Hay un día en el que una mujer tiene su primer parto. En ese día se le divide la vida en un antes y un después. Ayer no era madre, hoy, es. Ayer no había hijo, hoy, hay. Ayer una mujer entró al sanatorio con una panza, hoy sale con un bebé en brazos. Es un punto de inflexión.
Hay un momento en el que ella hace conciencia que ese bebé la hace madre. Puestos los ojos en el infinito, avisora una nueva dirección que se impone por la fuerza. Ese rumbo, antes desconocido, antes sólo soñado, ahora está ahí presente, localizado, señalizado, real. El camino anterior fue modificado a partir de un punto de inflexión.
Así también ocurre cuando dimos el último examen de nuestra carrera. Ya no seremos más alumnos. Ahora, con el título, a trabajar y ganarse la vida. Nunca más la vida de estudiante. Ya nunca más la "obligación" de estudiar materias del plan de nuestra carrera, que no nos gustan. Nunca más los horarios de clase, las rutinas del estudio. Hoy la tarea es aplicar los conocimientos. Llegó el día con su punto de inflexión.
Cuando nos compramos un auto por primera vez, nos detenemos a pensar que nunca más un chofer desconocido estará a cargo del móvil en el que viajamos diariamente.
Los puntos de inflexión empiezan desde el vamos y siguen toda la vida. La primera vez que respiramos el oxígeno, que nos alimentamos con leche, que gatemos, que caminamos, que decimos la primera palabra. El primer día en jardín de infantes, el primer día en la escuela primaria, el de la secundaria, el de la Facultad. El primer vello genital, el primer beso de amor, la primera relación sexual.
Todos estos puntos de inflexión son los bienvenidos. Pero hay otros que no, que son un castigo inesperado. El mayor es la muerte de alguien decisivo en nuestra vida.
Este año los más de cuarenta millones de personas que vivimos en la Argentina tuvimos un punto de inflexión con la muerte de Néstor. Y quién sabe cuántas personas en América del Sur ignoran que han tenido también un punto de inflexión en sus vidas.
Esta noche, se termina el 2010 y empieza el 2011. A las doce de la noche hay un punto de inflexión.
El punto de inflexión de esta noche a las doce, no es real sino mágico. Por un instante parece que todo lo malo queda atrás con el año viejo y que el futuro llega virgen para abordarlo sin pasado.
Como el vestido de gala de Cenicineta, la magia se desvanece el primer día de trabajo. Nos espera el escritorio con los papeles en el mismo lugar que los dejamos el último día del año pasado. Y los miramos con odio, sumergidos todavía en la magia del sabor a manzana burbujeante de la sidra y los destellos por reflejo de las luces en el cristal de la copa del brindis.
No importa. No importa que después todo siga igual. Ese instante de magia es nuestro. Apropiémonos de él. Y compartámoslo con toda la humanidad. Miles de millones de personas brindan sumergidos en la misma magia. Todos brindamos por la vida, esa vida que a veces es maravillosa y otras veces terrorífica. Pero siempre es una aventura magnífica.
Brindo contigo compañero lector, en la magia de este fin de año 2010.
¡Feliz Año Nuevo!
Hay un momento en el que ella hace conciencia que ese bebé la hace madre. Puestos los ojos en el infinito, avisora una nueva dirección que se impone por la fuerza. Ese rumbo, antes desconocido, antes sólo soñado, ahora está ahí presente, localizado, señalizado, real. El camino anterior fue modificado a partir de un punto de inflexión.
Así también ocurre cuando dimos el último examen de nuestra carrera. Ya no seremos más alumnos. Ahora, con el título, a trabajar y ganarse la vida. Nunca más la vida de estudiante. Ya nunca más la "obligación" de estudiar materias del plan de nuestra carrera, que no nos gustan. Nunca más los horarios de clase, las rutinas del estudio. Hoy la tarea es aplicar los conocimientos. Llegó el día con su punto de inflexión.
Cuando nos compramos un auto por primera vez, nos detenemos a pensar que nunca más un chofer desconocido estará a cargo del móvil en el que viajamos diariamente.
Los puntos de inflexión empiezan desde el vamos y siguen toda la vida. La primera vez que respiramos el oxígeno, que nos alimentamos con leche, que gatemos, que caminamos, que decimos la primera palabra. El primer día en jardín de infantes, el primer día en la escuela primaria, el de la secundaria, el de la Facultad. El primer vello genital, el primer beso de amor, la primera relación sexual.
Todos estos puntos de inflexión son los bienvenidos. Pero hay otros que no, que son un castigo inesperado. El mayor es la muerte de alguien decisivo en nuestra vida.
Este año los más de cuarenta millones de personas que vivimos en la Argentina tuvimos un punto de inflexión con la muerte de Néstor. Y quién sabe cuántas personas en América del Sur ignoran que han tenido también un punto de inflexión en sus vidas.
Esta noche, se termina el 2010 y empieza el 2011. A las doce de la noche hay un punto de inflexión.
El punto de inflexión de esta noche a las doce, no es real sino mágico. Por un instante parece que todo lo malo queda atrás con el año viejo y que el futuro llega virgen para abordarlo sin pasado.
Como el vestido de gala de Cenicineta, la magia se desvanece el primer día de trabajo. Nos espera el escritorio con los papeles en el mismo lugar que los dejamos el último día del año pasado. Y los miramos con odio, sumergidos todavía en la magia del sabor a manzana burbujeante de la sidra y los destellos por reflejo de las luces en el cristal de la copa del brindis.
No importa. No importa que después todo siga igual. Ese instante de magia es nuestro. Apropiémonos de él. Y compartámoslo con toda la humanidad. Miles de millones de personas brindan sumergidos en la misma magia. Todos brindamos por la vida, esa vida que a veces es maravillosa y otras veces terrorífica. Pero siempre es una aventura magnífica.
Brindo contigo compañero lector, en la magia de este fin de año 2010.
¡Feliz Año Nuevo!