La discusión sobre el aborto rescata la temática de la fatal ingerencia de la Religión en el Estado Democrático, ingerencia que repercute en la calidad institucional, en la calidad de la vida civil, y en la libertad de la vida de cada uno de los ciudadanos.
Estado Democrático de Derecho y Religión son antagonistas. La visión del mundo y de la vida que tiene la Religión se opone estrictamente a la visión del mundo y de la vida que tiene un Estado Democrático, y viceversa.
La visión de la Religión es parcial y mística, y la visión del Estado Democrático de Derecho es universal y estrictamente racional.
Pero el punto fundamental es la visión que tiene la Religión sobre el Estado y la visión que tiene el Estado Democrático sobre la Religión.
La Religión quiere un Estado que abandone lo racional e incorpore lo místico en cuestiones de Derecho, y el Estado Democrático aparta por eso a la Religión de cualquier influencia mística en las cuestiones de Derecho.
La Religión excluye y provoca desigualdad, inequidad en el respeto a las creencias diversas, avanza sobre las consciencias y la vida libre de las personas pero el Estado Democrático debe garantizar los derechos a la diversidad de pensamientos religiosos o filosóficos, tanto místicos como racionales en cualquier acepción.
Toda Religión cree sustentar la verdad universal aunque tenga una visión parcial excluyente de las demás consciencias del mundo. Como la visión del Estado debe ser verdaderamente universal e imparcial, no puede permitir que ninguna Religión tenga ninguna ingerencia en los asuntos del Estado.
La República Argentina es un Estado Democrático de Derecho que aseguró la libertad de consciencias antes aún que las libertades democráticas.
La libertad de consciencias se aseguró separando la Religión del Estado, y se lo hizo en la década de 1880 no sin enormes peleas y presiones desorbitadas de la Iglesia católica, en discusiones contra la corporación de la Religión mayoritaria, que quería seguir teniendo para sí la educación pública religiosa universal, la inscripción de los nacimientos, matrimonios y el fallecimientos de las personas.
La llamada "generación del 80", con el vituperado Julio A. Roca a la cabeza, sin haber dejado su religión de cuna católica, comprendió que si este quería ser un país necesitaba ser poblado, y para ello debía garantizar la libertad de consciencia de las personas, y arrebató de las manos de la Religión Católica la administración de cuestiones que pasaron a ser de orden exclusivamente civil, como la Educación de los niños, y el registro de nacimientos, matrimonio y fallecimientos.
Eso no significó que desterraran de la República Argentina a la Religión católica, todo lo contrario. Por ser la religión mayoritaria tuvo su lugar en los rituales ceremoniales del Estado, y en esta última administración, se incorporó la "ecumenización" religiosa en las ceremonias del Estado, por eso vemos a un rabino, a un pastor evangélico y a un representante de la fe musulmana en los actos ceremoniales de Cristina de Kirchner.
Este gobierno ha sido el distribuidor de derechos a las minorías, y ha tomado en cuenta la diversidad religiosa como ningún otro gobierno anterior había hecho.
En su enfrentamiento político con la corporación de la Iglesia católica tradicionalmente gorila y unida a los sectores de poder desde épocas inmemoriales, el Presidente Kirchner por primera vez cambió a la Catedral Metropolitana en la elección de lugar de ceremonial y buscó otras regiones del territorio argentino, e invitó a los ceremoniales religiosos a las distintas confesiones que viven en armonía en la Argentina.
En la Argentina "el plan de Dios" no es el plan de gobierno, a menos de pisar con pie grosero la diversidad de consciencias de todos los ciudadanos libres y respetuosos de la consciencia ajena, entre los cuales se encuentran mayoritariamente los ciudadanos que profesan la fe católica, que se deben sentir profundamente alterados cuando escuchan a un gobernador hablar del "Plan de Dios" seguido por un gobierno.
El repudio franco y hostil contra el discurso que ignora toda consciencia responsable y respetuosa del Estado de Derecho debería ser unánime.
El desafío franco, irresponsable e irrespetuoso de la Democracia y el Estado de Derecho del gobernador Capitanich, se nos torna una amenaza a los ciudadanos de la Nación. Bajo la inocente exposición de propósitos de gobierno guiados por el "Plan de Dios", se oculta la profunda ignorancia y burla de la exclusión de la Religión y el Estado que nuestro país enarbola entre las Naciones del mundo como país líder en libertades públicas, y subordina la original discusión sobre el aborto, desgraciadamente sepultada bajo un asunto de gravedad aún superior.
Queremos vivir en un país libre y no Teocrático, y dado que en algún momento al gobernador Capitanich se lo vio como el delfín continuador del Proyecto de Néstor y Cristina Kirchner, su discurso debería tener un repudio unánime por el peligro que representa, independientemente de la profesión de fe de cada uno.
Estado Democrático de Derecho y Religión son antagonistas. La visión del mundo y de la vida que tiene la Religión se opone estrictamente a la visión del mundo y de la vida que tiene un Estado Democrático, y viceversa.
La visión de la Religión es parcial y mística, y la visión del Estado Democrático de Derecho es universal y estrictamente racional.
Pero el punto fundamental es la visión que tiene la Religión sobre el Estado y la visión que tiene el Estado Democrático sobre la Religión.
La Religión quiere un Estado que abandone lo racional e incorpore lo místico en cuestiones de Derecho, y el Estado Democrático aparta por eso a la Religión de cualquier influencia mística en las cuestiones de Derecho.
La Religión excluye y provoca desigualdad, inequidad en el respeto a las creencias diversas, avanza sobre las consciencias y la vida libre de las personas pero el Estado Democrático debe garantizar los derechos a la diversidad de pensamientos religiosos o filosóficos, tanto místicos como racionales en cualquier acepción.
Toda Religión cree sustentar la verdad universal aunque tenga una visión parcial excluyente de las demás consciencias del mundo. Como la visión del Estado debe ser verdaderamente universal e imparcial, no puede permitir que ninguna Religión tenga ninguna ingerencia en los asuntos del Estado.
La República Argentina es un Estado Democrático de Derecho que aseguró la libertad de consciencias antes aún que las libertades democráticas.
La libertad de consciencias se aseguró separando la Religión del Estado, y se lo hizo en la década de 1880 no sin enormes peleas y presiones desorbitadas de la Iglesia católica, en discusiones contra la corporación de la Religión mayoritaria, que quería seguir teniendo para sí la educación pública religiosa universal, la inscripción de los nacimientos, matrimonios y el fallecimientos de las personas.
La llamada "generación del 80", con el vituperado Julio A. Roca a la cabeza, sin haber dejado su religión de cuna católica, comprendió que si este quería ser un país necesitaba ser poblado, y para ello debía garantizar la libertad de consciencia de las personas, y arrebató de las manos de la Religión Católica la administración de cuestiones que pasaron a ser de orden exclusivamente civil, como la Educación de los niños, y el registro de nacimientos, matrimonio y fallecimientos.
Eso no significó que desterraran de la República Argentina a la Religión católica, todo lo contrario. Por ser la religión mayoritaria tuvo su lugar en los rituales ceremoniales del Estado, y en esta última administración, se incorporó la "ecumenización" religiosa en las ceremonias del Estado, por eso vemos a un rabino, a un pastor evangélico y a un representante de la fe musulmana en los actos ceremoniales de Cristina de Kirchner.
Este gobierno ha sido el distribuidor de derechos a las minorías, y ha tomado en cuenta la diversidad religiosa como ningún otro gobierno anterior había hecho.
En su enfrentamiento político con la corporación de la Iglesia católica tradicionalmente gorila y unida a los sectores de poder desde épocas inmemoriales, el Presidente Kirchner por primera vez cambió a la Catedral Metropolitana en la elección de lugar de ceremonial y buscó otras regiones del territorio argentino, e invitó a los ceremoniales religiosos a las distintas confesiones que viven en armonía en la Argentina.
En la Argentina "el plan de Dios" no es el plan de gobierno, a menos de pisar con pie grosero la diversidad de consciencias de todos los ciudadanos libres y respetuosos de la consciencia ajena, entre los cuales se encuentran mayoritariamente los ciudadanos que profesan la fe católica, que se deben sentir profundamente alterados cuando escuchan a un gobernador hablar del "Plan de Dios" seguido por un gobierno.
El repudio franco y hostil contra el discurso que ignora toda consciencia responsable y respetuosa del Estado de Derecho debería ser unánime.
El desafío franco, irresponsable e irrespetuoso de la Democracia y el Estado de Derecho del gobernador Capitanich, se nos torna una amenaza a los ciudadanos de la Nación. Bajo la inocente exposición de propósitos de gobierno guiados por el "Plan de Dios", se oculta la profunda ignorancia y burla de la exclusión de la Religión y el Estado que nuestro país enarbola entre las Naciones del mundo como país líder en libertades públicas, y subordina la original discusión sobre el aborto, desgraciadamente sepultada bajo un asunto de gravedad aún superior.
Queremos vivir en un país libre y no Teocrático, y dado que en algún momento al gobernador Capitanich se lo vio como el delfín continuador del Proyecto de Néstor y Cristina Kirchner, su discurso debería tener un repudio unánime por el peligro que representa, independientemente de la profesión de fe de cada uno.