Mi máquina Singer ( III )
Con el papá de mi hijo teníamos una inmobiliaria. Yo siempre tuve mi óptica pero como me gusta aprender, me metí en la inmobiliaria a ayudar y aprendí mucho. El nene era chiquito y Alfonsín recien empezaba. Como todos los chicos mi nene de un año y pico hacía ese gesto con las manos que Alfonsín tenía como marca y la gente deliraba de emoción cuando decía que con la Democracia se come, se cura y se educa. Era todo lindo hasta que la economía empezó a derrumbarse por acción de la guardia pretoriana de La Rural que cuida el Santo Sepulcro de la Oligarquía con dos apellidos, con olor a bosta de vaca, como decía Sarmiento. Cuando mi nene iba al jardín la inmobiliaria quebró y nos vino el desastre. Con la óptica pagué las deudas de la inmobiliaria. Le debíamos una fortuna a Clarín en avisos. Mi máquina Singer, después de 32 años sin usar, revivió para poder hacerle a mi nene la ropa que necesitaba. A los 17 años comencé el curso de Corte y Confección Sistema De Santis y allí conocí una parte de ese otro mundo que me era desconocido. La profesora tenía la revista Burda, alemana, un sueño editorial sobre moda maravillosa. También traía modelos para niños. Y de ahí saqué un guardarropa de un príncipe para mi hijito del alma, que empezó a lucir unos joggings increíbles. Las madres del jardín me pregutaban adónde los compré. Y cuando decía que los hice yo, me empezaron a pedir que les hiciera para sus chicos. Eso no. Coser para otros, no. Hay ciertas marcas de clase social que no se atraviesan salvo que estés en la última miseria y hayas tenido que resignar todo lo simbólico. De cualquier manera tenía mi óptica que seguía dándome lo indispensable. En esa época por haber ayudado a mi hermano más querido, y haberle dado una sección en la óptica para su actividad en computación, él creció y me estaba produciendo una débacle a mí, y sin importarle mi situación me dijo la frase colosal que escuché en mi vida "CUANDO TE VAS A PAUPERIZAR". Eso esperaba mi hermano Roberto, al que no veo más porque parecía tratar de hundirme como Caín hizo con Abel. Lo digo en este cuento porque hasta ahora nadie lo sabe. Y tal vez alguien que lea este cuento sepa que recibí una puñalada insospechada de parte de uno de los seres más amados por mí corazón. Nadie me va a explicar por qué tuvo tanta malicia conmigo. Y cuento esto porque no me paupericé a pesar de que el mundo se me venía encima. Mi máquina Singer me permitió hacer que mi hijo pareciera un príncipe con sus ropas de la revista Burda, con la finura de cualquier modelo alemancito rubio de la revista pero con un plus de unos ojos gallegos que cada vez que los miro me emociono.
Sigue en la próxima.
Los capítulos anteriores lo voy poniendo acá en mi blog.
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