No lo sabía. Lo acaba de contar Ortiz de Rosas en TN. En junio del 74 Inglaterra le hizo un ofrecimiento a la Argentina: que compartiéramos con su gobierno la doble administración por 25 años, y que luego la Argentina quedaría definitivamente único dueño.
Estaba Perón, le faltaba un mes para morirse. Ortiz de Rosas dice que Perón adhirió entusiasta diciendo : hay que aprovechar, una vez que nos metamos, no nos sacan nunca más. Pero los militares y políticos nacionalistas se opusieron y comenzaron las discusiones. Ellos dijeron: que los ingleses saquen sus patas de las islas, que nos hagan una desagravio a la bandera, así o nada. Perón dijo que los iba a convencer.
La propuesta era que los isleños pudieran circular por la Argentina, que los chicos pudieran ir a Colegios ingleses en Buenos Aires. Que el Gobernador fuera elegido alternativamente por los dos gobiernos. Pero Perón se murió en seguida y el asunto murió con él.
En el año 2000, ya hubiéramos tenido el dominio total en Las Malvinas. Es una lástima imperdonable. Ortiz de Rosas, que no es precisamente peronista, deja en claro que Perón no se negó. Y reflexiona sobre cuántas muertes argentinas se hubieran evitado, y cuánto dolor de los sobrevivientes.
Un recuerdo para un tal Roque
Roque recien había entrado ese año 82 a la Escuela de Mecánica de la Armada, la dictadura estaba llegando a su fin.
Era un morochito del interior. La madre se había metido en amores con un hombre al poco tiempo que él había nacido. El padre la echó de la casa, y no la dejó volver a ver a sus hijjos. Roque no conocía a su madre, y vivía con un enorme rencor. Cuando los varones llegaban a la edad, el rígido padre los iba mandando a todos a la Escuela de Mecánica de la Armada, para que se hagan hombres.
Roque salía de la Escuela los sábados y volvía el lunes a la mañana, pero como no tenía a nadie en Buenos Aires, iba a lo de un tía en Lanús, vecina de mi hermano. Mi hermano se estaba construyendo una casa al lado de la de la tía, y vivía ya en la construcción casi terminada. Mi hermano era el médico de la zona. Yo iba a almorzar a Lanús casi todos los sábados en esa época.
Una vez que la tía no estaba, entró a casa de mi hermano para pedir refugio, porque no sabía qué hacer. Mi cuñada le dijo que se quedara. Entonces se ofreció para ayudar en la construcción. Trabajó afanosamente toda la mañana. Se le dió de almorzar.
En la sobremesa empecé a preguntarle sobre su uniforme, fue cuando me contó la historia de por qué estaba en la Armada, un destino tradicional de muchos jóvenes del interior. Se lamentaba de ir a la Armada, le echaba la culpa a la madre. Traté de convencerlo de que no debía odiar a su madre sino buscarla y escucharla, que seguramente ella soñaba con verlo alguna vez y que quizás ella podría ayudarlo a salir de ese destino. Se quedó en silencio mirándome, como si se hubiera alviado un poco del rencor. Yo sabía que le había dado un punto de vista que no iban a darle en el medio en el que vivía. Y la verdad, era un chico y me dio mucha lástima.
La última vez que lo ví, yo llegaba con mi auto a lo de mi hermano en medio de una lluvia torrencial. Me lo encontré a Roque parado en la vereda, con su uniforme, mojándose irremediablemente porque no había ningún refugio. Cuando paré el auto me reconoció, se acercó, y me dijo que mi hermano no estaba, que no había nadie en la casa y que tampoco estaba la tía. Mi hermano se había ido de urgencia y no hizo a tiempo de avisarme, yo me volví a mi casa. Antes le ofrecí acercarlo a algún lado. Me dijo que gracias, que iba a esperar a la tía.
Su silueta con uniforme bañándose bajo la lluvia es la imagen que conservo. Al poco tiempo mi hermano me preguntó si me acordaba de ese chico Roque. Sí ¿por qué? le dije. Se murió en el Belgrano, me contestó.
Si en el año 74 se hubiera firmado ese arreglo con Inglaterra, Roque no se hubiera muerto en el Belgrano, tal vez hubiera buscado a la madre, tal vez la hubiera perdonado, y tal vez hubiera escapado a ese destino de los morochitos del interior que terminaban de sirvientes de los milicos de piel blanca como Astiz.
Estaba Perón, le faltaba un mes para morirse. Ortiz de Rosas dice que Perón adhirió entusiasta diciendo : hay que aprovechar, una vez que nos metamos, no nos sacan nunca más. Pero los militares y políticos nacionalistas se opusieron y comenzaron las discusiones. Ellos dijeron: que los ingleses saquen sus patas de las islas, que nos hagan una desagravio a la bandera, así o nada. Perón dijo que los iba a convencer.
La propuesta era que los isleños pudieran circular por la Argentina, que los chicos pudieran ir a Colegios ingleses en Buenos Aires. Que el Gobernador fuera elegido alternativamente por los dos gobiernos. Pero Perón se murió en seguida y el asunto murió con él.
En el año 2000, ya hubiéramos tenido el dominio total en Las Malvinas. Es una lástima imperdonable. Ortiz de Rosas, que no es precisamente peronista, deja en claro que Perón no se negó. Y reflexiona sobre cuántas muertes argentinas se hubieran evitado, y cuánto dolor de los sobrevivientes.
Un recuerdo para un tal Roque
Roque recien había entrado ese año 82 a la Escuela de Mecánica de la Armada, la dictadura estaba llegando a su fin.
Era un morochito del interior. La madre se había metido en amores con un hombre al poco tiempo que él había nacido. El padre la echó de la casa, y no la dejó volver a ver a sus hijjos. Roque no conocía a su madre, y vivía con un enorme rencor. Cuando los varones llegaban a la edad, el rígido padre los iba mandando a todos a la Escuela de Mecánica de la Armada, para que se hagan hombres.
Roque salía de la Escuela los sábados y volvía el lunes a la mañana, pero como no tenía a nadie en Buenos Aires, iba a lo de un tía en Lanús, vecina de mi hermano. Mi hermano se estaba construyendo una casa al lado de la de la tía, y vivía ya en la construcción casi terminada. Mi hermano era el médico de la zona. Yo iba a almorzar a Lanús casi todos los sábados en esa época.
Una vez que la tía no estaba, entró a casa de mi hermano para pedir refugio, porque no sabía qué hacer. Mi cuñada le dijo que se quedara. Entonces se ofreció para ayudar en la construcción. Trabajó afanosamente toda la mañana. Se le dió de almorzar.
En la sobremesa empecé a preguntarle sobre su uniforme, fue cuando me contó la historia de por qué estaba en la Armada, un destino tradicional de muchos jóvenes del interior. Se lamentaba de ir a la Armada, le echaba la culpa a la madre. Traté de convencerlo de que no debía odiar a su madre sino buscarla y escucharla, que seguramente ella soñaba con verlo alguna vez y que quizás ella podría ayudarlo a salir de ese destino. Se quedó en silencio mirándome, como si se hubiera alviado un poco del rencor. Yo sabía que le había dado un punto de vista que no iban a darle en el medio en el que vivía. Y la verdad, era un chico y me dio mucha lástima.
La última vez que lo ví, yo llegaba con mi auto a lo de mi hermano en medio de una lluvia torrencial. Me lo encontré a Roque parado en la vereda, con su uniforme, mojándose irremediablemente porque no había ningún refugio. Cuando paré el auto me reconoció, se acercó, y me dijo que mi hermano no estaba, que no había nadie en la casa y que tampoco estaba la tía. Mi hermano se había ido de urgencia y no hizo a tiempo de avisarme, yo me volví a mi casa. Antes le ofrecí acercarlo a algún lado. Me dijo que gracias, que iba a esperar a la tía.
Su silueta con uniforme bañándose bajo la lluvia es la imagen que conservo. Al poco tiempo mi hermano me preguntó si me acordaba de ese chico Roque. Sí ¿por qué? le dije. Se murió en el Belgrano, me contestó.
EL CRUCERO GENERAL BELGRANO
El 2 de mayo de 1982, el Crucero "General Belgrano" navegaba a 35 millas al sur de la zona de exclusión determinada unilateralmente por Gran Bretaña alrededor de las Islas Malvinas. A las 16,01 hora de Argentina, fue atacado por el submarino nuclear HMS Conqueror perteneciente a la Armada Británica. Una hora más tarde la nave argentina se hundía en el mar austral. De los 1.093 tripulantes, sobrevivieron 770, resultaron muertos 323 soldados, de los cuales 200 tenían entre 19 y 20 años.Si en el año 74 se hubiera firmado ese arreglo con Inglaterra, Roque no se hubiera muerto en el Belgrano, tal vez hubiera buscado a la madre, tal vez la hubiera perdonado, y tal vez hubiera escapado a ese destino de los morochitos del interior que terminaban de sirvientes de los milicos de piel blanca como Astiz.