MILITANCIA O DEPORTE EXTREMO
En las luchas y enfrentamientos entre sectores, a los elementos ideológicos que disputan intereses concretos, se les agregan los elementos patológicos que sienten atractivo irrestible en el enfrentamiento mismo. Estos pueden dar muestras de coraje, de arrojo supremo ante el peligro máximo, de sobreexposición innecesaria hasta el punto de poner en riesgo la propia vida en asuntos que se podrían considerar mínimos para la lucha en sentido amplio.
Se los identifica porque no están dispuestos a detener el enfrentamiento frente a una oportunidad de negociación. Nunca consideran la existencia de objetivo intermedio. Nunca consideran alcanzado el objetivo principal. También muestran una práctica de la exclusión en las propias filas, promoviendo el apartamiento de los impuros.
Es hora de que alguien tome consciencia del peligro que estos elementos representan para cualquier lucha que tiene un objetivo para conseguir. Ellos ni siquiera se dan cuenta de su propia patología y lo viven como ideología intransigente. Todas las posiciones políticas extremas tienen las filas pobladas de paranoicos que luchan contra un fantasma que los devora íntimamente, en las oscuridades de sus psiquis.
Desgraciadamente todavía la sociedad no tiene el conocimiento suficiente como para descartar de su favor a los psiquismos alterados que desvirtúan la naturaleza de cualquier empresa humana, convirtiéndola en subsidiaria proveedora de tranquilidad (o placer) para sus requiebros íntimos. Un caso desgraciado es Elisa Carrió, que perversa, continúa en acción gracias a los perversos fines de quienes reciben beneficio de sus exabruptos.
Para entender mejor la cuestión patológica, quiero mostrar cómo opera la patología, por ejemplo en ciertos deportes llamados de riesgo como el de la velocidad o el escalamiento de montañas donde se expone la vida. Estos individuos tienen una angustia existencial que no los abandona frente a la amenaza de la muerte. Cada vez que consiguen ganarle al peligro de perder la vida, sienten una victoria parcial sobre la muerte. La empresa permanente de preparase para practicar el "deporte" de riesgo, les tiene garantizada una acción constante que contrarresta el peligro constante de morir en cualquier momento. El hombre en general tiene una angustia existencial morigerada, que no está presente todo el tiempo, todas las horas y los minutos de su vida, gracias a que ocupa su energía vital derivándola hacia cuestiones positivas.
Poner en riesgo la vida no debería llamarse deporte. Pero la sociedad es comensal de ese torturado que se enfrenta a la muerte. Los espectadores se suben a los hombros del arriesgado que les muestra cómo la muerte no es invencible. Los espectadores también sienten su angustia existencial morigerada. Unos se suben a un auto a ponerse en riesgo, los otros lo miran. Todo eso funciona como una asociación patológica.
Cuidate de los puristas, de los ultraístas, de los que desconfían de todo, de los que no creen en la conversión, de los que tienen una verdad totalizadora pero lejana de ser alcanzada, de los que descubren traidores, de los del todo o nada, de los que quieren derribar imperios con espada de madera.
Ellos llevan cualquier lucha al muere. No te les prendas. Deciles que se calmen. Que la escalera se sube por peldaños. Deciles que vayan al psicoanalista para que les de un diagnóstico. Tal vez el psicoanalista le descubra su personalidad ignorada, como un entramado de obsesiones compulsivas, mezcladas con ansiedad insoportable, que se encauza en la lucha política tanto como en el deporte de riesgo.
En las luchas y enfrentamientos entre sectores, a los elementos ideológicos que disputan intereses concretos, se les agregan los elementos patológicos que sienten atractivo irrestible en el enfrentamiento mismo. Estos pueden dar muestras de coraje, de arrojo supremo ante el peligro máximo, de sobreexposición innecesaria hasta el punto de poner en riesgo la propia vida en asuntos que se podrían considerar mínimos para la lucha en sentido amplio.
Se los identifica porque no están dispuestos a detener el enfrentamiento frente a una oportunidad de negociación. Nunca consideran la existencia de objetivo intermedio. Nunca consideran alcanzado el objetivo principal. También muestran una práctica de la exclusión en las propias filas, promoviendo el apartamiento de los impuros.
Es hora de que alguien tome consciencia del peligro que estos elementos representan para cualquier lucha que tiene un objetivo para conseguir. Ellos ni siquiera se dan cuenta de su propia patología y lo viven como ideología intransigente. Todas las posiciones políticas extremas tienen las filas pobladas de paranoicos que luchan contra un fantasma que los devora íntimamente, en las oscuridades de sus psiquis.
Desgraciadamente todavía la sociedad no tiene el conocimiento suficiente como para descartar de su favor a los psiquismos alterados que desvirtúan la naturaleza de cualquier empresa humana, convirtiéndola en subsidiaria proveedora de tranquilidad (o placer) para sus requiebros íntimos. Un caso desgraciado es Elisa Carrió, que perversa, continúa en acción gracias a los perversos fines de quienes reciben beneficio de sus exabruptos.
Para entender mejor la cuestión patológica, quiero mostrar cómo opera la patología, por ejemplo en ciertos deportes llamados de riesgo como el de la velocidad o el escalamiento de montañas donde se expone la vida. Estos individuos tienen una angustia existencial que no los abandona frente a la amenaza de la muerte. Cada vez que consiguen ganarle al peligro de perder la vida, sienten una victoria parcial sobre la muerte. La empresa permanente de preparase para practicar el "deporte" de riesgo, les tiene garantizada una acción constante que contrarresta el peligro constante de morir en cualquier momento. El hombre en general tiene una angustia existencial morigerada, que no está presente todo el tiempo, todas las horas y los minutos de su vida, gracias a que ocupa su energía vital derivándola hacia cuestiones positivas.
Poner en riesgo la vida no debería llamarse deporte. Pero la sociedad es comensal de ese torturado que se enfrenta a la muerte. Los espectadores se suben a los hombros del arriesgado que les muestra cómo la muerte no es invencible. Los espectadores también sienten su angustia existencial morigerada. Unos se suben a un auto a ponerse en riesgo, los otros lo miran. Todo eso funciona como una asociación patológica.
Cuidate de los puristas, de los ultraístas, de los que desconfían de todo, de los que no creen en la conversión, de los que tienen una verdad totalizadora pero lejana de ser alcanzada, de los que descubren traidores, de los del todo o nada, de los que quieren derribar imperios con espada de madera.
Ellos llevan cualquier lucha al muere. No te les prendas. Deciles que se calmen. Que la escalera se sube por peldaños. Deciles que vayan al psicoanalista para que les de un diagnóstico. Tal vez el psicoanalista le descubra su personalidad ignorada, como un entramado de obsesiones compulsivas, mezcladas con ansiedad insoportable, que se encauza en la lucha política tanto como en el deporte de riesgo.