En este mundo todos tenemos que tener algo para vender. Si alguien no tiene nada, entonces ofrece una libra de carne: su fuerza de trabajo. Si no existieran estos desgraciados que no tienen nada, los tipos que tienen cosas no se hubieran sentido tentados a comprar la fuerza de trabajo y empezar a descansar tirados en la playa mientras el infeliz de la libra de carne trabaja para hacerles los objetos que después van a vender. Los pobres son como la mujer, la tentación que funda el pecado original. La culpa de todo la tienen los que no tienen nada, sin ellos no hubiera podido existir el capitalismo. ¿Pero de dónde salieron estos pobres que no tienen nada? ¿Cómo sus padres no les dejaron ninguna herencia? Acá se mete Marx y describe: que los echaron de sus tierras. Marx dice que el capitalista creó al pobre, lo inventó, lo fabricó, lo plantó, lo regó y lo cosechó. Los pobres diablos se creían que iban a vivir toda la vida en el Feudo, no se dieron cuenta que las cosas cambian, que la historia sigue, pero no eran muy leidos. Así que los echados de los Feudos no sabían adónde ir, y se fueron todos para Londres, porque se corría la bolilla de que te daban plata a cambio de trabajo. Y bueno, el que tiene plata hace lo que quiere. Entonces se fueron a esos solares techados llenos de ruido donde había máquinas que fabricaban cosas con la ayuda de los trabajadores. El problema es que pagan poco. Pero la culpa es de los pobres, meta tener hijos. Entonces así no se puede, si hay muchos para trabajar, nunca van a pagar para que alcance la plata. Al poco tiempo de llegara Londres, los pobres se dieron cuenta de que nunca iban a salir de la miseria. No fue Marx el que los avivó, había otros antes que les decían esas cosas. Pero Marx les dijo que eso una vez se iba a terminar, que el cuento tenía final feliz, que un día ellos iban a ser los dueños de las máquinas. Y algunos se lo creyeron. Armaron un lío terrible con la lucha clases. Pero los peronistas les dijeron que la lucha de clases está mal. Porque ser pobre no es ningún orgullo, pero tampoco ninguna vergüenza, y que los ricos bastante desgraciados son tratando de hacer pasar un camello por el agujero de una aguja. Al capitalista no hay que combatirlo sino agradecerle como al sol, porque si no hubiera sol, no habría sombra para refugiarse cuando hace calor.
Eva Row