Era el año 75. Acá era presidenta Isabel Perón. Ese verano se puso un dólar a precio especial más barato para el turismo hacia afuera, un curioso modo de distribución de la riqueza a los ricos, que sin embargo resultó un beneficio para los menos ricos
El dólar en mercado libre valía mil 300 pesos, y el turístico 900. Había que presentar un pasaje en avión en la casa de cambio, y se podían comprar hasta 3 mil dólares a precio privilegiado. La diferencia de valor hacía que el pasaje en avión resultara gratis. Quien tuviera un pariente o amigo que lo alojara, era un idiota si no viajaba. De tal manera, los que nunca hubieran soñado con viajar, de pronto tuvieron la oportunidad. Yo, uno de ellos.
La mayoría de los que viajaron ese mes de enero de 1975, no teníamos cultura turística. Ocurrieron cosas graciosas. Por ejemplo que al volver, cuando la azafata pidió que se ajusten los cinturones porque vamos a aterrizar, los noveles turistas no obedecieron y en cambio se pararon, recogieron sus bultos y empezaron a hacer cola para bajar frente a la puerta del avión, parados por supuesto, ante la desesperación de la azafata que gritaba:
¡¡¡señores esto no es un micro !!!
Así pasé yo mis treinta días en Nueva York, de sorpresa en sorpresa, de metida de pata en metida de pata. Sin darme cuenta de que tenía delante mío una sociedad que pronto penetraría en la mía para borrar para siempre una forma de vida propia y querible, crecida al calor de la protección de la industria nacional con severos impuestos a todo lo que fuera importado. Que vendría para implantar una forma de vida consumista, llena de mercaderías sorprendentes que funcionaron como los espejos de colores a los indios cuando llegaron los españoles. Faltaba un año no más, para que Martinez de Hoz abriera las compuertas de lo importado y fundiera por primera vez a la querida industria nacional, que fabricaba todo lo que necesitábamos para vivir.
Resulta que mi amiga que vivía en USA, se domiciliaba a 100 km de Nueva York, en un pueblo llamado Stamford. El nombre Stamford me trajo un problema ya antes de partir. Al pedir la visa no más, me preguntaron a cuál de los Stamford iba, a qué Estado. No sé, contesté sorprendida. Hay un Stamford en Connecticut y otro en California. Su desconocimiento es sospechoso de intento de quedarse a vivir en USA, me dijo el que me hacía el trámite. No entiendo por qué yo tendría que saber el nombre del estado en el que vive mi amiga, ella me viene a buscar con el coche al aeropuerto, sé que vive en Stamford, a 100kims de Nueva York, no sé si está en otro estado, repliqué. El tipo me miró y me perdonó, después de prenguntarme de qué vivo acá y mostrarle que tenía intereses para volver.
Al subir al Empire State me dijeron que había tres tramos de ascensores que debía tomar para llegar al observatorio. El primero iba al piso 20 parando en todos los pisos. El segundo iba directo del 20 al 40. Y el tercero directo del 40 al 80. Entré primera y apreté el botón 20, pero sentí que el botón estaba trabado, no me respondía a la presión del dedo. Apreté varias veces y no pasaba nada. Hacía fuerza con el dedo y nada. Alrededor del botón había un círculo luminoso que se encendió después de mi primer intento. En seguida pude observar que los que entraban tocaban distintos botones que se iluminaban en su perímetro después de apretarlo. Temí que tal vez yo hubiera apretado demasiado el mío y lo había dejado trabado. Estaba preocupada por si el ascensor no paraba en el piso que tenía que bajar, ya que nadie más había intentado tocar el botón 20. Fue grande mi sorpresa cuando llegamos y la mayoría de los concurrentes se bajaron conmigo. No entendí nada. ¿Cómo es que esos transeúntes no intentaron tocar el botón 20? A la vuelta me traje un televisor con un botón que encendía al solo contacto del dedo, haciendo las delicias de los sorprendidos argentinos que jamás habíamos visto semejante cosa. Me reía viendo las caras después del intento de presión fuerte y el susto de ver aparecer la imagen sin haber conseguido accionar por presión al botón.
Pero lo que viene al caso en este cuento es Mac Donald's. En Stamford, que es un pueblito hermoso, había un negocio que vendía hamburguesas, cerca de la estación de tren que yo tomaba para ir a Nueva York todos los días, se llamaba Mac Donald's. Yo estaba encantada. No había nada parecido en la Argentina. Al volver les conté a mis amigos de este particular negocio de autoservicio de hamburguesas. El asunto es que caminando por Nueva York descubro otro local de Mac Donald's y pienso: qué bueno, cómo progresó este tipo de Stamford, merecería que se lo conociera en todo el mundo. Le hago el comentario a mi amiga que me alojaba y me contesta: ¿qué decís? hay decenas de Mac Donald's en todo el mundo.
Al tiempo de volver se largó la cadena Pumper Nick.
Todavía, y por algún tiempo más iba a haber almacenes en cada cuadra, de esos que estaban abiertos hasta tarde en la noche. A los almaceneros los llamábamos Don Algo, siempre Don o Doña a la esposa. Hasta entonces nuestras salidas eran ir al cine y a comer dos porciones de muzzarella. Un día aparecieron las hamburguesas y los supermercados, y todo aquello fue lo que el viento se llevó, cuando llegó Mac Donald's.
El dólar en mercado libre valía mil 300 pesos, y el turístico 900. Había que presentar un pasaje en avión en la casa de cambio, y se podían comprar hasta 3 mil dólares a precio privilegiado. La diferencia de valor hacía que el pasaje en avión resultara gratis. Quien tuviera un pariente o amigo que lo alojara, era un idiota si no viajaba. De tal manera, los que nunca hubieran soñado con viajar, de pronto tuvieron la oportunidad. Yo, uno de ellos.
La mayoría de los que viajaron ese mes de enero de 1975, no teníamos cultura turística. Ocurrieron cosas graciosas. Por ejemplo que al volver, cuando la azafata pidió que se ajusten los cinturones porque vamos a aterrizar, los noveles turistas no obedecieron y en cambio se pararon, recogieron sus bultos y empezaron a hacer cola para bajar frente a la puerta del avión, parados por supuesto, ante la desesperación de la azafata que gritaba:
¡¡¡señores esto no es un micro !!!
Así pasé yo mis treinta días en Nueva York, de sorpresa en sorpresa, de metida de pata en metida de pata. Sin darme cuenta de que tenía delante mío una sociedad que pronto penetraría en la mía para borrar para siempre una forma de vida propia y querible, crecida al calor de la protección de la industria nacional con severos impuestos a todo lo que fuera importado. Que vendría para implantar una forma de vida consumista, llena de mercaderías sorprendentes que funcionaron como los espejos de colores a los indios cuando llegaron los españoles. Faltaba un año no más, para que Martinez de Hoz abriera las compuertas de lo importado y fundiera por primera vez a la querida industria nacional, que fabricaba todo lo que necesitábamos para vivir.
Resulta que mi amiga que vivía en USA, se domiciliaba a 100 km de Nueva York, en un pueblo llamado Stamford. El nombre Stamford me trajo un problema ya antes de partir. Al pedir la visa no más, me preguntaron a cuál de los Stamford iba, a qué Estado. No sé, contesté sorprendida. Hay un Stamford en Connecticut y otro en California. Su desconocimiento es sospechoso de intento de quedarse a vivir en USA, me dijo el que me hacía el trámite. No entiendo por qué yo tendría que saber el nombre del estado en el que vive mi amiga, ella me viene a buscar con el coche al aeropuerto, sé que vive en Stamford, a 100kims de Nueva York, no sé si está en otro estado, repliqué. El tipo me miró y me perdonó, después de prenguntarme de qué vivo acá y mostrarle que tenía intereses para volver.
Al subir al Empire State me dijeron que había tres tramos de ascensores que debía tomar para llegar al observatorio. El primero iba al piso 20 parando en todos los pisos. El segundo iba directo del 20 al 40. Y el tercero directo del 40 al 80. Entré primera y apreté el botón 20, pero sentí que el botón estaba trabado, no me respondía a la presión del dedo. Apreté varias veces y no pasaba nada. Hacía fuerza con el dedo y nada. Alrededor del botón había un círculo luminoso que se encendió después de mi primer intento. En seguida pude observar que los que entraban tocaban distintos botones que se iluminaban en su perímetro después de apretarlo. Temí que tal vez yo hubiera apretado demasiado el mío y lo había dejado trabado. Estaba preocupada por si el ascensor no paraba en el piso que tenía que bajar, ya que nadie más había intentado tocar el botón 20. Fue grande mi sorpresa cuando llegamos y la mayoría de los concurrentes se bajaron conmigo. No entendí nada. ¿Cómo es que esos transeúntes no intentaron tocar el botón 20? A la vuelta me traje un televisor con un botón que encendía al solo contacto del dedo, haciendo las delicias de los sorprendidos argentinos que jamás habíamos visto semejante cosa. Me reía viendo las caras después del intento de presión fuerte y el susto de ver aparecer la imagen sin haber conseguido accionar por presión al botón.
Pero lo que viene al caso en este cuento es Mac Donald's. En Stamford, que es un pueblito hermoso, había un negocio que vendía hamburguesas, cerca de la estación de tren que yo tomaba para ir a Nueva York todos los días, se llamaba Mac Donald's. Yo estaba encantada. No había nada parecido en la Argentina. Al volver les conté a mis amigos de este particular negocio de autoservicio de hamburguesas. El asunto es que caminando por Nueva York descubro otro local de Mac Donald's y pienso: qué bueno, cómo progresó este tipo de Stamford, merecería que se lo conociera en todo el mundo. Le hago el comentario a mi amiga que me alojaba y me contesta: ¿qué decís? hay decenas de Mac Donald's en todo el mundo.
Al tiempo de volver se largó la cadena Pumper Nick.
Todavía, y por algún tiempo más iba a haber almacenes en cada cuadra, de esos que estaban abiertos hasta tarde en la noche. A los almaceneros los llamábamos Don Algo, siempre Don o Doña a la esposa. Hasta entonces nuestras salidas eran ir al cine y a comer dos porciones de muzzarella. Un día aparecieron las hamburguesas y los supermercados, y todo aquello fue lo que el viento se llevó, cuando llegó Mac Donald's.
16 comentarios:
Hola Eva, tuve un primer intento de decir/ecribir "que payuca!!" pero pensandolo bien todos fuimos sorprendidos con ese tipo de cosas con posterioridad, con la incredulidad del bruto, de esa epoca lo que mas añoro -tal vez lo unico- son los llaveros que te contestaban cuando silbabas.... cuanta falta me hacen ahora y no los encuentro!!.
Saludos.
El vasco.
Vasco,
eran vidrios de colores...
De ser por esa lógica retroprogresiva volveríamos a la vida pastoril.
La desaparición de los almacenes no es culpa directa Mc Donalds- cadena y comida que detesto y no consumo- sino por un proceso mucho mas complejo.
El mismo proceso que llevó al descubrimiento de la penicilina, o ala existencia de los blogs, por ejemplo. O a la extensión de la espectativa de vida. Es como añorar la válvula.
El mundo no es perfecto, nunca lo fué, y nunca hubo una época en la que tanta gente a la vez, pensara, discutiera, criticara o publicara sus reflexiones sobre el sistema.
Ni siquiera en la totalidad del mundo es posible hacer esto.
El precio de eso es, entre muchas otras cosas, la desaparición de los almacenes, del gofio o, de las galochas.
Sin duda la nostalgia es mayor cuanto mayor es la imposibilidad de un futuro para una sociedad.
Saludos,
Osqui
hey... en el interior todavía quedan mercaditos cada dos cuadras que abren hasta tarde, tal vez no en el centro pero si en los barrios... en mi barrio tengo 6 almacencitos en un radio menor a 2 cuadras, y si bien son algo mas caros que un supermercado, suelo ir cuando me falta algo ya que son muy prácticos en cuanto al tiempo que demora uno en hacer la compra...
como dice el tango..."volvamos a lo de antes...dame el brazo y vamosnó..." es verdad...solo eran espejos de colores y el preludio del saqueo que se vino....muy lindos recuerdos...el mundo capitalista visto desde el asombro de unos ojos ingenuos...
excelente post
Anónimo 5, me quedé sonriendo, leyendo tu comentario, es una belleza. Ese "vamosnó", qué ternura...
Y en tus conceptos decís que entendiste todo lo que yo quería decir. Me siento muy feliz de tu comentario. Gracias.
Ya me doy cuenta del tio de persona que sos, si volvés a escribirme no voy a poder reconcerte, no voy a poder saber que fuiste el que escribió este comentario porque no pusiste algún apodo para que identifique. La próxima vez firmá con algún invento de nombre al pie del escrito, algo como Pepe o Titi, o algo más sofisticado, pero ponele un nombre a tu comentario. Besos.
garciacarrera,
estuve curioseando en tu blog de familia para saber de dónde eras, y ví que eras de Cipolleltti. Porque el interior es muy grande y uno no sabe si eso vale para todo el interior. Me alegro que se hayan salvado lugares del país donde existan almacenes.
Hay una diferencia entre haber entrado al mundo mediante una posición industrial o mediante una desindustrialización.
El saqueo que inauguró Martinez de Hoz no tiene perdón. Hizo la economía de destruir a la industria, para dejar al sector del campo como única fuente de ingresos en el país, para asegurar su predominio de poder económico al sector y el poder político que deviene de una posición privilegiada y monopólica. Y de paso también para terminar con la clase obrera y sus sindicatos, y obviamente para lograr terminar con el tan odiado peronismo que mantiene su fuerza en el sector obrero sindical.
Vaya, en esto también estamos parejos: en España también teníamos almaceneros, a los que llamábamos ¨ultramarinos¨, porque en inicio traían productos de ultramar y el nombre se les quedó. Los almaceneros también eran siempre ¨don algo¨o ¨el señor tal¨.
Todo eso lo barrió el mercantilismo de grandes cadenas, casi siempre de nombre gringo.
Eva: no acabo de asumir lo de Argentina como tercer mundo, cuando por curiosidad les leo y, salvando los giros lingüísticos, estoy leyendo lo mismo que a cualquier españolito le afecta.
Saludos.
Desclasado,
No es curioso lo que decís, en realidad en particular yo, y los de mi generación que hemos vivido en ese país al que vinieron tus abuelos a comer porque allá morían de hambre, yo no me siento determinada culturalmente por esa frase obscena "tercer mundo", pero sí la rescato por ser una realidad económica de la actualidad. Los restos de la Argentina europea se mantienen en pie en los edificios señoriales de Buenos Aires y las capitales del interior, y la cultura forjada por ese país europeo no se muere porque está dentro de nuestras neuronas, pero somos Tercer Mundo en los hechos económicos y políticos, estamos sumergidos y aplastados por la dinámica capitalista que aplasta al que está más abajo y también al que apuesta y pierde aunque esté arriba. Yo no quiero cambiar al capitalismo, quiero reglamentarlo para disminuir sus efectos de fiera de la selva, no se puede dejar andar a un animal salvaje sin enjaularlo o ponerlo en un territorio reservado.
He leído tu blog. Mientras creas que el problema está en la izquierda vas a equivocarte, la izquierda no corta ni pincha en este mundo, los errores que padecemos son los que vienen de la derecha obnubilada por una ideología estúpida que nos lleva a todos a un atolladero.
El fracaso reciente de la economía de los EEUU vino por un éxito enorme de la economía, que permite lo que acá llamamos la "timba", apostar a futuro en una carrera loca para terminar aplastados contra el derrumbe.
España no tiene nada de qué arrepentirse, hizo lo correcto según el libreto de la ideología de derecha, perdió por seguir ese libreto, no por seguir a la izquierda, no te equivoques amigo.
Eva:
Quizás yo aplique un concepto sociológico de ¨tercer mundo¨y en esa perspectiva la Argentina no me parece tercer mundo, por eso me chocó cuando se lo leí. Desde luego, si hablamos de criterios económicos puros, posiblemente tenga usted razón y la Argentina sea tercer mundo y España está al llegar.
De lo otro: usted habrá leído de mi blog justo cuando ataco a la izquierda. En otros ¨episodios¨ la derecha me provoca el mismo desprecio. Estoy bastante más cerca de su peronismo, aunque por desconocimiento no puedo asegurarlo. Si es similar al nacionalsindicalismo español, estoy bastante cercano: de izquierdas en lo social y de derechas en la defensa de los valores ¨buenos¨(de los malos no, claro).
Izquierdas y derechas me parecen en la actualidad meras etiquetas vacías para encubrir gobiernos carcasas que tratan de hacernos creer que gobiernan, cuando en realidad gobierna ese capitalismo salvaje que usted dice.
Saludos.
Por cierto, Eva (o cualquier argentino) a ver qué les parece esta biografía de Evita:
http://eldesclasado.zonalibre.org/archives/2010/01/hablemos-de-evita.html
A mí me parece buena pero yo no soy argentino. No hace falta que contesten en mi blog, si contestan por aquí igual les leo. Gracias si alguien se anima.
Me vas a tener que esperar para leerla y con gusto voy a hacerlo, pero acá las papas queman con asuntos muy puntuales como la demanda de los sectores de las organizaciones sociales que aparecen y se hacen visibles enfrentando al Gobierno por izquierda (palabras irreemplazables para mí todavía).
Por supuesto, Eva, cuando pueda y si puede. Gracias por su interés igualmente.
Tratar de "institucionalizar" la formaciòn de las cooperativas a travès de las intendencias, me parece que todavìa es apresurado.
Los movimientos sociales fueron una salida "no violenta" a una crisis que nos llevaba puestos a todos.
Es cierto que no todo es blanco o negro, ni los intendentes significan la "institucionalidad" del estado en "estado puro" ni los movimientos son grupetes que "necesitan proyectos econòmicos para supervivir polìticamente".
Hay de todo un poco. Pero en esta realidad de la derecha empujando -y ya veremos como se las traen para marzo¡¡¡- al gobierno nacional, no necesitamos abrir un flanco por izquierda.
No podemos empujar a piqueteros K al lado de los ultras. Habrà que buscar una soluciòn, y darles el manejo de algunos planes y sobre todo controlar el flujo de dinero para que el trabajo le llegue a la gente.
Despuès de todo, no van a salir a la calle a defender al gobierno los que cobren con tarjeta, si no los que se han formando en el laburo grupal.
Espero que la soluciòn para ellos sea ràpida. Y ya Luis, lo dijo "el que avisa no traiciona".
Hay que tomar fuerzas para parar la embestida que todavìa no renuncia a ser destituyente.
Hablando de Pepe, Mujica recibió propuestas de inversiones millonarias,
jajajajajajajajajajajajajajaja!!!
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