Sorprendida y maravillada por esta nota, me complazco en publicarla para los lectores de este blog, porque difícilmente se encuentre un trabajo tan esmerado y obstinado en el análisis en referencia al ácido y polémico tema de "Sarmiento". Yo me considero una sarmientina, a pesar de lo que esto significa como seguro estigma para quien lo afirme. Curiosamente encuentro en esta nota excepcional, los argumentos sólidos en la defensa de mi postura. Soy una estudiosa de Sarmiento y pienso como Hernán ha expuesto aquí. Sigo en los comentarios.
Eva Row
Restaurar a Sarmiento
Por Hernán Brienza
Periodista, escritor y politólogo.
Publicado el 11 de Septiembre de 2011,
en Tiempo Argentino
Fue uno de los pocos miembros de la oligarquía conservadora que llevó adelante un ‘hito civilizatorio’ como es su obra educativa. Sarmiento obligó a su clase a renunciar a su interés pecuniario para beneficiar a las mayorías.
Llevar adelante una batalla cultural incluye, obviamente, dar una discusión sobre el pasado común. Significa barajar de nuevo las cartas de la memoria colectiva, volver a debatir hitos, momentos nodales, encrucijadas, vísperas, causas y consecuencias y también responsabilidades por parte de los protagonistas de la historia. Un movimiento hegemónico –dicho esto en términos descriptivos y no bajo el influjo de un ataque de pánico opositor– debe ofrecer también una mirada política sobre la historia y reformular el panteón de héroes y de instantes fundacionales. Se trata de construir operaciones histórico-culturales que permitan tomar un hecho del pasado, reelaborarlo, resignificarlo y vivificarlo, y que nos sirva de metáfora para interpelar e interpretar el presente.
El yrigoyenismo lo hizo con el federalismo rosista, el peronismo asumió cierto costado de la tradición federal-yrigoyenista, la Revolución Libertadora se vio a sí misma como la continuación de la campaña de 1840 de Juan Galo de Lavalle, la Juventud Peronista llevó al paroxismo esa operación con el puente directo que trazaron con las montoneras del siglo XIX y la dictadura militar, claro, se identificó con el brutal proceso de organización nacional que llevó adelante Bartolomé Mitre y sus coroneles orientales que sembraron el terror en las provincias disidentes. Raúl Alfonsín hizo lo propio con la fundación de la democracia y la sanción de la Constitución de 1853 –con su elaboración del “patriotismo constitucionalista”– y Carlos Menem inició su campaña como Facundo Quiroga y la terminó como Julio Argentino Roca.
El Bicentenario fue la gran operación histórico-cultural del kirchnerismo. Allí quedó plasmada con claridad su mirada sobre el pasado común de los argentinos. Y esa presentación concluyó con el homenaje a Juan Manuel de Rosas en la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre pasado. Los más distraídos podrán creer que detrás de la necesaria reparación histórica de la figura del “Restaurador de las Leyes” y, sobre todo, de los héroes que en aquellas barrancas retuvieron a la mayor armada del mundo, se encuentra el “viejo revisionismo agazapado”. Pero estarían equivocados.
El “revisionismo histórico” nace como una respuesta a las grandes operaciones culturales del liberalismo conservador. Tiene un primer estadio de corte nacionalista reaccionario y ve a Rosas como un paladín del orden, de la paz de las estancias, del retorno de lo hispano. El segundo momento del revisionismo está ligado a la experiencia popular del forjismo y el primer peronismo. En este momento, Rosas es revitalizado no sólo por su condición de “estanciero”, sino fundamentalmente como un símbolo de la soberanía política y la independencia económica, dos valores fundamentales para la concepción peronista del Estado y las relaciones internacionales. Es en esta etapa en que se incluye el ingreso de los caudillos federales al panteón de los héroes. La historia se vuelve plebeya y los protagonistas comienzan a ser los “pueblos”, antes que los líderes individuales.
Un tercer estadio es la inclusión del marxismo con sus herramientas de análisis para interpretar el pasado histórico. Los sectores sociales, las luchas de clases, los movimientos y las representaciones del bajo pueblo y sus líderes y representaciones forman parte de los estudios realizados entre finales de los años cincuenta y setenta. El fin de siglo y la crisis de 2001 convocaron a la sociedad a pensarse a sí misma nuevamente y a reflexionar sobre su pasado reciente, pero también sobre toda su historia. Y surgió lo que se denomina, no sin cierta imprecisión, el “neo-revisionismo histórico”, es decir una nueva mirada política sobre la historia. Ha crecido tanto esa corriente que, actualmente, se organizó en torno al incipiente Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, cuyo presidente es Mario ‘Pacho’ O’Donnell, y en el que participamos Araceli Bellota, Felipe Pigna, Eduardo Rosa, Eduardo Anguita, Roberto Caballero, Víctor Ramos, Pablo Vázquez y yo, entre otros.
Si uno debiera operacionalizar la categoría “revisionismo” tendría que prestar atención a algunos valores de ciertas variables: a) una concepción nacionalista del pasado, ya sea esencialista, culturalista, territorial o económico, b) Preocupación por la conducta individual respecto de infidelidades económicas y actos de corrupción, c) una mayor cercanía a la experiencia federal con sus vaivenes respecto de Rosas y los caudillos, d) estudio de la incidencia de las potencias mundiales en las políticas criollas, e) responsabilidad de las elites oligárquicas sobre el estado del país, y f) una tenaz persistencia en el estudio por los sectores subalternos de la economía, lo político y lo social.
Hoy es 11 de septiembre y se festeja, en todo el país, el Día del Maestro, en conmemoración de un nuevo aniversario del día de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, uno de los protagonistas de la organización nacional más controvertidos para el revisionismo histórico y el pensamiento nacional. Sarmiento es, sin dudas, el más progresista de los liberales. Y al mismo tiempo es el más brutal de los liberales. Es imposible no estremecerse ante las barbaridades que “el padre del aula” dice en sus escritos y sus discursos contra negros, gauchos, indios, judíos, italianos, españoles. También es imposible dejar de sentir pavura ante las atrocidades cometidas por sus subordinados en su campaña contra el Chacho Ángel Peñaloza en La Rioja, por ejemplo. Todos recordamos el consejo del sanjuanino de “no ahorrar sangre de gaucho” porque sólo sirve de “abono para la tierra”.
La historiografía oficial sigue considerando a Sarmiento un prócer inmaculado y excusa sus brutalidades aduciendo que era “el clima de época”. Creo que las circunstancias explican, pero no exculpan. Y bajo el latiguillo de “clima de época” se puede justificar, tanto a Sarmiento como a Rosas, como a Videla. Pero creo que el revisionismo tiene que dar un salto de calidad –Araceli Bellota me hizo comprender esto respecto del autor del Facundo– y complejizar los períodos y los personajes históricos. Sarmiento no es el “gran educador” o el “intelectual de la barbarie civilizada aplicada”. Quizás haya que asumir la conjunción copulativa. Sarmiento es una cosa y la otra. Es un fabuloso escritor y un matador de gauchos, un educador y un putañero, un hombre de fe en el progreso y un “tilingo” admirador de Europa hasta 1847, y de Estados Unidos luego.
Pero es, por sobre todas la cosas, uno de los pocos miembros de esa clase dirigente conocida como la oligarquía conservadora –quizás porque no pertenecía a ese sector social– que llevó adelante, en términos de Norbert Elías, un “hito civilizatorio” como es su obra educativa. ¿Por qué es civilizatorio? No lo es porque educó a millones de argentinos, sino porque supuso un compromiso por parte de una dirigencia de refrenar su interés particular, natural, primario, en función de un bien social. Sarmiento obligó a su clase a renunciar a su interés pecuniario para beneficiar a las mayorías.
Me gustan los personajes diagonales, contradictorios, que tienden lazos entre paralelas aparentemente irreconciliables. Eso fueron Mariano Moreno, Manuel Dorrego, Juan Bautista Alberdi, Sarmiento, Leandro Alem, el mismo Perón, incluso. Y si uno lo analiza con cierta profundidad –el presente siempre nubla la posibilidad de un análisis certero– quizás la actual presidenta de la Nación sea una política que tienda diagonales –perdón por la metáfora futbolera– entre el movimiento nacional y popular y el liberalismo republicano.
He leído y reflexionado mucho sobre Sarmiento en estos meses. Partí del prejuicio y logré adentrarme en la complejidad de un personaje desmesurado y exuberante, americano, más americano de lo que él mismo se reconocía. Hoy creo que el revisionismo histórico, y el pensamiento nacional, popular, progresista, democrático, debe –perdón por la descortesía de la prescripción– volver a mirar a Sarmiento. Y debe agarrarlo de las solapas. No para hacerlo “propio”. Pero sí para que no se lleve a su panteón el liberalismo conservador y lo convierta en algo que ni siquiera el propio autor de Argirópolis permitiría. Quizás sea tiempo de que sobre Sarmiento se realice un fino y preciso trabajo de restauración –como si se tratara de un fresco antiguo– por parte del revisionismo histórico.
Llevar adelante una batalla cultural incluye, obviamente, dar una discusión sobre el pasado común. Significa barajar de nuevo las cartas de la memoria colectiva, volver a debatir hitos, momentos nodales, encrucijadas, vísperas, causas y consecuencias y también responsabilidades por parte de los protagonistas de la historia. Un movimiento hegemónico –dicho esto en términos descriptivos y no bajo el influjo de un ataque de pánico opositor– debe ofrecer también una mirada política sobre la historia y reformular el panteón de héroes y de instantes fundacionales. Se trata de construir operaciones histórico-culturales que permitan tomar un hecho del pasado, reelaborarlo, resignificarlo y vivificarlo, y que nos sirva de metáfora para interpelar e interpretar el presente.
El yrigoyenismo lo hizo con el federalismo rosista, el peronismo asumió cierto costado de la tradición federal-yrigoyenista, la Revolución Libertadora se vio a sí misma como la continuación de la campaña de 1840 de Juan Galo de Lavalle, la Juventud Peronista llevó al paroxismo esa operación con el puente directo que trazaron con las montoneras del siglo XIX y la dictadura militar, claro, se identificó con el brutal proceso de organización nacional que llevó adelante Bartolomé Mitre y sus coroneles orientales que sembraron el terror en las provincias disidentes. Raúl Alfonsín hizo lo propio con la fundación de la democracia y la sanción de la Constitución de 1853 –con su elaboración del “patriotismo constitucionalista”– y Carlos Menem inició su campaña como Facundo Quiroga y la terminó como Julio Argentino Roca.
El Bicentenario fue la gran operación histórico-cultural del kirchnerismo. Allí quedó plasmada con claridad su mirada sobre el pasado común de los argentinos. Y esa presentación concluyó con el homenaje a Juan Manuel de Rosas en la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre pasado. Los más distraídos podrán creer que detrás de la necesaria reparación histórica de la figura del “Restaurador de las Leyes” y, sobre todo, de los héroes que en aquellas barrancas retuvieron a la mayor armada del mundo, se encuentra el “viejo revisionismo agazapado”. Pero estarían equivocados.
El “revisionismo histórico” nace como una respuesta a las grandes operaciones culturales del liberalismo conservador. Tiene un primer estadio de corte nacionalista reaccionario y ve a Rosas como un paladín del orden, de la paz de las estancias, del retorno de lo hispano. El segundo momento del revisionismo está ligado a la experiencia popular del forjismo y el primer peronismo. En este momento, Rosas es revitalizado no sólo por su condición de “estanciero”, sino fundamentalmente como un símbolo de la soberanía política y la independencia económica, dos valores fundamentales para la concepción peronista del Estado y las relaciones internacionales. Es en esta etapa en que se incluye el ingreso de los caudillos federales al panteón de los héroes. La historia se vuelve plebeya y los protagonistas comienzan a ser los “pueblos”, antes que los líderes individuales.
Un tercer estadio es la inclusión del marxismo con sus herramientas de análisis para interpretar el pasado histórico. Los sectores sociales, las luchas de clases, los movimientos y las representaciones del bajo pueblo y sus líderes y representaciones forman parte de los estudios realizados entre finales de los años cincuenta y setenta. El fin de siglo y la crisis de 2001 convocaron a la sociedad a pensarse a sí misma nuevamente y a reflexionar sobre su pasado reciente, pero también sobre toda su historia. Y surgió lo que se denomina, no sin cierta imprecisión, el “neo-revisionismo histórico”, es decir una nueva mirada política sobre la historia. Ha crecido tanto esa corriente que, actualmente, se organizó en torno al incipiente Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, cuyo presidente es Mario ‘Pacho’ O’Donnell, y en el que participamos Araceli Bellota, Felipe Pigna, Eduardo Rosa, Eduardo Anguita, Roberto Caballero, Víctor Ramos, Pablo Vázquez y yo, entre otros.
Si uno debiera operacionalizar la categoría “revisionismo” tendría que prestar atención a algunos valores de ciertas variables: a) una concepción nacionalista del pasado, ya sea esencialista, culturalista, territorial o económico, b) Preocupación por la conducta individual respecto de infidelidades económicas y actos de corrupción, c) una mayor cercanía a la experiencia federal con sus vaivenes respecto de Rosas y los caudillos, d) estudio de la incidencia de las potencias mundiales en las políticas criollas, e) responsabilidad de las elites oligárquicas sobre el estado del país, y f) una tenaz persistencia en el estudio por los sectores subalternos de la economía, lo político y lo social.
Hoy es 11 de septiembre y se festeja, en todo el país, el Día del Maestro, en conmemoración de un nuevo aniversario del día de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, uno de los protagonistas de la organización nacional más controvertidos para el revisionismo histórico y el pensamiento nacional. Sarmiento es, sin dudas, el más progresista de los liberales. Y al mismo tiempo es el más brutal de los liberales. Es imposible no estremecerse ante las barbaridades que “el padre del aula” dice en sus escritos y sus discursos contra negros, gauchos, indios, judíos, italianos, españoles. También es imposible dejar de sentir pavura ante las atrocidades cometidas por sus subordinados en su campaña contra el Chacho Ángel Peñaloza en La Rioja, por ejemplo. Todos recordamos el consejo del sanjuanino de “no ahorrar sangre de gaucho” porque sólo sirve de “abono para la tierra”.
La historiografía oficial sigue considerando a Sarmiento un prócer inmaculado y excusa sus brutalidades aduciendo que era “el clima de época”. Creo que las circunstancias explican, pero no exculpan. Y bajo el latiguillo de “clima de época” se puede justificar, tanto a Sarmiento como a Rosas, como a Videla. Pero creo que el revisionismo tiene que dar un salto de calidad –Araceli Bellota me hizo comprender esto respecto del autor del Facundo– y complejizar los períodos y los personajes históricos. Sarmiento no es el “gran educador” o el “intelectual de la barbarie civilizada aplicada”. Quizás haya que asumir la conjunción copulativa. Sarmiento es una cosa y la otra. Es un fabuloso escritor y un matador de gauchos, un educador y un putañero, un hombre de fe en el progreso y un “tilingo” admirador de Europa hasta 1847, y de Estados Unidos luego.
Pero es, por sobre todas la cosas, uno de los pocos miembros de esa clase dirigente conocida como la oligarquía conservadora –quizás porque no pertenecía a ese sector social– que llevó adelante, en términos de Norbert Elías, un “hito civilizatorio” como es su obra educativa. ¿Por qué es civilizatorio? No lo es porque educó a millones de argentinos, sino porque supuso un compromiso por parte de una dirigencia de refrenar su interés particular, natural, primario, en función de un bien social. Sarmiento obligó a su clase a renunciar a su interés pecuniario para beneficiar a las mayorías.
Me gustan los personajes diagonales, contradictorios, que tienden lazos entre paralelas aparentemente irreconciliables. Eso fueron Mariano Moreno, Manuel Dorrego, Juan Bautista Alberdi, Sarmiento, Leandro Alem, el mismo Perón, incluso. Y si uno lo analiza con cierta profundidad –el presente siempre nubla la posibilidad de un análisis certero– quizás la actual presidenta de la Nación sea una política que tienda diagonales –perdón por la metáfora futbolera– entre el movimiento nacional y popular y el liberalismo republicano.
He leído y reflexionado mucho sobre Sarmiento en estos meses. Partí del prejuicio y logré adentrarme en la complejidad de un personaje desmesurado y exuberante, americano, más americano de lo que él mismo se reconocía. Hoy creo que el revisionismo histórico, y el pensamiento nacional, popular, progresista, democrático, debe –perdón por la descortesía de la prescripción– volver a mirar a Sarmiento. Y debe agarrarlo de las solapas. No para hacerlo “propio”. Pero sí para que no se lleve a su panteón el liberalismo conservador y lo convierta en algo que ni siquiera el propio autor de Argirópolis permitiría. Quizás sea tiempo de que sobre Sarmiento se realice un fino y preciso trabajo de restauración –como si se tratara de un fresco antiguo– por parte del revisionismo histórico.
18 comentarios:
Durante años me dediqué a estudiar a Sarmiento. Y descubrí a un hombre intelectual y pasional, pero tan arrollador en los actos de su vida, que sólo podía generar enormes beneficios con sus aciertos, como perjuicios con sus errores.
De los errores de Sarmiento sólo importan los irreparables, como la guerra con el Paraguay, en lo que no estuvo solo. En realidad, en nada de lo malo estuvo solo. Lo que pasa es que los demás no lo ponían por escrito ni eran tan francos y hasta poco políticos como Sarmiento, a quien por algo llambana "el loco".
De los errores de su concepto segregacionista no se comprueban daños más que literarios. Y tampoco estuvo solo en este pensamiento. No puso ninguna restricción a la entrada de inmigrantes y propicio dejar entrar a cualquiera, aunque no le gustara.
A pesar de haberse expresado, casi al final de su vida, contra los judíos, su amigo y vice, y siguiente presidente Nicolás Avellaneda, fue a buscar a los judíos a Europa para traerlos acá.
Así que mucho no se entiende qué repercusión real tuvo su intolerancia que nunca se aplicó.
Yo no creo que el que más indios mató, Julio Argentino Roca, haya nacido bueno y santo y se haya influenciado en Sarmiento.
El artículo de Hernán cierra de modo impecable el objetivo con el que está escrito, que es revisar a Sarmiento como a una "antigüedad" a la que se revive en sus partes rescatables, pero en el marco de un revisionismo inteligente.
¿Se puede diseccionar la memoria de una persona y separar las partes buenas de las malas sin tender a verla como una unidad?
También se puede. Y se hace. Por ejemplo: la música de Wagner.
Muchos judíos odian a Wagner, el antisemita militante. Pero otros, como Daniel Barenboim (y yo junto a miles) separamos su música y la podemos escuchar independiente de su autor.
¿Por qué no hacer lo mismo con Sarmiento?
Tenés toda la razón (de verdad, sin ironía), solo que hay que digerir el difícil trago que fuera el racista proclamado más grande de nuestra historia.
Yo también admiro lo enorme escritor que ha sido Arthur Clarke (un miserable pedófilo). Logro separar eso en tanto su arte.
Pero bueno, por suerte tenemos una Presidenta que por primera vez PIDIO DISCULPAS a la hermana Nación del Paraguay, por la enorme barbaridad a que la sometimos.
Pero el caso de Sarmiento es todavía más fácil de resolver que el de Wagner o de pedófilos como André Gide.
Sus escritos se contraponen a la lógica de sus acciones en contra de la discriminación entre pobres y ricos y uno no puede creer que este mismo tipo sea el humanista más grande entre todos los egoístas.
El había nacido pobre, y la pobreza lo sensibilizaba. Y creía que sólo la educación podía hacer salir de la pobreza a la gente humilde, además del progreso del país y el desarrollo tecnológico.
La creencia de que la raza "blanca" europea era mejor que las demás era muy arraigado en 1860, estábamos en la víspera de la más grande expansión colonial de la historia.(Siberia, Africa, Asia cercana y lejana, centro de EEUU, etc)
Por otro lado, la aversión a los "indios" era común en la Argentina de ese entonces. Era sinónimo de ladrón, asesino, secuestrador de mujeres y niños, vago, vicioso, etc.
Había una pequeñísima minoría más comprensiva con ellos, pero era absolutamente marginal.
Para Sarmiento, si queríamos tener industria teníamos que lograr la inmigración de obreros ingleses y alemanes. El determinismo cultural y racial era la teoría predominante.
Evita de mi vida, acá te copio la explicación que me preguntaste en los comentarios de mi blog sobre lesa humanidad y genocidio. Las condenas pueden ser iguales, en realidad sería como que el delito de lesa humanidad es el genérico y el genocidio estaría incluido dentro de la lesa humanidad. La pena es sí misma no es por lesa humanidad o genocidio, la pena será de acuerdo a los delitos cometidos es decir: se puede condenar por homicidio: la pena va de 8 a 25 años, el homicidio como tal pone la pena, ahora cambia la cuestión si este homicidio fue cometido en el marco de un genocidio o de lesa humanidad. En que cambia? en la posibilidad de perseguir el delito por siempre, en cambio un homicidio común prescribe. Por eso, la lesa humanidad y el genocidio permiten aún hoy juzgar nazis. Espero haber sido clara. Beso
Eva... Como de costumbre disentimos en varios temas, pero creo que el debate enriquece...
Muy bueno el analisis de Brienza ,pero desde mi ignorancia , creo que su hito civilizatorio corresponde a la creacion de una herramienta publicitaria , no lo hizo por un bien comun . El, como periodista , vio como puede influir a favor o en contra de una causa , la pluma tanto en Chile con en Bs.As. fue su espada , espada inutil para el que no sabe leer , entonces si popularizaba la educacion basica , el gobierno tendria el medio de influir sobre la poblacion, de adoctrinar ,de dar la idea de Nacion y enseñar a morir o matar por la patria (o por el gobierno) . No se si puedo explicarme. creo que si hubiera existido la radio en 1840 no habria educado , habria repartido radios.
Un abrazo Marcelo
Eva, perdón, no puedo con mi genio, así que cito... [Esta zoncera madre es Civilización y barbarie. Su padre fue Domingo Faustino Sarmiento,
que la trae en las primeras páginas de Facundo, pero ya tenía vigencia antes del bautismo en que la
reconoció como suya.
En Los profetas del odio y la yapa digo de la misma:
"La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la
civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien
abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y
destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no
según América"...]
Respecto de los indios, hablamos ahora creyendo que los malos eran los de antes. Pero siguen discriminados. Los que los discriminan son los ciudadanos comunes y la Policía. Dice el Dr Barcesat que "van presos por la cara".
Todas las sirvientas en la Argentina son de raza indígena, sean argentinas, paraguayas, o peruanas.
¿En qué somos mejores que Sarmiento?
Cuando lei a " Facundo", descubri que Sarmiento no era solamente un muy buen escritor sino que tenia una claridad de pensamiento
en el contexto internacional que atravesaba el mundo y lo que requeria nuestro pais, para emerger como un pais desarrollado. El pais requeria mano de obra especializada y educacion. Con la opinion de Sarmiento que la oligarquia, debia renunciar a su interes pecuniario en pos de la mayorias, Sarmiento se reindivica no con una excelente nota, sino salvandolo del aplazo, que mereces personajes como Rivadavia, Roca etc. Si Sarmiento tenia una imaginacion "desaforada", era desaforado ahora tomando el aspecto negativo del termino, con el gaucho y sus criticas que lo acercan al prejuicio. En vez de integrarlos y hacerle un lugar en el pais, es en cierta un ideologo de lo que gesto Roca en la Expedicion del Desierto, donde el exterminio del gaucho y la indiada, determina que una clase terrateniente, parasitaria, tilinga se posesione como muy poderosa y fuera protagonista de nuestro retroceso como pais. Si Sarmiento estaba extasiado con la Revolucion Francesa y la revolucion que se estaba engendrando en ese momento en Estados Unidos, su deseo de trasplantar esos cambios sin tener en cuenta nuestras peculiaridades de nuestro pais. Lo equiparan a mucha izquierda necia antiperonista que conocimos luego.
Me permito recordar una anecdota muy conocida de Sarmiento, pero que muestra otra faceta del individuo, que creo, sirve como elemento para una evaluación de su conducta, tanto para desterrar la falsa imagen creada por la historiografía liberal, como para responder críticamente a la cerril mirada del revisionismo histórico sobre el sanjuaninio. "Un senador acusa a Sarmiento de desconocer la realidad de la campaña; admite que defienda sus bibliotecas y escuelitas, pero no acepta que para ello tenga que insultar a los que "nos hemos enriquecido con nuestro trabajo". Sarmiento contesta con la excitación a la que ya estamos acostumbrados: "La riqueza de ustedes no se debe al trabajo sino a la vehemencia de los toros y a la fecundidad de las vacas" ... El senador se ofende porque está injuriando a las fuerzas vivas. La respuesta es aleccionadora: "¿Fuerzas vivas?... ¡Eso no se lo permito yo! ¡La única fuerza viva es el pueblo!... En usted reconozco solamente la voz de una aristocracia con olor a bosta!". Luego vienen chicanas mutuas, pero es el propio Sarmiento el que intenta reencausar el debate por el camino de la discusión de las ideas: "Esta tormenta la ha provocado mi afán de educar al pueblo de la campaña... A los hijos de los gauchos. Yo... Yo que nunca les hice derramar su sangre generosa para servir a mis ambiciones; yo que nunca los adulé para explotar su ignorancia, soy aquí el defensor de su porvenir. Y los otros, los que se llenan la boca con la palabra gaucho, me apostrofan, se ríen de mí, me llaman loco y le niegan al gaucho no sólo la educación sino hasta la tierra y el producto justo de su trabajo." Fin. Verdecesped.
sarmiento fue sin dudas un eugenista.
y no me gustan los eugenistas.
de cualquier manera brienza me hizo pensar con una sola frase "no le regalemos sarmiento a la derecha"
y otra "hay que tomar a sarmiento de las solapas y sacudirlo para sacarle todo lo bueno"
lo malo de él es sin ninguna duda lo que no lo pone a la altura de otros próceres, son frases que aún en su tiempo y antes, eran imposibles de escuchar en san martín o belgrano.
hay mucha recopilacion de escritos y discursos de él que son ocultados
por ser parte de una historia que no le conviene a la historia oficial.
El problema mayor es que DFS ha sido convertido en un ícono del pensamiento colonial vernáculo.
Mas allá de sus planteos racistas, o que deplore el fracaso de las invasiones inglesas, de su apoyo entusiasta a la criminal guerra contra el Paraguay de F S Lopez, lo mas grave es que su figura haya sido tomada como bandera por los sectores mas reaccionarios de nuestra sociedad.
A. Jauretche y N. Galasso analizan con su proverbial claridad este fenómeno. Invito a pegarle una mirada al revelador post de Maguila en
http://maguila-y-yo.blogspot.com/
hola. Soy Hugo el taxista de Rosario. Me cuesta mucho digerirlo. Brillante escritor e intelectual. Una m... de persona. Algo parecido me pasa con V.Llosa. Para peor el nuestro fue presidente. Imaginar a V. Llosa al frente del hermano pueblo peruan o me da miedo. Eva felicitaciones por los elogios que te brinda Barragan en su libro. Yo tambien te imagino com el
El personaje era famoso por los exabruptos. Decía lo que muchos pensaban y no se animaban.
Pero en el fondo tenía razón. la Argentina de 1860 era un hueco inmundo, el país más atrasado de Sudamérica (y eso era mucho decir). Todos analfabetos, una masa de población (los gauchos) incapaces de trabajar, para trabajar en serio es que vinieron los inmigrantes, y la mitad del país en manos de salvajes que solo sabían saquear o mangar como método de sustento. En 1852 la única universidad era la de Cordoba (y en manos de los curas)menos de una docena de colegios secundarios, ni ciencias, ni ingenieros (hasta 1900 se seguían importando, nunca falta un papanatas que se pregunte porqué no había industria).
Para un tipo que había viajado y conocido el mundo civilizado era una realidad deprimente.
Sin embargo esos tipos tuvieron la visión, el coraje y la necesaria falta de pruritos para dar vuelta la cosa en 50 años. Y diría que la parte más importante se hizo en 30 años. Y la primera parte del trabajo se hizo de la única manera posible: A hachazos!
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