierno pasaba por momentos muy difíciles.
En 1811 la renta fue de 2 millones de pesos fuertes, de los cuales tres cuartas partes provenían de la Aduana. En 1812 la renta fue de 3 millones 300mil pesos fuertes, la mitad de los cuales debieron destinarse a gastos de guerra. Para solucionar la situación se implementó un sistema de impuestos directos y de patentes, pero no dio el resultado esperado. Sin recursos, sin crédito y sin banco, los gobiernos de aquella época acudieron al único medio práctico, a pesar de su ilegalidad. Se implementó un "empréstito forzoso" sobre españoles ricos, comerciantes y capitalistas, enemigos de la revolución.
Al instalar el Congreso de 1813, el Dr Paso se lamentaba de la falta de plan en la ruta y destino de la revolución, de los pasos vacilantes y los caminos inciertos de esos tres primeros años, e instaba a recuperar fuerza moral y concentrar esfuerzos en lugar de dividirlos siendo funcionales al enemigo. En estas palabras estaba la fe en el objetivo final.
Pero al mismo tiempo hubo, como hay hoy, quienes minan la confianza de los actores de los procesos revolucionarios poniéndoles palos a la rueda. Alvear decía en 1815 estas odiosas palabras: "Cinco años de repetidos experimentos han hecho ver de un modo indudable que este país no está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, que necesita una mano extranjera que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía."
De 1816 a 1820 no hay fuente regular de recursos para el gobierno, el comercio y la industria se destrozan. Hay vandalismo, saqueos, quejas por la "inseguridad" a causa de lo que llaman "la montonera armada" que recorre y asuela el territorio. En medio de ese clima se reúne el Congreso de Tucumán, y Pueyrredón es nombrado Director Supremo.
El gobierno de Pueyrredón pasó por circunstancias durísimas: invasión portuguesa, oposición a la revolución en Buenos Aires, invasión española en Salta, complicaciones diplomáticas, anarquía. Sin embargo, trabajó afanosamente en la ilusión de regularizar la cuestión financiera, de ordenar las cuentas del estado, de buscar recursos para las necesidades de la guerra de la independencia, y de consolidar y liquidar la deuda pública atrasada.
Para llenar los gastos de guerra recurrió a los empréstitos forzosos. Decretó más de 12, que van desde 6000 pesos fuertes " para pagar los fletes de las carretas que debían llevar equipajes a los ejércitos" hasta de 500 mil. Como estos no bastaron, recurrió al empréstito voluntario de 1805 suscriptores por 100 pesos mensuales, que no dio el resultado esperado; la capitación sobre 76 mil personas que debiera producir 546 mil pesos fuertes, que tampoco dio el resultado esperado; y por último, la confiscación de la tercera parte de los bienes de los españoles pudientes, que no pasó de proyecto por el escándalo que produjo entre los afectados. Por último apeló a la baja de salarios de los empleados públicos y de los sueldos de los diputados.
En cuanto a la liquidación de la deuda pública, decidió por decreto que las Aduanas recibieran en derechos mitad en dinero, mitad en créditos contra el gobierno.
Existía entonces un enjambre de papeles expedidos por los gobiernos desde 1810: certificados de empréstitos forzosos y voluntarios, de compra de efectos y de esclavos, de sueldos y pensiones impagos, de asignaciones militares. Cuentan las crónicas que fue tan fuerte la competencia entre estos tenedores de certificados, que las oficinas se llenaban de interesados, vendiéndose cada crédito hasta con el 50% de quebranto.
El año 1818 daría comienzo al intento de un sistema de finanzas más formal. Por bando se crea La Caja Nacional de Fondos de Sud América.
(Continúa en el próximo post)