Deberíamos llamar "honestistas sinceros" tanto a los puristas de izquierda como a los republicanos de centro. Ambos coinciden en que la corrupción institucional, que proviene de intereses económicos espurios, produce los males en la vida de los pueblos.
Unos creen que el origen del problema está en el sistema económico, los otros en el sistema de "valores" morales. Unos creen que el mal está en el capitalismo, los otros en la gestión de los hombres. Unos creen que hay que destruir al capitalismo, otros que hay que destruir la corrupción.
El gobierno nacional está enfrentando a los sectores clásicos del poder económico nacional fundantes de la corrupción tradicional argentina. Como factor clave de la vida ciudadana, pone a los ciudadanos en la situación de optar por alguno de los dos sectores enfrentados.
Los honestistas sinceros creen que pueden negarse a optar y ser equidistantes. Ven a los dos sectores enfrentados como dos demonios equivalentes. Unos viendo al gobierno como agente del capitalismo, los otros como agente de la corrupción partidista.
Pero para hacer esa operación de equivalencia, necesariamente tienen que condenar al gobierno, porque tanto el capitalismo como la corrupción han sido ya condenados por cada una de las dos formas de ver las cosas.
Con esta operación, la ajenidad en el enfrentamiento queda revelada como nula. Al condenar a dos enfrentados como equivalentes, se toma parte en contra del más débil, y lo peor de todo, a favor del más fuerte y enemigo principal.
Así funcionó la teoría de los dos demonios de Alfonsín en el caso del juzgamiento de los crímenes de Estado contra la ciudadanía. Por suerte esa teoría terminó de revertirse con el tiempo, y los fallos ejemplares han llegado para instaurar la cultura democrática en la sociedad. En este caso la Justicia resuelve cuestiones que no tienen que ver tanto con la inmediatez como con la sustentabilidad.
Es imperdonable sin embargo el error de afirmar que el gobierno es uno de dos demonios en su enfrentamiento contra el cónclave "La Rural- Grupo Clarín", donde el gobierno ostenta la única representación posible de los sectores postergados y de los más humildes de la sociedad en este duelo.
A diferencia del terrorismo de Estado,en este caso la justicia popular que se ejerce con la opinión y con el voto no tiene tiempo que perder, el problema urge de inmediatez porque el gobierno se va en el 2011 y el error puede consagrar y sostener en el futuro a la impunidad del poder económico que ha sido históricamente clásico agente del capital, de la corrupción y de la falta de "valores".
Proyecto Sur, todos los izquierdistas que se oponen al gobierno, y todos los republicanos que quieren honestidad en las instituciones, se manejan con la teoría de los dos demonios.
Unos creen que el origen del problema está en el sistema económico, los otros en el sistema de "valores" morales. Unos creen que el mal está en el capitalismo, los otros en la gestión de los hombres. Unos creen que hay que destruir al capitalismo, otros que hay que destruir la corrupción.
El gobierno nacional está enfrentando a los sectores clásicos del poder económico nacional fundantes de la corrupción tradicional argentina. Como factor clave de la vida ciudadana, pone a los ciudadanos en la situación de optar por alguno de los dos sectores enfrentados.
Los honestistas sinceros creen que pueden negarse a optar y ser equidistantes. Ven a los dos sectores enfrentados como dos demonios equivalentes. Unos viendo al gobierno como agente del capitalismo, los otros como agente de la corrupción partidista.
Pero para hacer esa operación de equivalencia, necesariamente tienen que condenar al gobierno, porque tanto el capitalismo como la corrupción han sido ya condenados por cada una de las dos formas de ver las cosas.
Con esta operación, la ajenidad en el enfrentamiento queda revelada como nula. Al condenar a dos enfrentados como equivalentes, se toma parte en contra del más débil, y lo peor de todo, a favor del más fuerte y enemigo principal.
Así funcionó la teoría de los dos demonios de Alfonsín en el caso del juzgamiento de los crímenes de Estado contra la ciudadanía. Por suerte esa teoría terminó de revertirse con el tiempo, y los fallos ejemplares han llegado para instaurar la cultura democrática en la sociedad. En este caso la Justicia resuelve cuestiones que no tienen que ver tanto con la inmediatez como con la sustentabilidad.
Es imperdonable sin embargo el error de afirmar que el gobierno es uno de dos demonios en su enfrentamiento contra el cónclave "La Rural- Grupo Clarín", donde el gobierno ostenta la única representación posible de los sectores postergados y de los más humildes de la sociedad en este duelo.
A diferencia del terrorismo de Estado,en este caso la justicia popular que se ejerce con la opinión y con el voto no tiene tiempo que perder, el problema urge de inmediatez porque el gobierno se va en el 2011 y el error puede consagrar y sostener en el futuro a la impunidad del poder económico que ha sido históricamente clásico agente del capital, de la corrupción y de la falta de "valores".
Proyecto Sur, todos los izquierdistas que se oponen al gobierno, y todos los republicanos que quieren honestidad en las instituciones, se manejan con la teoría de los dos demonios.