La próxima vez que alguien entró por mi puerta, con una carpeta bajo el brazo, de traje impecable, con pañuelo en el bolsillo del saco, manicura y señales de lujo como anillo de oro de sello, o lapicera fuente tipo Parker, y me sacó una credencial que me pasó por la nariz, diciendo que era Inspector de la Municipalidad y quería ver el Libro de Actas, yo sin siquiera decir una palabra, y sin mirarlo a los ojos porque el desprecio lo hubiera humillado demasiado, me fui directo para la caja.
Abrí la caja sin darle importancia al gusano que tenía enfrente, saqué un billete de cifra bien baja, tipo 10 pesos de ahora. Con los 10 pesos me acerqué al mostrador de vidrio donde estaba el Inspector gusano, y sin mirarlo a los ojos, deslicé el billete por el vidrio con la palma de la mano, hasta abandonarlo cerca de la mano del bastardo y me fui para atrás, sin decir una palabra.
Abrí la caja sin darle importancia al gusano que tenía enfrente, saqué un billete de cifra bien baja, tipo 10 pesos de ahora. Con los 10 pesos me acerqué al mostrador de vidrio donde estaba el Inspector gusano, y sin mirarlo a los ojos, deslicé el billete por el vidrio con la palma de la mano, hasta abandonarlo cerca de la mano del bastardo y me fui para atrás, sin decir una palabra.
Mientras caminaba el tipo exclama, ¡Oiga, con ésto no hacemos nada!
Conformesé y no pierda el tiempo, le dije, no tengo más; yo tengo que trabajar para ganarme la vida, a mí la plata no me llueve, no le da vergüenza, un hombre grande sacarle plata a una mujer, que por la edad podría ser su hija…El tipo dilató un instante la fuga, agarró el billete, y se fue sin decir “esta boca es mía”.
Así fue mi debut con la coima.
Estamos hablando del año 72.
Estaba Lanusse usurpando la Presidencia y de Intendente puso a uno de los mejores que tuvo la ciudad, por lo menos en política cultural, se llamaba Saturnino Montero Ruiz. Me chocaba la diferencia entre la política cultural y la de Inspección. Me tenía traumatizada la diferencia. Como que las dos cosas no me cerraban en la cabeza.
El domingo, en los cines de los barrios, Montero Ruiz ofrecía funciones gratuitas para el pueblo. Desfilaban gratis, Les Luthiers desternillándonos de la risa, Edmundo Rivero cantando Sur, Susana Rinaldi, cuando todavía cantaba, antes de hacer esas piruetas con la garganta aletargando los tiempos y arrastrando el verso, El Indio Gasparino que después se llamó otra cosa y se hizo internacional con un solo tema: No soy de aquí ni soy de allá…, El Chango Nieto, El Tata Cedrón cantando “eche veinte centavos a la ranura, si quiere ver la vida color de rosa, y no se aflija amigo, la vida es dura, la vida es dura, eche veinte centavos a la ranura, si quiere ver la vida color de rosa”, los versos de González Tuñon, la voz del Tata y su bandoneón.
Y yo me daba unas fiestas que no me voy a olvidar nunca. Lo perseguía a Edmundo Rivero. Circulaban los artistas rotando por los cines de los distintos barrios. El pobre Rivero cantaba cuatro o cinco temas bellísimos en lunfardo, y al final, cuando ya se iba, todos empezábamos a gritar ¡Sur! ¡Sur! , y el hombre agarraba resignado la guitarra, y le empezaba a salir ese vozarrón debajo de la tierra con el que empezaba la más bella combinación de letra música y voz que escuché en mi vida, todavía tiemblo cuando me acuerdo que lo escuché personalmente.
Esa era la cara buena de la Municipalidad, pero la otra, la de los Inspectores, era la ceca de la moneda, y a mí me turbaba ese contraste. Empecé a sospechar que los inspectores eran una secta como la de los ciegos del Informe sobre Ciegos de Ernesto Sábato, porque no importaba el gobierno, ellos siempre eran lo mismo.
Y yo tiraba billetes chicos.
Una vez vino una pareja de hombres, un 24 de diciembre. Inspección de la Municipalidad, quiero ver el Libro de Actas.
Los miré. Uno de ellos se fue a tocar el tabique divisorio. Golpeó y dijo: ésto está mal, el tabique tiene que ser de pared de ladrillos.
-Oigan, ustedes no pueden salir a jorobar a la gente el 24 de diciembre, les dije, mientras les tiraba los 10 pesos consabidos.
-Y bueno, nosotros también tenemos que vivir, me contestó el caradura, y saludaron deseando Felices Fiestas.
Pero la máxima fue con el Jefe de Inspectores de la zona de Once, Eduardo Blanco. Es para alquilar balcones.