Mi papá, hoy quise escribir este post dedicado a vos todo el día, pero cada vez que empecé me puse a llorar. Entonces antes de que termine el día quiero hacerlo. Primero, pedirte perdón. Ojalá hubiera entendido lo que pasabas por adentro, pero yo no lo sabía. Si te tuviera hoy te estaría abrazando y te habría llevado algún regalo, como la gorra que me pediste que te traiga de EEUU y no te cumplí por tarada, porque me pareció un pedido demasiado simple. Hoy que lo pienso siento que fue un pedido fortísimo, que tenía mucho significado que no pude entender porque era una tonta cometiendo los errores de la juventud.
Te recuerdo papá y jamás voy dejar de maravillarme cuando en mi enfermedad de gastritis crónica yo salía corriendo en la mitad de la noche para vomitar en el baño y al toque vos corrías para llegar a tiempo y sostenerme la cabeza por la frente. No se cómo sabías hacer eso y aliviarme la sensación de volcarme, partirme en dos. Tus manos rústicas, gruesas de trabajar la lona Pampero haciendo toldos, me sostenían la frente y me decían "acá estoy, acá está tu padre".
Y lo orgulloso que estabas cuando me puse la óptica. Nunca dudé que fuste mi modelo de vida. Y que me dijiste que si no quería depender de un hombre tenía que tener un título universitario. Por la edad podías ser mi abuelo, pero tu mente en estas cosas era más moderna de lo que nadie podía imaginar.
Varias cosas te agradezco en esas sentencias cortas rabínicas. Cuando te fui a explicar que me quería divorciar fui temblando a ver qué me decías. Me preguntaste por qué, dejando de leer el diario. Te dije por qué. Me contestaste "divorciate" y extendiste el diario para volverlo a leer. Me fui saltando en una pata porque obtuve tu consentimiento, el único que me importaba.
Y el perdón enorme que te pido es que no entendí que buscaste mi opinión de mediadora por un horrible episodio en que mi mamá te pegó en la cabeza con el metro. Que viniste con ella a exponer tu dolor para saber qué decía yo. Y yo te pregunté por qué te pegó. Y mi respuesta fue que le asignaras una mensualidad porque se quejaba de no disponer de plata. Y cumpliste mi mediación como si yo hubiera sido el rabino. Perdón porque no me dí cuenta del valor que me estabas dando al tomarme a mí como ese funcionario social judío que hace de juez en litigios civiles y se acata a rajatabla la sentencia.
Y gracias papá, por estar en casa todo el tiempo, por tener negocio con vivienda y tenerte siempre, cada día, cada hora conmigo.
Y gracias por cocinar tus maravillosos panificados y pastas únicos, tus tortas de queso, tus creplaj, tus strudel de manzanas que aunque no lo creas, me hacen llorar en el recuerdo.
Tuve un padre, un padrazo, pero no lo entendí, porque era joven.
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