Soy adicta al tabaco. Porque soy adicta no puedo dejar.
Me da bronca que me miren con desprecio y se crean que soy adicta porque soy estúpida o ignorante. Me da bronca que me digan que deje, que el tabaco mata, que me voy a morir de cáncer de pulmón, como si yo no lo supiera, como si nunca hubiera leído nada, como si no me hubiera interesado saber. Me da bronca que crean que a mí no me preocupa. Me da bronca que me digan que soy inteligente y no se entiende cómo puedo fumar.
Pero cuando me dicen esas cosas con cariño, yo no me enojo. Yo los comprendo, quieren que deje. Me lo dicen porque me aprecian y les preocupa que me muera de cáncer de pulmón.
Yo les contesto que tengo una voluntad de hierro, que soy capaz de hacer las tareas más imposibles, que soy obsesiva cuando me pongo algo en la cabeza y me aboco a conseguir lo que deseo hasta lograr lo que quería. Les muestro mis lámparas Tiffany y les cuento cuánto trabajé para poder adquirir la técnica en soledad y lograr la calidad que logré. No es nada fácil, y sola, sin maestros. Soñé con hacerlas y las hice. El más grande vitralista de la Argentina me hizo el honor de invitarme a su taller para que me sienta su colega, y expresarme de ese modo su admiración. Pocas veces recibí un premio como ese.
Hace quince años mi hijo me dijo que la computación no era para viejos. Me rebelé y fui a un curso a aprender y aprendí. Estudié Word, me hice experta en Excell, y aprendí por mi misma todo lo de Internet y el HTML con lo que hago mi blog modificando la plantilla más básica, totalmente sola. Y no soy una piba. A mi edad no hay mucha gente que haga lo que yo hago. Estoy compartiendo el universo bloguero con pibes y jóvenes que andan como mucho en los treinta años. El mes que viene cumplo 63 y todavía aprendo algo nuevo cada día. Y siempre leo libros y busco y discuto. No creo que sea ninguna estúpida. Pero no puedo dejar de fumar.
La última vez que lo intenté, pasaron cuatro meses sin fumar, y un día cualquiera tuve una pelea no me acuerdo con quién, seguro que con un cliente, y fui al kiosco, compré un paquete de cigarrillos, y empecé a fumar de nuevo, y cuando iba por el cigarrillo cuarto me dije a mí misma ¿cómo estoy fumando, si yo había dejado?
Y fui a todos los grupos para dejar de fumar. El más lindo para mí es Sin Pucho. Ahí me puse a llorar escuchando a los que hablaban. Pero ni por un momento se me pasó dejar.
Un amigo querido me regaló un libro carísimo, que es muy convincente y parece que pudiera hacer bailar a una piedra. Lo leí todo, me gustó, pero no me hizo efecto. Mi amigo se sintió decepcionado. No podía creerlo.
Hará dos años encontré por Internet un grupo que tenía un cardiólogo del Favaloro dirigiéndolo. Es de entrada libre. Entré y me encantó. Y le pedí turno al doctor porque me pareció que de verdad tenía una medicación específica que se había descubierto para dejar de fumar. Se llama Bupropión. Le dije que iba a investigar la medicación, que no la iba a comprar hasta que certificara que no es una estafa. El Dr me regaló una tira de medicación para que no tenga que comprarla. Me puse a buscar en Internet en la página del laboratorio y descubrí que es una estafa, que es un remedio que salió para la depresión en EE·UU, que mató a unas cuantas personas y que se recicló ahora para dejar de fumar., en dosis menores que las que produjeron las muertes. Lo cuenta el mismo laboratorio. Mandé las pastillas al tacho de la basura.
Hace muy poco atendí a dos clientes por separado por casualidad, con EPOC. Hay que verlos no poder respirar, corroe el alma. No pasan los sesenta años, no son tan viejos, pero no pueden respirar. Uno de los dos ni siquiera puede hablar. Y es profesor universitario, y la esposa tiene como 30 años menos que él, bellísima y está enamorada. Uno se imagina que pronto va a ser viuda y va a sufrir terriblemente. Pensé que tal vez eso me iba a influir. Pero no me afectó como para poder dejar. Seguí fumando como si nada hubiera visto.
Claro que me da vergüenza no poder dejar de fumar. Claro que ser adicto no es ningún motivo de orgullo.
Cuando vino la prohibición de fumar en los bares y restaurantes, creí que me moría. Me sacaron la posibilidad de ir a tomar un café y fumar un pucho, y conversar una hora entera o dos en ese ritual tan amable. Y bueno, no tomo más café en un bar. Yo no me enojé, me puse triste nada más. Me pareció bien la prohibición. Ahora que se viene la defintiva prohibición de fumar en cualquier lugar público cerrado, estoy más a favor todavía. No voy a defender mi adicción en nombre de la libertad. Si me llevaran presa me rebelaría. Pero nadie me lleva presa por fumar. Así que nada tengo que protestar. Todo lo contrario.
Alguna vez voy a un café a encontrarme con alguien y no fumo. Aprendí a no fumar en un café o en un restaurante. No me pasa nada. No tengo que salir a la calle a prender un pucho.
Pero no todos son honestos y capaces de asumir su punto de quiebre. Algunos se rebelan usando argumentos progresistas respecto de la libertad de elección de vivir como uno quiera. O justificando que la vida no vale nada, en una pose intelectual superadora de los bienes burgueses, con escenografía de ser underground, tratando de meter la adicción en la sopa de subversiones al orden instiuído. Abusando de los argumentos progresistas para no decir la verdad: somos víctimas y no podemos salir de la adicción, no porque no queramos salir, no porque no sepamos que estamos en peligro de morir por una sustancia de porquería, sino porque no podemos. Así de sencillo.
Y en el caso de los alcohólicos, en peligro de caer en situaciones lamentables para la vista ajena, donde alguien respetado se desmorona frente a los ojos del otro que lo quiere o que lo estima, haciendo un papel lamentable y trágico de borracho perdido con la voz aguardentosa, ronca, diciendo pavadas, violentas, obscenas, o cayendo sobre las espaldas dolidas de una pobre madre que maldice el alcohol que ha dominado a su hijo, o pesando sobre el dolor de una novia o una esposa que siendo amada, en la borrachera recibe golpes e insultos absurdos e inmerecidos, que el borracho nunca hubiera dicho cuando está sobrio. Con el alcohol suficiente en la sangre, salta de cama en cama, de mujer a mujer, ni siquiera recordando al despertar el haber burlado la fidelidad que promete sinceramente estando sobrio.
No, no hay argumentos para defender la adicción, salvo con hipocresía. Y a los hipócritas se los desprecia por hipócritas, no por adictos. No equivocarse, no confundir.
Digo todo esto porque me impulsó el fantástico post de Artemio López, que es capaz de decir lo que hay que decir, por más que sus admiradores adictos negadores, o los que no pasan por una adicción pero confunden libertad con esclavitud, le quiten la simpatía que le tienen por ser el bloguero "number one". Me admiró que haya hecho eso. Y me sentí con la obligación de acompañarlo. Lástima que un peronista en serio nunca se puede mantener serio y termina haciendo algún chiste en pleno velorio. Salu2 !
Muchos adictos no tenemos salida. Pero no andemos diciendo que no salimos de la adicción porque hemos elegido vivir con ella. Ella nos ha elegido a nosotros, que es otra cosa. Los adictos siempre daremos lástima por nuestra adicción, no agreguemos que nos tengan lástima encima por fabuladores de excusas que nadie se cree.
Me da bronca que me miren con desprecio y se crean que soy adicta porque soy estúpida o ignorante. Me da bronca que me digan que deje, que el tabaco mata, que me voy a morir de cáncer de pulmón, como si yo no lo supiera, como si nunca hubiera leído nada, como si no me hubiera interesado saber. Me da bronca que crean que a mí no me preocupa. Me da bronca que me digan que soy inteligente y no se entiende cómo puedo fumar.
Pero cuando me dicen esas cosas con cariño, yo no me enojo. Yo los comprendo, quieren que deje. Me lo dicen porque me aprecian y les preocupa que me muera de cáncer de pulmón.
Yo les contesto que tengo una voluntad de hierro, que soy capaz de hacer las tareas más imposibles, que soy obsesiva cuando me pongo algo en la cabeza y me aboco a conseguir lo que deseo hasta lograr lo que quería. Les muestro mis lámparas Tiffany y les cuento cuánto trabajé para poder adquirir la técnica en soledad y lograr la calidad que logré. No es nada fácil, y sola, sin maestros. Soñé con hacerlas y las hice. El más grande vitralista de la Argentina me hizo el honor de invitarme a su taller para que me sienta su colega, y expresarme de ese modo su admiración. Pocas veces recibí un premio como ese.
Hace quince años mi hijo me dijo que la computación no era para viejos. Me rebelé y fui a un curso a aprender y aprendí. Estudié Word, me hice experta en Excell, y aprendí por mi misma todo lo de Internet y el HTML con lo que hago mi blog modificando la plantilla más básica, totalmente sola. Y no soy una piba. A mi edad no hay mucha gente que haga lo que yo hago. Estoy compartiendo el universo bloguero con pibes y jóvenes que andan como mucho en los treinta años. El mes que viene cumplo 63 y todavía aprendo algo nuevo cada día. Y siempre leo libros y busco y discuto. No creo que sea ninguna estúpida. Pero no puedo dejar de fumar.
La última vez que lo intenté, pasaron cuatro meses sin fumar, y un día cualquiera tuve una pelea no me acuerdo con quién, seguro que con un cliente, y fui al kiosco, compré un paquete de cigarrillos, y empecé a fumar de nuevo, y cuando iba por el cigarrillo cuarto me dije a mí misma ¿cómo estoy fumando, si yo había dejado?
Y fui a todos los grupos para dejar de fumar. El más lindo para mí es Sin Pucho. Ahí me puse a llorar escuchando a los que hablaban. Pero ni por un momento se me pasó dejar.
Un amigo querido me regaló un libro carísimo, que es muy convincente y parece que pudiera hacer bailar a una piedra. Lo leí todo, me gustó, pero no me hizo efecto. Mi amigo se sintió decepcionado. No podía creerlo.
Hará dos años encontré por Internet un grupo que tenía un cardiólogo del Favaloro dirigiéndolo. Es de entrada libre. Entré y me encantó. Y le pedí turno al doctor porque me pareció que de verdad tenía una medicación específica que se había descubierto para dejar de fumar. Se llama Bupropión. Le dije que iba a investigar la medicación, que no la iba a comprar hasta que certificara que no es una estafa. El Dr me regaló una tira de medicación para que no tenga que comprarla. Me puse a buscar en Internet en la página del laboratorio y descubrí que es una estafa, que es un remedio que salió para la depresión en EE·UU, que mató a unas cuantas personas y que se recicló ahora para dejar de fumar., en dosis menores que las que produjeron las muertes. Lo cuenta el mismo laboratorio. Mandé las pastillas al tacho de la basura.
Hace muy poco atendí a dos clientes por separado por casualidad, con EPOC. Hay que verlos no poder respirar, corroe el alma. No pasan los sesenta años, no son tan viejos, pero no pueden respirar. Uno de los dos ni siquiera puede hablar. Y es profesor universitario, y la esposa tiene como 30 años menos que él, bellísima y está enamorada. Uno se imagina que pronto va a ser viuda y va a sufrir terriblemente. Pensé que tal vez eso me iba a influir. Pero no me afectó como para poder dejar. Seguí fumando como si nada hubiera visto.
Claro que me da vergüenza no poder dejar de fumar. Claro que ser adicto no es ningún motivo de orgullo.
Cuando vino la prohibición de fumar en los bares y restaurantes, creí que me moría. Me sacaron la posibilidad de ir a tomar un café y fumar un pucho, y conversar una hora entera o dos en ese ritual tan amable. Y bueno, no tomo más café en un bar. Yo no me enojé, me puse triste nada más. Me pareció bien la prohibición. Ahora que se viene la defintiva prohibición de fumar en cualquier lugar público cerrado, estoy más a favor todavía. No voy a defender mi adicción en nombre de la libertad. Si me llevaran presa me rebelaría. Pero nadie me lleva presa por fumar. Así que nada tengo que protestar. Todo lo contrario.
Alguna vez voy a un café a encontrarme con alguien y no fumo. Aprendí a no fumar en un café o en un restaurante. No me pasa nada. No tengo que salir a la calle a prender un pucho.
Pero no todos son honestos y capaces de asumir su punto de quiebre. Algunos se rebelan usando argumentos progresistas respecto de la libertad de elección de vivir como uno quiera. O justificando que la vida no vale nada, en una pose intelectual superadora de los bienes burgueses, con escenografía de ser underground, tratando de meter la adicción en la sopa de subversiones al orden instiuído. Abusando de los argumentos progresistas para no decir la verdad: somos víctimas y no podemos salir de la adicción, no porque no queramos salir, no porque no sepamos que estamos en peligro de morir por una sustancia de porquería, sino porque no podemos. Así de sencillo.
Y en el caso de los alcohólicos, en peligro de caer en situaciones lamentables para la vista ajena, donde alguien respetado se desmorona frente a los ojos del otro que lo quiere o que lo estima, haciendo un papel lamentable y trágico de borracho perdido con la voz aguardentosa, ronca, diciendo pavadas, violentas, obscenas, o cayendo sobre las espaldas dolidas de una pobre madre que maldice el alcohol que ha dominado a su hijo, o pesando sobre el dolor de una novia o una esposa que siendo amada, en la borrachera recibe golpes e insultos absurdos e inmerecidos, que el borracho nunca hubiera dicho cuando está sobrio. Con el alcohol suficiente en la sangre, salta de cama en cama, de mujer a mujer, ni siquiera recordando al despertar el haber burlado la fidelidad que promete sinceramente estando sobrio.
No, no hay argumentos para defender la adicción, salvo con hipocresía. Y a los hipócritas se los desprecia por hipócritas, no por adictos. No equivocarse, no confundir.
Digo todo esto porque me impulsó el fantástico post de Artemio López, que es capaz de decir lo que hay que decir, por más que sus admiradores adictos negadores, o los que no pasan por una adicción pero confunden libertad con esclavitud, le quiten la simpatía que le tienen por ser el bloguero "number one". Me admiró que haya hecho eso. Y me sentí con la obligación de acompañarlo. Lástima que un peronista en serio nunca se puede mantener serio y termina haciendo algún chiste en pleno velorio. Salu2 !
Muchos adictos no tenemos salida. Pero no andemos diciendo que no salimos de la adicción porque hemos elegido vivir con ella. Ella nos ha elegido a nosotros, que es otra cosa. Los adictos siempre daremos lástima por nuestra adicción, no agreguemos que nos tengan lástima encima por fabuladores de excusas que nadie se cree.