Aunque en primera instancia no veas la importancia del tema del que te quiero hablar, por favor lector, concedéme la confianza de CREER que te digo la verdad, si te digo que al leer este texto, lo considerarás importante para tu vida, y para los que te rodean: tus padres, tus hijos, y toda la sociedad argentina.
Hay muchos temas como éste, embretados en la impunidad, amparando intereses subalternos, perjudicando a la población, sin posiblidad de ser revertidos gracias a nichos de poder corporativo.
Muchas veces pensé en usar este blog para contar a la población, y que se difunda, la incorrecta y sugestivamente inexpugnable modalidad que persiste en la Argentina, a pesar de que en el mundo entero ha fracasado y se ha revertido, de la división entre oftalmólogos y ópticos para ordenar y confeccionar un anteojo recetado. ¿No le ves la importancia? Seguí leyendo, por favor. ¡¡¡ No abandones acá !!!
Me contuve hasta ahora, porque no quise contaminar mi acción bloguera de apoyo al gobierno, con la sospecha de una intención de beneficio personal, estilo propagandístico de mi actividad profesional. Me contuve también porque el lector desmerecería la importancia del tema, ya que no tiene idea de qué se trata este asunto.
Ayer estuvieron en la óptica para hacerse anteojos conmigo Ezequiel Meler y su mamá. Es un bloguero muy conocido y estimado en la blogósfera. Este es su blog.
No estoy haciendo ninguna infidencia, tengo que aprovechar la situación de tener un testigo especial, conocido por ustedes, que refrendará mis dichos, y será una garantía de que lo que voy a decir es verdad. En ninguna otra ocasión pude presentar un testigo conocido por mis lectores, que no me dejará mentir, y su testimonio será suficiente prueba de los dichos. Así como ellos dos, pasaron y pasan cientos, cuyos testimonios no hubieran servido por desconocidos, ni habría forma de recabarlos formalmente.
Lo que pasó ayer en mi óptica, es reiterado, constante, permanente desde hace dos décadas por lo menos, si no tres. Desde que la medicina empezó a ser un negocio de las corporaciones privadas, y un servicio deficiente de las obras sociales. Desde que el oftalmólogo no cobra honorarios acordes en su consultorio por una visita privada del paciente, como era antes, cuando atendía al paciente con el tiempo necesario en lugar de la atención masiva y numerosa a la que está obligado, cobrando migajas de las medicinas prepagas y obras sociales.
Las recetas que traían tanto Ezequiel como su mamá estaban erradas. ¡¡¡Por favor no abandones la lectura acá !!! Confeccionar esos anteojos hubiera significado un perjuicio para los dos, de una envergadura considerable para sus vidas. Una envergadura que solamente yo puedo observar y evaluar en la justa dimensión, y no así el neófito, ni el perjudicado. Por eso quiero difundirlo.
Ezequiel tenía recetada una evolución de su miopía que no había ocurrido. De hacer ese anteojo, Ezequiel no se hubiera dado cuenta del problema, se hubiera acostumbrado a llevar un anteojo con mayor graduación de la requerida, teniendo menor visión de la que podría tener con la graduación correcta. Hacer ese anteojo significaba disminuir la visión de Ezequiel. Disminuir la visión de un miope es criminal, ya que de por sí la tiene reducida. Las consecuencias son insospechadas. Podría haberlo perjudicado en su desempeño como profesor. Podría haberlo perjudicado en su psiquis, al sentir que sus capacidades disminuían sin darse cuenta de que era el anteojo.
Otro tanto ocurrió con la mamá. Ella también tenía sobregraduada la prescripción. En este caso la molestia se iba a hacer presente, y el anteojo iba ser rechazado violentamente por ella al tenerlo confeccionado. Ezequiel no iba a registrar la diferencia, pero ella sí. Se trata de presbicia. Un anteojo sobregraduado para presbicia implica mareos y hasta náuseas. Sin embargo, si ella hubiera tenido la mansedumbre habitual, si hubiera querido subordinarse a la receta, por cuestión de obediencia al profesional, también hubiera terminado acostumbrándose, a costa de reducir la profundidad del campo visual, otra vez impidiendo la realización de acciones necesarias para la vida, como la de poder ver la computadora cómodamente. Ella necesita la computadora para su trabajo, no es una simple diversión.
Los resultados psíquicos de anteojos mal prescriptos van a parar a depresión anímica y a confusión racional. Hay una sensación de pérdida de las capacidades que acosan anímicamente al perjudicado, llevándolo a pensar que ha dejado de ser el buen lector que era toda la vida. La lectura de un libro o de un diario le traen sueño. Se duerme cada vez que empieza a leer, aunque tenga un examen y esté bien dormido, y piensa que su vida está cambiando para mal. No piensa que es un problema de la visión. No imagina que el sueño viene por no poder enfocar correctamente y por agotamiento del esfuerzo de los ojos. Si acaba de hacerse un nuevo anteojo eso está descartado. Lo acosa el miedo al futuro, de no poder continuar estudiando, de no poder continuar trabajando.
Algunos directamente no ingresan al uso de la computadora, piensan que no es para ellos, otros se convencen de resignar el uso de la computadora después de haberla usado con eficiencia, otros a pensar que deben confesar a la patronal su incapacidad insuperable a riesgo de equivocarse en algo grave (un bancario por ejemplo), otros a pensar que deben abandonar el manejo de su automóvil, o no manejar más de noche. Todo esto tiene consecuencias perjudiciales para la vida de las personas.
El caso más grave que me ha tocado en mi vida de Óptica, fue una nena tratada por autismo, con la condena de un diagnóstico equivocado, que iba a depararle la exclusión social. Fue la maestra la que sospechó un problema visual y le pidió a la mamá que por las dudas la llevara al oculista. El asunto es que el oculista no se esmeró, frente a la dificultad comunicativa de la nena. Fui yo la que tuvo paciencia y fui asombrándome e indignándome cuando avanzaba en el descubrimiento de una miopía enorme que tenía a la nena separada del mundo social, de la clase escolar, concentrada solamente en el pequeño reducto físico que veía con claridad muy cerca suyo. Por eso la nena dibujaba en el cuaderno y no copiaba lo que la maestra escribía en el pizarrón, ni se relacionaba con sus compañeritos en el patio, concentrada en algún jueguito consigo misma. La psicóloga le diagnosticó AUTISMO. Pero la nena era miope. Una vez confeccionado el anteojo correcto, desapareció el autismo. Ella hoy está casada, terminó la escuela correctamente y salió del designio fatal que la hubiera excluído para siempre de la sociedad, y vaya a saber a qué desarrollo psíquico alterado.
En todo el mundo ocurrió lo mismo. Como el capitalismo no tiene vuelta atrás, no va a volver nunca el sistema de atención antigua, donde el oftalmólogo podía dedicarle un tiempo considerable al paciente. Para desgracia de la Argentina, la computadora que da un diagnóstico veloz aproximado de los defectos refractivos visuales, en lugar de ser una herramienta meramente consultiva e interesante, es usada muchas veces como factor de acortamiento del tiempo de auscultación, y se toman los resultados de ese estudio, como definitivos, para perjuicio enorme del paciente. Y los pacientes contentos por haber sido auscultados con una computadora ineficaz para la definitiva refracción.
En todo el mundo comenzaron a fallar, por lo tanto, las recetas de anteojos que provenían del oftalmólogo. Además, la velocidad de la vida moderna impide a los pacientes solucionar con rapidez un problema de anteojos, ya que deben pedir turno con anticipación y la mayoría de las veces los turnos son larguísimos en tiempo. ¿Qué hace una persona que pierde un anteojo? ¿Tiene que pasar treinta días sin ver?
Entonces en el mundo en general, en toda Europa, en Israel, en EEUU, en Colombia, se ha decidido desde hace varias décadas, que el oculista abandone la prescripción de anteojos. Se ha reemplazado la carrera de óptico por la de optometrista. Las personas van a la óptica cuando necesitan anteojos y el optometrista obtiene la refracción y confecciona el anteojo. Si alguien va al oculista y le dice que necesita anteojos, el oculista lo manda a la óptica. El se dedica solamente a enfermedades de los ojos y cirugía.
Pero acá es imposible conseguir el cambio. Los oftalmólogos presentan recursos de amparo amparados en una ley obsoleta que nadie intenta cambiar. Y la población argentina se ve sometida a ese absurdo derrotero de padecer la visión deficiente, y sus consecuencias absurdas y evitables.
Es tan tenaz la acción de impedimento de los oftalmólogos por continuar prescribiendo anteojos, que todo intento de cambio es interceptado ferozmente. De la Universidad de Colombia vino hace unos veinte años, un curso de Optometría privado, al que yo concurrí, y hay algunos que finalizaron teniendo el título, inútil, sin permiso para el ejercicio de la profesión. Yo no me molesté en obtener el título. Fue habilitado el curso oficialmente, pero no el ejercicio de la profesión. Son los absurdos de la Argentina gobernada por los políticos que se debieron haber ido todos, cuando la gente les decía "que se vayan todos".
Llegaron los oftalmólogos a ser tan perseguidores celosos de seguir siendo los dueños de la prescripción del anteojo, que opusieron un recurso de amparo para impedir una maravillosa tarea solidaria de Cuba, líder en oftalmología, que envió una cuadrilla de optometristas al norte argentino para recetar anteojos a personas que nunca habían sido ausculatadas.
Ibarra intentó habilitar la optometría en la CABA, pero otra vez hubo un recurso de amparo.
Alguien debe interesarse por esta situación. Estoy cansada de observar cómo se arruina la vida de la gente, y cómo se tira la plata confeccionando anteojos deficientes. No es posible esto en nuestro país, cuando tenemos un gobierno que va por más.
Si alguien lee esto y puede cambiar las cosas, que lo impulse, por favor.
Hay muchos temas como éste, embretados en la impunidad, amparando intereses subalternos, perjudicando a la población, sin posiblidad de ser revertidos gracias a nichos de poder corporativo.
Muchas veces pensé en usar este blog para contar a la población, y que se difunda, la incorrecta y sugestivamente inexpugnable modalidad que persiste en la Argentina, a pesar de que en el mundo entero ha fracasado y se ha revertido, de la división entre oftalmólogos y ópticos para ordenar y confeccionar un anteojo recetado. ¿No le ves la importancia? Seguí leyendo, por favor. ¡¡¡ No abandones acá !!!
Me contuve hasta ahora, porque no quise contaminar mi acción bloguera de apoyo al gobierno, con la sospecha de una intención de beneficio personal, estilo propagandístico de mi actividad profesional. Me contuve también porque el lector desmerecería la importancia del tema, ya que no tiene idea de qué se trata este asunto.
Ayer estuvieron en la óptica para hacerse anteojos conmigo Ezequiel Meler y su mamá. Es un bloguero muy conocido y estimado en la blogósfera. Este es su blog.
No estoy haciendo ninguna infidencia, tengo que aprovechar la situación de tener un testigo especial, conocido por ustedes, que refrendará mis dichos, y será una garantía de que lo que voy a decir es verdad. En ninguna otra ocasión pude presentar un testigo conocido por mis lectores, que no me dejará mentir, y su testimonio será suficiente prueba de los dichos. Así como ellos dos, pasaron y pasan cientos, cuyos testimonios no hubieran servido por desconocidos, ni habría forma de recabarlos formalmente.
Lo que pasó ayer en mi óptica, es reiterado, constante, permanente desde hace dos décadas por lo menos, si no tres. Desde que la medicina empezó a ser un negocio de las corporaciones privadas, y un servicio deficiente de las obras sociales. Desde que el oftalmólogo no cobra honorarios acordes en su consultorio por una visita privada del paciente, como era antes, cuando atendía al paciente con el tiempo necesario en lugar de la atención masiva y numerosa a la que está obligado, cobrando migajas de las medicinas prepagas y obras sociales.
Las recetas que traían tanto Ezequiel como su mamá estaban erradas. ¡¡¡Por favor no abandones la lectura acá !!! Confeccionar esos anteojos hubiera significado un perjuicio para los dos, de una envergadura considerable para sus vidas. Una envergadura que solamente yo puedo observar y evaluar en la justa dimensión, y no así el neófito, ni el perjudicado. Por eso quiero difundirlo.
Ezequiel tenía recetada una evolución de su miopía que no había ocurrido. De hacer ese anteojo, Ezequiel no se hubiera dado cuenta del problema, se hubiera acostumbrado a llevar un anteojo con mayor graduación de la requerida, teniendo menor visión de la que podría tener con la graduación correcta. Hacer ese anteojo significaba disminuir la visión de Ezequiel. Disminuir la visión de un miope es criminal, ya que de por sí la tiene reducida. Las consecuencias son insospechadas. Podría haberlo perjudicado en su desempeño como profesor. Podría haberlo perjudicado en su psiquis, al sentir que sus capacidades disminuían sin darse cuenta de que era el anteojo.
Otro tanto ocurrió con la mamá. Ella también tenía sobregraduada la prescripción. En este caso la molestia se iba a hacer presente, y el anteojo iba ser rechazado violentamente por ella al tenerlo confeccionado. Ezequiel no iba a registrar la diferencia, pero ella sí. Se trata de presbicia. Un anteojo sobregraduado para presbicia implica mareos y hasta náuseas. Sin embargo, si ella hubiera tenido la mansedumbre habitual, si hubiera querido subordinarse a la receta, por cuestión de obediencia al profesional, también hubiera terminado acostumbrándose, a costa de reducir la profundidad del campo visual, otra vez impidiendo la realización de acciones necesarias para la vida, como la de poder ver la computadora cómodamente. Ella necesita la computadora para su trabajo, no es una simple diversión.
Los resultados psíquicos de anteojos mal prescriptos van a parar a depresión anímica y a confusión racional. Hay una sensación de pérdida de las capacidades que acosan anímicamente al perjudicado, llevándolo a pensar que ha dejado de ser el buen lector que era toda la vida. La lectura de un libro o de un diario le traen sueño. Se duerme cada vez que empieza a leer, aunque tenga un examen y esté bien dormido, y piensa que su vida está cambiando para mal. No piensa que es un problema de la visión. No imagina que el sueño viene por no poder enfocar correctamente y por agotamiento del esfuerzo de los ojos. Si acaba de hacerse un nuevo anteojo eso está descartado. Lo acosa el miedo al futuro, de no poder continuar estudiando, de no poder continuar trabajando.
Algunos directamente no ingresan al uso de la computadora, piensan que no es para ellos, otros se convencen de resignar el uso de la computadora después de haberla usado con eficiencia, otros a pensar que deben confesar a la patronal su incapacidad insuperable a riesgo de equivocarse en algo grave (un bancario por ejemplo), otros a pensar que deben abandonar el manejo de su automóvil, o no manejar más de noche. Todo esto tiene consecuencias perjudiciales para la vida de las personas.
El caso más grave que me ha tocado en mi vida de Óptica, fue una nena tratada por autismo, con la condena de un diagnóstico equivocado, que iba a depararle la exclusión social. Fue la maestra la que sospechó un problema visual y le pidió a la mamá que por las dudas la llevara al oculista. El asunto es que el oculista no se esmeró, frente a la dificultad comunicativa de la nena. Fui yo la que tuvo paciencia y fui asombrándome e indignándome cuando avanzaba en el descubrimiento de una miopía enorme que tenía a la nena separada del mundo social, de la clase escolar, concentrada solamente en el pequeño reducto físico que veía con claridad muy cerca suyo. Por eso la nena dibujaba en el cuaderno y no copiaba lo que la maestra escribía en el pizarrón, ni se relacionaba con sus compañeritos en el patio, concentrada en algún jueguito consigo misma. La psicóloga le diagnosticó AUTISMO. Pero la nena era miope. Una vez confeccionado el anteojo correcto, desapareció el autismo. Ella hoy está casada, terminó la escuela correctamente y salió del designio fatal que la hubiera excluído para siempre de la sociedad, y vaya a saber a qué desarrollo psíquico alterado.
En todo el mundo ocurrió lo mismo. Como el capitalismo no tiene vuelta atrás, no va a volver nunca el sistema de atención antigua, donde el oftalmólogo podía dedicarle un tiempo considerable al paciente. Para desgracia de la Argentina, la computadora que da un diagnóstico veloz aproximado de los defectos refractivos visuales, en lugar de ser una herramienta meramente consultiva e interesante, es usada muchas veces como factor de acortamiento del tiempo de auscultación, y se toman los resultados de ese estudio, como definitivos, para perjuicio enorme del paciente. Y los pacientes contentos por haber sido auscultados con una computadora ineficaz para la definitiva refracción.
En todo el mundo comenzaron a fallar, por lo tanto, las recetas de anteojos que provenían del oftalmólogo. Además, la velocidad de la vida moderna impide a los pacientes solucionar con rapidez un problema de anteojos, ya que deben pedir turno con anticipación y la mayoría de las veces los turnos son larguísimos en tiempo. ¿Qué hace una persona que pierde un anteojo? ¿Tiene que pasar treinta días sin ver?
Entonces en el mundo en general, en toda Europa, en Israel, en EEUU, en Colombia, se ha decidido desde hace varias décadas, que el oculista abandone la prescripción de anteojos. Se ha reemplazado la carrera de óptico por la de optometrista. Las personas van a la óptica cuando necesitan anteojos y el optometrista obtiene la refracción y confecciona el anteojo. Si alguien va al oculista y le dice que necesita anteojos, el oculista lo manda a la óptica. El se dedica solamente a enfermedades de los ojos y cirugía.
Pero acá es imposible conseguir el cambio. Los oftalmólogos presentan recursos de amparo amparados en una ley obsoleta que nadie intenta cambiar. Y la población argentina se ve sometida a ese absurdo derrotero de padecer la visión deficiente, y sus consecuencias absurdas y evitables.
Es tan tenaz la acción de impedimento de los oftalmólogos por continuar prescribiendo anteojos, que todo intento de cambio es interceptado ferozmente. De la Universidad de Colombia vino hace unos veinte años, un curso de Optometría privado, al que yo concurrí, y hay algunos que finalizaron teniendo el título, inútil, sin permiso para el ejercicio de la profesión. Yo no me molesté en obtener el título. Fue habilitado el curso oficialmente, pero no el ejercicio de la profesión. Son los absurdos de la Argentina gobernada por los políticos que se debieron haber ido todos, cuando la gente les decía "que se vayan todos".
Llegaron los oftalmólogos a ser tan perseguidores celosos de seguir siendo los dueños de la prescripción del anteojo, que opusieron un recurso de amparo para impedir una maravillosa tarea solidaria de Cuba, líder en oftalmología, que envió una cuadrilla de optometristas al norte argentino para recetar anteojos a personas que nunca habían sido ausculatadas.
Ibarra intentó habilitar la optometría en la CABA, pero otra vez hubo un recurso de amparo.
Alguien debe interesarse por esta situación. Estoy cansada de observar cómo se arruina la vida de la gente, y cómo se tira la plata confeccionando anteojos deficientes. No es posible esto en nuestro país, cuando tenemos un gobierno que va por más.
Si alguien lee esto y puede cambiar las cosas, que lo impulse, por favor.
QUE SE HAGA LA CARRERA DE OTPOMETRÍA EN LA UNIVERSIDAD PÚBLICA, Y QUE SE HABILITE EL EJERCICIO DE LA PROFESIÓN.