Parte 1:
29/10- 9:54
Había leído a Marx de jovencito, cuando las ideologías entran por el cerebro y llegan al corazón. Entendía que en el Capitalismo había clases sociales irreconciliables, divididas por el Capital y el Trabajo. Entendió la terrible situación de la alienación en el trabajo y cómo eso consumía el alma del trabajador, porque lo que hacía no le pertenecía y peor. porque a veces solo hacía una parte de la cosa para lo que debía repetir un automatismo agobiante a una velocidad insoportable siguiendo el ritmo marcado por la máquina en la fábrica. Y había visto la película Los Compañeros mil veces. Y las lágrimas le corrían por la mejilla, cada vez que la veía. Curiosamente la vida lo llevó a ser dueño de una fábrica.
Parte 2:
29/10- 15:45
Cuando tuvo que decidir de qué iba a trabajar, por supuesto que ni loco trabajaría "bajo patrón". Se las arregló para ser independiente. Empezó vendiendo por mayor a negocios minoristas, ropa que compraba primero a fábricas, luego que mandaba a confeccionar a talleres o a señoras que hacían costura en sus casas y venían con sus paquetes envueltos en papel madera, bultos cargados en el tren a Once. Se decía que estas mujeres habían recibido la máquina de coser Singer como regalo de Evita. La cuestión es que él las trataba muy bien. Les pagaba un precio justo, nunca aprovechándose, y a tiempo, no como otros que siempre les quedaban debiendo. Porque él tenía una gran empatía con los trabajadores. Nadie le podía quitar su profundo sentir marxista.
La cuestión es que un día armó una fábrica, compró máquinas y tomó empleados. Ofreció sueldos respetables y suficientes como para no pasar angustias. Y trató a sus empleados como a verdaderos amigos. Sentía que iba ganando el cariño de sus "asalariados". El no iba a ser un patrón cualquiera, explotador, impiadoso, egoísta. Habia escuchado de un tal Mauricio Kaplan que cerrando su fábrica, le dejó a cada empleado un fondo de comercio para que sean independientes. Don Kaplan, les compró a cada uno una máquina overlock y les alquiló un local, a cada uno. Amaban a Don Kaplan, Y lo tenían en un pedestal por la eternidad.
Nuestro protagonista, Alejandro Waisman tomó a Don Kaplan como su mentor, su ejemplo y su inspiración.
Entre todos sus empleados prefirió más que a nadie a Orlando Díaz, que estuvo en su fábrica desde el primer día, y lo hizo una especie de capataz de confianza, alguien que era leal y honesto como pocas veces había conocido.
Pasaron los años y Orlando era su mano derecha. Cobraba dinero, lo llevaba a depositar, lo guardaba en la caja fuerte, de la que tenía la llave. Jamás faltó nada. Alejandro era muy prolijo con el control del dinero. Y Orlando también era querido por los compañeros trabajadores, que podían confiar en él tanto como el patrón.
Un día a Alejandro se le dio por comprar caramelos para poner en su oficina, en una caramelera muy bonita, en su escritorio, para que los clientes con los que hacía negocios tuvieran un detalle de dulzura a mano. Pero de pronto, sin que hubiera venido ningún cliente, la caramelera quedó por la mitad del contenido. Alguien había comido tantos caramelos? no podía ser. Orlando era el único que entraba a la oficina sin necesidad de permiso. Le preguntó por los caramelos. Orlando le contestó que no imaginaba cómo pasó eso. La verdad es que era una pavada, pero una incógnita al fin.
3ª parte
21: 00 hs
Lo de los caramelos faltantes le resultaron un asunto tan banal que lo alejó de su pensamiento enojado consigo mismo. Pero al día siguiente, la caramelera estaba totalmente vacía. Se fue a buscar el frasco de vidrio que había llenado de caramelos para provisión, con unos tres kilos de caramelos, un frasco enorme que había contenido pepinos agridulces comprados en Alemania. Y el frasco estaba vacío. De un día para el otro, alguien se llevó tres kilos de caramelos. Sacudió la cabeza incrédulo de que estuviera pasando algo tan estúpido. Entonces volvió a comprar tres kilos de caramelos, llenó el frasco de pepinos, llenó la caramelera y a otra cosa, mariposa.
Pero resultó que al otro día, por la tarde, cerca de finalizar el día laboral, faltaba caramelos por la mitad del frasco. Justo Orlando estaba en el baño, cambiándose para ir a su casa. Se le dio por revisarle la mochila y se llevó la sorpresa de su vida, llena de caramelos. Cerró la mochila y empezó a pensar como un delirante.
Lo primero que pensó es qué significa esto. Y se devanó los sesos con teorías absurdas. Cuál es el significado de robar caramelos, cuando tenía a mano miles de dólares que podía haber tomado y luego desaparecido. Sin duda era un mensaje. Un mensaje que había que descifrar.
4ª parte
30/10
23;11
El mensaje estaba claro, es lo que Alejandro se repetía a sí mismo , solo que la soberbia de un dueño de fábrica "marxista" no pudo imaginar, o no quiso. La distancia entre un capitalista y un asalariado es infranqueable. La lucha de clases existe, y no hay nada que pueda evitarla salvo la verdadera igualdad en las relaciones de producción, que son una utopía, pero son la única posible: que los hombres sean socios, que hagan empresas cooperativas.
Alejandro sabía lo que era la plusvalía, que tanto calculó Marx. Ese dinero del trabajador que el patrón le roba, que se convierte en ganacia del capital. El trabajo asalariado, el salario son dos manifestaciones del abuso de un hombre sobre otros hombres. Abuso esclavizante. Y Alejandro pretendió poder saltar por encima del abismo. Por más que hizo, por más que confió, Orlando no salió del lado del explotado, no salió en su interior psíquico, por más que le fue fiel al patrón siendo incapaz de traicionarlo. Pero aquellos caramelos fueron la tentación de devolverle al patrón un poquito de la indignidad a la que él estaba condenado, habiendo recibido la confianza de quien lo somete.
Tomó una y otra vez una enorme cantidad de caramelos y se los guardó en la mochila. No le importó nada. No le importó que Alejandro se iba a dar cuenta. No le importó cómo iba a reaccionar. Es que necesitaba una vez en la vida hacer un acto de rebeldía, de insubordinación. Los caramelos eran ideales. Qué poco valen. Y a quién se le ocurre robar caramelos tan ostensiblemente.
La vida de Alejandro se dio vuelta. Lloró en silencio. Vomitó. Tuvo insomnio. Y volvió a pedir turno al psicoanalista. Necesitaba aclararse la situación y qué rumbo iba a tomar con Orlando.
Era mejor reconocer que era un hipócrita, que encima no se quiso hacer cargo de su hipocresía. Orlando lo veía comprarse todos los años un cero kilómetro y él nunca pudo comprarse un usado. Sus chicos usaban la ropa de los hijos de Alejandro que era ropa finísima,algo que él no podía comprar. Alejandro invitaba a toda la familia de Orlando a veranear en la casa de Pinamar. Aunque solo un fin de semana, al final de enero y principio de febrero, recibiendo la casa de los que alquilaron enero y se iban, y entregándola a los que alquilaban en febrero. Siempre Alejandro sacaba ventaja de las dádivas.
Se convenció de que Orlando había enviado un mensaje que ponía la verdad sobre la mesa. Que le había asestado una cuchillada inteligente y sutil. Robar caramelos... No pudiendo aguantar más el silencio generado en la relación con Orlando de pronto explotó y le pidió por favor que le dijera por qué había hecho eso y le contó que encontró la mochila llena de caramelos. Orlando no contestó nada y se fue de la fábrica a la calle a toda velocidad.
Esa noche Alejandro llamó a Orlando por teléfono y le dijo que volviera al trabajo, que él lo perdonaba.
5ª parte
31/10
9:10
Orlando no volvió.
Alejandro recibió una comunicación telefónica de un abogado que lo intimó a "disolver la sociedad". Alejandro quedó paralizado. Se trataba de que -como era marxista- repartía dividendos de las ganancias con los empleados, por supuesto una parte muy pequeña, pero la cosa es que los empleados se sintieran parte del negocio, que cobraran algo de las ganancias del patrón. Pero a Orlando le había dado un privilegio mayor. Lo había hecho "socio" de la fábrica, pero por supuesto a un porcentaje ínfimo. Orlando tenía el 0,5% de la socidad. Y el abogado le decía por teléfono que tenía que "disolver" la sociedad. O sea que tenía que darle a Orlando el 0,5% del valor de la fábrica. No podía darse por despedido porque era en parte dueño. Alejandro se agarró la cabeza entre las dos manos, con lo codos sobre el escritorio. Jamás había pensado que le podía pasar eso. Se sintió muy estúpido. El haber querido huir de la crueldad de la explotación había sido, como ya entendió, una hipocresía pero además una ingenuidad patética.
El abogado le había asestado, además, cuál era el valor de la fábrica sugerido por el conocimiento de Orlando. Le había disparado una cifra colosal: cincuenta millones y medio de dólares. Alejandro entendió que Orlando hizo la cuenta precisa y solo pensar en cómo hizo su tarea de ruptura, despacito y con detalle, le producía una subida de sangre a la cabeza y se vio las mejillas enrojecidas cuando se miró al espejo en el baño, al lavarse la cara con agua fría porque la cabeza le quemaba.
Cincuenta millones y medio de dólares significaban docientos cincuenta mil dólares para Orlando. Y no los tenía. Era una cifra enorme y además, imposible porque el valor de la fábrica con todo lo que incluye, desde el terreno hasta la propiedad física más la maquinaria, se fue agrandando en los años pero no constituyen capital líquido. El abogado le mandó la intimación por documento y le compró los derechos a Orlando.
6ª parte
31/10
15;37
Alejandro escuchó una cosa que no entendía y para eso habló con su abogado. "Le compró los derechos" era una frase que le resultaba extraña y muy preocupante. El abogado le dijo que hay estudios jurídicos que compran los derechos de alguien y luego litigan en su propio nombre. Que le habrán pagado una suma a Orlando para que les ceda los derechos. Que había que preocuparse porque le pagaron menos de lo que ellos le reclamarían. Alejandro empezó a temblar. Su abogado llamó al abogado de Orlando para la explique cuánto reclamaban. Contestaron que reclamaban doscientos cincuenta mil dólares. Exacto lo que Orlando calculó que era su medio porciento de socio de la fábrica. Entonces, pensó Alejandro, le habrán dado mucho menos y Orlando se conformó con recibir el efectivo de inmediato. Y entregar sus derechos para litigarle a Alejandro la disolución de la sociedad.
7ª parte
31/10
23;45
El juicio de un estudio jurídico contra Alejandro, quedó radicado en un juzgado y el juez determinó la inmediata intervención judicial contable de la fábrica, con el objeto de hacer el inventario de los bienes. De inmediato se presentaron en la fábrica tres peritos designados para la intervención. Llegaron a la fábrica a las 8 de la mañana y le comunicaron a Alejandro que debía retirarse de la fábrica por orden del Juez para comenzar la intervención judicial. Alejandro se resistió, pero el grupo vino con personal policial preparado para reprimir desobediencias. Alejandro fue acompañado a subir a su auto y retirarse. De inmediato fue a la Comisaría a denunciar que una banda lo había echado de su propiedad. El Comisario lo recibió explicándole que así eran las intervenciones judiciales, que él tenía que retirarse de la fábrica para permitir a la intervención hacer su cometido. Mientras tanto la fábrica siguió funcionando y las máquinas siguieron sus marchas enérgicas, acompasadas y sin tegua.
El hijo mayor de Alejandro trabajaba en la fábrica haciendo cosas como archivos de modelos de producción, de instrucciones del uso de las máquinas, también se ocupaba de "Recursos humanos", etc. El hijo de Alejandro tenía, en la fábrica de su padre, un empleo legalmente registrado. y no faltó al trabajo, más que nada para vigilar la tarea del interventor.
El interventor, sentado en el escritorio de la oficina de Alejandro, enterado de la presencia del hijo de Alejandro, lo mando llamar. Cuando el hijo entró a la oficina, el interventor terminaba de hacer una cuenta en un papel, con el que luego hizo un bollo y lo arrojó al tacho de basura. Le dijo al joven, mirá pibe, decile a tu papá que se ponga con medio millón de dólares o va a perder todo lo que tiene. Hay plazo hasta mañana.
Alejandro y su esposa, desesperados, no tuvieron mejor idea que denunciar este pedido de dinero ilegal, esta extorsión, haciéndola pública en la televisión. El matrimonio salió en la pantalla chica, en todos los hogares. El público escuchó la historia de un interventor que pedía medio milón de dólares y que había hecho una cuenta en una papel que el hijo de Alejandro recogió de la basura. De puño y letra el inteventor había detallado cuánto para cada uno, empezando por el juez. Y la cuenta daba medio millón de dólares.
Parte 8
1/11/24
19:01
La denuncia pública en la televisión preparaba a Alejandro para un juicio contra el interventor por extorsión, ya que se contaba con el papel que tiró a la basura, que era de su puño y letra, y tenía los nombres del juez, del interventor y de los peritos que se iban a repartir el medio millón de dólares. Pero no iba a ser tan fácil. La mañana del día siguiente la fábrica estaba vacía. Los empleados absortos, horrorizados, miraban sin poder creer cómo desaparecieron las máquinas más importantes, quedando solo algunas de las más viejas que no podían de ninguna manera permitir la continuidad de la producción. Y no solo eso. También había desaparecido toda la materia prima acumulada en los depósitos, imprescindible para obtener el producto a través de la fabricación. Los obreros permanecían con los ojos desorbitados, imaginando el futuro que los acechaba. Daban vueltas, caminando, respirando hondo, tragando bocanadas de aire para poder respirar. Las puertas de la fábrica estaban abiertas,así las encontraron. Y se notaba que las cadenas que aseguraban la inviolabilidad de las puertas, habían sido rotas.
Parte 9ª
3/11
5;51hs
Esa mañana, la intervención denunció el vaciamiento de la fábrica por robo ocurrido a través de un operativo nocturno de origen desconocido. Habiendo desaparecido el objeto para inventario, el juez retiró al interventor y dejó el caso en suspenso, procediendo a embargar el patrimonio personal de Alejandro. Por la noche, ese operativo siniestro de vaciamiento había seleccionado los valores más importantes y robado todo en un inmenso camión container. A las tres de la mañana, un vecino que volvía siempre a esa hora del trabajo, se alteró al ver semejante operativo en medio de la noche silenciosa, con la cuadra desierta. Se acercó a preguntar a a uno de los hombres que iban y venían cargando máquinas y le contestaron "mudanza". No conforme con eso, el vecino llamó al 911 y se fue a dormir porque así era su horario de regreso a su casa. Nunca supo qué pasó, pero cuando a la mañana se acercó a la fábrica para contar lo que vio ya estaba Alejandro que salía a denunciar el robo nocturno. En la Comisaría le dijeron que no había ninguna denuncia previa a la de él. El llamado del vecino no tuvo ninguna consecuencia.
Era obvio que la causa contra la extorsión del interventor y sus secuaces quedaba sin destino. Denunciados públicamente procedieron al castigo venganza mafioso contra Alejandro. Fueron robados todos los cerebros digitales de las maquinarias, por valor de muchos millones de dólares. La maravilla comprada últimamente a los EEUU, por nueve millones de dólares, no se había pagado más que la primera cuota y los acreedores procederían a embargar el terreno y edificio de la fábrica, además de los bienes personales del propietario. La totalidad de los obreros se dieron por despedidos y exigieron la indemnización. Alejandro y esposa se fugaron, nadie supo adonde. Obviamente quedaron destruídos, pero sus destinos no interesan a esta historia, que continúa por otro camino.
Orlando es el protagonista del final de esta historia.
Durante los años de trabajo en la fábrica y relación amistosa con el patrón, Orlando fue educado por Alejandro en la ideología de izquierda.
Habiendo sido un changuito cañero, junto a su papá, en el Ingenio "La Fronterita", Famaillá, Tucumán, donde nació, emigró solito a Buenos Aires a la casa de una tía para hacer el secundario y conseguir trabajo en la gran ciudad, con mejor destino. Orlando odiaba la pobreza familiar que lo había llevado a la obligación de pelar caña desde tan pequeño. Le tenía fobia a los cuchillos con filo, porque el trabajo infantil le había deparado muchas lastimaduras en las manos por cortes con su machete . Su sueño era huir de esa vida. No quería volver a ver una caña de azúcar. Si se quedaba, el machete iba a ser la herramienta de su mano derecha por el resto de su vida, como era para su padre. Terminó el secundario con buenas notas y consiguió trabajo. Luego de varios trabajos formando la experiencia laboral, entró a la fábrica de Alejandro.
Después de haber instruído ideológicamente a Orlando en diversas charlas en el transcurso del tiempo, por fin le trajo el libro "Manifiesto Comunista". Orlando se impresionó fuertemente con el libro. Sintió que "se le abría la cabeza", como dijo. Y siempre tratando de profundizar sus conocimentos sobre historia y doctrinas políticas. Se volvió un hombre de izquierda. Y también se aferró al sueño y la esperanza de no tener que trabajar más "bajo patrón". Cuando se fue de la fábrica de Alejandro se independizó ofreciéndose como técnico de servicios de montaje fabril. Se ofreció en varias fábricas y lo empezaron a llamar pagándole los servicios como autónomo. Pero cuando se enteró de lo que pasó en la fábrica de Alejandro, otra luz iluminó su vida.
Parte 10
3/11/24
16;16hs
Orlando tuvo una evolución ideológica que su patrón no sufrió, anquilosado (éste) en una cultura política hereditaria e identitaria, cosa que conspira contra la necesaria crítica a la realidad, diaria e histórica, y desalienta el criterio racional reemplazados por la adhesión y lealtad a la estructura partidaria consagrada.
Orlando vio que sus compañeros de trabajo, los obreros, constituídos por Marx en el elemento que cambiaría la sociedad capitalista por la comunista, los "proletarios", eran peronistas.
Hacía ya años que estudiaba el fenómeno "peronismo". Lo que le llamaba la atención es que al peronismo, el comunismo lo llama fascismo. Necesitaba saber y definir su posición ante los compañeros, porque se sentía un hongo. Lo primero que le impresionó fue el 17 de octubre, una asonada popular tan digna como el asalto al Palacio de Invierno. Y había pasado acá, en este país.
La custión es que el peronismo estaba vivo y en la conciencia de clase de sus compañeros, muy a pesar de la incongruencia de la ideología peronista, en negar la existencia de la lucha de clases. Orlando concluyó que la lucha de clases está viva, no se extinguía y eso mismo iba produciendo mejoras, derechos en la vida de los trabajadores, mientras el marxismo se proponía una revolución que era más utópica que posible para destruir a la clase opresora.
Orlando concilió con sus compañeros. No se afilió al partido peronista pero estuvo apoyando todas las luchas del peronismo, como si fuera uno más. Pero no perdió la visión marxista de la realidad aunque desestimó para siempre la idea de una revolución violenta o pacífica. Mejorar la vida de los trabajadores y sus proyectos era lo único que le importaba en su militancia política autónoma. Por eso se enamoró de la empresa cooperativa.
Parte 11
3/11/24
17, 30hs
Cuando Orlando se enteró de lo que pasó en la fábrica de Alejandro, se dijo que ese era el momento de "recuperar la fábrica" y organizar una empresa con una comunidad de dueños. Todos sabían cómo producir. Todos sabían adonde estaban los clientes. Los patrones no eran necesarios.
Orlando llamó a sus compañeros y los convocó a organizar una fábrica como la que tenían antes del desastre, haciendo una empresa cooperativa. Ocuparon el espacio físico de la fábrica de Alejandro. Y pusieron un orgullos cartel sobre la entrada, que decía "Fábrica recuperada por sus trabajadores".
Tenían las máquinas que no se robaron, las podían hacer andar mecánicamente, como antes de los cerebros digitales que se robaron. Consiguieron crédito para la materia prima convenciendo a los proveedores de la continuidad de la producción con gente muy apta y calificada para seguir adelante. Los proveedores estuvieron muy entusiasmados de la novedad porque ellos también sintieron pánico por la quiebra en sus propios negocios.
Orlando se convirtió en el Presidete de la Cooperativa, a la que llamó "Cooperativa LA ILUSIÓN". La felicidad de todos era soñada y jamás imaginada. Orlando sabía que en algún momento los iban a desalojar del predio y puso a todos el objetivo innegociable de juntar dinero para alquilar un espacio donde establecerse con la cooperativa en forma definitiva.
La ilusión de Orlando fue sacarse de encima la condición de asalariado, la condición de tener un patrón, de sentirse un esclavo resignado al sometimiento. Y lo logró.
La fábrica recuperada por sus trabajadores evolucionó y fue aumentando la producción agregando maquinarias, y mejorando la vida de los compañeros. Orlando se compró un cero kilómetro de lujo despampanante y de uno, una vez por mes, un auto para cada compañero.
Resulta que el predio donde funcionaba la fábrica lindaba con una casa señorial de familias de gorilas viscerales, que denunciaban a la cooperativa por "ruidos molestos". El gobierno de derecha de la ciudad procedía a inspeccionar la cooperativa por los ruidos molestos y les dejaba la intimación de presentar un informe auditoría de ruidos molestos, efectuados por una empresa técnica reconocida por el gobierno, cuyo servicio era de un costo altísimo. El problema es que las denuncias se repetían aunque se presentaban los informes que dejaban a la cooperativa libre de toda culpa. Los vecinos perseguían a la cooperativa con odio y fanatismo.
Orlando consultó con el abogado sobre qué actitud tomar. El abogado le dijo que lo mejro era disolver la cooperativa y volverse una empresa de Sociedad Anónima común y corriente. Orlando sintió que se le hinchaban las venas de indignación y le contestó al abogado que JAMÁS cambiaría la maravillosa comunidad de trabajadores que consiguieron destronar al patrón de sus vidas y que ellos no se iban a constituir nunca en patrones de nadie. Así que Orlando decidió soportar el odio, la maldad, pagando el precio de la felicidad.
EPÍLOGO
Los personajes de este cuento no son ficticios, son reales y sus historias también. Sólo les cambié el nombre y alguanas circunstancias. Alejandro, Orlando, el hijo de Alejandro, el interventor, el juez, los peritos, el comisario, son todos reales.
Empecemos por Orlando. En el final, en la formación de la Cooperativa, Orlando está inspirado en Andrés, el Presidente de la Cooperativa del restaurante Alé Alé, donde hacemos las Cenas. Es gracias a este extaordinario muchacho que fundó ese hermoso restaurante que se hizo cooperativa recuperada, salvó el trabajo de cuarenta personas y tiene un éxito increíble. La conversación que Orlando tuvo con un abogado proponiéndole convertirse en Sociedad Anónima para terminar con la persecución de los vecinos y del Estado de la ciudad, de derecha, es la conversación que tuvimos entre Andrés y yo. Soy yo la que le propuso eso. Y fue él que casi se enoja conmigo porque se me ocurrió atacar lo que él considera más sagrado: la forma cooperativa de trabajo. Andrés es un ídolo viviente. Demuestra que los patrones están de más, que no hacen falta.
Orlando y el robo de caramelos es real, ocurrió así. Existe la persona que robó caramelos a la patrona que la sentía su mano derecha. Eso después de muchísimos años de trabajo y buena relación. La diferencia es que al revés de Orlando, esa persona volvió al trabajo, cuando la patrona la perdonó, pero no se pudo volver a la confianza anterior y nació una relación fría, como la de cualquier patrón con su empleado. Ese robo de caramelos produjo un sinceramiento de la relación. La pérdida de la confianza también acabó con la hipocresía de pretender salvar la diferencia de clase. La patrona de esta persona era como Alejandro, había sido marxista y entendía las cosas así. Solo que esta patrona nunca se hizo rica, como Alejandro. Pero hay muchos Alejandros pululando, siendo marxistas y millonarios hipócritas.
Alejandro es por un lado esa patrona a la que le robaron los caramelos pero también es la víctima terrible de una intervención judicial que le robó toda la empresa dejándolo sin un centavo. Alejandro se llama en realidad Carlos, y la esposa se llama Rosa. A ambos le robaron un negocio millonario de repuestos de la calle Warnes, exactamente porque su encargado, socio mínimo, vendió los derechos de disolución de la sociedad. Carlos y Rosa eran clientes míos y fueron al programa de Neustadt a denunciar al interventor judicial que los estaba extorsionando Esa noche le vaciaron el negocio y quedaron destrozados. NO los volví a ver.
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