El deseo de ver bien parece obvio. Pero aunque parezca mentira hay personas a las que les falta ese deseo. Cuando advierten que se puede ver mejor lo toman como una curiosidad. No les interesa demasiado. Se conforman. Tienen una personalidad así. Se conforman con lo que les toca, como si eso fuera lo natural y la resignación una parte de la naturaleza. Son una minoría pero están ahí, viviendo. Quién sabe qué cosa o qué persona o entidad social aniquiló un deseo tan general, tan obvio y elemental. La inmensa mayoría de la gente reacciona con emoción y hasta efusión cuando descubre que puede ver mejor de lo que ve. La alegría de los chicos no tiene excepciones. A ciertos adultos se les va oprimiendo tanto que se van quedando sin la sustancia humana más básica, la energía vital, el eros.
Otra cosa es la característica que yo llamo Síndrome Buñuel, por el famoso director de cine español. Como era sordo usaba audífono, pero lo tenía apagado y solo lo encendía cuando le hablaba alguien a quien le importaba escuchar. Ese síndrome Buñuel es otra cosa, no le falta deseo sino que le sobra. Tiene el dominio sobre sí mismo por encima de las falencias. Yo debo distinguir entre las dos cosas cuando atiendo a un paciente. Distinguirlo. Para servirlo mejor. Emulando al lobo en sus respuestas a Caperucita...
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