Tuve que ir a habilitar el negocio a la Municipalidad, y luego a retirar el “Libro de Actas”. Y abrí mi negocio de óptica, el 10 de junio de 1971.
No me habían dado un papel siquiera, donde dijera qué condiciones reglamentarias eran indispensables. Y llegó el primer Inspector.
Siempre vestidos de traje y corbata, entraban con el aspecto mafioso de Al Capone, pisando fuerte. Una carpeta entre las manos que apoyaban en el mostrador con rigor teatral, una credencial mostrada cinco segundos que uno no alcanzaba ni a olerla, y la frase con voz de milico: “Inspector de la Municipalidad, quiero ver el Libro de Actas”. Mientras, miraban al voleo a su alrededor para encontrar infracciones.
El primero dijo: “esos cables, está prohibido que estén sueltos, tiene que meterlos en la pared, o en guías que los cubran”. “¿Dónde puedo encontrar la reglamentación?”, pregunté. “Si puso un negocio tiene que conocerla”, me contestó. Y me intimó a arreglar los cables en un plazo. Se fue y yo salí corriendo a meter los cables en guías. El mismo no volvió, pero dejó asentada la infracción, así que el próximo, si veía que no había sido corregida, me podía clausurar.
Averigüé por mi familia que había que poner un matafuegos. Lo puse. Estaba ya todo en orden.
En una oportunidad pasó un inspector cuando estaba cerrado y me dejó una intimación por debajo de la puerta, con la obligación de presentarme ante el Juez del Tribunal de Infracciones, sin decir la causa.
Con mi Libro de Actas concurrí al tribunal. Cuatro horas adentro, medio día laboral perdido, negocio cerrado. Vi el juzgamiento de diversas infracciones.
El Juez llamaba por el nombre. Delante de la platea completa, sin mirar a los ojos al reo, el Juez aplicaba la misma fórmula, también con voz de milico: “¿Qué tiene para alegar en su descargo?” El pobre tipo se mandaba una serie de explicaciones, a las que el juez contestaba dos palabras explicativas de mala gana, al mismo tiempo que condenaba con un sello chas chas, pague una multa de tantos pesos y ya llamaba al que sigue. Me toca a mí.
_¿Qué tiene para alegar en su descargo?
_No sé de qué se trata, alegué sorprendida, asustada.
El juez se dignó a mirarme.
_¿Usted tiene una óptica?
_Sí.
_¿Hizo pintar en la pared del frente la leyenda ÓPTICA?
_Sí.
_Está prohibido pintar letras en las paredes exteriores en territorio de la Capital Federal, cometió una infracción, tiene que pagar una multa de XXX pesos, que pase el que sigue, chas chas sello y afuera.
_Pero, disculpe señor Juez, yo debía haber sido intimada, me parece, darme un tiempo para corregir la infracción, no me parece que por una infracción así, por la cual no corre peligro la vida de nadie, donde sólo se violan normas estéticas, se mande a una persona directamente al tribunal”, dije.
_“Condonada la multa por ser la primera vez, chas chas, queda intimada a sacar las letras de la pared, que pase el que sigue”, dijo el Juez.
Y me fui algo contenta, algo con odio contra el imbécil Inspector a quien nadie iba a sancionar.
La forma como se presentaba la Inspección, era un modo de domesticación, un mensaje de poder, que se daba a través de la humillación. Llegó el próximo Inspector.
_“Quiero ver el Libro de Actas”, dijo el Inspector, y empezó a mirar alrededor.
La forma como se presentaba la Inspección, era un modo de domesticación, un mensaje de poder, que se daba a través de la humillación. Llegó el próximo Inspector.
_“Quiero ver el Libro de Actas”, dijo el Inspector, y empezó a mirar alrededor.
_“No va a encontrar nada porque está todo en orden”, le dije, demasiado soberbia.
_“Ahá, ¿está todo en orden?”, dijo, “la felicito”. Firmó el Libro y se fue.
A la semana siguiente vuelvo a recibir una citación directa tirada debajo de la puerta para el Tribunal, sin causa.
Otra vez la misma escenografía. Me toca a mí.
A la semana siguiente vuelvo a recibir una citación directa tirada debajo de la puerta para el Tribunal, sin causa.
Otra vez la misma escenografía. Me toca a mí.
_“¿Qué tiene para alegar en su descargo?”
_“No conozco la causa señor Juez”. Abre mi Libro de Actas que tiene en su poder y saca un volante de la óptica. Me lo muestra.
_¿Es suyo este volante?
_Sí señor Juez.
_¿No sabe que está prohibido arrojar volantes en la vía pública?
_ Yo no tiré volantes en la vía pública.
_Este volante fue encontrado en la calle tal, a la altura tal, el día tal.
Y ahí se me prendió la lamparita. Fue un momento clave de mi vida donde comprendí que era indispensable entender la sicología del lobo, aunque todavía no me cerraba.
_“Disculpe señor Juez”,dije, “¿quiere fijarse si el Inspector que encontró ese volante no es el mismo que hizo la última inspección?”. “Y fíjese por favor, si coinciden las fechas”. El Juez confirma que las dos cosas las hizo el mismo Inspector en la misma fecha.
_“El Inspector tenía en su mano en mi mostrador una pila de esos volantes, que se llevan en mano los clientes, y ésto es una venganza Sr. Juez, porque el Inspector encontró todo en orden”, dije.
_“Sobreseída, chas chas, pero igualmente tiene que pagar una multa de XXX pesos, porque ésta es la segunda causa por publicidad, dijo el Juez”.
_¿Es suyo este volante?
_Sí señor Juez.
_¿No sabe que está prohibido arrojar volantes en la vía pública?
_ Yo no tiré volantes en la vía pública.
_Este volante fue encontrado en la calle tal, a la altura tal, el día tal.
Y ahí se me prendió la lamparita. Fue un momento clave de mi vida donde comprendí que era indispensable entender la sicología del lobo, aunque todavía no me cerraba.
_“Disculpe señor Juez”,dije, “¿quiere fijarse si el Inspector que encontró ese volante no es el mismo que hizo la última inspección?”. “Y fíjese por favor, si coinciden las fechas”. El Juez confirma que las dos cosas las hizo el mismo Inspector en la misma fecha.
_“El Inspector tenía en su mano en mi mostrador una pila de esos volantes, que se llevan en mano los clientes, y ésto es una venganza Sr. Juez, porque el Inspector encontró todo en orden”, dije.
_“Sobreseída, chas chas, pero igualmente tiene que pagar una multa de XXX pesos, porque ésta es la segunda causa por publicidad, dijo el Juez”.
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Claro, la otra había sido la de la palabra “ÓPTICA”. Nunca entendí por qué habiendo sido sobreseída tuve que pagar igual, habiendo quedado en claro que el Inspector era un perverso. De ahí en más me dí cuenta de que el Inspector quería plata, coima, y que mientras yo no tirara billetes, iba a tener problemas. Pero yo, era incorruptible.
Imaginate. El sistema capitalista burgués. La corrupción estatal. Yo no iba a transar. YO NO.
Imaginate. El sistema capitalista burgués. La corrupción estatal. Yo no iba a transar. YO NO.
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¿A qué no saben qué pasó? ¿Creen ustedes, que transé? Apuesten señores, apuesten. Abran juego señores, abran juego.
(Continuará).
(Continuará).
11 comentarios:
No tengo ni la menor idea, pero conociéndote, no me hubiera gustado estar en los zapatos de ese inspector.
Sos un dulce Jorge.
El sistema ESTÁ HECHO para transar. Es un impuesto no declarado (por parte del Estado). Casi todos tenemos una historia parecida, por ejemplo con las boletas de tránsito, la ampliación de una casa, etc., etc.
Bien Surito, nos quitamos la hipocresía.
El sistema fabrica problemas para poder vender soluciones.
Hace algunos años, el GCABA convocó para presentarse para un subsido para ediciones. Las condiciones de la presentación contenían dos disparates mayúsculos:
- Había que presentar la inscripción en Ingresos Brutos. Sucede que la ley fiscal prevé expresamente que los editores no deben inscribirse ni pagar ese impuesto. Tuve que atacar a los funcionarios con fotocopias de la ley para que se convencieran de que no podían pedir eso.
- Habilitación del local. Esto podían pedirlo, pero era un despropósito, ya que se suponía que justamente el subsidio era para ediciones independientes, no de editoriales comerciales. Me reuní con una funcionaria y le dije: Mangieri es el más importante editor de poesía del país desde hace décadas y trabaja en su casa. ¿Usted me dice que tiene que habilitarla? ¿O me dice que Mangieri se queda afuera? La señora no sabía donde esconderse (era una buena persona). Y agregué: si yo hago el trámite de habilitación, a los dos días viene un inspector a coimearme. ¿Qué hago, le pago o le pego? Yo me inclino por la segunda. La señora se rio y me dijo: ninguna de las dos. Pero ni se le pasó por la cabeza negar que vendría un inspector a coimear.
Finalmente, dejaron sin efecto los dos disparates.
Saludos
Apuesto a que SI transaste, porque si no, tenías que cerrar la óptica!!! Tus comentaristas hablas del "sistema" pero son los argentinos los que arman los procedimientos, sin el ánimo de ayudar sino de dificultar las cosas. Así somos... tan estrictos para los demás, y sin las más mínimas exigencias para con uno mismo.
Saludos.
Andrés, es muy simpático lo que contás, y también increíble. Menos mal que comprendieron. Pero lo increíble es que el estado no se comprenda a sí mismo. No se puede creer.
Acá te mando la "escena de archivo" tomada clandestinamente en 1971.
Ver acá http://www.youtube.com/watch?v=X1LEBxiPi4c&feature=related
si no fue así... no me imagino como pudo haber sido!
Jovenescacharienses
http://lacosaylacausa.blogspot.com/2008/09/mis-escenas-favoritas.html
en septiembre de este año hice ese post, vean el tercer video, cuando el alemán le pide al prefecto de policía que cierre el bar con una excusa, y el prefecto usa la excusa de que en este lugar hay juego clandestino, mientras recibe la coima del juego al mismo tiempo dando las gracias, es una de las escenas que más admiro de todo el cine, vuélvanlo a ver.
Mirá lo que encontré Eva... inmediatamente me acordé de este post.
Comerciantes "escrachando" publicamente a "supuestos" inspectores coimeros, con foto!
http://t.co/JT0LRRu
FC
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