“Eso ya estaba ahí, y yo simplemente lo descubrí”, dijo Mandelbrot. Todos aquí le dimos la misma interpretación a los dichos, y eso desató una polémica. Nadie dijo que Mandelbrot quiso decir otra cosa que lo que entendimos todos. Y sin embargo….hay otra interpretación posible de los dichos. Veamos. El resultado de mi investigación necesita comenzar por el principio.
Benoît (Beni) Mandelbrot nació en Varsovia en el año 1924, en el seno de una familia judía en la que el padre hacía compraventa de ropa. Los tíos de Mandelbrot eran matemáticos y educaron al niño en esa disciplina. Decidieron que debía estudiar en el Gimnasium (secundario polaco) para después ir a la Universidad a estudiar Matemáticas. En el año 1936, toda la familia se traslada a Francia, porque Beni ya no podía aspirar al Gimnasium, en Polonia los judíos tenían la cuota cada vez más limitada, en cambio en Francia las cosas eran todavía diferentes.
En Francia los tíos de Mandelbrot consiguen cátedras en el Politécnico. Viene la guerra en el 39 y BM deja de concurrir a la escuela secundaria, pero estudia en casa, vigilado y asistido por los tíos. Al finalizar la guerra BM se presenta en el colegio secundario para continuar sus cursos, pero en lugar de ello le toman un examen y le otorgan el Título Secundario. Todo en el mismo día.
BM va a la Universidad Politécnica donde enseñan sus tíos. En el año 45 su tío Sholem le muestra un trabajo de Julia publicado en 1911, sobre un asunto muy complejo y extraño, la descripción matemática de una estructura muy caprichosa, y además con gráficos de las estructuras. El tío cree que ese debe ser el camino por el que tiene que transitar su sobrino. Pero Benoît Mandelbrot estaba rebelándose contra su tío, y algo así como que se lo tira por la cabeza. Su vida empieza desde entonces a ser gobernada por sí mismo.
Decide irse de Francia, se va y vuelve, y vuelve a irse, es un poco nómade e inestable, y termina trabajando para IBM en EEUU en los años 70, en investigación de la computación. Tanto tiempo después, se acordó de ese trabajo perdido en la neblina del olvido y lo rescató en principio para representar gráficamente esas estructuras de Julia como fuente de imágenes interesantes, de las que tenía las fórmulas. Para llevar esto a cabo, tuvo que desarrollar no solo nuevas ideas matemáticas, sino también algunos de los primeros programas de computación para imprimir gráficos. Y de paso se entusiasmó y la siguió.
El camino del fractal le abrió un mundo nuevo. Su destino estalló como un fractal. Fue además, tan perspicaz como para darse cuenta de que la estructura fractal está presente en casi todos lados. No es verdad que sólo se puso a iterar fórmulas, trabajó en serio, duro y recto para obtener lo que obtuvo.
Los fractales le dieron fama mundial. Se aplican las estructuras fractales para explicar el crecimiento de las células mamarias, para explicar la forma del brócoli, el comportamiento de los mercados, y ahora don Mandelbrot (en idish: pan de almendras) está sacando un libro sobre el comportamiento fractal de las ganancias bursátiles.
Don Mandelbrot tiene muchos motivos para sentir culpas y remordimientos. El trabajo original, el verdadero mérito, no es suyo sino de Julia. El haberlo conocido se lo debe al tío. El haber mandado a paseo a su tío, junto al trabajo que le proponía continuar, se le debe revelar como una injusticia irreparable. Crimen y castigo. Éxito y castigo, en este caso.
Es muy probable que Mandelbrot haya hablado por el inconsciente cuando dijo “yo no hice nada, estaba todo ahí”. Es muy probable que interiormente no se sienta en paz con el necio pago que dio a su tío Sholem, cuyos huesos deben regocijarse hoy en algún cementerio del suelo francés.
El inconsciente funciona así. Ahí está Rascolnicov (el de Dostoievsky) torturado por la culpa, siendo reo y juez de sí mismo, condenado por su conciencia, engrilletado por su inconsciente, preso entre dos entidades internas, una en pugna con la otra. “Yo no hice nada, estaba todo ahí”.
Eva Row
Leer completo...
Reducir el texto...