Somos heróico-sacrificiales. Nuestra filosofía de vida es principista. Estimula el heroísmo y sensibiliza hacia el sacrificio en pos de alcanzar los objetivos de nuestros principios. Pero solo una parte de la población es honesta y su acción responde a los principios. Daría la impresión de que es la mayoría.
Una gran parte de la población -sabemos- es hipócrita. Adhiere al principismo, al heroísmo y al sacrificio de la boca para afuera. Pero en realidad es egófila. Se cuida la propia piel por encima de cualquier principio. Es capaz de traicionar sin sentir ni una gota de culpa. No se trata de psicópatas, son simplemente amorales, forjan una moral de acuerdo a sus intereses en lugar de forjar sus intereses de acuerdo a una moral.
Además de esas dos caras de la misma moneda, existe en nuestra sociedad un tercer tipo de filosofía, la pragmática. Si puede, el pragmático mantiene la acción de acuerdo a los principios y si no, de acuerdo a la realidad, a las posibilidades, en especial al cálculo de riesgos y beneficios. El pragmático nunca traiciona sus principios, los pone en resguardo, no los tira a la hoguera del sacrificio inútil. Siempre tiene en cuenta la hipótesis de la derrota, tiene pensada la retirada con el menor daño, el salvataje de la vida por encima de todo compromiso mesiánico y mítico con el heroísmo y el sacrificio.
El heróico sacrificial honesto en realidad es un ingenuo que cree en un más allá, en un Olimpo de dioses que habitan los libros de la historia nacional patriótica. Cree en la gloria que da la muerte. Igual que los aztecas creían en el Paraíso y hacían fila para dejarse arrancar el corazón en la pira sacerdotal que hoy conserva la sangre seca de ese holocausto prehispánico. Igual que los palestinos que se inmolan con una bomba en el cuerpo para luchar contra Israel y entrar al Paraíso. Todos estos esclavos de la glorificación por el sacrificio en realidad son piezas útiles para los señores que los usan como soldados de un ejército que defiende las riquezas que concentran en sus manos. Es una ideología que les han metido en la cabeza desde la cuna y no pueden escapar de ella. Es la única forma de que las madres entreguen a sus hijos para morir en la batalla.
Esta ideología nació en Roma, en el Imperio que luchaba contra la idea hebrea difundida por el cristianismo primero, de que la vida es más importante que nada, que no hay dios sobre la tierra, que tu suerte depende de tu conducta, de tu obediencia a la ley social no al monarca. Roma se defendió del hebraísmo (cristianismo) que penetraba en sus catacumbas para cambiarle la esperanza a los esclavos y perturbarle al Imperio el sistema de clases. Se defendió pervirtiendo las bases filosóficas al incorporar el cristianismo como religión del Imperio modificándolo, borrando lo comunitario, haciendo nacer al individuo que se comunica con dios en forma directa, cuando en el hebraísmo la comunicación con dios es solo a través de una comunidad que se junta. Menos de diez personas juntas no son escuchadas por dios, según la religión judía.
En la antigua religión hebrea la vida está por encima de la obligación. Todas las obligaciones se cancelan por fuerza mayor. Es ley. La actitud de obedecer a la conciencia por encima de los riesgos es una forma de ingenuidad peligrosa para una comunidad. Más que nada si estos ingenuos tienen enfrente a los hipócritas que ponderan sus intereses más mezquinos por encima del bien común. Lo que acaba de ocurrir en la Argentina es trágico. Tenemos enfrente al macrismo socio del Imperio, al poder más omnímodo que pueda existir en nuestro país, unido a los capitalistas del agro y las finanzas multinacionales, y nos dimos el lujo de votar en contra los del mismo partido, en contra de un acuerdo con la base misma de la Metrópoli, con el nido de la serpiente, poniendo en riesgo la institucionalidad. No tiene perdón. Para la gran mayoría del pueblo argentino la unión del Frente de Todos no existe. No van a poder hacer creer que la unidad sigue. Esto se va a pagar muy caro. Cambiá la filosofía. Néstor era un pragmático. Por eso puso a Redrado y no a Kunkel. ¿Entendés por qué hablo de INGENUIDAD, HIPOCRESÍA Y PRAGMATISMO?