DON BENITO VILLANUEVA, SENADOR DE LA NACIÓN (IªPARTE)
El terremoto de Mendoza, en1860, deja a Benito Villanueva huérfano y pobre. Amigos de sus padres se hacen cargo de él. Lo visten, y le costean los estudios. Uno de ellos es un tal Bernabé Martinez.
Un nieto de Bernabé Martinez, de catorce años, vive con su familia en Buenos Aires, pasando necesidades, cuando Benito Villanueva ya es Senador de la Nación. El chico se llama Ramón Columba, y a pesar de la edad, tiene en sus manos el prodigio del dibujo de retrato y la caricatura. Ha hecho un retrato de Don Benito, una cabeza de tamaño natural al lápiz, tomada de una postal que era común encontrar en las librerías y quioscos de la ciudad, junto a otras postales de todo hombre público famoso e importante.
Una mañana de febrero de 1906, los padres resuelven que el niño debe ir a ver a don Benito Villanueva. Se lleva el retrato hecho un rollo bajo el brazo y se dirige al Congreso, que acaba de construirse, y está desprovisto aún de su actual cúpula de bronce.
Benito Villanueva estaba ejerciendo el cargo de presidente del Senado, ya que el Vicepresidente, José Figueroa Alcorta, había asumido el cargo de Presidente de la Nación por enfermedad de Manuel Quintana, quien moriría al mes siguiente.
El chico de pantalones cortos se presenta ante el guardián de la puerta del Congreso, quien le niega la entrada bajo todo concepto. Pero alguien lo llama y entra cerrando la puerta. Ramón se da cuenta de que la puerta no está cerrada con llave, intenta abrirla, lo hace y penetra a una galería que va a dar al despacho de don Benito Villanueva quien está en una reunión.
El joven con el rollo de cartulina bajo el brazo se hace ver porque la puerta del despacho está abierta. Don Benito Villanueva sale a satisfacer su curiosidad, ve el dibujo que hizo ese niño de pantalones cortos que deambula por el pasillo. Todos los concurrentes a la reunión lo rodean para observar el magnífico retrato. Federico Lacroze se llena de alabanzas. Benito Villanueva le pide que vaya a verlo mañana a su casa y le da la dirección.
La casa del presidente del Senado está en Av Quintana y Ayacucho. Es un palacete con una puerta de hierro forjado, artística y pesada, frente a la que Atilio, el portero italiano vestido de levita, le repite hoy las mismas palabras que el portero del Congreso vestido de frac y botones plateados, le dijo ayer: ¡No se puede pasar!
El chico le dice al portero que vino por indicación del mismo don Benito, que por favor lo anuncie. Atilio toma el teléfono de la portería y enseguida le dice que pase.
Ramón cruza el jardín del palacio, sube unos escalones de mármol, atraviesa una terraza entoldada por glicinas, penetra en el gran hall de la casa, donde mullidas alfombras silencian sus pisadas. Las paredes tapizadas de damasco rojo están cubiertas de cuadros al óleo con marcos dorados. Un piano de cola bajo la escalera monumental que lleva al piso superior está cubierto por un estupendo mantón de Manila. Todo eso lo ve mientras es conducido por el mucamo hasta una salita-escritorio donde lo espera don Benito.
El Senador abre de nuevo la cartulina y mientras contempla maravillado la obra al lápiz, Ramón aprovecha para decirle que su madre le ha recomendado que le diga que es nieto de Bernabé Martinez. Don Benito le pregunta, después de haberse sorprendido gratamente de conocer al nieto de su benefactor, en qué puede serle útil. El chico le dice: soy taquígrafo y deseo entrar en el Senado. Don Benito le contesta: ahora no hay vacantes, pero más adelante, veremos.
Al año siguiente, el 27 de febrero de 1907, se presenta de nuevo Ramón Columba a ver a don Benito. Pero esta vez se dirige a la Casa Rosada, ya que está ejerciendo el cargo de Presidente de la Nación por ausencia de Figueroa Alcorta. Al anunciarse en la entrada de la Casa Rosada, sale a recibirlo el secretario del Presidente, Adrián Escobar, quien le pregunta si es muy urgente, porque el Presidente está muy ocupado.
-Dígale, por favor, que ha fallecido mi padre, y necesito, con toda urgencia, el puesto en la Cámara de Senadores que me permití solicitarle...El secretario se retira y vuelve con una tarjeta que dice lo siguiente: "Al secretario del Senado don Adolfo Labougle: Benito Villanueva le ruega quiera nombrar al joven Ramón Columba, taquígrafo del Senado, aunque sea de supernumerario." Ramón Columba tenía entonces quince años y tres meses. El 4 de marzo de 1907, Ramón Columba recibía su nombramiento.
Don Benito Villanueva ejerció el cargo de Senador por 30 años seguidos, hasta 1922. Mientras tanto, increíblemente, sin haber recibido herencia, fue industrial, hacendado, "turfman", director o presidente de grandes empresas, y se dio la gran vida con una aureola fastuosa y "obstinado solterismo".
No existe ninguna biografía de este señor. Cuando falleció en 1933 Ramón Columba recurrió a sus "pocos allegados" y ninguno le proporcionó una sola línea de su pasado. Alguien ha oído decir que fue secretario de Sarmiento. Y nada más.
Pero se saben muchas cosas que vio y recordó Columbia, que nos sirven para armar el personaje que todos podemos entrever como un corrupto de los peores, dándose la vida que describe Columba con detalles, admirado de su capacidad de goce. No sospechó nunca Columba que nosotros lo miraríamos con otros ojos, desde el siglo XXI.
(continúa mañana)
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Ramón Columba.
Por cuarenta años ejercería el oficio de taquígrafo del Senado , lo que lo convierte en un testigo privilegiado de todos los acontecimientos que registró en su taquigrafía. Al mismo tiempo que se especializaba cada vez más en su función, obteniendo el record de velocidad, desarrollaba con éxito una carrera de dibujante. Es autor del "Manual sintético de taquigrafía", y al mismo tiempo, su magnífica obra gráfica lo lanza a la popularidad ya en 1911. No existe revista ni diario importante , que no haya publicado sus retratos y caricaturas, llegando también al cine y hasta el noticiero "Sucesos Argentinos". Fundó la Editorial Columba a través de la cual publicó la primera revista de historietas de la Argentina "El Tony", y una de las primeras del mundo.
Ramón Columba no sólo retrató en dibujo a todas las figuras públicas de su época para que queden en la galería de la Historia, no sólo escribió en taquigrafía las sesiones del Senado que quedaron en el archivo de la Historia, también, entre otros, editó un libro del cual estamos extrayendo este texto, en el que retrató y relató con palabras lo que él veía y escuchaba en el Senado de la Nación. El libro se llama "El Congreso que yo he visto". Y gracias a estos relatos, y sorteando la ideología conservadora de Columba, seguiremos escudriñando en los vericuetos de los personajes importantes de principio de siglo XX, que tanto tienen que ver con lo que hoy estamos viviendo.
El terremoto de Mendoza, en1860, deja a Benito Villanueva huérfano y pobre. Amigos de sus padres se hacen cargo de él. Lo visten, y le costean los estudios. Uno de ellos es un tal Bernabé Martinez.
Un nieto de Bernabé Martinez, de catorce años, vive con su familia en Buenos Aires, pasando necesidades, cuando Benito Villanueva ya es Senador de la Nación. El chico se llama Ramón Columba, y a pesar de la edad, tiene en sus manos el prodigio del dibujo de retrato y la caricatura. Ha hecho un retrato de Don Benito, una cabeza de tamaño natural al lápiz, tomada de una postal que era común encontrar en las librerías y quioscos de la ciudad, junto a otras postales de todo hombre público famoso e importante.
Una mañana de febrero de 1906, los padres resuelven que el niño debe ir a ver a don Benito Villanueva. Se lleva el retrato hecho un rollo bajo el brazo y se dirige al Congreso, que acaba de construirse, y está desprovisto aún de su actual cúpula de bronce.
Benito Villanueva estaba ejerciendo el cargo de presidente del Senado, ya que el Vicepresidente, José Figueroa Alcorta, había asumido el cargo de Presidente de la Nación por enfermedad de Manuel Quintana, quien moriría al mes siguiente.
El chico de pantalones cortos se presenta ante el guardián de la puerta del Congreso, quien le niega la entrada bajo todo concepto. Pero alguien lo llama y entra cerrando la puerta. Ramón se da cuenta de que la puerta no está cerrada con llave, intenta abrirla, lo hace y penetra a una galería que va a dar al despacho de don Benito Villanueva quien está en una reunión.
El joven con el rollo de cartulina bajo el brazo se hace ver porque la puerta del despacho está abierta. Don Benito Villanueva sale a satisfacer su curiosidad, ve el dibujo que hizo ese niño de pantalones cortos que deambula por el pasillo. Todos los concurrentes a la reunión lo rodean para observar el magnífico retrato. Federico Lacroze se llena de alabanzas. Benito Villanueva le pide que vaya a verlo mañana a su casa y le da la dirección.
La casa del presidente del Senado está en Av Quintana y Ayacucho. Es un palacete con una puerta de hierro forjado, artística y pesada, frente a la que Atilio, el portero italiano vestido de levita, le repite hoy las mismas palabras que el portero del Congreso vestido de frac y botones plateados, le dijo ayer: ¡No se puede pasar!
El chico le dice al portero que vino por indicación del mismo don Benito, que por favor lo anuncie. Atilio toma el teléfono de la portería y enseguida le dice que pase.
Ramón cruza el jardín del palacio, sube unos escalones de mármol, atraviesa una terraza entoldada por glicinas, penetra en el gran hall de la casa, donde mullidas alfombras silencian sus pisadas. Las paredes tapizadas de damasco rojo están cubiertas de cuadros al óleo con marcos dorados. Un piano de cola bajo la escalera monumental que lleva al piso superior está cubierto por un estupendo mantón de Manila. Todo eso lo ve mientras es conducido por el mucamo hasta una salita-escritorio donde lo espera don Benito.
El Senador abre de nuevo la cartulina y mientras contempla maravillado la obra al lápiz, Ramón aprovecha para decirle que su madre le ha recomendado que le diga que es nieto de Bernabé Martinez. Don Benito le pregunta, después de haberse sorprendido gratamente de conocer al nieto de su benefactor, en qué puede serle útil. El chico le dice: soy taquígrafo y deseo entrar en el Senado. Don Benito le contesta: ahora no hay vacantes, pero más adelante, veremos.
Al año siguiente, el 27 de febrero de 1907, se presenta de nuevo Ramón Columba a ver a don Benito. Pero esta vez se dirige a la Casa Rosada, ya que está ejerciendo el cargo de Presidente de la Nación por ausencia de Figueroa Alcorta. Al anunciarse en la entrada de la Casa Rosada, sale a recibirlo el secretario del Presidente, Adrián Escobar, quien le pregunta si es muy urgente, porque el Presidente está muy ocupado.
-Dígale, por favor, que ha fallecido mi padre, y necesito, con toda urgencia, el puesto en la Cámara de Senadores que me permití solicitarle...El secretario se retira y vuelve con una tarjeta que dice lo siguiente: "Al secretario del Senado don Adolfo Labougle: Benito Villanueva le ruega quiera nombrar al joven Ramón Columba, taquígrafo del Senado, aunque sea de supernumerario." Ramón Columba tenía entonces quince años y tres meses. El 4 de marzo de 1907, Ramón Columba recibía su nombramiento.
Don Benito Villanueva ejerció el cargo de Senador por 30 años seguidos, hasta 1922. Mientras tanto, increíblemente, sin haber recibido herencia, fue industrial, hacendado, "turfman", director o presidente de grandes empresas, y se dio la gran vida con una aureola fastuosa y "obstinado solterismo".
No existe ninguna biografía de este señor. Cuando falleció en 1933 Ramón Columba recurrió a sus "pocos allegados" y ninguno le proporcionó una sola línea de su pasado. Alguien ha oído decir que fue secretario de Sarmiento. Y nada más.
Pero se saben muchas cosas que vio y recordó Columbia, que nos sirven para armar el personaje que todos podemos entrever como un corrupto de los peores, dándose la vida que describe Columba con detalles, admirado de su capacidad de goce. No sospechó nunca Columba que nosotros lo miraríamos con otros ojos, desde el siglo XXI.
(continúa mañana)
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Ramón Columba.
Por cuarenta años ejercería el oficio de taquígrafo del Senado , lo que lo convierte en un testigo privilegiado de todos los acontecimientos que registró en su taquigrafía. Al mismo tiempo que se especializaba cada vez más en su función, obteniendo el record de velocidad, desarrollaba con éxito una carrera de dibujante. Es autor del "Manual sintético de taquigrafía", y al mismo tiempo, su magnífica obra gráfica lo lanza a la popularidad ya en 1911. No existe revista ni diario importante , que no haya publicado sus retratos y caricaturas, llegando también al cine y hasta el noticiero "Sucesos Argentinos". Fundó la Editorial Columba a través de la cual publicó la primera revista de historietas de la Argentina "El Tony", y una de las primeras del mundo.
Ramón Columba no sólo retrató en dibujo a todas las figuras públicas de su época para que queden en la galería de la Historia, no sólo escribió en taquigrafía las sesiones del Senado que quedaron en el archivo de la Historia, también, entre otros, editó un libro del cual estamos extrayendo este texto, en el que retrató y relató con palabras lo que él veía y escuchaba en el Senado de la Nación. El libro se llama "El Congreso que yo he visto". Y gracias a estos relatos, y sorteando la ideología conservadora de Columba, seguiremos escudriñando en los vericuetos de los personajes importantes de principio de siglo XX, que tanto tienen que ver con lo que hoy estamos viviendo.
8 comentarios:
Hola Eva
Me acabás de devolver a algunos de los momentos más felices de mi infancia y de mi vida: el de mi pasión infantil por las revistas de historietas de Ed. Columbia: D'Artagnan, Fantasía y El Tony.
A través de sus historietas aprendí a amar la historia, soñé con las aventuras de mis héroes, que iban desde el Cabo Sabino y Martín Toro, Nippur de Lagash, Gilgamesh el inmortal, Harry White y tantos otros que alimentaron mi fantasía. No sé bien qué cosas habrá hecho este señor, pero el chico que fui tiene una deuda de gratitud con este señor .Disculpá que me haya enganchado tan parcialmente con el tema, pero es un recuerdo que me hace disfrutar mucho...
Saludos
Sujeto
Columba estaba agradecido eternamente a este don Benito, es lógico, siendo presidente mandó a que lo tomen de taquígrafo porque se le había muerto el padre, y le cambió la vida.
Vos también tenés derecho a tenerle simpatía a quien te hizo disfrutar.
Un abrazo.
La pregunta es:
si se movilizara mas gente en defensa de su cuenta de Fibertel,
cuéndo entraría D'elía con la patota a desalojar la plaza?
... pero no se moviliza, aunque tienen una masa crítica de 8 mil empleados de Faibertel. Algo similar ocurrió cuando se privatizaron las AFJP: salían los empleados a hablar a las cámaras en Plaza Mayo discurseando sobre las bondades del sistema privado. Era gente que en esa época ganaba arriba de 10 lucas por mes, son los que celebran San Patricio. Fulanito.
Grande Eva, espero el de mañana.
Abrazo!
Eva: yo tengo ese libro de Columba. Lo heredé de mi abuelo, está todo despegado. Los dibujos son muy bonitos y las anécdotas también. Hace poco lo cité en algún comentario blogueril. Besos
Un personaje decididamente misterioso, Eva.
Resulta por demás curioso que de huérfano asistido por varias familias, haya devenido presidente del frigorífico La Blanca y propietario de grandes establecimientos ganaderos en Mendoza y Buenos Aires (Según la Enciclopedia Argentina) ¿Habrá sido un poquito corrupto?
Muy interesante.
Hola Eva, disfruto mucho con tu blog, muchas gracias y hoy especialmente ya que atraves de este post me voy reencontrando con una parte perdida de mis origenes.., sigo la historia, de nuevo graci
as, muy bueno lo tuyo.
Claudio Columba.
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