LA NACION
SEPTIEMBRE DE 1955
EN MEDIO DEL INDISCRIPTIBLE ENTUSIASMO DE
LA MUCHEDUMBRE JURO AYER EL Gral. LONARDI
SEPTIEMBRE DE 1955
EN MEDIO DEL INDISCRIPTIBLE ENTUSIASMO DE
LA MUCHEDUMBRE JURO AYER EL Gral. LONARDI
La verdad es que no tiene importancia lo que haya dicho "Georgie" o la madre de "Gorgie", en los tiempos en que echaron a Perón. La verdad es que no importan las estúpidas cartas de esa señora tan culta y fina desvelada por ser la luz de los ojos de su hijo medio ciego. Ya sabemos que eran gorilas los dos, y que celebraron la caída.
Uno puede preguntarse otra vez por qué tuvieron tanto odio. Y la verdad aflora sensiblemente; es una cuestión de estética. Porque los burgueses crean una estética que los identifica y no quieren ver en el mundo que los rodea otra estética que la suya. Y digo no quieren ver, y estoy siendo precisa. Aunque esté a la vista, no lo ven, no lo quieren ver.
No quieren ver que hay seres humanos que no tienen la estética, que son antiestéticos. La ecuación es sencilla de resolver: no son seres humanos. Digamos, son "criaturas de Dios", que no alcanzaron la condición humana. Están bien para sirvientes, para obreros, para servidores. Están bien para llevar adelante la condición de pobres, y hacer real la cruz de Jesús encarnando sobre sus hombros la verdad de ese relato. Cristo los redimirá de sus pecados morales que los llevaron a la pobreza.
El problema surge cuando esas "criaturas de Dios" demandan derechos de ser humano, antes aún de haber accedido a la estética indispensable para alcanzar esa condición. Resulta intolerable, sobre todo, cuando afecta o limita algunos de los bienes conseguidos por mérito propio, aunque sea por el único mérito de la estética primorosa de la que se hace gala desde la cuna. Causa indignación la palabra privilegio calificando algún bien merecido por naturaleza.
Georgie concede que es verdad que todo hecho por más insignificante que sea presupone uno anterior, pero que lo cotidiano admite la realidad del libre albedrío, dando como ejemplo que nadie se excusa por llegar tarde a una cita explicando las razones vinculadas a la invasión germánica de Inglaterra en el siglo V o la aniquilación de Cartago. Todo para ridiculizar la pretensión peronista de reclamar necesidades históricas.
¿Qué está diciendo Borges con ese modo de refinamiento adscripto a la falsa humildad? Lo dice en seguida: el hombre de la calle con su lenguaje rudimental afirma la realidad de la culpa y el libre albedrío.
El burgués necesita creer en la culpa y el libre albedrío, pero necesita que el pobre e ignorante se lo confirme, porque él no puede hacerlo por sí solo. Culpa y libre albedrío quiere Borges que le reafirme el hombre de la calle, en lugar de reclamarle derechos históricos.
Si culpa y libre albedrío no existen para el rico ¿por qué habría de existir para el pobre?
No hay lugar a la culpa del rico, ya que en su esquema de culpas él atravesó la barrera y alcanzó el estatus moral de la estética burguesa. Sólo siente culpa el que fracasó. El que fracasó es pobre. Y a ese hay que hacerlo sentir culpable de su pobreza, y hacerlo sufrir doblemente, por su pobreza y por su culpa.
No es verdad tampoco el libre albedrío del rico, ya que todo lo que hace lo puede hacer porque tiene poder y tiene dinero. ¿Dónde está la libertad si ésta depende de lo lleno del bolsillo? No hay libertad para el rico, como no la hay para el pobre y por la misma razón. Pero la hipocresía burguesa inventó la palabra Libertad para poner la zanahoria delante del burro y que el burro camine pensando que va a agarrar la zanahoria.
Si para tener Libertad primero hay que tener dinero, entonces lo que se debe buscar no es la Libertad sino el dinero. Porque nunca se va a encontrar la Libertad sino depués de haberse llenado los bolsillos.
Si la Libertad existiera, existiría independientemente del dinero que tenga un hombre en su bolsillo. Y podría ser el pobre de tan libre albedrío como el rico. Pero al no poder serlo el pobre por falta de dinero, entonces es falso que tenga Libertad el rico, lo único que tiene de verdad es dinero.
Borges quiere que el pobre se sienta culpable de no haber alcanzado el nivel estético. Y efectivamente así eran las cosas en La Argentina hasta que llegó el peronismo. El pobre vivía avergonzado de su pobreza. El intolerable peronismo que redimió de sus culpas a los pobres por ser pobres, los lanzó a reclamar sus derechos. A entender que eran pobres por culpa de los ricos.
Pero ésto referido a Borges no importa hoy más que como anécdota. Sin embargo, sigue existiendo el mismo esquema que determina los amores burgueses: una cuestión de estética.
Será así, que el refinado diario La Nación, no recuerda el aniversario de la Revolución Fusiladora desde una mirada superadora de los enfrentamientos del pasado, más referida a la valoración actual de los Derechos, o más reconciliadora, como Grondona suele reclamar a los que no perdonan al Proceso, sino que busca en el baúl apolillado los recuerdos ofensivos del ayer, en su versión más vetusta y encuentra las cartas de esta matrona estúpida madre de Borges, que parió un hijo genial, nada más que para la literatura.
Hoy es 16 de septiembre, nada cambió, todo es igual, la misma maldita alevosía.
Uno puede preguntarse otra vez por qué tuvieron tanto odio. Y la verdad aflora sensiblemente; es una cuestión de estética. Porque los burgueses crean una estética que los identifica y no quieren ver en el mundo que los rodea otra estética que la suya. Y digo no quieren ver, y estoy siendo precisa. Aunque esté a la vista, no lo ven, no lo quieren ver.
No quieren ver que hay seres humanos que no tienen la estética, que son antiestéticos. La ecuación es sencilla de resolver: no son seres humanos. Digamos, son "criaturas de Dios", que no alcanzaron la condición humana. Están bien para sirvientes, para obreros, para servidores. Están bien para llevar adelante la condición de pobres, y hacer real la cruz de Jesús encarnando sobre sus hombros la verdad de ese relato. Cristo los redimirá de sus pecados morales que los llevaron a la pobreza.
El problema surge cuando esas "criaturas de Dios" demandan derechos de ser humano, antes aún de haber accedido a la estética indispensable para alcanzar esa condición. Resulta intolerable, sobre todo, cuando afecta o limita algunos de los bienes conseguidos por mérito propio, aunque sea por el único mérito de la estética primorosa de la que se hace gala desde la cuna. Causa indignación la palabra privilegio calificando algún bien merecido por naturaleza.
Georgie concede que es verdad que todo hecho por más insignificante que sea presupone uno anterior, pero que lo cotidiano admite la realidad del libre albedrío, dando como ejemplo que nadie se excusa por llegar tarde a una cita explicando las razones vinculadas a la invasión germánica de Inglaterra en el siglo V o la aniquilación de Cartago. Todo para ridiculizar la pretensión peronista de reclamar necesidades históricas.
¿Qué está diciendo Borges con ese modo de refinamiento adscripto a la falsa humildad? Lo dice en seguida: el hombre de la calle con su lenguaje rudimental afirma la realidad de la culpa y el libre albedrío.
El burgués necesita creer en la culpa y el libre albedrío, pero necesita que el pobre e ignorante se lo confirme, porque él no puede hacerlo por sí solo. Culpa y libre albedrío quiere Borges que le reafirme el hombre de la calle, en lugar de reclamarle derechos históricos.
Si culpa y libre albedrío no existen para el rico ¿por qué habría de existir para el pobre?
No hay lugar a la culpa del rico, ya que en su esquema de culpas él atravesó la barrera y alcanzó el estatus moral de la estética burguesa. Sólo siente culpa el que fracasó. El que fracasó es pobre. Y a ese hay que hacerlo sentir culpable de su pobreza, y hacerlo sufrir doblemente, por su pobreza y por su culpa.
No es verdad tampoco el libre albedrío del rico, ya que todo lo que hace lo puede hacer porque tiene poder y tiene dinero. ¿Dónde está la libertad si ésta depende de lo lleno del bolsillo? No hay libertad para el rico, como no la hay para el pobre y por la misma razón. Pero la hipocresía burguesa inventó la palabra Libertad para poner la zanahoria delante del burro y que el burro camine pensando que va a agarrar la zanahoria.
Si para tener Libertad primero hay que tener dinero, entonces lo que se debe buscar no es la Libertad sino el dinero. Porque nunca se va a encontrar la Libertad sino depués de haberse llenado los bolsillos.
Si la Libertad existiera, existiría independientemente del dinero que tenga un hombre en su bolsillo. Y podría ser el pobre de tan libre albedrío como el rico. Pero al no poder serlo el pobre por falta de dinero, entonces es falso que tenga Libertad el rico, lo único que tiene de verdad es dinero.
Borges quiere que el pobre se sienta culpable de no haber alcanzado el nivel estético. Y efectivamente así eran las cosas en La Argentina hasta que llegó el peronismo. El pobre vivía avergonzado de su pobreza. El intolerable peronismo que redimió de sus culpas a los pobres por ser pobres, los lanzó a reclamar sus derechos. A entender que eran pobres por culpa de los ricos.
Pero ésto referido a Borges no importa hoy más que como anécdota. Sin embargo, sigue existiendo el mismo esquema que determina los amores burgueses: una cuestión de estética.
Será así, que el refinado diario La Nación, no recuerda el aniversario de la Revolución Fusiladora desde una mirada superadora de los enfrentamientos del pasado, más referida a la valoración actual de los Derechos, o más reconciliadora, como Grondona suele reclamar a los que no perdonan al Proceso, sino que busca en el baúl apolillado los recuerdos ofensivos del ayer, en su versión más vetusta y encuentra las cartas de esta matrona estúpida madre de Borges, que parió un hijo genial, nada más que para la literatura.
Hoy es 16 de septiembre, nada cambió, todo es igual, la misma maldita alevosía.