¿Será posible?
Nunca dije, ni pensé decir, ni pensé siquiera, que la honestidad no fuera indispensable. Pero es sólo el grado cero del asunto. Martín Caparrós.
16.06.2009
¿Será posible que todavía haya señoras y señores –unos veinte el viernes pasado entre los foristas de criticadigital– que sigan diciendo que cuando hablo del honestismo lo que hago es convalidar la corrupción o, con suerte, insisten, suscribo el “roba pero hace”? ¿Serán ligeramente lentos, mulosamente tercos o –espero– sólo malintencionados?
Nunca dije, ni pensé decir, ni pensé siquiera, que la honestidad no fuera indispensable. He escrito ya varias –demasiadas– veces que la corrupción es un desastre –y la corrupción del poder es un desastre poderoso– y que por supuesto que tenemos que erradicarla, pero que eso es sólo el grado cero del asunto. Como si un DT te dijera pibe, respirá, acordate, respirá, cuando vayas a patear parate firme y abrí el pie y pegale cuando la pelota te queda a la altura del otro pie y, sobre todo, no te olvidés de que tenés que respirar. Claro que tenemos que respirar: pero todo el mundo respira y no por eso le pega mejor a la pelota, digo o, para cortar con las metáforas idiotas: la honestidad es la base, la condición necesaria pero no suficiente del asunto: no deberíamos votar a nadie porque sea honesto; no deberíamos votar a nadie que no lo sea.
Voy a insistir: llamo honestismo a esa idea tan difundida según la cual –casi– todos los males de la Argentina contemporánea son producto de la corrupción en general y de la corrupción de los políticos en particular. Llamo honestismo a esta tendencia a pensar que si los trabajadores ganan poco no es porque sus patrones se quedan con buena parte de lo que producen, y que si los desocupados no tienen trabajo no es porque el mercado argentino esté organizado para producir soja y servicios y comprar todo lo demás afuera, sino porque los políticos afanan.
Claro que los políticos afanan, y afanan los gerentes de marketing y los policías y los virtuosos ciudadanos que los coimean y los dueños de cementeras y las putas y los subdirectores de sucursal con 27 años en la empresa, y los políticos de nuevo, y habría que terminar con todo eso antes que nada, pero cuando lo terminemos seguirá habiendo millones de pobres en este país rico.
Llamo honestismo a esta manera de no pensar en qué ofrecen los candidatos, y los políticos en general, sino preocuparse por si resisten un archivo. Lo tengo dicho: se puede ser muy honestamente de izquierda y muy honestamente de derecha, y ahí va a estar la diferencia verdadera. “Quien administre muy honestamente en favor de los que tienen menos –dedicando honestamente el dinero público a mejorar hospitales y escuelas– será más de izquierda; quien administre muy honestamente en favor de los que tienen más –dedicando honestamente el dinero público a mejorar autopistas, parkings, teatros de ópera– será más de derecha.
Quien disponga muy honestamente cobrar más impuestos a las ganancias y menos iva sobre el pan y la leche será más de izquierda; quien disponga muy honestamente no cobrar impuestos a las actividades financieras y sí al trabajo asalariado será más de derecha.
Quien decida muy honestamente facilitar el uso de anticonceptivos será más de izquierda; quien decida muy honestamente acatar las prohibiciones eclesiásticas será más de derecha.
Quien decida muy honestamente educar a los chicos pobres para sacarlos de la calle será más de izquierda; quien decida muy honestamente llenar esas calles de policías y de armas será más de derecha. Y sus gobiernos, tan honesto el uno como el otro, serán radicalmente diferentes. Digo, en síntesis: la honestidad –y la voluntad y la capacidad y la eficacia–, cuando existen, actúan, forzosamente, con un programa de izquierda o de derecha.”
El honestismo, entonces, consiste en tratar de esconder esa evidencia detrás de la pelea por el prontuario. O sea: llamo honestismo al modo más reciente de disimular o negar u olvidar que nuestro país –y tantos otros– está como está porque sus estructuras económicas y sociales fueron armadas para que esté así, para que se beneficien unos pocos, para que se jodan los más. Y que los errores y excesos –intolerables– de nuestros políticos ladrones son sólo el aceite que el motor necesita, pero nunca el motor. Y que, de últimas, va a ser muy difícil dejar de usar aceite mientras sigamos teniendo este motor.
He dicho. Y espero que no me digan que estoy a favor de los que afanan. En general, señoras y señores insistentes, indignados, probos, los que los votan son ustedes.
CRÓNICA DE UN FINAL ANUNCIADO*
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Por Alberto Ward
*El ORIGEN*
Cualquier empresa de cierta envergadura que necesita cubrir un puesto
ejecutivo somete a los candidatos a entrevistas ...
Hace 1 día.
8 comentarios:
El honestismo lo que hace es denostar la política.
Cuando un arquitecto acepta una coima de la empresa que debe controlar, o un abogado acepta "vender" la prueba de su cliente, o un médico receta según convenga a los intereses del laboratorio de turno, no se critica a la arquitectura ni a la abogacía ni a la medicina, pero un político corrupto pareciera echar sombra sobre la política en general.
Por otra parte, cuando se habla de corrupción en la política, nunca se lo hace analizando quién se beneficiaba con el endeudamiento externo argentino o con la venta de su patrimonio a precio vil, o con la resignación de la soberanía para resolver los conflictos entre el Estado y las empresas privatizadas.
Sólo el megacanje endeudó a la Argentina de un día para el otro en 55.000 millones de dólares.
Lo que hundió a la Argentina en el proceso que cerró en diciembre de 2001 no fueron los pollos de Mazzorin, los negociados de los guardapolvos de Bauzá, la leche cortada de Vicco, la venta o no del Tango 01, ni que Menen se resistiera a devolver la Ferrari, tampoco la Banelco para conseguir la famosa flexibilización laboral, ni siquiera la voladura de Rio Tercero.
La hundieron las políticas públicas llevadas a cabo desde 1974 hasta 2001.
Pero eso parece no ser corrupción.
No es "la politica". No son todos iguales a esta mugre.
Liliana y Carlos: no puedo estar más de acuerdo con todo el comentario.
El tema de la corrupción de los políticos no es un tema político sino policial, judicial o lo que sea pero no es político. Creo además que hay una gran hipocresía en este tema ya que no es serio pensar que los políticos se corrompan entre ellos sino que en todos los casos hay un corruptor no político con capacidad de corromper.
Y claro que está también el doble patrón de medida ya que el caso de corrupción de un gobierno de derecha es presentado como corrupción de funcionarios, mientras que la corrupción en un gobierno de izquierda se presenta de manera que deslegitime sus políticas.
Por último creo que la corrupción es un fenómeno que está presente en toda la sociedad argentina (no solo)y va a ser difícil que de un pueblo así salga un gobierno honesto, sea de derecha o de izquierda. Gracias por dejarme opinar, Juan Carlos
No tengo nada que agregar a los dichos de Liliana Carlos y el anon.Para mi es talcual.
Siempre es un gusto leerla, Eva. No creo que convenza a ningún gorila, porque ellos sólo le creen a los incorruptibles como Lanata o Tenembaum.
Me pareció buenísimo el cierre. Muy buenos tambien los comentarios, excepto, naturalmente, el del agrogarca, que yo lo borraría sin mas trámite.
Un abrazo.
Muy bueno el artículo de Caparrós. Muy. Pero creo que hay que darle más vueltas todavía el asunto. Para que haya honestidad hay que hacer hombres éticos. Cuando esos hombres gobiernen, no gobernarán para la derecha o para la izquierda. Gobernarán para todos (porque serán éticos y la ética no es moral. La moral es de izquierda y derecha, la ética, no). Pero esta explicación no les sirve a los que quieren justificar un obrar, dentro de los males existentes (sean del color que fuere).
Jotapé
Brillante Liliana y Carlos, esa es la verdad de la milanesa, y como dice Eva no es que se acepte un mayor grado de honestidad, es o no es. Pero la verdad es lo que brillantemente explican Liliana y Carlos y muchos, pero muchos se hacen los estúpidos ... y lo más tristes que de estúpidos no tienen nada. Muy bueno lo tuyo Eva porque si honestismo para Caparrós es estar con el más débil que es ... Clarín ... apaguemos la luz ... vermouth con papas fritas y good show ....
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