Quiero hablarte de algo: ¿viste que Lugo, el presidente de Paraguay, reconoció un hijo de una relación sexual que tuvo cuando era Obispo con una doméstica que trabajó para él desde los 16 años?
Apuesto a que lo condenás a Lugo, porque un sacerdote que renuncia a la Iglesia y es parte del zurdaje que se vino a Sud América, es suficiente dato para saber que es un degenerado, y era lógico que traicionara sus votos de celibato durante la vigencia de su juramento. Apuesto a que ésta es tu respuesta.
Aparte de juzgar a Lugo por romper el juramento de celibato, ¿lo juzgás por otra cosa? Me refiero a ¿qué pensás de lo que le hizo a esa chica? ¿pensás que ella tiene la culpa no? ¿que es una paraguayita india sirvienta que es como todas, no? ¿una putita, no? Digamos la verdad, que nadie nos escucha.
Yo sé que lo que vos pensás de todas las cosas te viene de tu vida de nobles intenciones, de respeto por la familia, por los bienes que uno consigue con el esfuerzo, con el ahorro, por la conducta. Sé que estás muy orgullosa de pertenecer a la clase media, y que reivindicás "los valores" que te vienen desde la cuna.
Yo sé que es inútil decirte que todo lo que vos pensás no sólo te viene de tu clase social: de tu entorno cultural y de tus intereses económicos. Que tu pensamiento te viene además de la traición a vos misma como mujer, que necesariamente tenés que hacer para sobrevivir en medio de tu clase.
Dejame que te diga que yo sé las humillaciones a la que sos sometida todos los días, desde que eras una nena hasta hoy, que sos adulta. Sé que tu vida fue un permanente esfuerzo por ser lo que se debe ser, y que como eso no pudiste lograrlo, te esforzaste en parecer lo que se debe parecer, aunque no se sea. Y que ya te acostumbraste a esa ficción.
Sé que te casaste por amor, que eras virgen y te pusiste el vestido blanco, y que fuiste feliz hasta un día en que te diste cuenta de que tu marido era un insensible, que te tenía como un objeto, que te valoraba menos que al auto.
Sé que a pesar de su insensiblidad seguías creyendo que también para tu marido, el matrimonio era un sacramento. Sé que le encontraste una amante y se te vino el mundo encima, y que te pidió perdón y que lo perdonaste porque todos te lo recomendaron a tu alrrededor, por los chicos.
Y sé que lo dejaste volver y él volvió a ser un insensible después de haberte jurado otra vez que te quería. Sé que te sentís sola, y que te duele todo el cuerpo, que vas al gimnasio, que tenés pánico de envejecer, que jugás una carrera con otras mujeres que en tu fantasía, todo el tiempo te roban tu marido.
A mí no me vas a engañar, a Mirta Legrand le pasó lo mismo, lo sabe todo el mundo. Dejame que te diga que fuiste engañada desde chiquita, que estás defendiendo valores que le sirven para ser feliz solamente a los machos que te rodean en tu bendita clase media, porque tu padre habrá sido igual que tu marido, y tu hijo seguro que va a ser igual con su mujer. Y que si a tu hija le pasaste la antorcha que te pasó tu madre, le estás condenando la vida.
Lamento decirte que te han convertido en objeto, que te han mentido desde la cuna, que te han usado, que tu marido te montó y te hizo parir, como si fueras una sirvientita, un indita, una putita, igual que la que se montó el Obispo en Paraguay, igualita. Vos sabés que salvo la ficción del respeto al sacramento, en la intimidad es todo lo mismo, que te dice que estás gorda, que hablás demasiado, que la termines de una vez. No importa la casa que te compró, los viajes que te hiciste, en el fondo te trata igual que el Obispo a la paraguayita.
¿Qué tal si te digo que hay hombres mejores que tu marido? Claro, me vas a decir que ya lo sabés, que tu marido es una porquería, pero que el marido de tu vecina del country la tiene como a una reina. No creas lo que ven tus ojos, ella puede estar pasando lo mismo que vos y hace la ficción, porque no quiere perjudicar el nombre del marido ni sus negocios, ni quiere que se enteren sus hijos, igual que vos. Y si no le pasa ahora, le va a pasar después. Estate segura.
Mirá, ¿vos qué dirías de un hombre que hace el siguiente comentario, de lo que pasó con el Presidente de Paraguay?:
"Si bien no me sumo al coro farisaico y jamás mis manos levantarían una piedra para tirarle a Lugo, debo reconocer que hay cosas de esta historia que me duelen y que no me cierran. Por ejemplo, ¿cuál es el campo de la libertad en una relación igualitaria entre un obispo cuarentón y una humilde doméstica de 16 años? ¿Por qué Lugo, como hiciera monseñor Jerónimo Podestá, no fue capaz de tener la hombría de bien de tirar por la ventana los privilegios del poder eclesial, por amor?"
¿Dirías que este hombre es mejor que tu marido? ¿Me podés decir si alguien de tu clase es capaz de decir una cosa así, de considerar a la paraguayita mamá como un ser humano digno del amor de un Obispo? ¿No te conmueve?
Y lo peor que te quería decir viene acá: el que dijo ésto se llama Luis D´Elía. Lo dijo en la intimidad de su blog.
Vas a tener que revisar todos tus valores, tus amores y también tus odios.
Apuesto a que lo condenás a Lugo, porque un sacerdote que renuncia a la Iglesia y es parte del zurdaje que se vino a Sud América, es suficiente dato para saber que es un degenerado, y era lógico que traicionara sus votos de celibato durante la vigencia de su juramento. Apuesto a que ésta es tu respuesta.
Aparte de juzgar a Lugo por romper el juramento de celibato, ¿lo juzgás por otra cosa? Me refiero a ¿qué pensás de lo que le hizo a esa chica? ¿pensás que ella tiene la culpa no? ¿que es una paraguayita india sirvienta que es como todas, no? ¿una putita, no? Digamos la verdad, que nadie nos escucha.
Yo sé que lo que vos pensás de todas las cosas te viene de tu vida de nobles intenciones, de respeto por la familia, por los bienes que uno consigue con el esfuerzo, con el ahorro, por la conducta. Sé que estás muy orgullosa de pertenecer a la clase media, y que reivindicás "los valores" que te vienen desde la cuna.
Yo sé que es inútil decirte que todo lo que vos pensás no sólo te viene de tu clase social: de tu entorno cultural y de tus intereses económicos. Que tu pensamiento te viene además de la traición a vos misma como mujer, que necesariamente tenés que hacer para sobrevivir en medio de tu clase.
Dejame que te diga que yo sé las humillaciones a la que sos sometida todos los días, desde que eras una nena hasta hoy, que sos adulta. Sé que tu vida fue un permanente esfuerzo por ser lo que se debe ser, y que como eso no pudiste lograrlo, te esforzaste en parecer lo que se debe parecer, aunque no se sea. Y que ya te acostumbraste a esa ficción.
Sé que te casaste por amor, que eras virgen y te pusiste el vestido blanco, y que fuiste feliz hasta un día en que te diste cuenta de que tu marido era un insensible, que te tenía como un objeto, que te valoraba menos que al auto.
Sé que a pesar de su insensiblidad seguías creyendo que también para tu marido, el matrimonio era un sacramento. Sé que le encontraste una amante y se te vino el mundo encima, y que te pidió perdón y que lo perdonaste porque todos te lo recomendaron a tu alrrededor, por los chicos.
Y sé que lo dejaste volver y él volvió a ser un insensible después de haberte jurado otra vez que te quería. Sé que te sentís sola, y que te duele todo el cuerpo, que vas al gimnasio, que tenés pánico de envejecer, que jugás una carrera con otras mujeres que en tu fantasía, todo el tiempo te roban tu marido.
A mí no me vas a engañar, a Mirta Legrand le pasó lo mismo, lo sabe todo el mundo. Dejame que te diga que fuiste engañada desde chiquita, que estás defendiendo valores que le sirven para ser feliz solamente a los machos que te rodean en tu bendita clase media, porque tu padre habrá sido igual que tu marido, y tu hijo seguro que va a ser igual con su mujer. Y que si a tu hija le pasaste la antorcha que te pasó tu madre, le estás condenando la vida.
Lamento decirte que te han convertido en objeto, que te han mentido desde la cuna, que te han usado, que tu marido te montó y te hizo parir, como si fueras una sirvientita, un indita, una putita, igual que la que se montó el Obispo en Paraguay, igualita. Vos sabés que salvo la ficción del respeto al sacramento, en la intimidad es todo lo mismo, que te dice que estás gorda, que hablás demasiado, que la termines de una vez. No importa la casa que te compró, los viajes que te hiciste, en el fondo te trata igual que el Obispo a la paraguayita.
¿Qué tal si te digo que hay hombres mejores que tu marido? Claro, me vas a decir que ya lo sabés, que tu marido es una porquería, pero que el marido de tu vecina del country la tiene como a una reina. No creas lo que ven tus ojos, ella puede estar pasando lo mismo que vos y hace la ficción, porque no quiere perjudicar el nombre del marido ni sus negocios, ni quiere que se enteren sus hijos, igual que vos. Y si no le pasa ahora, le va a pasar después. Estate segura.
Mirá, ¿vos qué dirías de un hombre que hace el siguiente comentario, de lo que pasó con el Presidente de Paraguay?:
"Si bien no me sumo al coro farisaico y jamás mis manos levantarían una piedra para tirarle a Lugo, debo reconocer que hay cosas de esta historia que me duelen y que no me cierran. Por ejemplo, ¿cuál es el campo de la libertad en una relación igualitaria entre un obispo cuarentón y una humilde doméstica de 16 años? ¿Por qué Lugo, como hiciera monseñor Jerónimo Podestá, no fue capaz de tener la hombría de bien de tirar por la ventana los privilegios del poder eclesial, por amor?"
¿Dirías que este hombre es mejor que tu marido? ¿Me podés decir si alguien de tu clase es capaz de decir una cosa así, de considerar a la paraguayita mamá como un ser humano digno del amor de un Obispo? ¿No te conmueve?
Y lo peor que te quería decir viene acá: el que dijo ésto se llama Luis D´Elía. Lo dijo en la intimidad de su blog.
Vas a tener que revisar todos tus valores, tus amores y también tus odios.