Este no es un cuento chino
Acaba de pasar la china del supermercado. Por primera vez la veo transitar por la vereda, delante de mi negocio, en casi cinco años desde que abrió el super chino. Me vio, siguió de largo, reaccionó y volvió sobre sus pasos, para prodigarme una enorme sonrisa que suplanta su falta de castellano. Sacudió su cabeza de arriba a abajo, como afirmando algo así como "acá estabas". Agitó su mano en un saludo efusivo, y siguió su ruta.
Esta mujer china, alta, bella, elegante, se mostraba soberbia, ajena, desde la caja de su supermercado. A diferencia de tantos otros chinos tan amables y gentiles que conocí en el barrio, ella era una mujer fría, de negocios, que estaba por encima de las relaciones personales. Siempre distante, calculadora. El marido, igual que ella.
Como yo soy buena clienta porque compro mucho (soy de las que prefieren no ir a los grandes supermercados), ella empezó a reconocerme y tratarme en forma preferencial, cambiando su estilo indiferente. Bastó una vez que fui a comprar una cosa sola que me había olvidado, para que me tratara secamente, y se empacara en los diez centavos que me faltaban de cambio. Me cambió cien pesos por los diez centavos. Me impactó su franqueza mercantil. Yo la empecé a tratar igual. Tirándole los centavitos hasta el útlimo, aunque hubiera comprado un vagón de cosas y ella me dijera que está bien sonriendo. Y yo la miraba con cara de perro enchufándole la monedita a toda costa.
Pero pasó algo que cambió la historia de su vida arrogante. Se le puso enfrente un Carrefour Express, justo enfrente, pero justo justo. Fue alevoso. El supermercado empezó a vaciarse. Enseguida comenzaron las "desgracias". Le "cayó" una inspección de Macri y le cerraron el super por falta de limpieza en la heladera de carnicería, problemas con los cables, etc. La pareja china empezó con las reformas, pero por la noche tuvieron un incendio. Vinieron los bomberos, le rompieron las cortinas metálicas. Un desastre total. Cuando volvieron a abrir estaba todo renovado, ordenado, pero vacío de gente.
Yo soy amiga de mis amigos, pero mucho más, soy enemiga de mis enemigos. Los chinos no eran mis amigos, pero a Carrefour sí que lo considero mi enemigo: forma parte del paquete neoliberal que vino con el menemismo, que vino con el robo de mis ahorros en el banco, el 2001, los saqueos, qué te voy a contar. Así que la guerra se la hice a Carrefour, ayudando a los chinos. Fui a Carrefour a hinchar las pelotas para fisgonear los precios, los anoté y le entregué la lista al chino. El chino tomó la lista y me miró como si le hubiera dado el número de la lotería, se deshacía en agradecimiento. Yo soy comerciante, y sé que el chino necesitaba saber los precios para poder competir con Carrefour. Al mismo tiempo que le dí la lista, le compré un vagón de cosas que estaban más caras que enfrente, como para demostrarle que estaba con ellos en la batalla. El chino le dijo algo a la china y la china empezó a deshacerse en sonrisas. Y me regaló como diez bolsas que antes me cobraba indefectiblemente. Empecé a decirles a las vecinas que había que comprarle al chino, que la política de Carrefour era destruir los supermecados chinos, que nosotros teníamos que tratar de que no se fundan. Hice lo que pude.
Desde entonces la china me adora. Y yo la perdoné, porque al arrepentido hay que perdonarlo. Además, siempre me hace algún regalito, alguna golosina, algún descuento, y me regala las bolsas. Y no puedo ser indiferente, porque no lo soy, así que valoro sus atenciones con gusto. Con gusto de ver que los chinos sobrevivieron a la embestida.
Si recibís este post por mail y querés comentar, no respondas a este correo. Escribí un comentario en el blog o envía un mail evarow@gmail.com
Acaba de pasar la china del supermercado. Por primera vez la veo transitar por la vereda, delante de mi negocio, en casi cinco años desde que abrió el super chino. Me vio, siguió de largo, reaccionó y volvió sobre sus pasos, para prodigarme una enorme sonrisa que suplanta su falta de castellano. Sacudió su cabeza de arriba a abajo, como afirmando algo así como "acá estabas". Agitó su mano en un saludo efusivo, y siguió su ruta.
Esta mujer china, alta, bella, elegante, se mostraba soberbia, ajena, desde la caja de su supermercado. A diferencia de tantos otros chinos tan amables y gentiles que conocí en el barrio, ella era una mujer fría, de negocios, que estaba por encima de las relaciones personales. Siempre distante, calculadora. El marido, igual que ella.
Como yo soy buena clienta porque compro mucho (soy de las que prefieren no ir a los grandes supermercados), ella empezó a reconocerme y tratarme en forma preferencial, cambiando su estilo indiferente. Bastó una vez que fui a comprar una cosa sola que me había olvidado, para que me tratara secamente, y se empacara en los diez centavos que me faltaban de cambio. Me cambió cien pesos por los diez centavos. Me impactó su franqueza mercantil. Yo la empecé a tratar igual. Tirándole los centavitos hasta el útlimo, aunque hubiera comprado un vagón de cosas y ella me dijera que está bien sonriendo. Y yo la miraba con cara de perro enchufándole la monedita a toda costa.
Pero pasó algo que cambió la historia de su vida arrogante. Se le puso enfrente un Carrefour Express, justo enfrente, pero justo justo. Fue alevoso. El supermercado empezó a vaciarse. Enseguida comenzaron las "desgracias". Le "cayó" una inspección de Macri y le cerraron el super por falta de limpieza en la heladera de carnicería, problemas con los cables, etc. La pareja china empezó con las reformas, pero por la noche tuvieron un incendio. Vinieron los bomberos, le rompieron las cortinas metálicas. Un desastre total. Cuando volvieron a abrir estaba todo renovado, ordenado, pero vacío de gente.
Yo soy amiga de mis amigos, pero mucho más, soy enemiga de mis enemigos. Los chinos no eran mis amigos, pero a Carrefour sí que lo considero mi enemigo: forma parte del paquete neoliberal que vino con el menemismo, que vino con el robo de mis ahorros en el banco, el 2001, los saqueos, qué te voy a contar. Así que la guerra se la hice a Carrefour, ayudando a los chinos. Fui a Carrefour a hinchar las pelotas para fisgonear los precios, los anoté y le entregué la lista al chino. El chino tomó la lista y me miró como si le hubiera dado el número de la lotería, se deshacía en agradecimiento. Yo soy comerciante, y sé que el chino necesitaba saber los precios para poder competir con Carrefour. Al mismo tiempo que le dí la lista, le compré un vagón de cosas que estaban más caras que enfrente, como para demostrarle que estaba con ellos en la batalla. El chino le dijo algo a la china y la china empezó a deshacerse en sonrisas. Y me regaló como diez bolsas que antes me cobraba indefectiblemente. Empecé a decirles a las vecinas que había que comprarle al chino, que la política de Carrefour era destruir los supermecados chinos, que nosotros teníamos que tratar de que no se fundan. Hice lo que pude.
Desde entonces la china me adora. Y yo la perdoné, porque al arrepentido hay que perdonarlo. Además, siempre me hace algún regalito, alguna golosina, algún descuento, y me regala las bolsas. Y no puedo ser indiferente, porque no lo soy, así que valoro sus atenciones con gusto. Con gusto de ver que los chinos sobrevivieron a la embestida.
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10 comentarios:
Gali,Matías say:
Si mal no recuerdo los primeros Supermercados (entre estos Carrefour) que se instalaron fueron auspiciados por Alfonsín.
Me gusta la frase "porque al arrepentido hay que perdonarlo".... Esa definición marca que clase de personas somos... Abrazo
Preguntale a tus queridos chinos a quién detestan más, si al Carrefour o a la reina loca que los acogota día a día.
Hermosa crónica estimada compañera!
Un beso, Alberto.
Eva: Qué lujo leerte, un placer tu mirada aguda y filosa. Saludos, Ángeles
Qué bien. Me alegro que ahí en la vereda de enfrente siga habiendo gente, personas, con tu nivel de pensamiento y análisis de una realidad cruda, cruda y cruel, como muchas veces es, la ciudad de Buenos Aires.
Un abrazo che.
Un placer leerte.
Lindo.
Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Etcétera etcétera.
Y después están las Evas Row.
Un gran abrazo,
Astroboy
Eva, al igual que vos, no compro en los super, voy a los chinos, a carnicerias, verdulerias y panaderias del barrio.
Gracias, sos un ejemplo.
un beso
Creo que hay que pensar una política para las cadenas de supermercados en las grandes ciudades. Muy linda su nota.
Un abrazo.
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