Cuando leí la entrevista, y entre líneas me pareció que todavía tenías cierto cuidado en proteger a la tía de tu madre, sentí que no es justo que ella sea tratada por vos con tanta delicadeza.
Por eso le escribí ese comentario al periodista que te hizo la entrevista. Pero luego él me contestó y creo que ya comprendí. Está bien eso de no ir a parar a la boca de los paparazzi. Lo comprendo. Me parece bien.
El asunto es que la memoria de Julio, tu papá, quedó ligada a esta mujer superflua, que almorzó todos los días durante cuarenta años de la vida de mucha gente, llenando los hogares de mensajes de ideología militarista, de moralina barata, superficial, ignorante, cuando ella misma debió haberse sentido víctima, debió haberse replanteado su propia ideología y haber testimoniado el crimen de tu padre. Eso, si hubiera sido medianamente humana en lugar de un monstruo.
El daño que le ha hecho esta mujer a la cultura de nuestro pueblo no tiene nombre. Te lo digo yo que tengo sesenta y dos años y la ví cuando ella empezó con los almuerzos. Y la seguimos viendo año tras año, sin prestarle mucha atención, pero observándola con afán antropológico como el ícono de la banalidad, y a veces en un acto de autoflagelación, pensando en la tristeza de que esta mujer atraiga los gustos del público.
La recuerdo horrorizarse mandando a que sacaran del aire el programa porque el gran Alberto Closas usó la palabra "culo". Y Closas, asombrado de la reacción de Mirtha, al volver al aire dijo de nuevo la palabra, en un acto de clara burla, preguntando:¿pero cómo llamáis vosotros al culito de los niños?
Y la recuerdo entrando en cólera porque Federico Luppi se atrevió a decirle que hablaba como una "maestrita de pueblo", por decirle que era inocente, a lo que ella replicó enfurecida y ridícula, que no debía burlarse de la figura de una maestra de escuela de pueblo, que era lo más sagrado de la sociedad.
Y también la recuerdo apañando a los milicos. Claro que la recuerdo, y no sabés Julieta lo que eso dolía en época contemporanea a los secuestros y desapariciones. Cómo dolía verla pavonearse en su salsa militar adulando a los genocidas.
Ahora, debemos saber por qué reveló de pronto su ocultamiento. Creo que es parte de su natural impunidad. Y espero que la revelación le traiga una devolución en su contra.
Y yo también quiero revelarte algo que tenía oculto:
Soy una de las pocas personas que conocía toda la historia antes de que la revelara Mirtha Legrand. Sabía de tu mamá, de tu papá, de lo que pasó, y que tu mamá era la sobrina de Mirtha Legrand, quien había intervenido para que los milicos la soltaran.
Yo sabía que ML ocultaba esos hechos y mi indignación no tenía consuelo desde que me enteré. Me lo contó una persona muy allegada a tu papá. Solemos encontrarnos con amigos comunes y se generó entre nosotros una mutua corriente de simpatía. Quise saber de Julio, quise que me cuente, indagué hasta que me fue contando los detalles, obviamente con la promesa de no revelarlos jamás. Y cumplí mordiéndome los labios. La miraba a Mirtha Legrand con tanto desprecio sabiendo lo que ocultaba, que a veces estallaba de bronca pensando que iba a lograr llevarse ese secreto a la tumba.
Y Julieta querida, pensaba en vos y en tu mamá. Y me imaginaba que quizá ustedes hubieran radiado de vuestras vidas la memoria de Julio. Sentía que a Julio lo habían matado varias veces si eso hubiera sido cierto. Imaginaba el triste destino de un joven luchador y papá, que muere en manos de esos depravados y que sin tener sepultura sus restos, es además sepultada su memoria por obra de doña Mirtha Legrand, y sólo para proteger sus devaneos oligárquicos habitados por rosas rococó sobre manteles blancos.
Por eso, no sabés la alegría inmensa que me dio enterarme de que sos vos, la hija de Julio, la que salió a decir "aquí estoy", mi padre está en mi memoria.
Por eso le escribí ese comentario al periodista que te hizo la entrevista. Pero luego él me contestó y creo que ya comprendí. Está bien eso de no ir a parar a la boca de los paparazzi. Lo comprendo. Me parece bien.
El asunto es que la memoria de Julio, tu papá, quedó ligada a esta mujer superflua, que almorzó todos los días durante cuarenta años de la vida de mucha gente, llenando los hogares de mensajes de ideología militarista, de moralina barata, superficial, ignorante, cuando ella misma debió haberse sentido víctima, debió haberse replanteado su propia ideología y haber testimoniado el crimen de tu padre. Eso, si hubiera sido medianamente humana en lugar de un monstruo.
El daño que le ha hecho esta mujer a la cultura de nuestro pueblo no tiene nombre. Te lo digo yo que tengo sesenta y dos años y la ví cuando ella empezó con los almuerzos. Y la seguimos viendo año tras año, sin prestarle mucha atención, pero observándola con afán antropológico como el ícono de la banalidad, y a veces en un acto de autoflagelación, pensando en la tristeza de que esta mujer atraiga los gustos del público.
La recuerdo horrorizarse mandando a que sacaran del aire el programa porque el gran Alberto Closas usó la palabra "culo". Y Closas, asombrado de la reacción de Mirtha, al volver al aire dijo de nuevo la palabra, en un acto de clara burla, preguntando:¿pero cómo llamáis vosotros al culito de los niños?
Y la recuerdo entrando en cólera porque Federico Luppi se atrevió a decirle que hablaba como una "maestrita de pueblo", por decirle que era inocente, a lo que ella replicó enfurecida y ridícula, que no debía burlarse de la figura de una maestra de escuela de pueblo, que era lo más sagrado de la sociedad.
Y también la recuerdo apañando a los milicos. Claro que la recuerdo, y no sabés Julieta lo que eso dolía en época contemporanea a los secuestros y desapariciones. Cómo dolía verla pavonearse en su salsa militar adulando a los genocidas.
Ahora, debemos saber por qué reveló de pronto su ocultamiento. Creo que es parte de su natural impunidad. Y espero que la revelación le traiga una devolución en su contra.
Y yo también quiero revelarte algo que tenía oculto:
Soy una de las pocas personas que conocía toda la historia antes de que la revelara Mirtha Legrand. Sabía de tu mamá, de tu papá, de lo que pasó, y que tu mamá era la sobrina de Mirtha Legrand, quien había intervenido para que los milicos la soltaran.
Yo sabía que ML ocultaba esos hechos y mi indignación no tenía consuelo desde que me enteré. Me lo contó una persona muy allegada a tu papá. Solemos encontrarnos con amigos comunes y se generó entre nosotros una mutua corriente de simpatía. Quise saber de Julio, quise que me cuente, indagué hasta que me fue contando los detalles, obviamente con la promesa de no revelarlos jamás. Y cumplí mordiéndome los labios. La miraba a Mirtha Legrand con tanto desprecio sabiendo lo que ocultaba, que a veces estallaba de bronca pensando que iba a lograr llevarse ese secreto a la tumba.
Y Julieta querida, pensaba en vos y en tu mamá. Y me imaginaba que quizá ustedes hubieran radiado de vuestras vidas la memoria de Julio. Sentía que a Julio lo habían matado varias veces si eso hubiera sido cierto. Imaginaba el triste destino de un joven luchador y papá, que muere en manos de esos depravados y que sin tener sepultura sus restos, es además sepultada su memoria por obra de doña Mirtha Legrand, y sólo para proteger sus devaneos oligárquicos habitados por rosas rococó sobre manteles blancos.
Por eso, no sabés la alegría inmensa que me dio enterarme de que sos vos, la hija de Julio, la que salió a decir "aquí estoy", mi padre está en mi memoria.